Yo
soy ateo; pero cada vez que se presenta en medio del pasillo el azafato
correspondiente haciendo como que infla el chaleco salvavidas, me santiguo e,
inmediatamente, le pido a la del carrito una botellita de Terry (o
equivalente).
Y Siempre
me dice que espere, que no sea impaciente.
Aquí
arriba, sobre el cielo de Berlín, amanece, pero a las 3’30
cuando salía de mi casa hacia el Prat para tomar el avión de Ryanair de las
6’30, era noche cerrada. Por suerte la luna llena ha disipado las tinieblas.
Miércoles y luna llena… ¡exactamente igual que tal día como hoy del año 1919!...Ya saben que a mí el tiempo y el espacio me la refanfinflan.
A
las 5 ya estoy en el aeropuerto del Prat, apoyando el codo en la única barra que funciona.
El chubasquero y la gorra orejera me hacen parecer europeo (del este). La bolsa del condis con mis pertenencias
(¡ropa interior!) marca tendencia: veo pasajeros con bolsas de diferentes
marcas. Ninguna, sin embargo, con el gracejo de la mía.
Me
ha tocado el 15 E, toda una premonición. A mi lado alguien, antes de darme
tiempo a santiguarme, saca el ordenador y se pone a hacer como que trabajaba…
¡son ganas de humillar! Me pongo el cinturón y meto la cabeza entre las
piernas…y me encomiendo a san Habacuc, octavo (de doce) profeta menor, cuya
festividad celebra hoy la
santa, católica y apostólica iglesia
romana:
“¿Hasta cuándo Señor, gritaré
auxilio y no me escucharás; clamaré contra el violento y no me salvarás? ¿Por
qué me haces ver tanta injusticia? ¿Por qué miras desde lejos la opresión,
mientras yo he de presenciar destrucciones y violencias? (…) El culpable hace
condenar al inocente: las sentencias se falsean (…) ¿Por qué tratas a los
hombres como peces del mar (…) Ellos los pescan con anzuelo y los recogen con
redes. Después lo celebran con gran alegría: ofrecen sacrificios a los anzuelos
y queman ofrendas a las redes que los proveen de buenos y sabrosos manjares.
¿Continuarán vaciando sus redes y asesinando pueblos sin ninguna piedad? Me quedo quieto en mi lugar de vigilancia;
estoy al acecho en mi atalaya, para ver que me responderá el Señor…”.
Esta
queja la lanzaba tal día como hoy
(¿), del año (pongamos) 588 antes de nuestra era. Jerusalén estaba siendo
tomada a sangre y fuego por Nabucodonosor II.
¡¡Grande, Habacuc!!
Dios,
como siempre, respondió vaguedades.
Repaso
algunas frases en el Assimil…para
refrescar mi alemán.
A
las 9’15 bajo del avión. Estoy en el aeropuerto de Schoenefeld, Berlín. Por amor a la simetría y la rima asonante me acerco a una barra y me pimplo un aguardiente de
trigo.
–¡Danke!...¡quédese con la vuelta!
–¡Faltan dos euros!
Entro
con mal pie.
Me
meto en una de las puertas giratorias y no consigo salir a la primera, doy otra
vuelta. Logro salir y un aire gélido me atraviesa como si fueran flechas del angelito
del odio. Mis precauciones nunca se ajustan a la realidad. Hace un día glacial.
Gris-rata, y yo visto tejanos, jersey de algodón y polar de 18 euros (rebajas
de enero). A dios (¿?) gracias he traído el chubasquero y la gorra.
Ahora
viene lo jodido: averiguar cómo se llega al centro de Berlín.
·
Si van al Este o al N.E., tomen el S9
(tren metropolitano).
·
Si van al Sur, es mejor tomar el SXF
(Airport Express Bus).
·
Si van a la zona del Zoo, a la Kudamm o
a Alexanderplatz, tomen el tren de cercanías (RE7 o RB14) que, por 3 euracos,
les dejará por allí.
Tomo
el RB14 y bajo en la Alexanderplatz. A las 10’30 ya estoy en una de las
cantinas alpinas que bloquean la plaza. Me como litúrgicamente una salchicha,
grande como tubería de lavabo, y una cerveza-bota…de
esas que hacen glu…glu
y te deja el chubasquero hecho un
asco.
Le
pregunto al cantinero por el “Ostel das
DDR”. Me mira con compasión (¿por el chubasquero?):
–¿El de los nostálgicos gilipollas?
–Creo que sí
–Le diré el camino más fácil. NO
PODRÁ PERDERSE.
–Soy todo oídos.
El
mesonero mira mi gorra orejera y hace el gesto universal de la duda-extrañeza:
tuerce el morro, frunce el ceño e inclina un poco la cabeza (si es siniestro
hacia la izquierda y si diestro, hacia la derecha)
–Toma la Alexanderstrasse hasta el río.
