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7
de mayo 2019: ¡¡50 Aniversario de mi primera comunión!! Se me saltan las
lágrimas al recordar aquel trajecito de torero, dorado y marfil, que pareció
eterno durante varias generaciones y cuyos jirones pueden verse rodar
desorientados por los desiertos de Fortuna.
Vuelvo
a Valencia. Paseo con el alma (¿?) encogida por la formidable fugacidad del
tiempo... y empujado por el viento furioso de las efemérides que me arrastra de
aquí para allá con la misma implacable fatalidad con que el viento arrastra
aquel trajecito de torero… y al ángel
novus.
A
lo lejos vislumbro el enjambre metálico que busco. El sol se refleja en sus
infinitas facetas y aquello parece la zarza ardiente.
Delante
de la sombrerería Albero decido comprarme un panamá. Aquel otro panamá (¡y
la budiónovka!) que me acompañó
durante años, desapareció de forma misteriosa dejándome la cabeza expuesta a
las más vulgares influencias. Sólo la terrorífica vecindad de la sucursal de Gaes me hace desistir. Cruzo la avenida
como alma que lleva el diablo y me veo en presencia del grumo metálico que podría pasar por una representación imaginativa
del famoso nudo gordiano o, como he
dicho, la zarza ardiente. Me acerco con aprensión.
2
Granero,
ese príncipe de los toreros (al decir de la Stein), actuó con la misma ligereza
y fatuidad con que lo hizo Joselito ante las advertencias telúricas de su
paisano Blanquet. Y es que cuando el
gran Blanquet percibía, saliendo de
las profundidades de la tierra, un olor a cera frita, era señal incontestable
de la presencia de la muerte. No lo creyó Joselito… y ya ven. No lo creyó
Granero… ¡y ya verán! Tampoco se lo creyó Sánchez Mejías y… ¡Ya vio Blanquet!
“… Lo que sucedió después se
produjo sin transición y casi sin hilazón aparente, no porque las cosas no
estuviesen ligadas sino porque mi atención ausente permaneció totalmente
disociada. En pocos momentos vi primero a Simona mordiendo, para mi espanto,
uno de los testículos crudos, luego, a Granero avanzar hasta el toro con un
paño escarlata, y, más o menos al mismo tiempo, a Simona, acalorada con un
impudor sofocante, descubrir sus largos muslos blancos hasta su vulva húmeda en
la que hizo entrar, lenta y seguramente el otro globo pálido; a Granero,
derribado, acosado contra la barrera, en la que los cuernos lo tocaron tres
veces a voleo: una cornada atravesó el ojo derecho y toda la cabeza. El grito
de terror inmenso coincidió con el orgasmo breve de Simona que, levantándose
del asiento fue lanzada contra la baldosa, boca arriba, sangrando por la nariz
y bajo un sol que la enceguecía. Varios hombres se precipitaron para
transportar el cadáver de Granero, cuyo ojo derecho colgaba fuera de su
órbita.” Era el 7 de
mayo del portentoso año de 1922.
Día de comuniones.
Pueden
leerlo también en Hemingway y en tantos otros que dejaron testimonio. Lo de
Bataille es una fantasía de adolescente
y macho. Ha pasado, sin embargo, como
una reflexión, casi teológica, sobre los límites… y el exceso.
Una
línea une el ojo cacodilato de
Picabia, el ojo rasgado del Buñuel,
los de Magritte… y este otro de Bataille. Así como hubo una década malva, pude afirmarse la
existencia de la década del ojo que
cubrió los años veinte.
Se
lo había advertido Blanquet: Maestro aquí
huele a chamusquina.- ¡Ca!- respondió el diestro.
3
Por
entonces Millán Astray, perdido medio cuerpo, pierde también el ojo derecho y
se acoge a la moda instaurada por El
Saltillense.
Tres
días más tarde, Lenin sufriría su primer ataque.
No hacía ni tres meses que habían guillotinado a Landrú. Los mismos que hacía
que Joyce tenía en su poder el primer ejemplar de Ulises (donde, por cierto, se
cita a Belmonte). En marzo se había estrenado Nosferatu.
La Vanguardia de Barcelona
se vuelca en las comuniones: alquiler
de trajes, salones de banquetes (a pesar de la carestía de la carne de
ternera), digestivos. Siguen los conflictos laborales y los rifi-rafes con los del sindicato libre y
catalán. La Ciudad Blanca anuncia grande rebajas en lencería. La sombrerería Rius publicita sus panamás. En el Liceo, anunciada como una corrida de toros: Hoy cuarta de propiedad y abono, a las
cuatro en punto… ¡Lohengrin! En San
Andrés de Palomares (sic): el Barbero de
Sevilla y Rigoletto. En el Palau
se anuncia el último concierto (día 9) de Rubinstein y en el Palace dirige
Casals.
