Parece que los efluvios del 1
y 2 de noviembre infectarán toda la semana. Y mucho me temo que ni
siquiera esta tormenta rezagada pueda impedirlo. Hegel, a pesar de su
clarividencia (o por ello), se ha metido under de la cama.
Promete no salir hasta que no termine el estruendo. Pongo el pan en
la plancha y cuando me dispongo a rociarlo de aceite y orégano
griegos, aparece como si fuera el resplandor oscuro de la última
descarga.
-- Poca palabra tienes,
Hegel.
-- Pero, poca, me responde.
Cuando se trata de comer no tengo honor ni dignidad.
Desayunamos y cada cual a lo
suyo: Él, under de la cama y yo, al ordenador: Ambos en la
oscuridad total, pensando, sin embargo, el uno en el otro. Y es que
al alma es una animal gregario, mucho más que la melancólica ralea
de los cuerpos. Hagan vds. la prueba: encierren un cuerpo inanimado
(ni des-animado, ni des-almado...¡inanimado!) en una caja de pino y
verán su aguante. Intente, después, encerrar un alma...¡no
resultará! A las almas, esos animales azules,
les gusta el gay estar, cantar en grupo, contemplar lo
bello... vean, sino, a mis ángeles custodios. No me importa
que tal día como hoy del año 1970, Borges se descolgara con:
"y detrás de los mitos y las máscaras / el alma, que está
sola". Sólo estoy de acuerdo en lo de los mitos y máscaras.
Ni sé en qué sentido diría Trakl que "el alma es
alguien extraño en la tierra", pero, sin duda, son
afirmaciones fisiológicas (en
sentido nietszcheano,
naturalmente).
Mediado
octubre del 53,
Dylan Thomas tomó el avión en Londres y se dirigió a Nueva York
para el que sería su último viaje. Tenía que hacer unas lecturas
de su última obra, pese a que la había empezado hacía 13 años:
"Under de milkwood".
Tenía previsto entrevistarse con Stravinsky a quien Auden había
recomendado para que le escribiera los textos de una ópera sobre la
Odissea que estaba perfilando y, además, había salido con la
bendición de Caitlin, tras prometerle no pimplar ni en las comidas.
Así que se esperaba a
un Dylan comedido. Fue empezar la lectura del sábado 24: "Empecemos
por el principio..."
y empezar a secársele la boca. La del domingo, también en el
Brinnin's Poetry Center,
no hubiera podido
soportarla, digo yo, sin hacerse poner una tetera llena de bourbon...
y es que hacer 68 voces diferentes es todo un reto. Los de las filas
de atrás no se enteraron de nada y los de las filas delanteras
salieron con una trompa como un piano. Hubiera bastado una cerilla
para que toda la sala explosionara.
Acabado el martirio tomaría unas
copas en el "White Horse"
y se dirigiría al ¡¡Hotel
Chelsea!!, donde, como es natural, residía. Lo encontró porque NUNCA apaga las luces. Ya
saben Vds. que esos momentos de agotamiento máximo te empujan hacia
la exaltación y la exaltación a la primera barra que encuentres.
Dylan no fue una excepción. Se le borró hasta el azul
de los ojos de Caitlin. Se olvidó la promesa, el reloj, el
calendario... y se olvidaría hasta las llaves de la habitación. Por
costumbre arraigada, se quita los zapatos y, así, con calcetines de
rombos, camina por las solitarias calles de Manhattan... para que no
oigan su vergonzosa vuelta a casa. La noche del 3 de noviembre, o sea
tal día como hoy del
año 1953, los que están
en una de las barras del Hotel, precisamente aquella a la que se
dirige
el poeta, oyen
unos resoplidos envueltos
en quejas y ven aparecer a un tipo entradito en carnes, rubio,
de pelo ondulado, y blanco como la leche, que se dirige, como un toro
castigado, al burladero para apoyar su desventura.
--
"He tomado 18
vasos de güisqui, todo un récord, creo",
dicho lo cual se desplomó. Desde el suelo aún diría algo así: "La
gota me está matando"
y es que, en efecto, tenía el ácido úrico por las nubes, a
punto de desencadenar una tremenda lluvia ácida.
Empezó
con "18
poemas"
y acabó con 18 vasos de bourbon...
es lo que se dice una progresión adecuada.
(Tres
años atrás habían sacado de la misma galería al desamparado Edgar
Master Lee, sin el cual no puede entenderse cabalmente el "Bajo
el bosque lácteo".
Así fueron las cosas... y así se las cuento).
Trakl, tal día como hoy, del año 1914, tuvo menos (o más) suerte: no sobrevivió. El 27 de octubre, mientras nacía Dylan Thomas, había escrito su último poema "Gradek".
Trakl, tal día como hoy, del año 1914, tuvo menos (o más) suerte: no sobrevivió. El 27 de octubre, mientras nacía Dylan Thomas, había escrito su último poema "Gradek".
