1.
Aquí nos tienen
Udes. parados como dos pasmarotes ateridos, mirando atentamente la fachada (1895) de la Natividad de la
Sagrada Familia. Pensé que jamás tendría lugar esta escena, pero… ya ven ¡lo
que puede empeorar, empeora! Hegel muerde la correa y me arrastra hacia el bar
de la esquina.
–Buen hombre–le digo a un cliente que se
tuesta bajo una chimenea petroquímica–podría
cuidarme a la bestia unos minutos mientras yo hago unas investigaciones.
–No faltaría más; para eso estamos… ¡para servir! Y
tú, perro, como te muevas te desuello.
–Hegel, págale algo a este ciudadano tan ejemplar, aunque sean unos canelones...
que yo no llevo suelto.
Y así, libre de
impedimenta, me encasqueto un casco de obrero, el chaleco reflectante del coche
y un madero, y así, de esta guisa, cual crucificado de los tiempos modernos, me
cuelo al interior del monstruo, semejante, en todo, al esqueleto de ballena que
tan detalladamente describió Melville. Y es que como estas gentes no pagan el
IBI, yo tampoco les pago ni un café.
Donde se junta
el claustro con la puerta de la Fe,
perteneciente a la fachada del Nacimiento,
la única que trabajó san Gaudí, se
abre el portal de la Virgen del Rosario,
frente al de la virgen de Montserrat.
Recuerden Udes. que Roser era el
nombre de la mujer del mecenas de Gaudí y que, por tal motivo, digo yo, inundó
de rosas la Pedrera (y de cuentas de rosario esta entrada). También es la
patrona de Gracia, dicen. Bien, pues en un lateral del portal verán Udes al
demonio en forma de serpiente que entrega a un individuo de mal pelaje una manzana con forma de erizada bomba
Orsini (o al revés): La tentación del
hombre llamó el arquitecto a esta alegoría, más buscada que el astronauta
de la catedral nueva de Salamanca o que la rana de la fachada de la Universidad
de la misma ciudad. Las armas las carga el diablo o las flores del mal. A su lado: La muerte del justo
La obra en su
conjunto es un equivalente a las summas
teológicas altomedievales… y no digo más. Toda la fachada es, una réplica,
digo yo, de la reciente, entonces, Puerta
del infierno de Rodin.
Los contactos de
Gaudí con el proletariado, anarquistas incluidos, siempre estuvieron guiados
por una visión vaticana, por así decir, de la cuestión social: Las ideologías liberadoras confundían las
almas simples de los trabajadores y en esa confusión anidaba el odio y ese odio
se expresaba de forma erizada, tal
reflexionaría el artista.
Visto lo que
tenía que ver, acudo al bar de la esquina. La escena es entrañable: Hegel apoya
su pezuña izquierda en la rodilla del cliente y el cliente se zampa sin
contemplaciones un bocadillo de butifarra.
2
Hacia las 8 de la tarde-noche de tal día como hoy, del año 1858,
dos engalanados carruajes salen de las Tullerías y se dirigen hacia la calle
Rossini con Le Pelletier. Si hubiera
sido a comienzos de la primavera hubieran salido de Saint Cloud; si junio o
julio, de Fontainebleau; si agosto, de Vichy; si septiembre, de Biarritz… pero
era enero y salieron de las Tullerías… esquivando materiales de construcción.
Pues han de saber Udes. que aquel pastelazo era interminable… como la “mona de pascua” que, dicen, parece
nuestro Templo Expiatorio. Por entonces se acababa de unir, mediante las dos
alas del pequeño Louvre, el Louvre con las Tullerías, formando una inmensa
plaza, actualmente desestructurada.
Así que si van Udes. a París, sepan que
justo detrás del arco de las Tullerías (de espaldas al Louvre) se alzaba el
inmenso palacio al que se hace referencia. Los jardines quedaban ocultos por la
mole… hasta que fue, definitivamente, derruida en 1883 (como Marx y Wagner)
meses después de que esta Basílica barcelonesa tomara el relevo. Por lo demás,
todo París estaba patas arriba.