Sigue por la avenida del río hasta que te encuentres (a la siniestra) con la calle dedicada, en mala hora, a la
Comuna francesa. Entra en ese deshecho y pregunta por allí.
–Vielen Dank!
En
media horita estoy en la habitación. Realmente acogedora. Dos rosas rojas en la
mesilla de noche. Muebles vintage.
Abro el frigorífico enano y brindo (¡ahora sí!) a la memoria de Karl y “Rosita, la
vieja puta”, la roja, la tullida…la sanguinaria.
Disimulo
los auriculares debajo de las orejeras y suena el “Réquiem Berlinés” de Weil (y Brecht) y ¡hala! ¡a la calle…que ya es
hora!
Sin hundirse, la ahogada descendía
por los arroyos y los grandes ríos,
y el cielo de ópalo resplandecía
como si acariciara su cadáver (…)
A Karl y a
Rosa los detuvieron sobre las diez de la noche del 15 de enero de 1919. Su
último refugio (¿?) fue la casa de los Markussohn, en el 53 de la calle
Mannheimer, cerca de la Ferhbelliner Platz, en los tranquilos y agradables
barrios del oeste. No se confundan Vds. y acaben en el extremo este, limite ya
con Brandeburgo, en la China-Haus, un restaurante chino que hay por aquellos
andurriales.
Pero si acaso eso ocurriera, díganle al cocinero que van de mi
parte… si quieren ver dibujarse en un rostro el gesto universal de la
ignorancia: apretar los labios, forzarlos hacia abajo al tiempo que se juntan
las cejas, se elevan los hombros y se gira levemente la cabeza (según las
indicaciones dadas arriba).
Por la otra
Mannheimer, la de la plaza Fehrbelliner, no hay ni eso. Así que no vayan. Por
no existir, no existe ni el número 53. Paseen por el Tiergarten, bajen por la
Friedrichstrasse… beban, refuercen el espíritu… ¡Les hará falta! Aunque tampoco
quisiera cortarles las alas. Si están en Berlín en fin de semana pueden
acercarse al mercadillo de la plaza mentada y, de paso, comerse unas deliciosas
tapitas tailandesas…si es que la municipalidad sigue permitiendo esa
anormalidad: cocinar al aire libre…
Las algas se enredaban en el cuerpo
y aumentaba su peso lentamente.
Le rozaban las piernas fríos peces.
Todo frenaba su último viaje.
También en
Berlín hay torres petroquímicas en las terrazas. Yo estoy en una que hay al
final de la Friedrich, bajando a la derecha, un poco antes de la Mehringplatz.
Por aquí estaba la redacción de la “Rote
Fahne”. He pillado un sitio estupendo y de aquí, hasta que no acabe lo que
tengo que hacer, no me echa ni dios (¿?). Pido una sopa goulash, para el frío y una salchicha tremenda para que me haga
compañía… y no parezca que estoy tan
solo.
Después de
la desastrosa victoria de las Caballerizas, del ridículo de la Cancillería, del
abandono de los Independientes, de la grandiosa manifestación proletaria que
acompañó a los caídos del 25 y de la escisión (prematura por tardía) del spartakbund (para fundar el KPD), Ebert,
el socialdemócrata, se siente solo y abatido. Sólo faltaría que los Independientes se unieran a Liebknecht.
Pero, como ya saben Vds., dios (¿?) aprieta pero no ahoga y, además, está
acostumbrado a escribir renglones en el aire torcido, así que le envió al
miserable una idea, “yo soy la Razón”
y, como plus, le mostró el método para imponerla: reforzar el lazo con los generales y
llamar a su vera al gran Noske, que había dado pruebas de su valor en Bremen
cuando lo de noviembre. Noske estaba asombrado de seguir con vida y consideró
que, si ese milagro había sido posible, cualquier otro estaba al alcance de la
mano (de hierro).
Todo esto está explicado en mis aneriores propuestas...Léanlas Udes.
¡Me llama
el Primer Comisario del Pueblo! ¡Ya era hora! Por fin mis tropas de choque
tendrán algo que hacer-- se dijo Noske... Y acudió a la Wilhemstrasse. Salió miembro del gobierno
y encargado del ejército.
–“Te lo prometo, Fritz. Vamos a golpear de verdad. Yo
también estoy harto”.
En el punto
de mira están Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, por méritos antiguos porque
su papel en los asuntos actuales no pasaba de mediocre. Karl había salido de la
cárcel a finales de octubre y Rosa el 9 de noviembre (¿quién cada nueve de noviembre…la,
la, la…?)
No les voy
a abrumar relatando los méritos de uno y otra…Infórmense Vds. mismos.
Lo cierto
es que Rosa, la teórica y Karl, el activista… ¡estaban en el punto de mira!