Los
presentes no captaron el juego de sentidos y se limitaron a llamar a
los responsables del hotel que lo enviaron al hospital de Saint
Vincent. Entró
en coma, que, tras unas inyecciones preventivas, se reveló
rápidamente como irreversible. Nada de arrojarse a las vías del
tren, como puede leerse
por ahí. Su decisión fue más civilizada. La
terrible Catlin
recibió el telegrama durante la celebración de un acto en el que su
marido era objeto principal. Voló a Nueva York, mordió a la
enfermera, insultó al muerto y se llevó el cuerpo consigo. El alma
quedaría flotando a las puertas del White
Horse
esperando a
que
abrieran.
Es
una verdadera lástima que tan gran poeta, celebrado como un nuevo
Rimbaud, un "maudit",
por aquellos que no habían leído ni al primero ni a ninguno de la
tropa, siga sin ser leído y haya pasado al panteón del "pop"
por unas copitas de más. James
Dean estaba esperando el guión de "Al
este del Edén".
Bing
Crosby había dicho adiós, hastiado hasta el dobladillo de los
pantalones. Abierto el "road",
hasta
H.H. se atrevió a lanzarse a la carretera con una nínfula.
En
Europa, los letristas y sus derivaciones daban buena cuenta de las
reservas de los ventorrillos de Maubert y alrededores...
La tormenta continúa y Hegel,
como ha prometido, no aparece: El Dry no le gusta. Pero, claro, digo
yo, tendrá que hacer sus necesidades...¡ya dirá algo!
En
el momento,de otro año, como es natural, en que Dylan entró en coma, le pusieron el espejito a
Trakl
y
como no lo empañó, lo dieron por muerto;
le taponaron los orificios nasales con copos de algodón en rama.
Ocurría en el departamento
de psiquiatría del hospital de la guarnición nº 15 de Cracovia.
Era tal día como
hoy
del año 1914. La guerra resplandecía. Y su esplendor atrajo a media
Europa, ¿qué digo media? a Europa entera. Sólo unos cuantos
desorientados
se atrevieron a oponerse a la matanza. Trakl fue enviado al frente
por razón de su cargo: farmaceútico-enfermero militar. Lo
que vio superaba los límites del verso, incluso los del universo.
Todas las costumbres son duras de construir.
Dylan
Th.
se libró por bebé; Trakl, ya estaba un poco ido y, sin embargo, fue
enviado al frente de Galitzia: a engrosar
ese real e imperial avance que pretendían imparable y terrible. Un
manotazo de las tropas rusas los desbravó.
Kokoshka,
elegante como pocos, azuzaba su caballo en busca de la metralla que
le destrozaría la cabeza. Egon Schiele, excluído por interés
cultural, está echando suertes entre la pequeña Wally y las
hermanas Edith y Adele. Será Edith la elegida. A ambos, ella
embarazada, se los llevó p'alante
la "gripe
española",
que estaba esperando el armisticio para salir a escena. A
Kirchner le da un ataque de nervios.
¡Ay, Grete, Grete!
El
Goplana,
con Wittgenstein (voluntario)
dentro, retrocedía a toda máquina, Vístula abajo, hacia los
cuartels de invierno.
Y mientras se retiraba en desorden, aunque
dentro de los inamovibles márgenes de la corriente, se lanzó
"contra el
problema en vano. Pero derramaré mi sangre ante la fortaleza antes
de retirarme con las manos vacías.."
¿Problema? ¡ya lo creo!: "Lo
que puede ser dicho, puede serme dicho mediante una proposición.
Nada de lo necesario para la comprensión de todas las proposiciones
puede, pues, ser dicho". La
proposición elemental es percibida como figura de un estado de
cosas, pero..."cómo
puede comunicárseme cómo representa la proposición"...
En esas estaba el filósofo cuando el poeta arrojó, en verso libre,
su último aliento. Wittgenstein había recibido notificción por
medio de Ficker, su albacea (?) en lo que hizo al reparto de la
herencia entre artistas necesitados, entre los cuales Trakl (al
que le dieron arcadas de la emoción),
en la que se le ponía al corriente de la situación de
Trakl:
"Le estaría
profundamente agradecido..".
Wittgenstein:
"¡Qué feliz me haría conocerle! ¡Cuando llegue a Cracovia
espero reunirme con él!..."
Llegó
dos días tarde.
El día 3,
el poeta se había pasado con la cocaína. Y quizás mejor así:
Trakl hubiera aparecido a los ojos del filósofo como la
representación de la proposición: "Hay
un muerto en la cama":
es decir, "Existe un
x, tal que x "está muerto" y "está sobre la
cama""
(por cierto, Hegel sigue under
la cama). Y después se hubiera creado un aplastante silencio. "¡¡Qué
infelicidad!! ¡¡Qué infelicidad!!"....fue
lo único que pudo decir, sabiendo, naturalmente, que se situaba al
margen de lo proposicional,
y que eso que acababa de
proferir no sería, en rigor, entendido cabalmente por nadie.