Alguien
manifiesta la intención de comprar una
guillotina, usada, con corte de 80 a 85 cms. Se ruega a los interesados que
escriban con precio y condiciones a C/ H. Arolas, 5. Entresuelo. En el bien
entendido que se rechazará la recientemente usada en el cuello de Landrú.
Se venden dos camas de enfermo
(blancas, metálicas, supongo).
Interesados: C/ Guillermo Telli, 2. Torre. San Gervasio. De 5 a 7 de la tarde.
Se advierte que no se venderán a ningún ruso…
En el ABC de Madrid se
anuncia el encuentro internacional de fútbol que tendrá lugar entre el
(ya) Real Madrid y el Civil
Service de Londres. En los locales se alinea Bernabeu, brusco pero eficaz
delantero. Ser pichichi (avant la letre) no lo catapultó a la selección
nacional.
Por
doquier se homenajea a Ramón y Cajal y por fin pudo ser entregada la Medalla de
Echegaray.
Un
sargento licenciado en África busca colocación como escribiente, mecanógrafo o
contable. Urgen criadas, institutrices, cocineras, lavanderas… ¡Católicas! y, a
poder ser, con dominio de lenguas. También en la villa y corte se anuncian
digestivos y remedios contra los desarreglos femeninos y los excesos
masculinos. Andrés Segovia. Heno de Pravia. Elixires contra la alopecia y la
halitosis.
En
Valencia escapan 28 leprosos del lazareto de Fontillez (sic). Son detenidos, al
amanecer, en Oliva. Dijeron ir en busca de un curandero. Digno de una esquinita
del Jardín de las Delicias.
4
El
cuarto de la tarde (¡el fatídico!) era un bicho pegajoso y burriciego; Pocapena
le pusieron a priori, porque a posteriori sintió mucha pena por ese
príncipe convertido en matarife. Se dejó hacer; admitió dos chicuelinas, recentísimamente introducidas
en el toreo serio por Chicuelo, y se
dijo entre cuernos: si intenta la tercera
lo clavo en la barrera. Y tal como lo pensó, lo hizo. Granero, sin embargo,
sumido todavía en los arreboles, ni se enteró de que Pocapena lo había sentado en el estribo de la barrera. Pensaba en
su magnífica chicuelina cuando el
cuerno, entrando por el ojo, atravesó sus pensamientos.
Como
los lunes no había periódico, la noticia salió el martes, día 9 de mayo.
4.
El
sexo en Historia del ojo, es un
ritual atravesado por la muerte, enaltecido por la sangre, por la orina, por
las heces, por los fluidos. Tal vez no haya una relación más recíproca que la
que se da entre el erotismo y la religión. Bataille la señaló así: “El conocimiento del erotismo, o de la
religión, requiere una experiencia personal, igual y contradictoria, del
interdicto y la transgresión”. La apuesta de Bataille fue establecer una
paradoja definitiva entre prohibición y transgresión. Para crear un mito, hace
falta un rito. Y para profanar el mito hay que perturbar el ritual,
sobreponiéndole otro ritual desacralizador en su lugar. La leche, los ojos, la
depravación encarnada en una virgen, la coprofilia, el orín como excitación,
las corridas de toros, la iglesia de Don Juan, el confesor, la confesión, el
vino, el cáliz, el copón de Bullas, el cuerpo de Cristo, el ojo vaciado, la
vagina convertida en ojo voraz… todos son espacios y elementos rituales
sometidos a un acto desacralizador.
Bataille escribía para derrumbar un orden
moral. Lo hizo desde el humor negro, desde el tabú sexual… o ese pensaba él… ¡Y
yo pensando en mi primera comunión!
“Lo
que es pornografía para un hombre es la risa del genio para otro”. (D.H.L.)
5
La
historia del ojo se remonta hasta
mediados del siglo XIX, cuando Manuel
Domínguez, Desperdicios, tuvo a
bien empezar la serie. Pasó a los libros como inventor del “farol”, esa semiverónica
con vuelo. Y en esa gloria pensaba Manuel, aquella desgraciada tarde en el
Puerto de Santa María, cuando el toro, Barrabás
para más inri, le sacó con
habilidad el ojo derecho. Manuel, que como el mismo Moisés, había establecido
un duro decálogo del toreo, como después haría Chicuelo con más gracia, lo cogió al vuelo, tiró de él y lo arrojó
a la arena: ¡Son sólo despedicios!,
dijo. La facundia e ingenio del sur no necesitó más y clavó ese mote sobre la
cruz del diestro.