Pues, eso,
salieron dos carruajes imperiales. En uno, el primero, el séquito imperial y en
el segundo, la entrometida granaína Eugenia y su marido, Napoleón III para el
mundo, y un chiquilicuatre para ella. Nieto de su tía política, sobrino de su
abuelo político e hijo de no se sabe quién, Napoleón III fue, como saben Udes.
el único presidente de la segunda república francesa y el último rey del reino
de Francia: Toda una complejidad.
Entre los dos
carruajes una unidad de lanceros imperiales.
Una hora antes,
del nº 10 de la cercana calle de Mont Thabor, han salido, de forma escalonada,
cuatro individuos que se revelaron como Orsini, Gómez, Rudio y Pieri. Los dos
últimos han tenido que darse una caminata extra desde rue Montmartre. Italianos
residentes en diferentes ciudades de Inglaterra que, a la sazón, tras la
derrota del 48, se había convertido en refugio de rebeldes y conjurados. Marx
ha dejado, gracias a la herencia de Jenny, la miseria de la Dean Street por una
casa algo más saludable, cerca de “su
amada pradera de Hampstead”, por
entonces en las afueras de la urbe. La prosperidad es sólo aparente: la crisis
del 57 vuelve a recordarle su condición de paria. Desgracias familiares.
Cólicos hepáticos. Escribe sin pausa la determinante Introducción a la Economía Política donde esboza, invirtiendo a
Hegel, la concepción materialista de la historia.
En París, Baudelaire y
Flaubert se las ven con la justicia y salen reforzados del encontronazo.
Rossini, en la vecina Chaussée D’Antin, se dedica a los fogones y a sus “pecados de vejez”… que no sólo se
limitan a la música, como bien sabrán Udes. Verdi está ocupado con el atentado
de Gustavo III de Suecia. Y Casandra (Berlioz) lanza su postrera profecía: “¡Italia!”.
Wagner,
refugiado en Suiza y, encoñado con la mujer de su benefactor, está componiendo Tristán e Isolda.
Cuando la
comitiva atraviesa la Vendôme, aceleran el paso para pillar sitio. Se colocan
en Le Pelletier, mirando a la fachada del desaparecido teatro de la ópera.
Entre ellos y los que están a punto de llegar, toda una multitud ansiosa. Uno
lleva dos erizadas bombas; los otros tres, una cada uno. Los cuatro llevan
pistola y, alguno, navaja: todo un muestrario de los avances en el arte de
matar. El Procurador General del Tribunal Imperial tendrá ocasión de lamentar
este espíritu de inventiva; y de manifestar que, pese a todo, la providencia
divina no se queda atrás en la ideación de estrategias defensivas.
La bomba Orsini,
por su diseño, es altamente peligrosa. Así que todo cuidado es poco… ¡No vaya a
ser que golpeéis el culo de alguna señora (o señor, sí, sí vale) y os vayáis
todos a tomar por ídem! No llevaban espoleta, ni ningún sistema temporizador,
explotaban por presión. Vean la
reproducción y lean la descripción tal como la escribió el Procurador
General en la primera audiencia del juicio.
El fulminante utilizado era el fulminato de mercurio, fácil de conseguir
en Inglaterra (para la preparación de los daguerrotipos) y que en Francia se
utilizaba en los llamados caramelos
chinos: aquellos que los desenvolvían y hacían “pum” y todos empezaban a
reírse (U.E.), algo así como nuestro sidral.
Orsini, todo un genio, las encargó en Inglaterra y allí fueron probadas. Se lee
que encargó seis, pero en el juicio sólo se habla de cinco. La sexta sería,
digo yo, el correntaje.
El primer
vehículo había atravesado el peristilo. Los lanceros lo estaban atravesando y
la carroza del emperador se acercaba. Eran las ocho y media. La multitud rugía.
Se oyeron tres explosiones sucesivas: la primera cayó en la última fila de
lanceros, la segunda delante del carruaje, un poco a la izquierda y la tercera,
justo debajo del emperador y su consorte.
