1
Por el cinco
de enero,
cada enero
ponía
mi calzado
cabrero
a la ventana
fría.
(...)
Miguel Hernández
2
En la fatídica, para mí, calle Xuclà casi me doy de
bruces (Infórmense Udes. sobre la curiosa etimología de la expresión) con el no
menos funesto Los Toreros (que yo creía muertos). Desde aquel día en que pensé
que el Ángel Exterminador hacía de las suyas y luego resultó ser la inmundicia
del suelo la que me impedía salir de aquel recinto, no he vuelto a poner los
pies. Y ahora lo hago por exigencias de la profesión efemerística.
Entro.
Y constato con satisfacción que le han hecho un lavado
de cara al local. Los toretes, sin embargo, siguen igual: El polvo y las
polillas los están reduciendo a una nada humillante. Su aburrimiento alcanza
cotas metafísicas… ¿¡y su melancolía?!
–¡¡Feliz
año!! Silencio atronador como respuesta. Doy un paso indeciso, acumulo fuerzas
para dar el segundo y al tercero estoy apoyado en la barra. ¡Vaya! me digo, ¡A ver lo que dura. De las
estancias interiores sale alguien sudoroso y vestido de negro portando un
capazo de verduras y frutas de temporada que deposita sobre la barra, justo
delante de donde yo me encuentro. Las dispone como una naturaleza muerta en la
destaca un pimiento rojo como un pi(men)tonazo en el costado sobre la lividez
de un manojo de nabos y chirivías…
–¡¡Feliz
año!!
–¿Qué quiere
Ud, ahora? ¿No ve que estamos preparando la cosa para el menú del mediodía?
–Pues, no
sé, venía a tomarme algo en un sitio amable y tradicional– y para
quitar hierro– Coloca Ud. las verduras de
una manera bastante trágica… Parece que he dado en el clavo: deja lo que
está haciendo, abre los ojos y se asombra (o a la inversa).
–Ah! ¿Se ha
dado cuenta?... Tantos años pensando que mi vena tenebrista pasaría
desapercibida y mire Ud. por dónde, la mañana del 5 de enero del año 2019 un
cliente que yo pensaba echado a perder, va (viene) y descubre mi arte. Pues,
sí, querido visitante, siento debilidad por el claroscuro un tanto ácido de
Zurbarán. Y esa afición me ha llevado a la profesión de bodeguero. Es el amor
al arte del bodegón lo que me
retiene en este interior tragicómico, a más de cutre. Y también, en menor
medida, mi superada afición criminal al crimen de la tauromaquia. Pero, pase,
pase… y siéntese.
Y me señala una mesita justo debajo del torete que se
disputan Joselito y Belmonte. Trae una botella de machaquito y dos copas. Así que: Machaquito sobre la mesa y Joselito y Belmonte en la pared. Las
llena, se pimpla una y sigue a lo suyo atento a mis pensamientos. Me pimplo la
otra.
–Sí, en
efecto. Bombita le dio la alternativa. Y Machaquito se la dio a Belmonte–señalando el
retrato. Y a este otro, Gallito III, que
ha pasado a la historia como Joselito– señalando el otro retrato– se la dio su hermano El Gallo, conocido
también como el “divino calvo”, hijo y nieto de toreros. En esta piel de toro
estamos sobrados de Gallitos.
–Sí, en
efecto – contesto.
–Y lo de
Machaquito le venía por la contundencia con la despachaba a los morlacos. Algo
tremendo, oiga. El tercer califa del toreo mataba a volapié, espectacular pero
menos arriesgado que matar recibiendo.
–Sí, en
efecto. Y me aventuro… Ocupó, junto a
Bombita, el vacío que quedó tras la muerte de Guerrita y la eclosión de
Belmonte y Joselito.
–Sí, en
efecto. ¿Y sabe Ud. cuál fue su mejor faena?
–Bueno, sí…
me lo contaron ayer en Bilbao. Pero… ¡siga, siga, buen hombre!
–Bueno, entonces,
me referiré al día en que se cortó la coleta. Toreaba con el Pasmo de Triana,
oséase, Belmonte– señalando el retrato– y con el “divino calvo”, o sea, Gallito I, hermano de Gallito II y de Joselito (también conocido como Gallito III)
ese del retrato. Los tres, hijos de El Gallo,
suegro que fuera de una hermana de Sánchez Mejía, compañero de la Argentinita,
al casarse aquella con Joselito. Bueno, aquello fue un desastre. Salieron 11
toros. Su fama de contundente espada quedó por los suelos. Se trataba, además,
de la alternativa de ese– señalando el retrato de Belmonte– que ya gozaba de merecida fama como
banderillero. Era octubre de 1913.
