25 de fructidor, dedicado al cangrejo de río.
1.
Toda la historia del mundo cabe en un día. Es decir, que si Vds.
eligen un día al azar y anotan todo lo sucedido en sus sucesivas
recurrencias, resultará una historia de la humanidad. Alguien lo ha
intentado con un segundo. El 11 del 11, tan binario, sirve
como cualquier otro. Puro
zen.
2.
De los ambarinos ojos de Hegel cuelgan dos lágrimas como dos granos
de uva moscatel.
- ¡No me dejes!...¡ni me niegues el pan!
- Pero, ¡Hegel!, ¿a qué viene esto?
- ¿A qué viene esto... a qué viene esto? ¿Y tú me lo
preguntas? ¿Tú?...¿¡el rey de las efemérides!?
- ¿Lo dices por Chile? ¿por Catalunya ¿por las torres gemelas?
- No te hagas el tonto...que ya lo eres.
Bueno, no me alargaré. Tal día
como hoy, del año 1959,
Jacques Brel (el extraterrestre de
la extraterrrstrre Bélgica),
grabó por primera vez: "Ne me quitte pas",
formando parte del LP "La
valse a mille temps", de
africana inspiración, dicen. Tenía 30 años. Edith
Piaff, sufre un desfallecimiento en Nueva York y es trasladada a
Francia para ir preparando su muerte; el listo de Moustaki se ha
quedado en América. A Boris Vian acaban de sacarlo muerto de un cine
de barrio. Yves Montand,, Gréco, Leo Ferré, Brassens, Becaud...
Ferrat... están
en la cresta de la ola. Hallyday,
Vartan, Laforet, Hardy, Dalida, ¡Bárbara!, Richard Anthony, Alain
Barrière... se están poniendo el bañador. El
Sena se dispone a a coger a cientos de argelinos que, para su
desgracia, no saben nadar y en Cuba, los barbudos han tomado el
poder.
En América "la
música acaba de morir" en
un campo de maíz entre Iowa y Fargo, Dakota del Norte.
30 años antes, Bélgica echaba
la casa por la ventana: centenario de su independencia; Hergé creaba
a "Tintín"
y lo enviaba a la URSS;
Maigret, recién
ascendido a Comisario jefe e
instalado en el Boulevard
Richar
Lenoir,
empezaba
su andadura pública y
Brel
se apresuraba
a nacer antes de que
el
jueves negro extendiera
su sombra por los cinco continentes.
Si,
a
pesar de todo,Vd.
recala
en
Bruselas,
¿a
cuento de qué? (por
lo demás), pues pásese por la cervecería À
la Mort
Subite
y
pida la cerveza definitiva, esa
que sabe a frambuesa ... lo sacarán con los pies p'alante como a
Boris Vian. Si, por el contrario, puede salir por su propio pie,
diríjase a "Aux
armes de Bruxelles",
en la cercana calle
de los carniceros
y ataquen, a
la brava,
un plato de mejillones con patatas fritas. Si
le quedan arrestos, les viene de paso, degusten el famoso
pescado fresco del mar del norte que sirven en "Chez
Vicent"
y unas gambas con gabardina (Brel se acostumbró allí a esa prenda)
en la vecina rue
du Passage.
Y así, bordeando la muerte, acaben su Vía Crucis en el Impasse
de la Fidelité, en
el Delirium,
donde le pondrán un café con aromas congoleños. No es extraño que
Brel, pese a la impedimenta familiar, abandonara Bruselas y se
estableciera en París.
En
el caso, improbable, que haya salido ileso y quiera añadir nostalgia
a sus dolencias, busque el tranvía 33 donde se encontrará con
Madaleine y su joven enamorado; desde
las ventanillas podrá ver uno de tantos "Jef",
cien kilos en canal, que deambulan por las sucias calles de la
capital política europea, paseando su honda depresión... como se
pasea la sombra
de un perro.
El
cantautor no lo tuvo fácil... hasta que Suzy
le convenza de que cambie de imagen y se quite el bigote de lustrador
de zapatos. Esto ocurría en "L'Echelle
de Jacob",
donde, como en sueños, conoció a Brassens. Dos meses antes Jacques
Canetti (¿les suena?) lo había convencido para venir a París. Todo
parecía el comienzo de una tragedia de envergadura. Canta unas
semanas en el local de
Canetti,
el celebérrimo "Les
Trois Baudets"
(donde el año anterior había debutado Brassens); recorre Montmarte
y los locales de Montparnasse recogiendo indiferencia. Miche (su fiel
compañera), su hija y la que va en camino, esperan en casa el
cargamento de indiferencia.
A
instancias de Canetti se presenta en el festival de la canción de
Knokke-le-Zoute, centro turístico del brumoso mar del norte, el del
famoso
pescado fresco. Quedó el último. Algo
que lo martirizaría toda la vida... ¡hasta
el final!
("La
chançon de Jacky",
"Knokke-le-Zoute
tango").
O sea: había cargado con la familia, dejado su ciudad, depositado su
esperanzas en el arte y, de momento, había cosechado un humillante
último puesto en un festival provinciano. Fue entonces cuando a la
buena de Suzy
se le ocurrió lo del bigote. Aquí ocurrió lo contrario que con mis
"primos"
de Francia, aquellos que consiguieron una cierta notoriedad en el
difícil arte de las variedades por la zona de Montpellier. Estoy
convencido de que buena parte del éxito, si me permiten la
expresión, se debió al bigotillo que el miembro masculino de la
pareja añadió
al escaso bagaje artístico.