El resultado fue espectacular, pero
insatisfactorio: ocho muertos y cientos de heridos. Los autores fueron
detenidos esa misma noche. Orsini dijo que él no había tirado la tercera bomba.
La cuarta fue encontrada a la entrada del Boulevard de los Capuchinos y la
quinta en poder de uno de ellos. ¿La sexta?
La pareja salió
como si nada, chapoteando y quitándose el polvo de las hombreras.
El precio medio
de la vivienda está en 11.000 euros el metro cuadrado.
Allí los únicos
que fueron obligados fueron los animales de tiro. El resto dijo aceptar de buen
grado el polvo que se levantaba en la era. De los dos caballos que arrastraban
el carruaje imperial, uno recibió más de 20 impactos y murió al instante y el
otro, gravemente herido, cayó y se hizo el muerto. Sobrevivió. 25 caballos de
la guardia de lanceros fueron heridos de gravedad; dos de ellos murieron al
instante y tres, al día siguiente. Su destino no cupo en los libros de
historia. Si hay dios… ¡que los tenga en su gloria!
En fin, todo un destrozo: cristales, farolas de gas,
que expandieron pequeños incendios desorganizados, pavimento levantado… ¡lo
normal! Haussmann les agradeció el empujoncito. Monsieur Crescendo había dedicado una oda, o lo que fuere, a
Napoleón III y otra al Papa, los objetos más odiados por Orsini y los suyos,
por la cuestión romana. Napoleón III aprovechó para iniciar una nueva oleada
represiva… ¡lo normal, vamos!
3
Fueron
conducidos a Saint-Pélagie (hogar provisional de ilustres: Cuourbet (“Bonjuor, Monsieur Courbet”) Daudier, Galois, Nerval, Sade…) detrás del Jardín des Plantes, a la espera de
la cuchilla.
Los más afortunados, desde la última planta de la prisión, se
deleitaban con tan lujuriante visión. Añadir que la prisión fue ideada por
miembros de la familia del primer marido de Josefine, madre de Hortensia, la
esposa de Luís Bonaparte (cornudo y hermano del gran Napoleón), y madre de
Napoleón III. Jerónimo, otro de los hermanos, reinaba en Westfalia cuando la
hermosa Jenny de Westfalia Marx
empezaba su gestación.
Orsini dijo que
consideraba su bomba en tanto valor de
cambio, no de uso; y en condición
de tal, se la traspasó a un italiano desconocido quien, ese sí, la convirtió en
valor de uso. Añadió, además, que
precisamente en esa doblez de la mercancía
radicaba el origen del beneficio y
quiso extenderse más pero el Presidente le atajó, instruido, diciendo que los
estudios pioneros en ese tema aún no habían sido publicados y que, por lo
tanto, no aceptaba la argumentación defensiva. Que ya veríamos, dijo.
A Marx le
silbaron los oídos.
De los cuatro
fueron degollados dos. Gómez, napolitano, fue condenado a trabajos forzados de
por vida, algo que él no consideró una condena especial: era lo normal… y por
lo menos, se dijo, aquí me darán un mendrugo. Rudio, destinado a la Isla del
Diablo, se escapó de la cárcel… ¡para ir a morir en la batalla de Little Big
Horn! junto al impresentable general Custer. Fue, de los cuatro, el destino más
vergonzoso.
Y es que la
Ópera tiene sus peligros. En la mal llamada transición, esperábamos,
dispuestos, en la puerta del Liceo con una docena de huevos. El mismísimo Napoleón
Bonaparte estuvo a punto de palmarla cuando se dirigía al estreno parisino de La Creación de Haydn. Fue la primera
aparición del coche-bomba. Y no hablemos del Liceo. Aquello fue la rehostia.
Dos meses después del atentado contra Martínez Campos, en que debutó la bomba
Orsini en nuestros lares, el vengador, y turolense, Santiago Salvador arrojó
dos bombas Orsini desde el Paraíso
del Liceo y generó un Infierno en la
platea: 22 muertos ¡22! y 35 heridos. Los amigos de lo ajeno (¡que estaban
dentro, oigan!) aprovecharon para robar carteras, joyas y relojes a los muertos
y heridos. La segunda bomba no explotó: cayó sobre el tremendo vestido de una
muerta y los “pinchitos” no accionaron el fulminante.
