(Los arterísticos * remiten a razones efemerídicas)
“Quien rehúya el contacto con el día,
ya sea por temor a la gente, ya sea por necesidad de recogimiento, no querrá
comer y desdeñará el desayuno. De ese modo evita la ruptura entre los mundos
nocturno y diurno (…) Quien está en ayunas habla del sueño como si hablase en
sueños” (W. B.)
Esta mañana seguiré esta insinuación de Benjamín. Nada: ni pan, ni
aceite, ni orégano ni fifti-fifti.
El desmayo será acompañado por:
- “Tristán e Isolda” (Preludio)
- Concierto n º 21, en Do Mayor (“Elvira Madigan”) de Mozart. Sólo el “andante”.
- "Penthesilea” poema sinfónico de H. Wolf… (solo la tercera parte…la de la lucha…etc…etc) …¡¡Hugo Wolf!!
“Lunes, 21 de noviembre (1875) me he
iniciado en la maravillosa música de Wagner. (Se trataba
de “Tannhausser”), en presencia del propio
gran Richard Wagner. No encuentro palabras para describirla. Todo lo que puedo
decir es que me he vuelto loco. He aplaudido hasta desollarme las manos. Pensar
en la música de este maestro es bastante para ponerme fuera de mí, y me he
convertido en wagneriano” (Mahler)
Un insensato y acostumbrado embrollo, en el que el amor y la muerte se traban. Venus (¡el amor sensual!) y Elisabeth (el amor casto) disputan en el corazón del héroe. Un festival de la canción; alguien que muere de amor y un báculo que florece; y, en medio, una inútil peregrinación a Roma. El gran Wagner tramaba unos argumentos pasados, pesados y ¡pausados!
Que la influencia en Mahler fue decisiva lo muestra: “La primera obra en la que me hallé en tanto que “Mahler” fue un cuento
para coro, solistas y orquesta: “Das klagende lied”. Considero esta obra como
mi opus número 1”. Es evidente la evocación de la atmósfera del “Tannhausser”…Como lo es la indisociable
sensación de amor (de vida) y muerte….Renovadada constantemente en Mahler.
Mahler será recordado, además, por sus interpretaciones del “Tristán” wagneriano. Y con “Tristán
e Isolda” entramos de lleno en el reino de la patología en el que tan a sus
anchas se movió Von Kleist.
Nacido en plena epidemia “liebestod”
post-Werther, la suya se apartó de la
norma.
Pasó de la familia (nobleza terrateniente pomerana venida a menos) al
internado y del internado al ejército. Con 15 años YA era suboficial. En su
interior se había aposentado el Orden y el Odio propio de la milicia: odio por
Francia en general y por todo aquello que impidiera la realización de su “sonambulismo” (que no es lo mismo que “sueño”) en particular.
Sus descripciones de la muerte…¡se recuerdan!
Aplastado por la “grandeza” de
su aspiración y la imposibilidad de realizarla, buscó la manera de irse de este
mundo de la manera más amable y llamativa…y, al mismo tiempo, ¡más cobarde!
Odiaba más el desorden que el mismo Goethe; no, sin embargo, hasta el
punto de preferirlo a la injusticia. La Justicia era para Kleist, lo que es
para todos aquellos injustos hasta la médula: un ideal inalcanzable, que no se
detiene en lo bueno y continúa su lucha (ideal) hasta lo mejor…¡sabiendo que es
una lucha perdida!...Su fanatismo precedía, como todos los fanatismos, a la
reflexión…pero él era consciente de esta inversión y la proclamaba de forma “original”…¡como si no fuera así SIEMPRE
entre los fanáticos! (“Kohlhaas, el cántaro roto”).