… Y Maiakovski daba fin a su primera gran obra, la
tragedia: Vladimir Maiakovski. Pasternac
calificó el resultado como “genialmente
sencillo”. Ajmátova en Maiakovski
1913: “Y un nombre, hasta ahora jamás oído, cual relámpago cruzaba la
asfixiante sala”. Incluso Tsvetáieva se dejó llevar por el don profético: “Quizás al recordar a Maiakovski, nosotros y
nuestros nietos tengamos que mirar hacia delante, en lugar de mirar atrás.”
Silencio…
que aprovecho para echarme al coleto una segunda
copita… y para regurgitar el tremendo volapié de Machaquito.
–Yo he
venido aquí, querido bodeguero, impulsado, como he dicho, por mi amor a las
efemérides… no por mi amor al toreo.
–Yo tampoco lo
amo. Pero ¿qué quiere? Sin quererlo uno
oye cosas, cosas que se dicen en la tertulia; porque sabrá que esta es la sede
de la peña Joselito-Belmonte.
–Por eso
estoy aquí.
3
El año 1917, año de la revolución rusa (y de la gran
huelga general en nuestros lares) es conocido en la piel de toro como “El año
de Belmonte”, pues la única revolución triunfante, en ausencia de la burguesa,
fue la que él propició. Y, aunque parezca imposible, tampoco aquí las cosas son
para toda la vida. Los beneficios fueron escasos: en vez de la ansiada reforma
agraria, se propició una vuelta al latifundismo de postín (valga la
redundancia). La Capitana se
convirtió en modelo e ideal. Las siete artes se pusieron a su servicio y todo
el país giró en torno a esta nueva metafísica del toreo. Y yo, para redondear
y, de paso, celebrar el día mundial sin tabaco, me prendo un Montecristo nº 4 que me he agenciado
para la ocasión. No, nada, por los estoques que adornan la caja. Espero que
esto no sea una prueba de cargo contra mí el día en que necesite atención
médica.
La revolución a la que aludo, fue un giro imprevisto,
y derivado de la propia naturaleza del sujeto-actor.
El Lagartijo, Gran
Califa del toreo, había dejado estela (y no me refiero al gatillazo que
dio en su despedida en el que tuvo que intervenir la Guardia Civil. Nada que
ver, por otra parte, con la grandeza acrobática de Lagartija que, acabando el siglo XIX, se clavó el estoque en el pie
cuando iba a descabellar y tuvo que retirarse, prematuramente, de los ruedos.
Algo parecido le ocurrió al gran Lully durante la interpretación de un Te Deum en agradecimiento por la
recuperación del Rey Sol. El bastonazo lo llevó a la tumba. Infórmense Uds.
Infórrmense).
Quizás debido a su alias, ofrecía un toreo inquieto, nervioso, ágil, filigranero. Era imposible hacerle una
foto y que no saliera movida. Sus rivales, Frascuelo
y Guerrita, no se distanciaban mucho
de esa concepción. En esencia se trataba de esquivar como buenamente se podía
las embestidas del morlaco.
Pasaron los años; entró el siglo XX y aquel trío fue
sustituido por Machaquito, Bombita y el gran Fuentes, torero serio
y un poquito más tranquilo, cuyo estilo, si podemos utilizar el término, estaba
más próximo al que asociamos con Belmonte.
Desde 1913, alternativa de Belmonte, hasta la muerte
de Joselito (1920), no hubo nadie que pudiera hacerles solisombra. Fue la Edad de Oro del toreo. Años en los que se
decidió la suerte de la fiesta en su
conjunto.
Joselito representaba la tradición elegante y espiral,
clásica y pinturera. Toreo de birlibirloque (Bergamín). Belmonte, tartamudo
como era, inventó el toreo tartamudo,
por así decir: precavido y temerario, entrecortado y lleno de emoción,
concentrado y abrupto… (Un toro fue capaz de arrancarle limpiamente un clavel
del ojal de su taleguilla. Él tuvo la culpa de su matrimonio) sin la
continuidad, como de rúbrica de notario de enjundia, que caracterizaba el toreo
de Joselito y Gaona. Era un toreo quieto, recogido, que brotaba de la mismísima
personalidad del ejecutante: Así surgió el estilo.
Además había renunciado a la coleta.
