La
vida de un revolucionario es muy dura: multas, cárceles, torturas, destierros,
exilios e, incluso, los hay que la venden (cara) por el bienestar de la clase.
Dentro de este cúmulo de sufrimientos puede seleccionarse un momento que, por
su especial crudeza o significación, se convierte en emblemático.
1.
Yo
ya he tomado asiento en Le Marivaux, en la esquina con Boulevard des Italienes.
Estoy en un taburete alto y me he apropiado de una mesita unipersonal, alta
como un candelabro gigante. La Opéra
Comique ocupa la manzana de enfrente: Rue Marivaux, Rue Fauvart, Boulevard
y Place Boieldieu, donde se encuentra, como ya saben, la entrada principal. Es
toda una institución pre revolucionaria.
–Bonjour, Monsieur, ¿no querría subir
al premier etage para degustar uno de los platos de nuestro “menú simpático”?–
me dice el camarero que debe ir a comisión.
–Preferiría no hacerlo.
–Es que aquí, en esta mesita, no cabe más que
el cenicero…
–Es lo que quiero, fumar.
Resignado,
con esa resignación ofensiva que muestran los camareros de la ciudad de la luz,
se retira y trae la carta. La deja sobre el cenicero y hace mutis por el foro.
Después de tres cigarrillos, aparece.
–¿Se ha decidido ya el señor?
–Yo tengo la decisión tomada desde
siempre: ¡Caracoles!
–Je
suis vraiment désolé, mais nous n'en avons plus
– Pues yo estoy oyendo sorber
caracoles…
–Debe ser alguien que se está
sonando de forma fastuosa.
–Mire, buen hombre, no estoy para
bromas. Así que me trae caracoles o arranco el taburete y lo estampo contra la
cristalera. Soy un hombre violeto (perdón. violento) y me importa un comino las consecuencias
de todo. Ah, por cierto, rocíelos con cominos….¡¡¡
y una botella de vino!!!
Así,
de esta forma tan agradable, empiezo a rememorar… como un rumiante.
Mis
Custodios se han llevado al perro y se han marchado a la cima de Montmartre.
Mis Arcángeles son invisibles, pero el perro no. La ascensión de Hegel al techo
de París ha parecido una recreación de un cuadro de Chagall.
2.
Lenin,
tras su destierro en Siberia y demás, recaló en Londres, que prefería a Ginebra
por diferentes motivos, entre ellos su irregular relación con los “viejos” de
Iskra. Para el verano estaba anunciado el II Congreso (en realidad, el I). Allí
Lenin combatiría a los “blandos”, que preferían un partido de masas, abierto a
cualquiera que simpatizara y cotizara, y a los “economicistas”. Lenin, “duro”,
quería un partido de militantes férreos dispuestos a una obediencia ciega y a
un trabajo allí donde el Partido los necesitara. Bolcheviques y Mencheviques,
avant la lettre. Además estaba el
tema de la revista: la correlación de fuerzas y la conveniencia, o no, de
lanzar otra revista de “divulgación” que sería distribuida en Rusia…Trotsky
había sido llamado a Londres y allí estaba. Lenin quería utilizarlo para
desequilibrar la balanza…
En
fin, a lo que iba. A finales de febrero de 1903, Lenin fue invitado a dar unas
conferencias en la antigua Escuela Superior de Estudios Sociales de París sobre “El
desarrollo del capitalismo en Rusia”.
¿Cómo
pueden permitirse I. Ramonet y R. Chao errores tan significativos como decir que las
conferencias fueron en diciembre del 1904, si el II Congreso había sido en la
primavera el 03? Confunden de forma desordenada las dos estancias de Lenin en
París: la primera circunstancial y breve y la segunda un poquito más larga y
tal. Tal confusión les lleva a firmar que Lenin se compró, durante las conferencias, un Panamá semejante
al de Plejánov. No, no señores, Lenin se compró el famoso sombrero de jipijapa
en su segunda y mucho más larga etapa… y, para colmo, confunden Génova con Ginebra…
¡Seriedad señores!
Lo
primero que hizo fue comprarse unas botas presentables (¡no un sombrero!) Y lo
segundo, tras castigarse los juanetes durante horas, quitárselas, maldiciendo
el despilfarro.
Las
conferencias fueron todo un éxito, sobre todo económico. ¡100 francos! Y aún le sobró tiempo: “Acabada la tercera conferencia, pronunció un informe político sobre la
cuestión agraria, creo que en el número 110 de la rue Choisy… se trataba del
programa agrario de Iskra” (L.T.).