Nicomedes Méndez, el
puntillista, el meticuloso, le dio garrote utilizando, por primera vez, la
variante catalana que, decía, mataba antes y más limpio. Fue, vamos a dejarlo
así, como un guiño a Rossini que había introducido una variante sustancial en
los tradicionales canelones catalanes.
¡¡La bomba cayó sobre
la fila 13!!
Orsini prefería
los espaguetis a la carbonara.
La tercera vez
que se utilizó en la piel de toro una
bomba Orsini fue con ocasión de los esponsales de Alfonso XIII. Tuvo Morral la
delicadeza de lanzarla dentro de un espeluznante ramo de anémonas y
nomeolvides. Como aquellos ramilletes desesperados que crucificaba Toulouse-
Lautrec en la puerta de su maîtresse
Suzanne Valadon.
Pásense ahora
por el Portal del Rosario y contemplen La
tentación del hombre.
Hegel sigue con
su pezuña sobre el cliente que, apoyados los brazos en la mesa y la cabeza
sobre los brazos, echa una siestecita del carnero.
4
Tal día como hoy, del año 1893, el mismo de la
bomba del Liceo, Satie se propone en matrimonio a Suzanne Valadon. Busquen Uds.
en el Blog y sabrán alguna cosa más
de esa denodada mujer y madre y destinada, por ello, al martirio, que esquivó
gracias a su entereza y hermosura.
https://kinomoriarti.blogspot.com.es/2014/09/propuesta-para-hoy-dia-9-de-septiembre.html
La “petit Biqui” (“Bonjour, mon petit Biqui”) no correspondió de la forma que el
músico deseaba. Fueron cientos de cartas, siempre en la misma dirección. Satie
se mantuvo fiel al recuerdo y jamás cató otros labios. En la calle Cortot,
Montmartre, estableció su guarida, algo más grande que un armario ropero.
Suzanne le siguió y se alojó en lo que es ahora el Museo de Montmartre.
Satie fue un
profeta, como Casandra. Menos es más, decía. Lo pequeño es hermoso, completaba.
La repetición es el orden melancólico de la vida. Sin que nadie, por lo visto,
fuera consciente, influyó en Debussy, Ravel e, incluso, retrospectivamente en Rossini:
Sus “pecados de vejez” musicales, es
pura música para amueblar, que se
dice. Piezas cortitas que el italiano dedicaba a su perro en el día de su
cumpleaños o que escribía a instancias de su previsora esposa Olimpia.
“Vexacions” (Véase entrada…), puso punto
y final a su estancia en París. ¿Qué
pinto yo en París, si Suzanne no me ama?,
se dijo. Por lo menos ella PINTA, concluyó. Y se largó a las
afueras. Alquiló otro cubículo que, tras su muerte, se descubrió lleno de las
cosas más inútiles y poéticas que se pueda imaginar. Al mismo tiempo que se
consumaba este triste traslado, Munch presentaba El Grito. Miró, nacía y el Canal de Corinto se abría en canal.
Eugenia de Montijo que había asistido a la inauguración del de Suez, se perdió
esta, sin duda más modesta. Los canales y el imperialismo colonialista. El de
Panamá, tan arduo como la Sagrada Familia, estaba en obras y tragándose a
cientos de trabajadores cada mes.
Accidentes
laborales que nadie anotó en su DEBE.
5
“El 14 de enero de 1922, Emma Zunz, al volver de la
fábrica de tejidos Tarbuch y Loewenthal, halló en el fondo del zaguán una carta, fechada en el Brasil, por
la que supo que su padre había muerto”.
No fue
hamletiana la tal Emma. Forjó su plan con rapidez de centella y prevención de
centollo. Borges en estado puro: Nada es lo que parece. Infórmense Udes.
Infórmense.