Belmonte,
cansado de nacimiento, impuso un nuevo tempus:
Parar, templar, mandar y recoger
y, si se quiere añadir algo más, cargar
la suerte suprema abandonando la hegemonía del volapié que tan famoso hizo a Machaquito. Añadir que introdujo una
nueva estética al adelantar la pierna, sacar el pecho y hundir el mentón…
tremendo mentón el de Belmonte, Carlos V del toreo.
Un estilo que llevaría a la tumba a Manolete y que el
Viti convertiría en virtud… ¡desde su necesidad!
Por eso, la revista TIME le dedicó, tal día como hoy del año 1925, la
primera plana. Ni Alfonso XIII, ni la huelga general del 17, ni la huelga de la
Canadiense del 19. No. ¡Juan Belmonte! Después vendrían el monarca, el dictador
y otros degenerados (según la
graciosa apreciación del diestro). En marzo, Frascuelo haría público su
informal decálogo.
4
Belmonte se había retirado de los ruedos: La muerte de
Joselito lo había dejado pensativo. La de Sánchez (E)lejías (1934), perdón
Mejías, le daría la puntilla.
El año anterior (1924) había vuelto… ¡pero a caballo!
Y eso no era lo que los aficionados esperaban, ni querían… Lo querían a pie,
sacando todas las consecuencias de su corte epistemológico. Él dudaba. De las
Américas llegó la solución. Marchó a Lima, pasando por Nueva York, dejó a su
mujer allí, le hicieron la foto y desembarcó en Perú para las fiestas del
Centenario de la Independencia. Toreó las siete corridas contratadas y alguna
más. En primavera ya estaban en la madre patria. La portada le sorprendió entre
la corrida del 4 de enero y la proeza del 11 del mismo mes.
El año anterior lo
había retratado (¡otra vez!) Zuloaga en Zumaya y había quedado más épico.
Desconozco si los descendientes de Carlos Bayo conservan el cuadro o lo han
subastado ya. Ya lanzado, y en la madre patria, firmó unas corridas para la
temporada en curso: La primera, el 31 de mayo, coincidió con el nacimiento de
Paco Candel en Casas Altas. Y las últimas, con la muerte y entierro de Esenin… No,
nada… por contextualizar. Hombre,
también Belmonte (así lo estableció El Pollo en conversación con Pica Lagartos y Don Latino) era un intelectual. (¿Intelectual?
¿Què ès ezo?– Jesulín preguntó) y lector obcecado.
Amigo de los del 27 y de
algunos de los del 98. Amigo de Hemingway, citado por Joyce (Ulises. Cap.18) y por Woody Allen…
Lean lo que tengo escrito sobre la muerte de Belmonte:
http://kinomoriarti.blogspot.com/2013/04/propuesta-para-hoy-dia-8-de-abril.html.
Y sobre la muerte de Granero y la "Historia del ojo" (Bataille"):
https://kinomoriarti.blogspot.com/2013/05/propuesta-para-hoy-dia-7-de-mayo.html
Lean lo que tengo escrito sobre la muerte de Belmonte:
http://kinomoriarti.blogspot.com/2013/04/propuesta-para-hoy-dia-8-de-abril.html.
Y sobre la muerte de Granero y la "Historia del ojo" (Bataille"):
https://kinomoriarti.blogspot.com/2013/05/propuesta-para-hoy-dia-7-de-mayo.html
5
Sepan Udes. que la costumbre de cortar la oreja, el
rabo e incluso las patas, como señal de reconocimiento a una gran faena… y que
añade humillación al asesinato, son vestigios de cuando se entregaba el toro
entero al diestro para su alimentación y comercialización. No fue hasta finales
de la primera década del siglo XX que se entregó la primera oreja oficial. Lo
del rabo y las patas fue posterior. Joselito y Belmonte fueron, pues, los
pioneros en recibir esos trofeos.
Veamos un año al azar. He sorteado y me ha salido el
año 1889, año de la Exposición Internacional de París y, en consecuencia, año
de la construcción de la Tour Eiffel. Año del descubrimiento de la penicilina.
Alemania le compra a España, a precio de saldo, Las Carolinas y Las Marianas…
Bien.
Ese año el escalafón del toreo estaba encabezado por Guerrita (que en 65 festejos, despachó
209 toros), le seguía Mazzantini (132
toros), Lagartijo (138), Espartero (116)… y seguían otros de
menos nombre pero no menos valor y gallardía. Entre todos dieron muerte a 1.126 toros, sin
contar los 8 que fueron lanceados, los 21 fogueados y los doce que,
aterrorizados, fueron devueltos a los corrales. Pero antes de morir, tuvieron
que sufrir 8.190 varas, 3.875 banderillazos (entre frías y de fuego), 1.987
estocadas, 1.536 pinchazos… Lo que hace un total de 15.588 castigos. Una media
de 13’5 pinchazos por cabeza. Todo un martirio a la altura del protomártir.