Después tomaron un café y tal. Trotsky, acompañado de su compañera Sedova,
también se encontraba en París dando conferencias. La misión había sido
cumplida de forma muy satisfactoria.
El
último día, Sedova (¿quién sino?) preparó una sorpresa: ¡los llevaría a la ópera!
Lenin,
desperdiciado su cartucho, vuelve a su calzado habitual. Trotsky llevaba unos
zapatos con la suela más fina que una loncha de mortadela. Así que cuando vio
que Lenin arrojaba las botas lejos de sí, se lanzó como un lebrel. Se vistieron
lo mejor que pudieron y salieron en comitiva hacia le Boulevards des Italienes.
Puede asegurarse que Mártov también engrosaba la comitiva. Lenin pensó que la
cartera con los documentos de las conferencias, sería, a falta de foulard, un buen complemento. Ya se había decidido el traslado de Iskra a Ginebra y todos, por decirlo
así, estaban de camino… Pero Trotsky, hombre… ¡esas botas no son para caminar!
Fueron,
pues, a la Opéra-Comique… y si fueron
a la Opéra-Comique sería porque
Natalia pensó que lo que allí se representaba valía la pena o, por lo menos,
era muy comentado. Las dos cosas, creo.
Trotsky
caminaba seguro y, como siempre, un tanto ufano. A su brazo se colgaba Natalia.
Mártov, cogido al brazo derecho de la chica, completaba la terna. Detrás, Lenin
miraba envidioso las botas brillantes que lucía el “provinciano”. Krupskaia se había quedado en Londres…
Louise
había sido estrenada el 2 de febrero del año 1900. En plena euforia
pre-Exposición Universal. A estas alturas llevaba más de cien representaciones.
En la década de los cincuenta, tras alcanzar las 1000 representaciones, fue
entrando en declive, hasta desaparecer de cualquier ranquin. Es sentimental y verista
en extremo. Intenta reflejar la vida y los problemas de la gente humilde de
París. La verdadera voz del pueblo: tenderos, vendedores ambulantes,
barrenderos… ascendía por vez primera a la “gloria”,
también llamada “corbata”… y lo hacía con respeto. Musicalmente no
estaba en la onda, pero llegaba fácilmente al corazón de los parisinos que,
aunque pobres, pudieran pagarse la entrada. Bien es cierto que se repartieron
muchas entradas gratis y se hicieron sesiones solidarias. Charpentier (no, no es de Massenet) la compuso en
Roma, mientras disfrutaba del premio Roma que, tres años antes (1884) había
disfrutado Debussy. La obra le dio fama… pero no mucho más. Dedicó algunos años
a la educación musical de niños pobres y el resto a deambular por las calles de
Montmartre. Murió nonagenario.
Dejemos hablar a Leon-Paul Fargue: "(Louise), obra maestra topográfica, mapa de estado mayor musical que contine todo lo sentimental, encantador, latoso, ligero, ridículo, femenino y perverso que posee Montmartre (...) Charpentier, gran músico, supo captar a la perfeccción lo que tenía entre manos. Todo el paisaje montmartrés se encuentra en esta obra, con sus particulares formas, sus palabras, sus sombras y sus fantasmas. Nada evoca con tanto acierto París como esa lograda ópera que tan fácilmente podría haber caído en el olvido".
Dejemos hablar a Leon-Paul Fargue: "(Louise), obra maestra topográfica, mapa de estado mayor musical que contine todo lo sentimental, encantador, latoso, ligero, ridículo, femenino y perverso que posee Montmartre (...) Charpentier, gran músico, supo captar a la perfeccción lo que tenía entre manos. Todo el paisaje montmartrés se encuentra en esta obra, con sus particulares formas, sus palabras, sus sombras y sus fantasmas. Nada evoca con tanto acierto París como esa lograda ópera que tan fácilmente podría haber caído en el olvido".
Trotsky,
tal había sido su alegría, no cayó en que las botas le apretaban un poco más de
la cuenta. Y cuando se dio cuenta ya era demasiado tarde. Lenin, tuvo la
brillante idea de ir a la Opéra Comique pasando por la Ópera de Garnier y seguir
por los Boulevards. No bastó que un viandante les dijera que no era ese el
camino más corto. Lenin decidió, que, ya puestos, dedicarían la tarde-noche a
la ópera. Trotsky empezó a pasarlo mal. Su orgullo, sin embargo, le impedía
hacer ningún comentario. Todos notaron que andaba de una forma extraña.
