Dios
(Estado) creó la Idea de “Guerra” y toda su dialéctica interna. La
Idea se desplegó y dio a luz a la Idea de “Primera Guerra Mundial”. Los proletarios del mundo la implementaron
como historia. La claridad de la Idea se vio enturbiada por las minucias
de la materia. Todo estaba previsto en la Lógica,
pero Marne reveló como ilusoria la “victoria
rápida”… y empezó la guerra de posiciones. ¡Hala! ¡A cavar trincheras!
Y cuando estuvieron cavadas y dispuestas para un tiempo indeterminado, surgió
el problema de con quién soñar para soportar el aburrimiento, pues la cosa iba
para largo. Algo que no estaba previsto en la dialéctica de la Idea.
Esa
necesidad recorría el frente. Tampoco las ciudades iban sobradas. La euforia se
trocaba en depresión.
Todo
esto lo contaba con gracia andaluza “el
del tabardo”. Mi asombro no tenía límites ante tanta erudición y
profundidad teórica. Las cazallas volaban como ráfagas. El tremendo tres cuartos descansaba, como una res
abierta en canal, sobre dos sillas.
Feuillade
se posicionó en la primera fila del
Folie Bergères, dijo, oteó la escena y dio con lo que andaba buscando… ¡una
verdadera bomba!
Mientras… André Breton,
que se había apuntado en la Escuela de Medicina, hacía de enfermero militar en
la Enfermería Municipal de Nantes, descubre a Rimbaud y éste le muestra la
teoría de la pasión… y su prima Manon, el bochorno de la práctica.
Apollinaire.
Fin de Maintenant... Y recién empezado
el 16 conoce a ¡Vaché!, que ha acudido a la Enfermería
a curarse una pierna, como Rimbaud. Lo de Rimbaud era tumor. Lo de Vaché, umor
Y,
como decía antes, el tal Feuillade, dio con lo que andaba buscando: una mujer de bandera, ágil,
misteriosa, valiente, desprejuiciada, inteligente… y dispuesta a vestirse de
murciélago. Ideal para dulces sueños y pesadillas de los frentes aliados. Y
para hacer llevaderas las tardes ciudadanas. Feuillade, ya conocido por la
exitosa serie cinematográfica Fantomas,
la contrató para encarnar a Irma Vep (anagrama de “Vampire”). Y así nació la primera vamp de la historia.
Vaché
y Breton se aficionaron a lo que podría llamarse el cine-collage: entraban en
un cine, veían un trozo de película, salían, entraban en otro, veían otro
fragmento y así pasaban las tardes. Si se trataba de una de las diez aventuras
de “Vampires” se la tragaban entera.
La admiración por Musidora
(1889-1957), pues así quiso ser llamada Irma Vep, nacida Jeanne Roques, perduraría
siempre. Es claro que Musidora era una gran lectora, entre sus preferidas: Gauthier. "Fortunio" (¿qué si no?) fue su fuente de inspiración.
Vuelto
Vaché al frente, Breton siguió frecuentando a Musidora, esta vez con Aragon y Soupault (“los tres mosqueteros”, como los calificó, en un arranque de inspirada
fantasía, Valéry). Para él, personificaba una mezcla de sexualidad y muerte que
pronto recibiría el nombre de “erotismo”
(o “morbo”)… En la estela de la
americana Theda Bara o de la mismísima Tristouse
Ballerinette.
“Musidora
es en verdad la mujer moderna… La figura que representa es lo opuesto a la
conciencia.” (A.B.) “Es la fealdad y
la belleza; es como todo lo que amamos hoy día” (G.A.) “La décima musa” (L.A.)
Esa
mezcla de sexualidad, novedad, misterio, peligro y transgresión, se convertiría
en la misma base del concepto surrealista del amor y en la directa inspiración
de Última de las Creaciones Dadá, aportación
de Breton a una de las provocadoramente aburridas, por previsibles, sesiones
Dadá-París. Era octubre del 16.
Si
miran en la Wiki, podrán ver los 10
episodios y concluirán por Udes. mismos. La que va vestida con leotardos negros
y que sobrevuela la escena en los momentos más insospechados… ¡esa es!
Musidora
no se conformó con eso, siguió con la dirección, la producción, la escritura,
la escultura, la pintura…
…
Y mientras tanto, déjeme que le cuente, dijo echándose al coleto la enésima
copa de cazalla, la tal Musidora tuvo
una aventura o un romance, como lo llamábamos, con un personaje siniestro, con
un hijoputa redomao que quiso, al final de su vida, ponerse a bien, también,
con la corte celestial y regaló, o cambió, qué sé yo, unas tierras al
Ayuntamiento. Y aquí estamos. ¿Cómo se prendó del señorito?... ¡Pues, no lo sé!