Kant y Rousseau lo marcaron: el primero debilitó la poca “racionalidad” que le quedaba y el
segundo lo hundió en la más completa indigencia existencial. Fracasados todos
sus planes, bosqueja (“bosquejar” en
Kleist no es la palabra adecuada…él estudiaría hasta los más mínimos y nimios
detalles…su “horror vacui” siempre le
impidió la ligereza necesaria para afrontar esos proyectos…sin salir maltrecho)
Así pues, siguiendo el espíritu de Rousseau, consideró como apropiada una
vida retirada en la patria del filósofo y en compañía de la mujer que, de momento
(hasta que se dio cuenta con qué neurasténico se enfrentaba) decía querer
compartir esa experiencia que podría convertirse en amor… la posteridad se
encargaría de calificarlo de “romántico”.
Alquiló una casa en la isla que hay justo donde desemboca el rio Aar en
el lago de Thun. Una isla que, antes no sé, pero, ahora, son dos líneas de
prosa dañina para el alma (¿) y para el bolsillo…en medio de esplendores
alpinos. Dos líneas en las que dios (?) ha escrito lo que tenía que escribir.
Pueden tomar vds. una copa e, incluso, comer alguna cosa…si no les importa la
proximidad de cebados ejemplares de “raza
helvética”. Dormir allí, sabiéndose rodeado de conciudadanos de Zwinglio,
dispuestos a restablecer el orden que sin duda vds. habrían trastocado con sus
risotadas meridionales… sería como intentar echar una cabezadita ante un
pelotón de fusilamiento.
Allí en aquella paradisíaca isla pasó el poeta ¡6 meses!...cuando llegó
el frío pero no la mujer, se le secaron las ganas. Tiempo tuvo, sin embargo, de
dar a luz las ideas que poblarán sus futuras obras: llenas de odio y ansiosas
de muerte.
Tal fue su experiencia que volvió a Paris (de donde años atrás, había
salido escopeteado)…con la intención de enrolarse ¡en el ejército francés! que
preparaba una “invasión” de
Inglaterra: soñaba con la muerte gloriosa…aunque fuera en las filas del enemigo
irreconciliable. Tuvo que recular por falta de “papeles”. Acepta un trabajillo en Köningsberg, cuna del otro, que
lo ha dejado sin certezas. Está claro que la cosa se dirige hacia el final
adecuado.
Berlín, Dresde, Berlín, encierro en Francia, Berlín. Su muerte es
anunciada en Praga. ¡Vive!...pero una vida que busca ansiosa la muerte…y todo
por no poder ajustarse a los altos designios que se había autoimpuesto.
Fracasados por diversos motivos los proyectos de una VIDA de amor
romántico, busca una compañera para la
MUERTE. ¡Y la encontró!
Sobre la losa infantil y la losa autoimpuesta, añadir sus dificultades de
dicción, que, sin duda, ayudaron a que sus ideas no fueran entendidas en
directo. Sus lecturas (ayuda económica) eran un fracaso por las risotadas que desataban. Ahí vemos al poeta
engolado, en medio de la distinguida concurrencia, peleándose con una explosiva
labial o con traidoras eclosivas: su rostro se encendía, se le endurecía la
yugular y se le llenaban los ojos de vesania y toda su persona de vergüenza.
Imagínenlo vds. leyendo: “KKkküsssss….e,
Bbbb bi bis biisse ¡Bisse!, Daaa ddaa
das rreeei reimt sss sss ssi sich…” (“Besos,
mordiscos, eso rima, y quien actúa de corazón puede confundir unos con otros”)…Toda
la grandeza, toda la paradoja…se escapa como un viento sibilante por entre las
separaciones dentales…y la sala se llena de rizomas y de carcajadas tan
mortales como los desgarradores mordiscos de Pentesilea en la carne dulce de
Aquiles.
Pentesilea y Kleist, víctimas de sus imposibles objetivos: ¡O mío, o
muerto!
Ya en sus días Kleist fue discutido: Goethe no lo apreciaba (a su obra me
refiero, él, por lo demás, era un encanto); Hoffmann, sí. Calificado de “medio romántico” o de “romántico genial”; de “suicida nato”
o de “sonámbulo”…para el cual la
muerte sería entrar en la fase de mariposa, tras la coacción duradera de la
crisálida.