Natalia, más acostumbrada a él, se preocupó y así se lo hizo saber. Trotsky le
quitó hierro a la cosa, diciendo que se le había metido una chinita en la bota.
Pararon, hizo como que vaciaba la bota, se la volvió a calzar y volvió el
martirio. Cuando llegaron al destino y pudieron sentarse, se descalzó. Y
descansó.
Allí
estaba, pues, nuestra troupe, en el gallinero, entre pedos fosforescentes, como
diría Joyce.
Apenas
se dio cuenta de lo que estaban presenciando. Sumido en su amargo y permanente dolor, se le humedecían los
ojos. Lenin pensó que era por efecto de esta ridícula comedia socializante. Trotsky
volvió descalzo siendo el hazmerreír de Lenin que, aprovechó el momento para
tacharlo de “blando”. Ese momento fue el momento más tenso entre los dos
camaradas, cuyas relaciones, pese a lo que digan los stalinistas, fueron
correctas y, con frecuencia, íntimamente cordiales. Mucho más amables que con
el hijo del zapatero que, a la sazón purgaba en Siberia.
París, ciudad de la luz… ¡pues será
por el Iluminismo!, pensó Lenin. La guerra comercial y
legal entre el gas y la electricidad impidió que la troupe gozara de ese nuevo espectáculo nocturno. Las velas Yablochkov compartían espacio con
las antiguas farolas de gas. Timisoara, por ejemplo, ya estaba completamente
electrificada. Moscú, una isla en el Imperio, tenía tranvías eléctricos…
Incluso Jerez, Comillas, Girona… habían completado su red eléctrica pública. Y no digamos Alemania, que vio
en la electricidad algo más que un medio de iluminación y se aplicó a la
producción masiva y su aplicación a la industria. Rathenau tuvo oportunidad (y
la aprovechó) de aumentar su, ya de por sí importante, fortuna. París, era
evidente, iba un poco retrasada… dado que se trataba de… ¡¡París!!
Lenin
y Trotsky pensaron, cada cual para sí, en grandes fábricas y en los miles de
trabajadores que exigirían… y vieron posible saltarse alguna etapa de la
historia.
Acabado
este ejercicio de prospección, Lenin, recordó que era el cumpleaños de
Krupskaia y decidió que le gustaría regalarle alguna cosilla, aun a riesgo de
ser tachado de pequeñoburgués. Miró a Trotsky que había vuelto a calzarse y
andaba de puntillas, y pensó que estaría bien llevarle unos zapatitos… o ropa interior,
que nunca falla y de la que tan necesitados estaban todos.
Louise, la reina de Montmartre, en cierta manera, lo había reblandecido. Y, alzando la voz, afirmó
(con el comedimiento que
le era propio): La
obra carece de impulso revolucionario. “Louise”
es una “Madame Bovary” de barrio.
Bah!, demasiado romanticismo, demasiado Wagner. Resulta populista, ingenua y
epidérmicamente sentimental. Nadie respondió y la opinión quedó
establecida. Él siguió pensando en la ropa interior… ¡y en las botas de Trotsky!...
–¡Donde esté la Apasionata de
Beethoven…!– Resumió cuando volvieron a cruzar el
Pont Neuf en dirección
a su habitación en 3 de rue de l’Estrapade, donde, precisamente, había residido
Diderot mientras fue director de la Enciclopedia, en la lejana época del
Iluminismo.
3.
–Garçon! ¿no tendría por ahí una
chimenea petroquímica de esas? Es que hace un frío que pela.
–Pues fume Vd., fume.
Cuando
nuestra troupe cruzaba el Pont Neuf, Charpentier hacía la maleta para dirigirse
a Viena, invitado por los Mahler… y
Ruben Darío era nombrado cónsul de Nicaragua en la capital francesa.
“Hoy fue un día excitante para
nosotros. Tuvo lugar el estreno de “Louise”. Una obra de genio. Charpentier es
un completo bohemio.