Wittenstein, todo hay que
decirlo, despreciaba, por patético, el expresionismo: prefería a
Goethe, quien, a Trakl, después de idolatrarlo, le helaba el
corazón.
Trakl,
como Dylan, tuvo también una infancia feliz, que se dice, y
pasemos un tupido velo sobre
su intento de arrojarse
a los pies de los caballos, olvidemos
que quiso lanzarse a las
vías del tren o, sin escarbar más, y,
ya puestos, el día que
intentó ahogarse. Sólo en
la adolescencia empezó a
desviarse de la norma: "El
ángel Blanco" no
le sentó muy bien. Aquí
vendría bien disolvernos un poco con referencias al "Caballo
Blanco" de Dylan y
a la otra farmacia famosa en el terreno en el que nos movemos: "Los
Mensajeros Celestiales"
y, ya entrados en harina, referirnos a Kepler.
Por
cierto que, si Vds., por una de aquellas, se acercan a Salzburgo y
les sobreviniera un dolor de cabeza, una
diarrea u otra dolencia
viajera (y pasajera),
pásense por la Linzergasse....¡la farmacia sigue funcionando!
Díganle que van de mi parte, si quieren añadir a su malestar el
desconcierto ajeno. Y es que Trakl nunca consiguió aprovar la
reválida que le daba el título de bachiller superior y
farmacia
era de las pocas carreras a las que tenía acceso. Resultó, sin
embargo, como un anillo al
dedo.
¡Ay! ¡Grete, Grete! ¡Qué
bien nos hubiera ido la vida juntos para siempre!... hubiéramos sido
tíos y padres de los mismos niños ¿uuum?
Y
si van a Viena, a 3 horitas,
pasen por la Michaelerplatzallí, en el nº 3, verán una casa
(Raiffeisenbanc) que puede que no les diga nada, pues, como he dicho
antes, lo acostumbrado ha exigido tiempo para conformarse como tal,
sin embargo, fue el escándalo de la época.
El emperador tapió la
ventana de su palacio que daba a la plaza. Las fuerzas vivas daban un
rodeo por no verla. Trakl, por su parte, estampó con
letras ascéticas, sin ornamentos (¡eso
sí!), un graffiti
histórico: "Faz de
una casa: severidad y silencio en la piedra grandiosa y magnífica en
su forma". ¡Oigan!
Por menos aquí enchilonaban. Yo escribí en los muros de la catedral
de Murcia, ¡válgame dios (?)!, "Viva
la LCR" y estuve
dos día en la Jefatura
Superior de Policía de la plaza Ceballos. Loos le había escrito,
presagioso: "Considérese
a sí mismo como un vaso del santo espíritu que nadie, tampoco
George Trakl, debe destruir".
El poeta entendió "espirituoso
santo" y se lo
pimpló de un prodigioso golpe de muñeca.
Lean
el último poema (27 octubre 1914. Cracovia)
GRODECK
"En la tarde resuenan
los bosques otoñales
de armas mortales, las
áureas llanuras
y
lagos azules,
sobre ellos el sol
rueda más lóbrego; abraza
la noche
murientes guerreros; la
queja salvaje
de sus bocas destrozadas.
Pero silente se reúne en
los prados del valle
roja nube, allí habita un
Dios airado
la sangre derramada,
frescura lunar;
todos los caminos
desembocan en negra putrefacción.
Bajo el áureo ramaje de la
noche y las estrellas
oscila
la sombra de la hermana
por la arboleda silenciosa
al saludar los fantasmas de
los héroes, las cabezas sangrantes;
y suenan suave en el cañar
las oscuras flautas del otoño.
¡Oh duelo tan orgulloso!
Oh altares de bronce,
a la ardiente llama del
espíritu nutre hoy un hermoso dolor,
los nietos no nacidos."
Lástima de día, dan ganas de
llorar.
-- ¡Hombre, Hegel! ¿Qué
te trae por aquí?-- Se dirige sin mirarme hacia su cadena, como
un humano y se sienta mirándola fíjamente. ¿Ven Vds. ? El sentido
se muestra, no se dice. Cojo las bolsitas azules
de los chinos, el chubasquero y el paraguas y salimos a ponernos
perdidos. Le dejo hacer. Me conduce a la cantina del Día, como
si para él fuera "el Farolito". Ya que
estamos aquí repito de fifti-fifti. Oigo que alguien llama a
una tal Matilde que, creo, acaba de pasar por delante de la cantina.
Hegel ladra. Ese ladrido especial que emite cuando se trata de un
asunto de enjundia.
--Vamos que tenemos
trabajo-- dice el muy gandul.
-- Lo dejaremos para
mañana, porque la cosa se las trae.
Lo ideal hubiera sido haber
pasado el día en Laugharne, en la boathouse del poeta,
convertida en un hotelito con encanto. Por unos 1.500 euracos pueden
Vds. pasar una semana de ensueño. No sé si entran las consumiciones
en el Brown's bar. Por preguntar nada pierden.