Es
mérito de “El Saltillense” la
introducción del parche en la indumentaria habitual de los toreros. Perdió el
derecho, lo que no fue “óbice, obstáculo,
cortapisa ni valladar” para dedicarse a la fotografía taurina.
Sandín
perdió el ojo en el coso sevillano. “Santanero”
se apodaba su enemigo. Ya en pleno postmodernismo. Su altruismo y perseverancia
lo condujeron a la práctica de la oftalmología.
“El niño de la Taurina”, Taurina en honor al
bar de la familia, perdió el suyo en Algeciras. Una tarde de primavera del año
1988, un rehilete, adornado con rizos patrios, hizo lo propio.
El
Domingo de Resurrección del año ¿1990? El fino estilista Luís de Pauloba (sic) pierde el ojo izquierdo. La singularidad está
en que el pitón le entró por la boca. Y es que la técnica avanzaba imparable.
Javier Vázquez,
en el hermoso mes de mayo (del 96), toreaba en Villanueva de Perales: “Ya no recuerdo si me buscaste o te busqué.
Si me encontraste o te encontré. Se me olvidó. Si me llamaste o te llamé… Se me
olvidó” Ese reciente éxito del gran Perales recorría fantasmalmente el
circuito auditivo del maestro. Cuando entró a matar una banderilla le saltó el
ojo izquierdo que quedó colgando creando irisaciones de canica.
Al
año siguiente la ola llegó a México y le tocó a José Rubén Arroyo. La novedad estibó en que no fue el toro sino un
derrote seco del manso. Fue el derecho. Globalización.
Leonardo Hernández,
hijo de rejoneador y rejoneador él mismo, fue el siguiente. Perdió el derecho
en un trance similar: ¡malditos rehiletes! Fue en Íscar, provincia de
Valladolid. Durante la fiesta de los mártires de 2007. La fatalidad de tener,
además, vago el ojo izquierdo, lo abocaban a la oscuridad más completa. No fue
así y pudo seguir con la matanza.
7
de octubre del año 2011. Juan José
Padilla. 4º toro de la tarde. Coso de la Misericordia de Zaragoza. Un bravo
toro, aunque de nombre Marqués, le
arrancó la cara, incluido el ojo izquierdo.
Bah!, son gajes del oficio. 40 cornadas a cambio de miles de toros destruidos. Además lo del ojo ya es lo de
menos, me falta medio hígado, me han extirpado un riñón, el pelo es peluca,
tengo una cicatriz que me une el ombligo con el rosario de mi madre. No oigo.
Dios es mi pastor ¡aleluya! ¡¡Soy el único torero con parche pirata!!...
Ahí te equivocas, Juanito, El Saltillense
se te adelantó. Y tampoco, para tu desesperación, eres el único fascista que
circula por los cosos taurinos. Pero, vamos, que eres de lo más llamativo,
tenlo por seguro. Es Vox populi.
Ofreció
el ojo del culo, pero el toro no acudió al engaño. ¡”Por mi maere, dijo, rómpeme el culo pero no me dejes ciego!” El
toro hizo caso omiso y le se lanzó a por ojo de la cara. El izquierdo. Era, como
he dicho, en el Coso de la Misericordia.
Poco
antes de su retirada definitiva había actuado en Íscar, provincia de
Valladolid.
Paco Ureña,
de Murcia, figura del toreo en todo el sureste peninsular, recibió un pitonazo
también en el ojo izquierdo… y siguió toreando. ¡Arrebatos de psicópata! ¿Quién puede decir que Sade no
amaba a sus víctimas? Sin duda es un amor
desconocido para la mayoría de los mortales. Aman al toro con el mismo
desprecio con que se aman a sí mismos. No les importa causar sufrimiento; ellos
también sufren… y esa es la combinación perfecta que busca el sádico
(masoquista). Fue en Albacete en septiembre de 2018 cuando pensábamos
desaparecida ya la afición.
El año anterior había triunfado en Ïscar,
Valladolid.
6
Les
adelanto la perentoria moraleja: Si se llama usted Serranito cuídese mucho el ojo del culo.
La
noche anterior a la apoteosis de Astorga,
Serranito (al que llamaré Serranito I) y amigos departían en un colmado de Madrid. Y entre “machaquito” y “machaquito” se le advirtió que llevara cuidao en Astorga; del peligro de las mantecadas en plena canícula;
de que se abstuviera del cocido maragato… que, en fin, los toros de Ángel Rivas
tenían fama de viejos y que más sabía el diablo por viejo que por diablo.
