(asteriscos * remiten a razones "efemerísticas").
¿Recuerdan aquel día que se
levantaron pasada la del “ángelus” y
la del “arcángelus”, con la garganta
más seca que los Monegros y la cabeza de giróvago, abrieron la nevera y se
pimplaron, de la botella de plástico de litro y medio, un cuartillo de orujo
casero pensando que era agua fresquita? Fueron buscando el elixir de la vida y
quedaron electrocutados. Se pasa mal ¿verdad?
Y es que a nosotros nos pasa como a
Tristán, no soportamos el día.
Nuestro ámbito es la noche…No por nada, simplemente porque las resacas arruinan
cualquier intento.
Con lo dicho ya hay tema para una
ópera de nuestro tiempo: implicada hasta las ingles en los problemas
contemporáneos. En un acto (dos escenas): la primera cuando vas dando tumbos,
pero esperanzado y la segunda cuando caes fulminado.
Podría añadirse un epílogo que
sería cuando te encuentran (es un suponer) y
te llevan a urgencias y allí, al cabo de una semana, te hacen un lavado
gástrico y tal… ¡Y ves la luz!
La ópera sería producida, para
material educativo, por Alcohólicos Anónimos (*) y rodada por Fassbinder (*).
La finalidad de la obra nos permitiría, sin violentar nada, introducir la voz
de Judy Garland (*). Que, por cierto, (y esto seguro que lo desconocen) tuvo
algunos escarceos con un maduro Spencer Tracy (*) ya pareja de Kate. La Herburn
intentó ayudar a Judy. Ven Vds. como las efemérides
van conformando la cosa.
Y es que tal día como hoy, del año 1865, se estrenó (en Munich) “Tristán e Isolda” que, en esencia, va de
lo dicho: brebaje y error (como tantas otras).
Nos situamos en 1860. Wagner ha
estrenado “Rienzi”, “El holandés errante”, “Tannhausser” y “Lohengrin”. Ha terminado los infames libretos de la “Tetralogía”; casi tiene acabada la
música del “Oro del Rin” y ha
completado “Tristán e Isolda”.
Sigue casado (por poco tiempo) con
Minna y ha tenido tiempo (que ha aprovechado) para mostrar toda su caradura, ingratitud, vanidad y pesadez
de estómago. Work in Progress. Lejos queda su “aventura” bakunista de Dresde.
Ahora es un antisemita fanfarrón y un hortera implacable e impecable… Y un
músico reconocido y admirado en toda Europa, llamado a revolucionar las
tranquilas aguas de la tonalidad. Su idea de la “obra de arte total” va
tomando forma. Ha leído a Schopenhauer y juega al juego del sufrimiento y de la
naturaleza nouménica de la música.
Juega al juego del amor eterno y de la muerte. Y juega al juego de fascinar a las mujeres de sus
“protectores” y despreciar a la “suya”.
Y al juego de dar sablazos a diestro
y siniestro. Además se ha situado en el “ojo”
de un mundo de dioses pesados y truculentos que pretenden anunciar la
preeminencia de lo alemán. De los judíos (sus deseos se cumplieron) ya ni
hablemos.
Mención aparte merece el vestuario
y los decorados. Su casa era igual: una acumulación de telas finas, de
cortinas, de batas de estar, de saltos de cama, de pantuflas, de almohadas,
escudos de armas (día internacional de la
heráldica*), de calzoncillos sucios (suele ir unido). Hadas, gótico tardío,
dioses, demonios, cruces, Gaudí (*)…y más cruces.
Wagner acude a París, por quinta
vez, en septiembre de 1859. Quiere presentar, en la Ópera, su “Tannhausser”. Antes se propone hacer un
poco de caja y dejarse oír y ver. Entre finales de Enero y comienzos de febrero
del 60 da tres conciertos en el Théâtre –Italien: “Obertura” de “El buque
fantasma”, extractos de “Tannhausser”
y “Lohengrin” y la “Obertura” del “Tristán” (recién acabada). Adaptaciones para orquesta. Entre sus
admiradores se encuentra Baudelaire que acaba de digerir el “affaire” en torno a la publicación de “Les fleurs du mal”. Esta interpretación
de la “Obertura” de “Tristán” sería de las primeras. La ópera
aún tardaría en ser estrenada. Algunas cartas. Quizás algún encuentro.
Baudelaire se convertiría en el adalid del partido wagneriano. Un adalid
sifilítico, tocado, ya, por el ala de la imbecilidad. Se propone asistir al
estreno de la obra en Viena…pero el asunto va para largo. Ya ha visto en el
teutón la “música del futuro”. En Dresde, Minna no aguanta más y acude a
París…pero no acude sola.