Bueno, a lo que vamos. Encontró en la persona de Henriette Vogel, enferma
terminal de cáncer, aficionada a la música y casada, una compañera para la
muerte. Él siempre tonteó con estas propuestas y ella, en este momento, le tomó
la palabra: esperaban haciendo música juntos: piano y flauta.
No será una “Liebestod”, una
muerte por amor imposible…como el que no hacía muchos años había conmovido a
media Europa, sobre todo al estamento militar. Elvira Madigan y el oficial
Sparre, escondidos en los bosques de Dinamarca, agotaron sus felices días y
cuando se hubieron agotado, tomaron su última comida a la orilla de un
riachuelo y, como postre, se dieron dos tiros: primero lo probó la
contorsionista y después, viendo el resultado, el militar.
No fue una “Liebstod”…¡pero lo pareció!...¡se ajustó al original casi al detalle!...En realidad fue una espantada ante una vida sin un marco fijo que la contuviera.
Von Kleist, antes de acercarse al Wansee pasó por la casa de la madre de la tatarabuela materna de Nabokov con el fin de dar el último adieu a esa mujer "maternalmente amiga" y de una belleza extraordinaria de cuya hija, una Lolita de 12 años, Hedwig Marie, bebía los vientos.
Las orillas del Wansee, ya entonces, eran lugar de reposo y de dulces
paseos para los berlineses. Los más pudientes se construían allí sus
mansiones…como actualmente. Ahora en verano se convierte en un Blanes
cualquiera, con su zona nudista incluida. Los chiringuitos (¿) abundan, las
velas, las putas pelotitas…
Nuestra pareja tomó un coche en Berlín y se dirigió hacia Wansee (ahora podemos bajar en la estación Wansee S-Bahn) y se alojaron en la pensión de Stimming. Era la tarde 20 de noviembre de 1811…la luna estaba al comienzo de su ciclo.
Iban ligeros de equipaje. Salieron a dar un paseo. Cenaron frugal y
pidieron al mesonero una buena cantidad de velas. A las cuatro de la mañana
pidieron café. A las siete…¡más café! (no podrían dormir ni muertos). El
posadero los recuerda como la pareja más feliz, agradable y serena que había
visto en su vida profesional (en toda su vida, incluso).
Ya amanecido el jueves 21 de noviembre, envían unos mensajes a Berlín. Lo
que se dice comer, no comieron…”se
contentaron con las hierbas que cogían” (entre las cuales no faltaría el repónchigo, también llamado ruiponce, planta astrigente a la cual dedicó la Revolcuión Francesa el día de hoy),
pero encargaron una suculenta cena para la noche, con la rareza de que sólo dispusiera dos cubiertos.
Al tabernero no le salían las cuentas: vendrían dos de Berlín + la parejita = ¡Cuatro!...¡Pero no le dio más vueltas a la cosa!
pero encargaron una suculenta cena para la noche, con la rareza de que sólo dispusiera dos cubiertos.
Al tabernero no le salían las cuentas: vendrían dos de Berlín + la parejita = ¡Cuatro!...¡Pero no le dio más vueltas a la cosa!
Jugaban, se reían, se perseguían…¡en fin!... todo aquello que se hace
justo antes de morir. Y con esa ligereza que da el “no-ser-ya” salieron volando (Henriette hizo honor a su apellido)
hacia la cercana orilla del lago, dejando dicho que a las tres le llevaran ¡más
café! La sirvienta, a la hora convenida dispuso una mesita y sobre ella colocó
la bebida y las tacitas. Esperó:
“Y luego la desconocida señora pidió
a la sirvienta que hiciera el favor de ir a lavar la taza y se la volviera a
traer. Un instante después de haberse alejado oyó un disparo, al que no prestó
atención, y luego, al cabo de otros cincuenta pasos, una nueva detonación.”
