(asteriscos * remiten a razones efemerísticas)
Seguiríamos
en París, donde el frío continua; una ligera brisa del N.E. nos
hiela el corazón. Bufanda y gorro “Ignatius.
Naturalmente, hubiéramos traído ropa interior…...etc..etc. En el
Hotel de la Régence,
aunque no les hubiera parecido adecuado, tendrían que habernos
servido dos calvados acompañando el desayuno continental. Y así,
con el puntito cogido, nos dirigiríamos hacia L´Hôtel
de la Ville.
Sin embargo estoy aquí,
recién pensado lo dicho, acariciando la huesuda cabeza del perro
que, ¡ya!, pide el paseo matutino...etc..etc
Bajaríamos a Rívoli y
seguiríamos rectos hasta que nos diéramos de bruces con el magno e
histórico edificio. Veríamos vitrinas repletas de mercancías de
lujo...y pensaríamos en cómo el urbanismo ha sido un arma poderosa
de desposesión de lo común en manos de nuestros enemigos.
A la altura
del Louvre el airecillo habría vencido la resistencia de nuestras
defensas y nos apetecería un fif-fifti para entrar en calor. En la
barra, a lo Jean Marais, echaríamos (con muchísima delicadeza y
precisión) un poquito de calvados en la tacita del petit
creme y el
resto (?) lo beberíamos de un trago. Un pequeño golpe al dejar la
copita, limpiarnos con el dorso de la mano y... ¡a la calle! El bar:
“Alter Ego”.
El 25 de
febrero, aún sin proclamar la
República, las carteras estaban repartidas y se preparaban para una
partida eterna de ajedrez. Raspail se dirigió al Hotel de Ville y,
en nombre de proletariado de París (y pistola en mano), dio jaque
mate: ordenó al gobierno provisional que proclamase la República.
Tenían un plazo de 2 horas, de lo contrario volvería con 20.000
hombres y no quedaría piedra sobre piedra. Les sobró tiempo. París
se inundó de carteles que anunciaban la proclamación de la
República. La exigencia de trabajo para todos se concretó en la
creación de los Talleres Nacionales (de corta vida). Pero...incluso
para esto hizo falta la presencia de los mentados 20.000 obreros que
exigieron un ministerio propio de Trabajo.
El encargo recayó sobre Blanc
y Albert, que, sin presupuesto, tendrían que encontrar los medios.
Les dieron una “oficina” fuera del edificio... ¡Hasta tal punto
les era odiosa su mera presencia!
Cerca de
nuestro destino, en la rue Saint Martín, compraríamos un Gitanes
y nos sentaríamos en la terraza, contigua, del “Inn”,
bajo una tubería petroquímica:
Cogeríamos cualquier periódico e intentaríamos el sudoku con la
ayuda de un Dry, estilo Buñuel.
Confundieron
lo que era la conquista del campo de batalla en el que luchar por su
emancipación, con la emancipación misma. Detrás de la Corona se
escondía el Capital: Así se puso de manifiesto, en su forma pura,
la dominación de clase. ¡Otra ocasión perdida! El proletariado no
podía tocar ni un pelo del orden burgués mientras no sublevara
contra ese orden a la MASA (campesinos, pequeña burguesía) de la
Nación, que se interponía entre las dos clases en pugna y hacía
ineficaz la lucha del proletariado; mientras no obligara a esa masa a
unirse a la causa proletaria. “Sólo
al precio de la tremenda
derrota de Junio podían los obreros comprar esa victoria”
(K.M.).
El
proletariado volvió a confiar en la burguesía (en algunos sectores
“liberales”). Y volvió a pagarlo caro. Dio la cara por ellos y
se lo pagaron como siempre: “¡Así
paga el diablo
a quien bien le ayuda”!
Hasta Junio
fue una continua contraofensiva del capital y un desarme paulatino
del proletariado: Elecciones, impuestos agrarios,
encarcelamientos...maniobras con la deuda pública, retirada de
fondos, huelga de capitales, “corralito”
(conversión de depósitos en deuda...impagable) ¡En fin cosas que
nos son, de sobras, conocidas!
¡¡París!!
Acabaríamos el Dry, pese a
que nos apetecería escupirlo. Y dejaremos el sudoku a medias y lleno
de tachadura para irritación del siguiente cliente.