El “Tannhausser” de París fue un escándalo (¡ya saben Vds.!...la gente
del “Jockey club”, legitimistas, no respetaron ni la presencia del emperador y
su consorte). Los del club, caprichosos
y exigentes, querían unos pasos de ballet ¡EN EL SEGUNDO ACTO! Así podrían
seguir llegando con su acostumbrado y ruidoso retraso. Wagner no transigió.
“Tristán
e Isolda”
Después de decenas de ensayos no
pudo estrenarse en Viena. Y lo hubiera tenido difícil si no hubiera aparecido
Luís II de Baviera, el “rey loco”. Desde que había oído el “Tannhausser” y “Lohengrin” (1861) se había encendido su amor por Wagner. Pero un amor
verdadero, oigan. Nunca lo han tenido fácil los homosexuales…que se lo
pregunten a su pariente lejano Luís Victor, aquel que pillaron en los váteres
públicos de Viena…etc…etc, o a Óscar
Wilde o a las multitudes que proclaman las bondades y el orgullo del amor
griego. La “locura” era una
alternativa. Y la reclusión.
Ya saben Vd. de qué va la cosa.
Enciendan el esputofaif y oigan el “Preludio”. Denle caña. Que tiemble el
universo-mundo y que la femenil cola del condis se estremezca de gozo. Que se
mezcle con los boquerones, con el sonso, con el filete alto de Nebraska… (¡lo
cortés no quita lo valiente!).
Si me permiten una recomendación:
busquen la versión que Baremboim presentó en diciembre de 2007 en la Scala de Milán. Waltraud Meier está que
se sale.
A lo que vamos. En el 52, Wagner ha
terminado los libretos del “mamotreto”.
Conoce en Zurich a un comerciante de objetos de plata. Mathilde, la joven
esposa del platero, sucumbe a la garrulería del músico. Wasendonck marido, instala al compositor y a
Minna en una casa vecina a la suya familiar. Todo se le facilita. Wagner sigue con la música adecuada a aquellos versos.
Se impregna de la pasión de la mujer, interrumpe sus composiciones y se lanza a
componer “Tristán e Isolda”, un canto
de amor desesperado por Mathilde, a quien dedicará también unos lieder (“Wasendonk lieder”): A Mathilde, sumida
en la asfixiante atmósfera wagneriana, le brotaron unos poemas, como unos
zarpullidos... Se respira (¿) con dificultad. Abrir ventanas.
Minna está cada vez más mosca y él
cada vez más imperioso. El marido legal, cada vez más desnortado.
Minna se vuelve a Dresde para
interceder a favor de Wagner, dicen. Wasendonk se lleva a Mathilde a viajar por
Italia. Wagner se queda, de un plumazo, sin su benefactor, sin su musa y sin su
esclava. Así que decide, él también, largarse a Venecia. Pide dinero a su
futuro suegro, a prestamistas y a todo aquel con quien se cruza por la calle. A
los pocos días de su llegada, Venecia se vació de peatones. Tiene que abandonar
Venecia (presiones de Sajonia sobre Austria). Continua con la música del Tristán que terminará (tercer acto) en
Lucerna.
¿Saben Vds. qué es el “acorde de Tristán”? …
No es más que el acorde inicial del
“Preludio”…Pero… ¡qué acorde, más discorde! Se ha postulado como el
manantial de la música “moderna”
(atonal). Son cuatro notas: Fa / Si / Re# / Sol# que, ordenados por intervalos
de tercera (Si-Re# / Fa-La, pues el Sol# se suele interpretar como una
apoyatura melódica) constituyen una séptima
de La menor, compuesta por dos tritonos (La-Re# / Fa-Si). Tritono por partida doble. Ya sabrán Vds. que con el “tritono” (“Diabolus in música”) entran los diablos en la iglesia. Es un acorde
diabólico que presagia desastres; que nos avisa del desarrollo fatal de la
trama. Y como éste hay otros “Leitmotiv”
(el del día, el de la muerte, el de la mirada, el de la muerte de
amor… que van salpicando la trama y urdiéndose, como hilos simbólicos,
junto con las grandes líneas argumentales.
Pero hay más. Es un acorde “cuatriada” (de cuatro notas) y como tal,
inestable, inseguro, líquido… que “exige”
una “resolución” armónica, determinada por la tonalidad en la que
se encuentre. Wagner, sin embargo, se
salta a la torera estas exigencias armónicas y prefiere mantenerse en la
ambigüedad, en lo etéreo, en la inquietud, en el sueño… Prefiere retardar el
momento de descanso, el momento del retorno al hogar. Retardar (o eliminar) en suma, el placer tranquilo y
reparador… (¿analidad?).