¿No es la época de caza de los patos salvajes?...¿aquí no se abaten
faisanes?...¿No buscan cobijo las aves como “ángeles nuevos” ante la repetición de la historia?...Pero no se
oyeron más detonaciones y el silencio cayó a plomo.
“Cuando volvió con la taza limpia en
la mano ya no se oían conversaciones ni risas. Los desconocidos no estaban
sentados a la mesa. La sirvienta miró en derredor: vio primero el cuerpo de la
mujer, medio acostado, medio sentado en la falda de un montículo, con las manos
cruzadas sobre el pecho. A su lado yacía el cadáver del hombre, casi
arrodillado ante ella, con una pistola en la mano. En la mesa, entre la
cafetera y las tazas, había otra pistola”
En el interior del cráneo de la desolada señora surgió (como un eco) la
transcendental pregunta: “La inercia de
un cuerpo ¿depende de su contenido
energético?”*…No supo responder….¡pero la cuestión estaba planteada!
¿Viene a cuento contemplar y meditar sobre “Los amantes” de Magritte* (1928)? Dicen que siempre le rondó la
imagen de su madre ahogada y cubierta la cara con un trapo blanco que se había
pegado a la piel como máscara mortuoria.
Era exactamente el mismo lugar donde, diez años atrás, Kleist deliberaba, en compañía, sobre la mejor forma de suicidio. Llegaron a una conclusión: ¡una pistola!...¡nada de piedras en los bolsillos…!...¡Ay, si dragaran el Wansee!...
Los visitantes (ya no nos interesan) se hicieron cargo de todo.
Los muertos, de tanto café, un pudieron pegar ojo en toda la noche.
En el sitio, la inevitable plaquita que, con
motivo del 200 aniversario, han adecentado y completado con un pequeño
recorrido. Además de suprimir el “epitafio”
esculpido con ocasión de los juegos olímpicos del 36: "Nun, o Unsterblichkeit, bist du ganz mein" ("Ahora, oh inmortalidad, eres toda mía").
Por un más humilde y evangélico:
"Vivió, cantó y padeció / eran tiempos tristes y difíciles / buscó aquí la
muerte / pero encontró la inmortalidad.” (el original)…¡O al revés!... el
infeliz “encontró la inmortalidad”…¡yo
busco y no encuentro la diferencia ¡
Nietzsche: “Von Kleist se hundió
por esa falta de aprecio (indiferencia), y el antídoto más terrible para los
hombres extraordinarios es sumergirlos con tanta profundidad en sí mismos que
su salida a flote se convierta en una irrupción volcánica”.
Si cruzan vds. el puente que conduce a la “isla de los pavos reales” y siguen por la orilla, tras dejar atrás
la “Villa Liebermann” se toparán con
el palacio en el que se dio forma a la “solución
final” y se firmó su ejecución.
Mientras la “solución final” llegaba
aplicaban medidas provisionales…pero igualmente definitivas.
A estas alturas ya habrá acabado la selección musical…Si no es así,
¡cortamos por lo sano! Y ponemos en el
esputofaif:
·
“Body and Soul” de Coleman Hawkins*: el padre del
saxo tenor. Las consecuencias del “Crac”
lo llevaron a Europa. Mientras estuvo fuera, Lester Young pudo presumir de ser
el primer saxo tenor de América. Cuando volvió (expulsado de Alemania) Hawkins
y grabó este glorioso “Body and soul”…¡no
hubo más discusión!...¡Escúchenlo en todas las versiones posibles!...dará para
toda la tarde. Añadan a la cola: “Out of
november” y “Prisioner of love”…Y
tendremos la atmósfera perfecta para continuar.
Y este “body and soul” merece ser acompañado por un “mar y montaña”, (o por un “blanco y negro”). Elijo el “blanco y negro”, por sencillo y por claridad conceptual. El “sol y sombra” va de suyo…
Una noche de verano del año 1919, un extraño trío realiza una marcha
nocturna que los conducirá desde Thun, la isla en la que Kleist esperaba
convertirse en “buen salvaje”, a
Interlaken, en la franja que separa el lago de Thun y el de Brienzersee: Bloch,
Benjamín y su mujer, Dora.