Y
es
que, la verdad, cualquier radioyente que escuchara "Le
haine"
con aquellos ridículos arreglos... jamás se hubiera creído en
presencia de una promesa, sino de un malogrado, como tantos.
Brel,
es claro, aún no había dicho la última palabra.
Poco
a poco fue siendo conocido y apreciado. Se fue construyendo como el
cuarto vértice: Ferré, Montand, Brassens y Brel. Dejemos
a Gainsbourg de lado.
Cada cual a lo suyo, pero con un apabullante dominio de la escena.
Giras de la mano de Canetti y a la sombra de los grandes, le fueron
dando ese estilo patético
que
tan bien casaba con su físico estrafalario. Llegó a incorporar
hasta la pipa, tan de los años en cuestión y fue
abandonando
sus postulados "humanistas"
y cercanos a los "cristianos
de base".
...Y
en esto... llegó "Quand
on n'a que l'amour"
(1956).
Recibe el premio Charles-Cros y conoce a Jojo
que
le ayudará a alejarse de sus planteamientos antiores. Y también a
Suzanne
("Zizou")
y
se arroja la semilla de "Ne
me quitte pas",
"la
más hermosa canción de amor de la historia"
(¡¡). Esa "historia
de un gilipollas"
(J.B.) ese "himno
a la cobardía de los hombres"(J.B.).
Edith Piaf pensó que la humillación era excesiva, Brel, decía, se
flagela de forma vergonzosa, como un gilipollas
cobarde.
Barbara
también
pensaría algo parecido. Pero,
en fín, quien soy yo para meterme en camisa de once varas. A Brel le
salió, de donde fuera, una canción hermosísima. Y el resto es
silencio. Críticos hay que quieren ver influencias de Lorca o de
Dostoievski... por lo de "la
sombra de tu perro
".
Y
hasta de Lope de Vega.
Que
no fuera él el primero en grabarla no importa. Lo cierto es que tal
día como hoy, del año 1959,
entraba
en los estudios de la Philips de París. ¡Cuando salió era Jacques
Brel!
Y
tal día como hoy, del año 1847, en un bar de Pittsburg (Pensilvania
naturalmente) se interpreta por primera vez "Oh!
Suzanne"
de, como
saben,
Stephen Foster y
que,
como también saben, no trata de la desolada Zouzou,
sino
de un enamorado que viaja de Alabama a Luisiana, calzando
una chirucas y
cantando, sin parar, ese insidioso, creo,
estribillo: "Oh!
Susana, no llores más por mí...."
-"¿Sombra
de tu perro?" "Pittsbourg"...¿Lo
ves? ¿Lo ves? ¡Algo
tramas!. Y lo de ¡no me quites el pan!...
-¡Calla,
Hegel! Creo que la lírica no es lo tuyo.
-¿No?
¿Quién, sino yo, te ha aficionado al lieder alemán? ¿Quien, sino
yo...?
Le
arrojo un trozo de pan, me mira y se lanza a por él. Se acaba la
discusión.
Pongan
la canción, la versión original, no la del 72. Observarán que la
canción empieza con el sonido de una Onda
Martenot.
Junto con el Theremin
y el Trautonio,
constituyen
los ancestros del moog
y demás sintetizadores contemporáneos. El
Theremin es esa máquina que emite ruidos sin que el músico lo
toque. El músico se limita a hacer contorsiones y muecas y las
antenas del Theremin, una vertical y otra horizontal, va traduciendo
esas gilipolladas a sonidos etéreos e intrigantes. Bueno, pongan la
canción y escuchen: 17 notas Martenot
y ¡sí, en efecto! una
frase musical que recuerda (y algo más) el inico del segundo
movimiento de la Rapsodia Húngara nº 6 de Listz. Sobre el minuto 3,
vuelven las ondas, pero esta vez después de la Rapsodia. Por lo
demás, prefiero la versión del 72. Y entre las infinitas
realizadas, la de Nina Simone y
la de Barbara, ¿por qué no?
3.
"Una
mañana del mes de septiembre de 1609, un ruido de cadenas turba al
fin este reposo que parecía eterno. Caen unas anclas al fondo del
agua. "La Medialuna", enviada por unos mercaderes
holandeses a través
del Atlántico, acaba de fondear. Su capitán, el inglés Hudson, de
pie en el puente de popa, escudriña el horizonte; a babor y a
estribor ve el mar hundirse en las tierras: ¿son aquellos unos ríos
o es el paso marítimo que busca desde hace tanto tiempo y que, al
unir el Atlántico con el Pacífico, le permitirá llegar por fin a
la China? Hudson se decide por el brazo de mar del norte. Remonta el
río que llevará su nombre y que él cree la verdadera ruta de la
seda, objeto de su misión como de todas las exploraciones europeas".
A
los tres meses está de vuelta. No ha descubierto la ruta de la seda,
pero ha abierto un negocio mayúsculo, rascaciélico,
diría.
Era
el ¡11
de septiembre!.
Y así lo cuenta el colaboracionista Paul Morand.