Wagner fue de los primeros en dar
al “cromatismo” un valor más allá del
mero ornamental. Amplió la “paleta”
de colores “básicos” (7 notas tonales)
con colores “complementarios” (las
otras 7 notas que no pertenecen a la tonalidad) jugando el papel de
protagonistas. Se puede decir que Wagner tensó la tonalidad hasta tal punto que
su ruptura se hizo “necesaria”.
Además de construir un todo melódico, una avalancha musical que no se detiene ante las limitaciones de la
convención. Una corriente
avasalladora que no sabe de recitativos,
de arias, de escenas…Una melodía
continua que da unidad al drama-musical.
Otto, que así se llamaba el marido,
olvida lo sucedido y se presta a seguir ayudándole. Wagner prefiere instalarse
en París. Otto le paga los gastos a cambio de los derechos de las dos primeras
obras del “Anillo”. Y llegamos al
principio: París, septiembre de 1859. Minna acude, pero no viene sola: le acompañan
un perro y un papagayo (casi como la Marusia
de Doblátov) Aquí se puso (¡otra vez!) de manifiesto la catadura del poeta:
Minna estaba en tratamiento médico (cuestiones cardíacas y agotamiento
general). Wagner no tuvo piedad. Insistió y, además, apremió al médico para que
le aconsejara a la esposa que, debido a su estado de salud, no podría nunca más
cumplir con la obligación conyugal. De ahí lo del perro y el papagayo.
Nuevo viaje de Minna, esta vez
definitivamente, a Dresde. Wagner visita a Liszt en Weimar (¿adivinan a qué
iría?); acude a Viena donde se intentaba la representación de “Tristán e Isolda”; a Venecia, a visitar a los Wesendonk (¿adivinan a qué
iría?). Visita cuatro días a su esposa que se agosta en Dresde, asegura su
mantenimiento y se despide de ella para siempre. Cuando muera (1866), Wagner ya
habrá tenida la primera hija (Isolde) con la esposa de Hans von Büllov e hija
de Liszt, la fatua y antisemita Cósima.
…Y finalmente se instala, por una
temporada en Biebrich, cerca de Mainz (Maguncia). Es la época de “Die Meistersinger”,
de su concertante vida nómada y de sus escarceos adúlteros con
su amor “eterno”. Es aquí, en estos enredos, donde se encuentra
a sus anchas. Su deficiencia infantil le acompañó toda su vida…para martirio de
sus allegados. A mí lo del adulterio me la refanfinfla (como el tiempo y el
espacio), pero me sacan de quicio esos que no comen sino es mojando en el plato
del vecino.
Y Entonces ocurrió el milagro.
Luís, el hijo de Maximiliano II de
Baviera, un joven delicado, tímido y sensible, se ha quedado prendado de la
música de Wagner. Cuando llegue a rey (1864, a los 18 años) se lo hará saber y
se pondrá a su disposición. Wagner ya se ha liado con Cósima y forman una
trinidad ridícula con von Büllov, que lo consiente todo en aras del arte.
"… Hoy he sido
llevado ante él. Por desgracia es tan bello y genial, inspirado y magnífico,
que temo que su vida se desvanezca como un fugaz sueño divino en este mundo
malvado. De la magia de sus ojos no puede Vd. hacerse ni idea: ¡si pudiera
sobrevivir; es un milagro demasiado inaudito!"
(Wagner).
Seguiremos con Luís II el día 13 de junio. Baste decir, de
momento, que el joven rey, se hizo cargo de los gastos del artista y de los
costes de la representación del “Tristán”.
Era el 10 de junio del año 1865. Baudelaire, devorado por las neuralgias y “reumatismos”
(y por la imbecilidad sifilítica) espera, en Bruselas, que lo conduzcan a morir
a París.
Si Lola Montes fue decisiva en la
deposición del abuelo de Luís II. Wagner, la nueva “Lolotte”, tendrá que abandonar Munich con toda su troupe. Al año
siguiente lo encontraremos instalado en Triebschen, a costa del enamorado.
Esta historia tiene ramificaciones…
Es suficiente, de momento, con lo dicho. Wagner abandona Munich. El rey está
perdidamente enamorado del músico. El músico se aprovecha de este amor. Nietzsche
está a punto de aparecer. El Teatro del festival (Bayreuth) ya existe como
idea. Hans von Büllov se ha hecho a la idea. Todo está dispuesto para que baje
el telón y de comienzo el siguiente acto.
Continuaraaaaaaaá…