He hecho gran amistad con él. Sus
modales no son todo lo finos que sería de desear. Escupe por debajo de la mesa,
se come las uñas, llama la atención con una presión de su rodilla o con un
codazo. Anoche me pisó el pie en nuestro palco, para llamarme la atención sobre
la belleza de “Tristán”. Pero como todo eso se debe a su frecuentación de gente
de muy otra clase, no lo tomo a mal. Es maravilloso”
Esta
entrada del diario de Alma Mahler está fechada el 28 de marzo de 1903. Se equivoca
la musa. El estreno vienés de Louise
tuvo lugar el 24 de marzo y dirigida por Mahler, su marido. En efecto, el día
anterior habían asistido al Tristán.
El bueno de Charpentier había sido invitado por Mahler para asistir a los
últimos ensayos y, naturalmente, al estreno. Alma se explaya.
De
nada sirvió que Debussy (Prix de Rome
del 84) afirmara: “(Esta ópera) sirve
perfectamente para la necesidad de mezquina belleza y de arte imbécil que
tantas personas reclaman… Es decir, toda ella es más estúpida que fea; por otra
parte, la gente no ama mucho la belleza, porque es comprometida, y además, no
se adapta a sus pequeñas y miserables almas…”
4.
La
ópera tiene sus peligros. Ópera y fuego firmaron una alianza hace tiempo. Este
edificio que contemplo también, como es natural, ha sufrido los efectos del
elemento cálido. Los dos más sonados: 1838 y 1887. Esto me ha venido a las
mientes por el frío que cala los huesos.
El primero
durante la representación de Don Giovanni.
Hubo muertos, entre los cuales no se encontraban ni Rossini (¿seguía siendo
director de la institución?, su Guillermo
Tell es literalmente letal), ni Stendhal cuyo amor por Mozart en general y Don Giovanni en particular, lo convertía
en aspirante al martirio. Por suerte estaba enfermo, o quizás lo simuló, con el
fin de librarse del mortal aburrimiento de Civitavecchia (hubiera sido como huir del fuego para caer en
las brasas) y escribir la Cartuja de
Parma. Por cierto, ¿han pensado Vds. alguna vez en el porqué del título? ¿Y
en el de su pseudónimo, bueno en unos de los cientos de sus pseudónimos, aunque
el más afortunado?
A
la primera pregunta no puedo responder ahora: necesito mucho tiempo y mucho espacio. ¿Puede alguien explicar por qué B.Vian llamó Otoño en Pekin a su Otoño en Pekin?
A la segunda, sí. De entre todas las respuestas, me quedo con la que más me gusta: Winkelmann, historiador, arqueólogo… había nacido en Stendal y murió, asesinado, en Trieste, ciudad en la que pasó Stendhal, infeliz, algunos meses como cónsul de la recién instaurada monarquía de julio (1830). Léanlo Vds. en Mayer.
A la segunda, sí. De entre todas las respuestas, me quedo con la que más me gusta: Winkelmann, historiador, arqueólogo… había nacido en Stendal y murió, asesinado, en Trieste, ciudad en la que pasó Stendhal, infeliz, algunos meses como cónsul de la recién instaurada monarquía de julio (1830). Léanlo Vds. en Mayer.
El segundo
ocurrió en 1887, durante el desarrollo del primer acto de Mignon, cinco días después del ahorcamiento de Alexandr Uliánov…
¿les suena?
Ni Rossini, ni Stendhal tuvieron oportunidad
de asistir. Charpentier hacía la maleta para ir a gozar del Prix de Rome, de donde volvería con Louise medio hilvanada. Por si sirve de
algo decir que Charpentier pensó en componer una ópera complementaria y
llamarla Julien, pues así se llamaba
el amante de Louise… Y el héroe de Rojo y Negro de Stendhal.
Depuis le jour, ou je me suis
donnée,
Toute fleurie semble ma destinée.
Je crois rêver sous un ciel de
féerie,
L'âme encore grisée de ton premier
baiser!
Quelle belle vie!
Mon rêve n'était pas un rêve!
Ah! Je suis heureuse! L'amour!
L'amour
étend sur moi ses ailes!
5.
“Ya
viene el cortejo
Ya
se oyen los claros clarines…”
El perro, como una
cometa de marzo, da giros impropios sobre el aire de París. Batir de alas,
temblor de visillos, perfume de cadera de ángel… Ya están aquí mis Custodios.
Silleta de la reina y…
¡a casa!
Al día siguiente, 27 de
febrero, Lenin entregó el paquetito, al que había añadido un ramito de
violetas, a Krupskaia, que lo aceptó, además, como un anticipo de la muerte (27
de febrero del año 1939).