Añadan Udes. los 1.966 caballos destripados y
desangrados sobre la arena del redondel. Lo del peto fue disposición de Primo
de Rivera senior, a instancias de
asociaciones protectoras de animales. También el respetable protestaba… porque
salían con el traje perdido.
Y a esta lista infame han de sumar las reses
sacrificadas en las Américas, en Francia y, especialmente, las decenas que
sucumbieron en las dos plazas de toros que se construyeron en París con ocasión
del magno acontecimiento. Y las muertas para diversión de señoritos y
entrenamientos de futuros matarifes.
Multipliquen Udes., multipliquen. En ese año de dios (¿?)
podríamos afirmar que unas 4.000 reses fueron muertas ante la insolente e
indiscreta mirada de los aficionados. El récord personal absoluto lo tiene
Jesulín de Ubrique con 161 festejos
(1995), lo que significa un mínimo de 322 toros en su haber… ¡él solo!
Nunca he leído nada tan esclarecedor y contundente
sobre el martirio animal como las páginas que dedica Döblin (Berlín Alexanderplatz) a los mataderos
de Berlín. Si, tras leerlo, no se hacen vegetarianos es que su glándula de la
compasión no les funciona.
A cambio, los del oficio asumieron algunos daños
colaterales:
·
Al picador Francisco Caro un torete le rompió el
corazón. Se trataba de una tienta para calibrar la bravura de los astados. Al
menos uno dio muestras de fiereza y sentido de la reparación. Paco, Pájaro Verde le llamaban, quedó
incrustado en el frontal de un burladero.
Muertos fueron también:
·
Antonio Calderón, picador.
·
Manuel Bastón, picador. Antes pasó por el Hospital de
dementes de Sevilla.
·
Caliche, novillero.
·
Perita (o
Periche), matador.
·
Saladito, matador.
·
José Antonio Suárez, matador.
· La muerte de Bocanegra
merece atención especial por la furia kohlhaasiana que
desparramó el toro Hormigón y las
condiciones del, por entonces, recién ex diestro. Recibió 11 varas de castigo y
mató tres caballos antes de cargarse al intruso, pues eso es lo que era Bocanegra aquella tarde en Baeza. Se
había retirado, ya cincuentón, hacía un mes. Medio ciego y gordo de más, acudió
a la plaza de Baeza a presenciar una novillada. Todo iba bien, pero cuando
salió el cuarto de la tarde un escalofrío recorrió los tendidos. Era Hormigón, cornalón y colorado. Se hizo
dueño del redondel. Hizo la matanza mentada. La arena parecía la playa de
Normandía.
Los novilleros, casi muletillas, saltaron la barrera
de forma impecable. Todos menos uno: el predestinado a enfrentarse a aquella
furia. El chaval, en la más literal tradición del Califa Lagartijo, se agitaba como rabo de lagartija sin lagartija. El sol
caía a plomo. Bocanegra, compasivo,
quiso ayudar al chavalillo y haciendo de tripas corazón, bajó esforzado las
cuatro gradas que le separaban del pasillo, avanzó con dificultad por aquellas
estrecheces y logró salir, como la masa del embutido sale de la máquina
trituradora, a la inmensidad sahariana. Hormigón
lo miró y lo remiró mientras escarbaba la arena.
Buena presa, pensó,
gordito y cegato. No le dio tiempo ni a coger la muleta. Bocanegra, valiente, giró sobre sí mismo y se dirigió, veloz, a la
entrada del burladero más cercano… pero quedó atascado. Bocanegra había sobrepasado con mucho las medidas estándares. Fue
coser y cantar. Al día siguiente murió. Por el boquete podían verse, dicen, los
hermosos olivares de Baeza.
·
La madre de Frascuelo, quien, por cierto, se había
cortado la coleta ese mismo año.
·
La madre de Lagartijo.
Puede decirse que aquel año el toreo se quedó huérfano
de madre.
6
–Pues nada, bodeguero. Ha sido todo
muy instructivo.
–Pero… ¡Ya se va! Si no hemos
cruzado palabra.
Y así fue. Una
conversación virtual. Cuando abrí los ojos, el camarero daba los últimos toques
a su composición. Sudaba como un torete… La camisa, me dije, servirá para un
arroz negro.
N.B.
Cuando murió Belmonte, la portada del Time la
ocupaba Sofía Loren.