Pero sé otras cosas…
–¿Qué edad me echa Ud.?–Preguntó
de sopetón.
–Así, después de comer y con las
cazallas, pues… unos sesenta y cinco pasaditos.
–Dio en el clavo: 74 y medio. Nací
en el 38.
–El medio pa los burros ¿n’est-ce
pas?
–¡Pues, sí! ¡Pues, eso! Con la edad
que tengo he visto muchas cosas y las que no he visto me las contó mi padre y
mi abuelo, que trabajaron para esa bestia en su finca de Viñuela… y antes.
El
señorito era Antonio Cañero, continuó. Nació en el número 31 de la calle Puerta Osario, nada…
a cuatrocientos metros del Cristo de los Faroles, el 1 de enero de 1885; su
padre, Manuel, era un militar de cierta importancia y se dedicaba a los
caballos, algo que esta gente lleva en la sangre. Todos los hijos fueron
caballistas. Estoy por decir que todos salieron con un belfo un poco equino.
Nosotros también teníamos animales, no crea: una yegua y un burro, pa las faenas del campo n'est-ce pas? Lo suyo era otra cosa.
El
tal Antonio, que era el más pequeño de los hijos, fue siempre un mimao. Y quizás por eso siempre mostraba
tanta corajina cuando le llevaban la contraria. Se aficionó a los toros (y al
ejército) y a punto estuvo de quedarse sin piernas, precisamente por los años
en que Musidora triunfaba como Irma Vep. Por mí como si se hubiera
muerto. Pero no se murió, no. El ejército lo aceptó. Y hacía las dos cosas. Y
supo, con el tiempo, conjugarlas, como ya verá Ud.
Como
el toreo a pie no le iba bien, es
más, amenazaba su vida, se pasó al rejoneo. Por entonces Musidora, enamoradas del sur (aunque para nosotros sea norte)
estaba dirigiendo, produciendo y actuando en el País Vasco. Nada, una película
de carlistas, La capitana alegría, ella
muere al final. Lo curioso es lo gran caballista que era. Como he dicho, le
gustaba el sur, así que se fue a Andalucía a rodar películas de toros y tal… y
así, supongo, fue como conoció a Antonio. Las películas no están nada mal, no
crea. Pero ver a la bestia parda de Antonio actuando, porque Musidora le convenció de que valía pa eso…, es que te dan ganas de pegarle
fuego a la pantalla.
Hizo
dos películas, Sol y sombra… que no
sé si se refiere a las circunstancias del redondel o al mejunje mañanero, al
que supongo aficionado al funesto Antonio, que, por cierto, hacía de galán… ¡galán!
El éxito de la película la animó a rodar el documental-ficción, pionero, Tierra de toros, rodada en las fincas
del susodicho (y del Lagartijo, apodado El Califa)… y con los caballos del
mismo. Él, por entonces, ya era una figura del rejoneo moderno, vanguardista. Los dos estaban en la cresta de la ola.
Triunfadores (¡22 festejos en el 22 y 60 en el 24!). Amantes. Hasta que el hijoputa abandonó a la mujer por una
princesa rusa… ¡princesa rusa!… habría que ver qué princesa rusa era esa,
cuando, como Ud. sabe, los bolcheviques habían liquidado a la realeza.
¡Princesa rusa! Musidora lo pasó mal.
Pues al abandono le acompañaba la penuria.
–¿Y cómo era eso del rejoneo
moderno, vanguardista?– pregunté con una cierta aprensión,
pues veía que su discurso podría alargarse hasta la cena.
–Pues, mire Ud. – Miré
y continuó. Lo que me contó fue más o menos lo siguiente:
Antes
de Antonio se rejoneaba al estilo portugués, dijo. Antonio introdujo el estilo
andaluz, con traje campero y sombrero cordobés. Implantó los tres tercios,
normales en el toreo a pie; poner las banderillas a dos manos desde el caballo;
matar con estoque desde el caballo (y si no lo conseguía, remataba la faena
pies en tierra y acababa con el animal a sablazo limpio).
Ha
sido escrito: “Nadie antes que él supo
unir la gracia majestuosa de la jineta con la valerosa gallardía del lance
taurino”.
Está
de más decir que hizo las Américas, los Portugales y las Francias. El trabajo
se le amontonaba, así que pidió la retirada del ejército. ¡Ay! ¡Ay!