Sin embargo,
Borges se equivoca. El 14 de enero del citado año no cayó en jueves sino en
sábado y había luna llena. De tal manera que el desenlace no habría tenido
lugar el sábado 16 de enero, sino el lunes 16 de enero: Mal día para
empezar la semana cadáver, sobre todo si se trata de un gran empresario
acuciado por una huelga inminente.
Otro detallito,
para que capten mi naturaleza pejiguera. Emma, aturdida por la sorpresa, arroja
la carta al cajón de su cómoda; cuando, al día siguiente, la recupera, tiene
que apartar una fotografía (¿dedicada?) de Milton Sills, actor de moda.
El
detalle dificulta (o añade extrañeza) la comprensión cabal de su gesto.
Loewenthal guardaba, como es natural, un revólver en el cajón superior derecho
de su escritorio. Emma no tuvo que apartar ninguna foto dedicada. Estaba
dispuesto, cargado y cebado, que se dice.
Tres años antes,
el 14 de enero del año 1919, martes, se firmó en “armisticio” que puso fin a la
“semana trágica” argentina, pues las
ha habido en todas las latitudes.
6
Rossini se había
establecido en París en 1829, el mismo año en que compuso su monumental (y
última ópera) Guillermo Tell, justo
en el momento en que Balzac empezaba a firmar con su verdadero nombre.. Por
entonces Adam y Tadeo Paz, ambos polacos, aunque el segundo del linaje de los
Pazzi, hacen su aparición por el Bouleverd de los Capuchinos (La amante imaginaria, Balzac), y Madame Soulanges recupera su anillo en
Causée D’Antin, a dos minutos de la casa de Rossini (“La paz del hogar”, Balzac)
Los polacos, pese, o quizás por ello, a
haber aportado sangre revolucionaria donde se necesitó, eran mal vistos. En
1835 no había peor insulto en la Ciudad de la luz, que por entonces se
alumbraba con gas y estopa. Chopin (polaco) se había instalado (1831) en
Poissonnière, 27; a cinco minutos de la casa de Rossini, que compartía la
repulsa. También Liszt, que no era polaco, se había instalado el feudo de Luis
Felipe Libertad; con el polaco desarrolló su vena romántica. La peste del 32,
les pasó por encima.
Su compañera era
de ascendencia polaca.
Adam, Tadeo
Paz y la esposa del primero, amor secreto del segundo, asisten a una
representación de Guillermo Tell en
la sala de Le Pelletier. Allí empezó todo.
¡Infórmense
Uds.! ¡Infórmense!
Y es que Guillermo Tell es a la música lo que El guardián entre el centeno a la
literatura. Ambas tienen un halo amenazador: Napoleón III se dirigía a
disfrutar de esa inconmensurable obra. Y así lo hizo, pese a todo. La burguesía
del Liceo no pudo deleitarse con la escena de la manzana ni extasiarse con
aquello de “independencia o muerte”.
La bomba estalló en el segundo acto y no dio opción.
7
Lean Udes. La mujer mayor (El Informe de Brodi. Borges), si quieren acumular otra efeméride.
Hegel y el amable cliente parecen un grupo
escultórico descolgado de la fachada de la Sagrada Familia. O una actualización
de san Roque y el perro; herida incluida.
8
1929.
Mientras en Wall
Street se hunde la bolsa, un joven, destinado a la inmortalidad, traslada a su
nuevo apartamento a la joven que ha conocido en un club de alterne de los
alrededores de Alexanderplatz.
Berlín estaba patas arriba y abierta en Kanal. El ramal
suburbano de Tempelhof se inauguraba por entonces. El desorientado Franz
Biberkopf bien pudo haber tomado el metro para ir a la Alexander y olvidarse
del funesto 41. En otoño, las cosas, que no iban bien, empezaron a ir a peor:
Parón en las inversiones y exigencia de devolución de préstamos. Colas de
parados, indigentes, sinvergüenza… Los tullidos volvieron a sacar sus ortopedias
y se apostaron por las esquinas. Al jueves
negro que había seguido al miércoles
negro de Franz Biberkops, le siguió un viernes
negro… y toda una década parda. En las elecciones de septiembre de 1930
socialistas y comunistas estarán en condiciones de parar los pies al exitoso
NSDAP. Una estrategia equivocada, por suicida, permitirá que el nazismo vaya
apoderándose de las instituciones del estado.