No tendríamos ganas de seguir
deambulando. Dejaríamos Paris, sumido en la fiesta, ciego a la
matanza que se avecina.
Algo quedó claro en Febrero:
El proletariado NO PUEDE esperar nada de su enemigo. La extensión
(el triunfo) de la Revolución (“Primavera de los pueblos”)
hubiera sido determinante: Internacionalismo y Revolución
Permanente.
Pero
estamos aquí. Hemos puesto orden en la casa y hemos cocinado
(verdejo de Rueda) unos garbanzos con bacalao (adornado con
guindillas de Tudela. ¡Can Roca!). Nos pimplamos una botella de vino
“hors de série”
y acabamos con fifti-fifti con remolque.
¡Que suene en el Esputifiaf
la segunda* de Mahler! ¡Y después los últimos cuartetos* de
Beetoven! Y después debería sonar Schönberg*, pero no sonará.
Vds. me perdonarán, pero no estaré en condiciones.
Tal día
como hoy, del año 1947, se publica “El
doctor Fausto” (Th. Mann). Empezada
el 27 de mayo de 1943 (Las cifras tienen su importancia!) en plena
campaña de bombardeos aliados contra las ciudades alemanas.
Hace tiempo (¡demasiado!)
escribí:
“Las
congojas del amor ejercen un curioso efecto en las naturalezas que,
como la mía, son proclives a lo artístico, pero su fuerza creadora
es escasa. Deben contentarse con roer la cáscara del sentido. Han,
penosamente, de limitar su actividad a la pura mecánica
quisquillosa de buscar relaciones y signos...” (¡Aún
seguimos en esas!) (...) “Pues están
imposibilitados para la verdadera creación” (...) “Un jugador
compulsivo sólo busca el juego y perder el tiempo, que es en
realidad lo que se juega. A veces parece (no le pongo convicción)
como si las suertes se esforaran en mostrar la morada del noúmeno
(...) Juego y Amor. Y Muerte: o sea: Mundo, Demonio y Carne.”
Esto lo escribía en el 30
aniversario de Mann (y del 44 anversario de Adrián L. El desgraciado
personaje de la novela).
Conocemos el argumento de la
novela. Yo pretendía entonces revelar la común estructura formal de
la novela con la del Apocalipsis de San Juan. Quien haya leído la
obra convendrá que la idea no es, en absoluto descabellada: En la
novela se destilan, y confluyen tres Apocalipsis (en el sentido de
“apocalíptico”):
1. La obra
culmen del músico-protagonista (en realidad es un Nietzche-músico
que ha tomado algo de Mahler...), que coincide con el colapso del
artista sobre el piano (¿caballo de Turín?)
2. El
derrumbe de Alemania
3. y el de todo el mundo
civilizado.
Cada uno de estos tres
desastres se va desarrollando en la novela siguiendo un juego
numerológico diferente. Finalmente confluyen y se produce el
derrumbe conjunto.
El 7, el 9, el 13 (y las
combinaciones cuyos dígitos suman esas cifras)...Juegos demoníacos.
No daré más detalles. Pero
mi intención última era demostrar que Mann, humanista reconocido,
cayó en el error por excelencia de los humanistas: el formalismo.
Mientras el autor reprocha a Adrián el haber vendido su alma al
diablo (por el triunfo de su arte (dodecafonía) en unas
circunstancias que hubieran exigido otra cosa.).¡ÉL está haciendo
lo mismo!: se entrega a juegos formales, a numerologías, al
establecimiento de relaciones formales que lo vuelven incapaz de
comprender lo que está pasando. Y esa incapacidad es un granito de
arena que añadir a la montaña del desastre.
Mann no es ajeno a esta
constatación y, creo, que, en el fondo, la novela es una autocrítica
por su (del humanismo liberal europeo de entreguerras) incapacidad
prospectiva (e inactividad). Para muchos el dilema se presentó de
forma clara: Socialismo o Barbarie. ¡Basta con lo dicho! ¡Lástima
que los días sean tan cortos!
Un
gin-tonic mientras concluye el último cuarteto de Beethoven.