El
rejoneo, sabe Ud. ha sido cosa de señoritos sin alma. Las garrochas siempre se
han usado, pero eran para conducir al ganado… ¡no para matarlas! El rejón es
otra cosa, es algo vanguardista, moderno. Casi de la escuela de Stanislavski.
Cuando mi padre me contaba los destrozos que hacía, sólo ensayando, en las
pobres reses, me comían los demonios.
A
todo esto, la llegada del cine hablado, acabó con Musidora… ¡lo que le faltaba
a la pobre! Por suerte era valiente e instruida no un bruto como Antonio…
aunque de algo cojearía ella cuando pudo enamorarse de ese malafollá. Así que se pasó a la pluma. Y no lo hacía mal. Quizás
influyera su amistad, ¿qué digo amistad? ¡faternidad!, con Colette, a quien,
por cierto, enseñó a nadar. Bueno, este detalle no viene mucho a cuento, pero
fue así. Fue cuando la guerra aquella que ha aparecido al principio. Las dos y
la Moreno vivían en una especie de falansterio femenino, demasiado avanzado
para la época.
Bueno,
pues eso, que la llegada del cine sonoro le dio la puntilla… ¡y los años! Ya no
estaba para ir con esas mallas apretás.
Aun
así, fíjese Ud., sus amigos surrealistas pensaron en ella y escribieron para
ella una especie de sainete El tesoro de
los jesuitas con el que querían homenajear (mujenajear) a su “décima musa”:
Aventuras, alguna muerte, ambiente vintage…
y tal. Ensayaron y ensayaron, incluso en el hotel donde se hospedaba
Musidora, pero todo quedó en un proyecto. Todos los personajes tenían como
nombre anagramas de “Musidora”.
Que
cuándo ocurrió eso. Pues, ya le digo, en el 28, cuando lo del sonoro y tal.
Aquel verano sería inolvidable para Aragon. Suerte tuvo el burócrata. Fue,
siguiendo a su novia, a Venecia, pero
ella se largó (y ¡bien que hizo, creo!) con el pianista negro del establecimiento.
Y, al mismo tiempo, en París, un amigo al que había encargado vender un Braque
para sufragar los gastos, lo vendió; sí… pero se quedó con el dinero y se fue
en pos de una tía. A Aragon sólo le quedaba dinero para un tubo de
barbitúricos. Se los zampó, y, cuando estaba a punto de exhalar el último
aliento, en prosa, lo descubrieron y lo devolvieron a la vida. Cuando volvió a
París, destrozado sentimental y económicamente, se juntó con Breton, que
tampoco estaba para echar cohetes, e idearon la cosa. Al final Musidora aún tuvo un poco de suerte. La
colocaron en la Cinématéque Française, n’est-ce
pas?
–¡Ud. me apabulla!
–¿Apabullar? ¡Ahora verá Ud. lo que
es apabullar! Recuerde que ha sido Ud. quien me ha preguntado y pedido
explicaciones. Yo iba tan tranquilo a tomarme una cañita a la plaza cuando he
oído que me llamaba. N’est-ce pas?
–Y ese toque afrancesado?
–¡Ná! Restos de las vendimias.
–¡Mozo! ¡Tráiganos otra botellita!
-- Agárrese
fuerte a la silla, porque lo que viene es la hostia.
Viendo
llegar la magna oportunidad de dar un paso más en el rejoneo moderno,
vanguardista y, coincidiendo con su retirada de los ruedos, pidió reingresar en
el ejército. Lo hizo con el grado de teniente de caballería, como era natural.
Ha
sido dicho: "Al Algabeño y a Cañero
los he visto yo tirotear con fusiles de montería a los presos de la cárcel de
Antequera, donde yo estaba de guardia..." Bueno del Algabeño
no hablemos… ¡era mucho peor!
Tirotear
entra dentro de lo comprensible; si de tirotear a presos se trata, la cosa se
hace más difícil, pero lo que le contaré supera todos los límites de la
crueldad, sólo comparable con la que implementaron, ¿se dice así?, los nazis.
Pero Cañero fue pionero.
Cañero
y su batallón que, por cierto,
recibió todo el armamento e impedimenta del mismísimo Queipo de Llano,
recorrían los campos al amanecer rejoneando virilmente a todo aquel sobre cuyo
nombre hubiera recaído una sombra de sospecha de rojo. Cañero demostró su experiencia. Hasta el culo de sol y sombra y de cocaína. Sólo pensar
en el ruido de las monturas se me ponen los pelos de punta. Entraban a las
casas de campo, sacaban a sus moradores y entre todos los lanceaban como al
toro de Tordesillas. En Baena, haciendo honor a su segundo apellido, se empleó
a fondo y su recuerdo perdurará por los siglos de los siglos.