En este ambiente polarizado y eufórico (1929), Hort
Wessel se dedica al proselitismo pardo. Hace cuatro años que ha ingresado en
las filas del partido y ya es Truppführer
de las S.A. en Friedrichshain, el bastión obrero de las tres L (Lenin, Luxemburg y Liebknecht) y receptor prioritario de
los efluvios del matadero municipal. Es un tipo convincente; tiene, además,
algo de poeta (épico, naturalmente), pocos años y un gran futuro, como
demuestra esta estrofilla:
“¡Izad las banderas!
¡Cerrad filas!
¡Las S.A. desfilan
con paso firme!”
El mayor misterio del amor es el hecho de que todos,
todos, oigan, hemos sido amados en algún momento de nuestras vidas… aunque sólo
haya sido por la madre que nos parió. Y ese detalle, el haber sido amados, el
haber sido recipiente de las esperanzas de otro, debería etc, etc…
También fue amado el tal Wessel. Y amó: Erna Jaenicke,
prostituta en el Café México, de la Alexanderplatz. Fue correspondido. La llevó
a su nuevo apartamento en la Gross Frankfurterstarsse (nº 62), esa gran avenida
que cruza el barrio de Friedrichshain y que después, tras la reconstrucción, se
llamó “de Stalin”, y que después, tras
la muerte de Stalin, fue bautizada como “Karl Marx” y, ahora, simplemente,
Frankfurt Allee, continuación de la Karl Marx Allee.
Pues, ya digo, el crack
coincidió con el traslado de la joven al apartamento del Hort.
La casera, ¡Harta!, exigió, puesto que habían aumentado
los moradores, un aumento del alquiler. Ni Erna ni Hort estuvieron de acuerdo.
El 14 de enero de 1930, o sea tal día como hoy, Albrech
Höhler, miliciano del Rotfront, proxeneta
en el México, asiduo de las
comisarías y amigo del marido de la viuda Harta, fue a poner orden: Él y dos
más. Le aplicarían un correctivo proletario: sin armas, pero contundente. La
cosa fue que Hort, por lo que fuera, se echó la mano al bolsillo del pantalón y
Albrech le descerrajó un tiro en la boca, así que la víctima no pudo articular
excusa alguna, y el correctivo proletario se convirtió en otra cosa.
Quizás el motivo fuera otro.
Murió al cabo de un mes.
Días antes Goebbels (¡qué mala pata tienen los cojos!) hizo
una visita a su discípulo… y anotó en su diario: “Como en una novela de Dostoyevski. El idiota, el obrero y la ramera.
Esta es la vida de este iluso soñador de 22 años”.
Al día siguiente al entierro escribió: “Un joven enseña a nuestro movimiento cómo
se puede morir y, si es necesario, cómo se ha de morir”
Y días después dejó establecidas las bases del culto al
mártir Hort Wessel.
A partir de entonces la estrofilla se convirtió en el
himno de las S.A. y de todo el movimiento.
9
“El 14 de enero de 1941,
María Justina Rubio de Jáuregui cumpliría cien años. Era la única hija de guerreros
de la Independencia que no había muerto aún”…
“… Hasta 1929, en que se hundió en el
entresueño, contaba sucedidos históricos, pero siempre con las mismas palabras
y en el mismo orden, como si fueran el padrenuestro, y sospeché que ya no
respondían a imágenes. Lo mismo le daba comer una cosa que otra. Era, en suma,
feliz.”
10
14 de enero de 17...
Última carta de la señora de Volanges a la señora de Rosemonde:
"... Adiós , mi querida y digna amiga; en este instante experimento que nuestra razón, tan insuficiente para prevenir nuetras desgracias, lo es todavía más para consolarnos después".
Fin de "Las amistades peligrosas"