Mientras
aprovechamos el último sol de la tarde, paseamos al perro. Nos viene
a las mientes aquellos versos de Eliot (“Cuatro
Cuartetos”, publicados el 25 de
febrero de 1943):
“De agravio en agravio
avanza el exasperado
espíritu, a no ser que lo
restaure ese fuego purificado (r)
donde hay que moverse según
medida, como un bailarín”. (...)
“Pasado y futuro
conquistados y reconciliados”.
Esos
“Cuatro Cuartetos”,
dedicados a los cuatro elementos naturales (el
airoso
Burnt Norton, la
sólida
East Coker, las líquidas
The Dry salvages, y
el ígneo
pueblecito de Little Gidding)
y puestos bajo la advocación de Heráclito (todo cambia), no
pueden entenderse fuera del marco cristiano de la culpa y la
redención...y quizás sin su condición de
herniado.
«Hace
días que cohabito con T.S.E. [es decir, T. S. Eliot] con gran placer
por mi parte y con algo menos por parte de mi familia, que se ha
revelado un tanto insensible a los encantos de la prosodia inglesa.
Hablan de echarnos a los dos a la calle». (Gil
de Biedma a Paco Mayáns. Ver documental
de RTVE: “Jaime Gil
de Biedma. Retrato de un poeta”
)
"Está
claro que mantuvo a lo largo de su vida puntos de vista claramente
fascistas sobre cuestiones claves. Fue un tanto antisemita y
sumamente clasista. Procedía de una élite de la sociedad
norteamericana sumamente exquisita que ha desaparecido completamente
del mundo" (Gilbert).
… Pero,
a veces, a los poetas, sin querer, les salen palabras inesperadas por
la boca (quizá cuando duermen)... los versos anteriores podían
haberse intercalado en las meditaciones de la mañana.
El perro,
sin que le diga nada, se acerca a la (su) farola y me invita a un
fifti-fifti. Volvemos a casa rumiando, yo lo del fuego purificado
(r)...y el perro un hueso de ¡a saber!
¿Veis la vida?: se pasa
recordando. Epicuro recomendaba llenarla de actos valerosos y felices
para solaz de la “época de la tarjeta dorada”.
Espinacas del huerto (verdejo
de Rueda) rociadas de piñones y pasas de Corinto. Medio de tintorro
y fifti-fifti. En el esputifaif: Caruso (nacido tal día como hoy
del año 1873).
Con Caruso
la industria consiguió un hito importante: The
Gramophone Company le persuadió para
que grabara diez arias. Su voz era perfecta para el gramófono (la
primera grabación eléctrica se realizaría 23 años después, un 25
de febrero): convertía sus defectos en
virtudes. Le reportó 20.000 libras al año que, pronto, se
multiplicarían por diez. Mientras Lenin se preguntaba “¿Qué
hacer?”, Caruso lo tuvo claro.
Cantó en
el teatro del Amazonas (Manaos) “Ernani”
(Verdi)...(Fitzcarraldo).
Para concluir el día (DVD)
tendremos que hacer una elección digna de Kierkegaard:
“El crimen de Cuenca”
(estrenada, con escándalo, en el festival de Berlín de 1980);
“La naranja mecánica”
(A. Burgess nació tal día como hoy del año 1917);
Alguna del gran (y un pelín
facha) Alberto Sordi (muerto tal día como hoy de hace,
exactamente 10 años).
“Landrú”
de Chabrol;
“Monsieur Verdoux”
de Chaplin (estas últimas inspiradas en Landrú, guillotinado en la
cárcel de Versalles tal día como hoy del año 1922).
Me decido
por “La Gran Guerra”:
Un monumento a los antihéroes que fueron obligados a luchar en la
primera guerra y, ni aún así, lo hicieron.
A soñar
con las transparencias de Rothko (suicidado el 25
de febrero de 1970) espero que no
aparezcan como cortinajes de “L’Hermitage”,
mansión construida por Landrú: La guerra se lo puso
fácil...abundaban las viudas...las desplumaba y las quemaba en el
horno del hogar. Ni que aparezcan como sábanas del lecho mortuorio
del pintor, que acabó su vida entre antidepresivos y alcohol.
El perro se acurruca junto a
mi cama dispuesto a desgarrar cualquier atisbo de pesadilla.