Walter Benjamin y Dora, vivían desde hacía un año en la ciudad de Berna.
Benjamín trabajaba en su doctorado y se escabullía de la
militarización gracias a la ciática “histérica”,
inducida por las malas artes de Dora. Tenían un hijo: Stefan. Mientras el
futuro se configuraba vivían de los riquísimos padres de la mujer.
En otoño del 18 se trasladan al barrio de Marzili, junto a Aar….muy cerca
de donde vivían Hugo Ball y su encantadora y muy católica Emmy Henning. Ball
hacía tiempo que se había alejado de la inutilidad de “Dadá” y, sobre todo, de la sombra estirilizante de Tzara…Poco a
poco se convertirá en un “complejo”
de: “socialista, esteta y el monje”.
Morirá más cerca de lo último.
Ball y Broch se conocían desde los tiempos de la “Freie Zeitung”. Bloch
estudiaba concienzudamente a Münzer y le aconsejaba fervientemente la lectura
de Moro y de Capanella. (A pesar de eso) renaudaron su amistad en Suiza.
A comienzos del 19, Ball pone en contacto a Bloch con Benjamin y Dora
(que acaban de salir ilesos de la “gripe
española”). Bloch ya ha escrito “Geist
der Utopie”.
Poco después Benjamin presentará Scholem a Broch…¡y saltarán chispas!...(la
amistad de Benjamin y Bloch que parecía sincera, se revela devastadora en la
correspondencia de Benjamin con Adorno)
Por entonces Benjamin no sentía un especial interés por la marcha de los
acontecimientos: apenas se enteró de los acontecimientos alemanes; la derrota
de la república soviética de Munich y el desastre húngaro, sólo le afectarán en
la medida en que se ven implicados amigos suyos: Luckács…
Ya sabemos algo del trío que aquella noche de verano se trasladaba de
Thun a Interlaken (residencia de Bloch).
Con tanta espesura no me da ni tiempo a pimplar. ¡Alto! ¡Paren
máquinas!...carajillo al cincuenta por ciento y copuzo de Terry. Cigarrillo “lucky luke”.
Bueno, decir que las cosas no fueron bien entre Benjamín y Dora; que la
inflación alemana afectó severamente la “posición
económica” de la pareja; que a su padre (de Benjamin) le cortaron una
pierna (¡otro!) y que ambos creyeron encontrar el amor fuera del nido conyugal.
Se consoló comprando el “Angelus
Novus” (Klee).
Así las cosas, un viaje era lo adecuado. Benjamin lo tramaba desde hacía
un tiempo. Se decide por Capri, donde sabe que encontrará a Bloch, y a otros
amigos y conocidos. Influyó la belleza y la economía…¿Puede que también la
reciente tradición lésbica de la isla?...Allí se dieron cita, en aquellos años,
las sáficas más provocadoras y valientes de la época. Y era “refugio” o sitio de paso para muchos:
Gorki, Lenin, Marinnetti, Brecht y Marianne, Sofía Kyrilenko…
Es el momento en el que Scholem le insta seriamente a dicidirse por “Palestina”. Él duda y sigue ahogándose
en el “Drama barroco”…que no será literalmente
comprendido por nadie de los que dependerá la deseada “habilitación”.
Y en esa situación de “impasse”,
se abre una ranura y se cuela el milagro.
Y para celebrarlo que suene en el sputofaif:
- Una adecuada selección de Peppino di Capri
- Y todo lo que deseen de Roberto Murolo.
Llegó casi al mismo tiempo que Asja Lacis con su compañero Reich y su
hija Daga, enferma de neumonía, a quienes los médicos habían prescrito un clima
adecuado. Ausentado Reich, el azar
(buscado) se presentó en forma de “almendra”.