Ya en el
multitudinario cortejo mortuorio del domingo 29, mientras las sesiones para la
fundación del KPD seguían su curso, aparecieron pancartas y octavillas acusando
a la pareja de ser “los asesinos de los
marineros” y exigiendo responder con violencia a la violencia de los espartaquistas. Los manifestantes hicieron oídos sordos a la
provocación… que ya había sido sembrada.
Y ahora,
sin prisas, y en presencia de esta descomunal y desnuda salchicha voy a
relatarles lo que ha venido en llamarse, injustamente, “la semana espartaquista”… lo más parecido a la “semana sangrienta” que terminó con la
Comuna de París.
Nadie les
obliga a leer. A mí, sin embargo, me obliga el compromiso que he establecido
conmigo mismo.
CONGRESO FUNDACIONAL DEL KPD.
El spartakbund se acababa de separar de los
Independientes y el último fin de semana (largo) de diciembre del año 1918, en
el parlamento regional de la Prinz Albrecht Strasse, se reúnen 114 personas, de
las cuales 83 eran delegados con el mandato de fundar el Partido Comunista
Alemán (KPD).
En la
conciencia de todos se dibuja el dilema: Socialismo o Barbarie.
El programa,
dado a la opinión pública en die Rote Fahne del día 18 de noviembre, está a la
altura de las circunstancias: anticapitalismo puro y duro, más medidas
antimilitaristas de urgente aplicación.
“La Liga Espartaquista quiere alcanzar el poder
únicamente con la voluntad indiscutida de la gran mayoría de las masas
populares de toda Alemania, que primero tienen que asumir el objetivo y los
métodos de lucha de los espartaquistas. Es un largo camino. La victoria de la
Liga Espartaquista no está al principio, sino al final de la revolución. Es
idéntica la victoria de millones de miembros del proletariado alemán…”
Los
asistentes quieren algo más, quieren golpear en caliente. Quieren sacar a flote
la empantanada revolución de noviembre. Radek, al servicio de la URSS, intriga.
Puede decirse que le importa más el destino de la URSS que el de la revolución
alemana. Habla del apoyo de las masas proletarias rusas, pero lo que busca es
lo contrario.
Aprobado de
modo genérico el programa (de intenciones) se pasa al punto candente:
Participar (o no) en las elecciones a la
Asamblea Constituyente del 19 de enero.
Rosa: defiende la participación y quiere alejar el fantasma de la
insurrección suicida. Le cuesta, sin embargo, dar la espalda a un movimiento espontáneo
de masas. Ve claro, que el partido no ha conseguido alcanzar el
nivel a partir del cual pueda hablarse de toma del poder. Falta organización.
Paciencia... Como siempre me dice la del carrito.
“Tenemos que trabajar desde abajo, y eso responde al
carácter de masas de nuestra revolución (…) No me siento capaza de profetizar
cuánto tiempo llevará este proceso (…) ¡Ojalá nuestra vida baste para lograrlo!”.
Conmoción y
silencio en la sala. Pero pasa pronto.
Karl: Duda (como siempre), pero, en el fondo está en contra de participar pero fácilmente se deja arrastrar por la marea “revolucionaria”. Propone el ingreso
en la Comintern. Se acepta.
Leo Jogiches (maestro y amor de Rosa): Tampoco está por el
aventurerismo.
Radek: intriga y echa leña al fuego.
Los
delegados, en su gran mayoría, consideran insultante el mero hecho de plantear
la posible participación en la contienda electoral. ¿Acaso la “Rote Fahne” no había señalado a la Constituyente como instrumento
de la reacción? No podemos detenernos ahora. ¿Acaso Lenin no suspendió la
Asamblea Constituyente por considerarla enemiga de los objetivos del Partido?
De nada
vale que se les recuerde que el KPD no es el Partido Bolchevique, forjado
durante quinquenios en batallas a vida o muerte.
Se vota: De
los 83 delegados, 62 votan en contra de participar.
Los
dirigentes han perdido la batalla. Júbilo en la sala. Mal comienzo: un partido
que en su sesión inicial desautoriza a sus dirigentes “naturales”.
Por la
noche Karl acude al Hotel de Rosa (cambia diariamente de domicilio). Leo les aconseja
que se vayan al sur. Aquí peligran sus vidas.
Rosa: “Ya se sabe qué planes forjáis, una vez
que nosotros hemos abdicado y ya no hay teoría, sino tan sólo lo que se llama
la voluntad de las masas, contigo como sumo sacerdote. Pero no te engañes,
querido Karl. Yo digo ¡NO!, y no sólo yo…No habrá ninguna sublevación… porque
somos el futuro… porque sería una traición a la clase obrera.
Así quedó
la cosa. De no haber sido por el estúpido
incidente, rápidamente convertido en “caso”,
de Eichhorn (ardilla).
El cielo, anocheciendo, era de humo,
y a la noche hubo estrellas vacilantes.
Pero el alba fue clara para que aún
tuviera la muchacha un nuevo día.