Recibidas las admoniciones, cogió un taxi, después el tren y se plantó en Asturica Augusta. Era el domingo 23 de agosto del año 1908.
Astorga celebraba las fiestas de su patrona Santa Marta. Sólo llevaba cuatro
corridas en su haber y las cuatro como sobrero de cartel. No fue diferente en
este caso. Sustituía a Conejito.
Serranito,
apellidado Carpio, se enfrentó a Cazuco,
un toro cárdeno, meano, corniapretado, grande y de mansa condición. El
bueno de Serranito perdió pie y el
toro se le vino encima, no hubo nadie que le echara un capote ni, menos, que lo
sustituyera en esta hora postrera. El toro lo empitonó por el culo y, así, embolado, se paseó por el redondel. Fue
entonces cuando pensó en lo bien que había en hecho al no almorzar cocido
maragato. Murió como consecuencia.
Otro que tuvo a bien aceptar el
apodo de Serranito, y
al que llamaré Serranito II, fue
cogido en la zona de influencia del ojo del culo. Era julio del año 1929 y el
lugar, el Coso de los Tejares de Córdoba. Le cortaron la pierna, como a
Rimbaud, y le repararon la cañería. Se convirtió en aguador y fue así, ejerciendo el oficio, como le pilló la muerte:
una bomba de los fascistas le alcanzó a él y a su borriquilla… cerca del Coso
de los Tejedores. Córdoba. Dios (¿?) los tenga en su gloria.
Paúl Abadía Serrano,
Serranito para los entendidos, (y Serranito III para mí) cierra
momentáneamente la lista. Fue en Huesca, el ano (perdón, año) pasado, creo.
Vean la foto y así me ahorro la redacción.
Agapito García, Serranito
(Serranito
IV para mí), se escapó por suerte del
destino de la saga; fue una cogida grave, pero no vergonzosa. Por cierto, nada
que ver con el mayor moroso del Estado.
En
fin, que hay más cornadas en el culo que rutas del vino. Les he presentado un
florilegio.
7
A
todo esto se me han ido las ganas de comer. Estoy en un miserable bar de la
estación. Acaban de anunciar un cercanías con destino a Xátiva. Me he pedido un
carajillo al cincuenta por ciento… Y me asalta la segunda parte de esta
desgraciada propuesta.
6.
Los
consorcios público-privados han sido siempre muy efectivos, que le pregunten, si
no, a H.H.Holmes, figura indiscutible de la Exposición Internacional Colombina
de Chicago del año 1893.
Chicago
intentaba reponerse del tremendo incendio del 71 y de la conmoción de
Haymarket… Así que se decidió por una Exposición Universal, tipo París. que
conmemoraría los 400 (golpes) años del Descubrimiento. La denominarían Colombina (muchos fueron los detalles
que lo corroboraron) y se desarrollaría en una nueva ciudad, Ciudad Blanca, que sería construida (y destruida) al efecto.
Se
reconstruyeron las carabelas, Niña, Pinta y Santa María. La reconstrucción fue
pagada por Estados Unidos y realizada en Barcelona las dos primeras, y en San
Fernado, la tercera. Su destino siguió parejo al de mi trajecito de comunión. Aquella
carabela del puerto de Barcelona, símbolo de la cutrez, nido de ratas y fondo miserable de
fotografías nupciales, era obra de atrezzo.
Superó atentados sin cuento y yace en el fondo marino que se extiende entre
Arenys y Canet.
Se
construyó una réplica exacta, dicen, del monasterio de San Carlos de la Rábida.
Es claro que en Chicago no circulaban el Tinto ni el Odiel; sólo el Bourbon y
desde no hacía mucho.
La
casa de Alba cedió unos manuscritos del mismísimo Colón.
Dejando
aparte lo que después citaré, lo más interesante de la muestra fue la “Rueda de
Chicago”, una enorme noria de 80 metros de altura en la que se podían acomodar
¡más de 2000 personas! Algo así como una plaza de toros puesta en vertical. Esta
novedad estaba llamada a la inmortalidad ubicua. Así, hasta en las aldeas más
remotas que rodean la villa de Fortuna, puede verse en las fiestas patronales un
remedo de este magno ingenio, sólo superado por el cucurucho de helado,
presentado en la Exposición de San Luís de 1904.