¡Dele dios (¿) mal galardón!
“Guardias rurales, aperadores de fincas,
señoritos aficionados a la equitación.”
Como la Cruzada de Pedro el Ermitaño. Aquellos años las rapaces engordaron.
Como la Cruzada de Pedro el Ermitaño. Aquellos años las rapaces engordaron.
Paulino Uzcudun hacía
otro tanto por las costas vascas.
Después
se integraron en el batallón Gran Capitán formado por "falangistas, jóvenes de acción popular y otras procedencias
oligárquicas".
Vamos
un genocidio en toda regla.
Todo
lo que le cuento de este hijoputa lo
tiene escrito Moreno Gómez.
... Seguía
en la cresta de la ola. Héroe nacional. El corazón, cosa rara, empezó a
fallarle y se retiró a su finca de Viñuela. De esta manera el mundo se enteró
de que Antonio tenía corazón. Aun así ejerció como concejal en el ayuntamiento
de Córdoba.
Viéndose con un pie en el estribo, y siguiendo ancestrales costumbres, se preparó para bien morir. Entre unas donaciones de tierras que hizo al obispo Fray Albino y unos arreglos que consiguió con el ayuntamiento, se empezó a construir el barrio, éste, que lleva su nombre. Acudieron familias desheredadas, humildes de la tierra y, poco a poco, fueron habitando las casas sociales. Antonio murió antes de ver florecer el barrio. Estaban con los desmontes y movimientos de tierras. Murió el invierno del 52 y a su entierro solo asistieron los cuatro caballos enjaezados que conducían el vehículo y los curas de San Lorenzo. ¿Qué quiere? ¡Así es la cosa! Y seguramente los caballos irían obligados o engañados. Es en estos casos cuando echo en falta la existencia de dios (¿).
Para
más mortificación, el ayuntamiento de Córdoba, presidido por Herminio Trigo de
Izquierda Unida, bautizó la plaza del barrio con el nombre del verdugo.
–¿Y la gente qué dice?
–Pos hay de todo. Hay algunos que
vomitan por las esquinas, hay otros que están contentos y otros que prefieren
no remover la mierda, dicen. Pero, vamos algo se va haciendo. El otro día, sin
ir más lejos, hicieron limpieza en el Museo Taurino. De todas maneras el barrio
es un barrio popular, como Ud. mismo ha podido comprobar y, es más, ha sido
decisivo en la elección y mantenimiento de ayuntamientos de izquierdas.
Nosotros mismos hemos tenido que acabar de poner en marcha los servicios que
dejaron sin acabar. Y le digo más, fuimos los primeros en crear una asociación
de vecinos, pero de las de antes, ¿eh?
El
tabardo se había dormido de forma trágica. Parecíamos el contenido de sus
sueños. En un momento determinado mi compañero pidió la cuenta:
–¡Niño! Si se debe algo dilo, que
ya pagará aquí el guiri.
–¿Guiri? Pero… si soy de Barcelona.
–¡Pues eso!
Era
noche cerrada cuando salimos de la bodega. Brillaban las estrellas; sin embargo
el suelo de pavés estaba húmedo y brillaba con brillo mate, como de navaja tras
cortar una loncha de jamón serrano. Nos despedimos delante del tonelete. Yo me
dirigí a la plaza y mi contertulio, embutido en el tremendo tabardo, se fue en
dirección contraria, siguiendo la calle de Lázaro Navajas.
En
la plaza esperaban mis Custodios. Silleta de la reina y… ¡a casa! Cuando sobrevolábamos
Albacete, Chiara, señalando con uno de sus preciosos dedos un puntito brillante,
dijo: ¡Mirad!... ¡La estrella de Sam
Cooke!
Cañero,
ya que has caído tan bajo,
ponle una moña a Cascajo
en lo alto del lucero.
Entre los cuernos fascistas
Cañero rejonea.
Entre cornudos de pista
la jaca caracolea.
Capitán de chulería,
señorito picador,
si afino la puntería,
no habrá rejoneador.
Llena las calles de Córdoba
con regodeos de los finos;
fascistas de a caballo
entre escuadrón de asesinos.
Majadero de cuatro patas,
caballista de tronío,
comandante de las ratas,
traidor de mucho sonío.
Todo lo debes al pueblo;
hasta tu nombre, Cañero.
Prepárate a devolverle
nombre y vida, majadero.
Pepe Tito, uno
de Caballería, Venceremos, Jaén, 30-8-36).