La “revolucionaria profesional”, bolchevique de la primera hornada, quería
comprar almendras pero no sabía cómo pedirlas. Y aquí irrumpe Benjamín con su
torpeza y educación habituales: consiguieron las almendras y le llevó el
paquetito (con dificultades).
--Permítame presentarme: Doctor
Walter Benjamin…¿Podré visitarla alguna vez?
--Naturalmente.
Al día siguiente ya estaba allí. Ella cocinaba. La niña estaba en
camisón. (lean vds. la entrada “Porcelana
china” de “Dirección única”).
Una vez roto el benjaminiano hielo a causa de una repentina llamarada
pasional, se habló largo y tendido. Ella le habló de su trabajo teatral con
Meyerhold, de cine soviético… de Maiakovski…de las costumbres soviéticas, de
Kollontai… y del brillante futuro que se les abría.
Él le habló de Gide, de Proust y sobre todo de Kafka.
Poco a poco le fue informando de
sus quehaceres: traducciones de Baudelaire, de su interés por las “afinidades electivas”… y del inevitable
“Drama barroco” que le serviría como trabajo de "habilitación académica".
--¿Por qué se preocupa vd. de una
literatura muerta?
En mala hora hizo la pregunta: una catarata de explicaciones
incomprensibles, envueltas en inseguros gestos de enamorado primerizo, llenó la
ahumada cocina y se mezcló con los espaguetis que se endurecieron como
conceptos.
Retrospectivamente comprendió la importancia y pertinencia del trabajo de
Benjamin y la relacionó con ciertas concepciones de Brecht (Genet, P. Weiss) en
las que la alegoría funciona como un medio de expresión de valor.
Los días pasaban con la melancolía del que presiente el fin.
Ante la insistencia de Scholem por
“Palestina”, la “amada” le
espetó:
--El camino de un intelectual
progresista lleva a Moscú, pero en ningún caso a Palestina”.
Scholem atribuye la “pérdida”
del amigo a su ausencia. Asja lo atribuye a su presencia..
Sea como fuere, 1924 y Capri marcaron una fisura en la persona y obra del filósofo. Asja y ”Historia
y conciencia de clase” de Lukács empujaban en la misma dirección. Fruto del
conocimiento de Asja fue: “Calle de
dirección única” y las novedades evidentes:
- el esfuerzo por pasar de un estilo marcadamente esotérico de escritura a otro exotérico, público, polémico y abierto
- la asunción de una problemática que excedía los estudios literarios y avanzaba decididamente hacia objetos ajenos a la academia y próximos a lo concreto de la vida cotidiana urbana
- la aproximación, (aforismos) a las vanguardias constructivistas una tradición a la que los comentaristas no suelen ligar el pensamiento de Benjamin. (L.G.G.)
Hay que decir que el método general ya estaba presente en W. Benjamin:
descubrir en lo más insignificante lo más importante de un suceso o
acontecimiento (como “describe”
Stendhal la batalla de “Waterloo”…¡desde fuera!)
“ESTA CALLE SE LLAMA ASJA LACIS, NOMBRE DE AQUELLA QUE COMO INGENIERO LA
ABRIÓ EN EL AUTOR”…¿Era consciente Benjamín de estar utilizando la definición
que dio Stalin del intelectual: “Ingeniero
del alma”?
Lean vds. la primera entrada: “Gasolinera”
y se les revelará, de entrada, la intención general de la obra.
En este libro empieza a prefigurar su particular visión del
materialismo, impregnada de romanticismo y de mesianismo, y en la que la “iluminación profana” (revelada a través
del amor) penetra en la realidad de la vida, de las relaciones y de las cosas
desgranando, por medio de pequeños fragmentos alegóricos y aforismos plenos de
densidad, la transformación y empobrecimiento que el capitalismo y la mercancía
hacen de la vida, con la mirada puesta en el presente y en la necesidad de
transformarlo.