Después
vino la del Prater vienés que
conmemoraba los 50 años del reinado de Francisco José, a quien le quedaba,
todavía, la friolera de 20 años en el cargo.
Schnitzler.
Orson Wells…
La
tal noria evitó la bancarrota del evento, pues ni el espectáculo de Búfalo Bill
ni el Holmes Castle, los más visitados,
estaban incluidos en nómina.
Alemania,
maestra en sutilezas, presentó un antecesor
del Gran Berta que hizo las delicias del incipiente complejo político-militar.
Bueno…
¡a lo que voy!
Herman
Webster Mudgett tenía 30 años cuando acudió a Chicago atraído por las
posibilidades que se abrían. Conan Doyle acaba de cumplir los 32 y Sherlok
Holmes, nacido en 1854, estaba “en la
mitad del camino de vida”, aunque su vida pública empezara por entonces.
El
proyecto vital y financiero de Herman necesitaba apertura de miras…y tierra
virgen. Para dar más sentido a la cosa (y, de paso, homenajear a su admirado
Holmes) pasó a llamarse Henry Howard Holmes (H.H.H.) que simplificó en un
efectivo “Dr. Holmes”, aprovechando que había aprobado algunas asignaturas de
medicina.
El
tal Dr. Holmes, ducho, además, en ingeniería financiera y en pufos (si me
permiten esta distinción), e inundado del espíritu de emprendeduría donde lo importante es, y sólo es, la buena marcha
del negocio, construyó un edificio-hotel (Calle Wallace con la 63) que,
salvando el estilo, podría haber sido, en la intención, atribuido al arquitecto
de Bernhard: la muerte del morador. El plan era simple: atraer a jovencitas de
buen ver (tenía, en realidad, manga ancha) que acudieran a la Exposición. A
poder ser de lejanas tierras y solas, pero con posibles. Su imaginación (y don
de profecía) fue portentosa. Una especie de Roger Bacon de fin de siècle. Funcionó a
tope mientras duró el evento.
Instalaciones
eléctricas (la corriente alterna de Tesla había ganado la batalla, a Edison, aunque al americano sólo le importara la buena
marcha del negocio) que permitían seguir los movimientos de sus víctimas en un
indicador instalado en su despacho; Grifos de gas manejados a distancia; montacargas
y “toboganes”, ácido sulfúrico, horno, cal viva. Sala de tortura llena de
innovaciones asombrosas como la máquina que mataba de risa. Y todo, todo, como
Apolo: a distancia. Todo un parque de
atracciones. Locus Solus.
H.H.H.
inauguró la serie de los asesinos en serie. ¡A él la gloria! Los 27 asesinatos
que confesó se convirtieron en más de 200 tras las pertinentes investigaciones.
¿Qué
cómo se descubrió todo? Pues… ¡Infórmense Uds.!
Murió
tal día como hoy del año 1896. La comunidad científica del Reino Unido estaba
sumida en debates, que llamaban éticos, sobre la vivisección de animales. G.H.
Wells publicaba La Isla del doctor Moreau.
La Ingeniería Genética, más limpia, aún no había nacido. Rodin esculpía la
disyecta “Mano de Dios” y Cézanne estaba con “la mano de cartas”. En Estados Unidos se disfrutaba probando en
perros la capacidad mortífera de la corriente alterna / continua. El éxito de
los ensayos se proyectó en la silla
eléctrica.
…
Y a mí, creo, se me ha ido la mano.
Pago
el carajillo y voy a comprarme el panamá.
La zarza ardiente sigue en su sitio. Y los de Gaes, también.
INFORMACIÓN
PLUS.
Toreros y demás que pagaron con
su vida aquel pródigo año de 1896:
José Sevillano Mauricio, picador.
Pablo Moro, monosabio.
Severino Pérz , Titet, orellut, de Castelló. Cogido en Perpiñán.
Modesto García, Serranito (Serranito 0 para mí).
Frascuelito, maño, infeliz, huérfano y
hojaletero… Dios (¿) lo tenga en su gloria.
Francisco Rodríguez, fugaz.
Espartero
de Valencia. Cogido en Nîmes.
Juan Gómez de Lesaca, Cogido en
Guadalajara. Sustituía a Lagartijo, herido en un ojo. Juan huía
del toro, y cuando creía que estaba a salvo, la bestia lo engarzó por el culo y
el diestro no pudo acabar de saltar la barrera.
El
Manchado. Cogido
en Durango, México. De los pocos toreros con bigote.
Rafael Rodríguez, banderillero de
Guerrita. Cogido en Córdoba, en el
Coso de los Tejedores, como al bueno de Serranito
II.