La esperanza mesiánica pudo entonces combinarse con una
visión materialista de la historia, surgiendo una “teología de la revolución marxista/libertaria” (Michael Löwy), que
a Brecht le parecía un absurdo, en la que el Mesías irrumpirá con espada flamígera, cortando el tiempo y
destruyendo el orden socio-económico capitalista inaugurando un tiempo nuevo en
el que no se (arranquen) “los frutos aún verdes para colocarlos
ventajosamente en el mercado”…en
el que la tierra no sufra y “el
campo de buenas cosechas”.
Pero,
vamos, la razón efemérica no nos conduce a Benjamin, sino a Asja Lacis, el
medio por el cual Benjamin alcanzó la llave con la que abrir los
objetos-mercancías y mostrar sus relaciones con el mundo de la producción, de
la circulación y del consumo.
La
historia de amor no continuó…se vieron en Riga, en Berlín y dos meses en Moscú
(“Diario de Moscú” 6-12-26 al 2-2-27)
que le resultaron gélidos, y no a causa de las bajísimas temperaturas. Desde su
bajada del tren. Nadie le esperaba.
Cuenta
los besos y su duración, las palabras, las miradas, los pasos…Asja está
tuberculosa. Reich es omnipresente. “Hoy
le he dicho que me gustaría tener un hijo con ella."
Consciente
del fracaso del primer objetivo del viaje, intenta salvar los otros:
- Conocer de primera mano las costumbres soviéticas y su organización social.
- Deliberar sobre la conveniencia o no de su ingreso en el Partido Comunista (alemán o francés)…Sopesados los pros y los contras, decide no ingresar. Pese a todo, colaboró con un artículo (“Goethe”) con la “Enciclopedia Soviética”. Lunacharski decidió que ya estaba bien de cortes y correcciones y ordenó que no se publicara. También supo que la obra de Lukács estaba en el “índice”…
- Escapar a la mortal melancolía navideña. Decidan vds. mismos: “Con mi voluminosa maleta, llena de juguetes de madera y de hiero comprados de manera compulsiva en muchas tiendas y fábricas, me dirigí llorando a la estación a través de las calles en que empezaba a anochecer”…¡Benjamin y sus inevitables maletas!
Benjamin y Asja volvieron a estar juntos en Berlín. En “De profesión: revolucionaria”, confiesa
que,, por algún momento manejó la posibilidad de casarse con Walter. Benjamin
por su parte, había, por fin, roto definitivamente con Dora…¡A la espera!...
“Ningún amor es desgraciado”…¡No acabo de escudriñar todos los
recovecos de esa melancólica afirmación-deseo!
En Port-Bou quizá se convenciera de que el “Mesías” es la muerte, tal como creía Isaac B. Singer* y que el
único espacio-tiempo que rasga es el de la vida propia…y que sobre el amor y la
desgracia …¡hay mucho que callar!
Asja tuvo una vida profesional intensa: jefe del departamento de Cine de
la Oficina Comercial de la embajada soviética en Alemania; trabajó con Toller,
con Piscator, con Anna Seghers…influyó en la popularidad de Brecht; dirigió
teatros en Letonia y probó, como tantos otros el duro pan de la
deportación…eran los años del gran terror: 10 años (del 38 al 48) en
Kazajistán. De vuelta volvió a contactar con Brecht y Piscator.
Fue readmitida en el partido.
Pasó sus últimos años en Riga. Murió tal día como hoy, del año 1979.
Para acabar: ¿Era una espía (agente de información)? ¿Había sido enviada
por el Partido para tomar el pulso a la intelectualidad alemana?...¿no fue
Benjamin un pajarito entre las juguetonas garras de la bolchevique?...¿nunca
fue consciente (es natural) de su “asexualidad?”…Sus “amadas” así lo testifican. Benjamin encantaba, seducía,
deslumbraba, embelesaba, hipnotizaba, embrujaba… mediante un espeso líquido
conceptual que “regalimaba” una delicada
esperanza, a lo Pollock…
Como final no está nada mal ¿no?