El
violinista en el tejado.
La gata sobre el tejado de…
En
la Latina, no lejos de la madrileña Plaza de la Cebada, donde se juntan Santa
Ana y Bastero encontrarán Udes. un bar perfecto donde tomarse un respiro (y
unas cañas) para sus alocadas incursiones en el Rastro: La cabra en el tejado. A mí que soy del pueblo donde solventes estudiosos
han localizado el origen de la voraz y atrabiliaria cabra murciana, no me
sorprende nada que proceda de esos rumiantes de sonrisa diabólica, a lo
Carpeaux.
Pues
eso, tómense unas cañas (y un respiro) y rememoren, rememoren… rumien, rumien… y lean "El peatón de París" de Leon-Paul Fargue.+ y esta mi entrada se tornará inútil.
I
10
de enero 1922. Hace una semana que Sylvia Beach ha recibido el primer ejemplar
de Ulises.
Una
pequeña, desde el punto de vista cuantitativo, multitud se agolpa a las puertas
del 28 de rue Boissie d’Anglas, en la rive droite. Desde el punto de vista
cualitativo, es portentosa. Suena música estridente. Está a punto de producirse
un acontecimiento memorable: la inauguración de Le Boueuf sur le toit.
II
No
tengo más remedio que referirme al repugnante Paul Claudel, hermano de la
mártir Camille (no incluida en la una de las odas más fascistas de la historia
de la literatura: “A los mártires
españoles”) y al servicio de la diplomacia del estado francés. Durante su
estancia en Brasil, tuvo como secretario a Milhaud, el músico. En 1918 Milhaud
está de vuelta en París. Mientras tanto ha tenido lugar el ruidoso estreno de Parade (Satie, Picasso, Cocteau…). Los
ballets rusos triunfan por todo lo alto.
A
iniciativa de Milhaud y bajo la amable hégida de Satie (y la dirección artística del halitósico
Cocteau, que estaba en el acmé de su
existencia) aparecen los “Nuevos Jóvenes”, potassons,
que se transmutarán (1920) en “Les Six” (que nunca fueron seis), emulando a
“Los cinco” de Balákirev. Satie, que suena a siete, acaba de abandonar (es un decir) el grupo. Les une todo
aquello que les separa del wagnerismo y sus derivaciones.
Milhaud
ha vuelto cargado de ideas y de ritmos. Sin ir más lejos ha traído una
composición de título inestable: Le Boeuf
sur le Toit, ligeramente inspirada en un tango de carnaval de José Monteiro y que había sido grabado
recientemente (¡para Odeón!) por la banda de Batalhao Naval.
Para ser exactos
se trataba de una especie de ballet sin título; adoptó el de Monteiro poco
antes de ser estrenado en la Comedie des Champs Elisées. Fue el 20 de febrero
de 1920, justo un mes después de la muerte de Modi y del suicidio de Jeanne… el
muerto al hoyo y el vivo al bollo… Éxito total… que celebraron en el Gaya. No hay
ni que decirlo, pero, vamos, fue Cocteau quien sugirió la idea de convertirlo
en un ballet con argumento y tal… en la línea de Parade, cuyo rebufo querían aprovechar. El conocimiento del
argumento, no exento de gracia, se lo supongo a Udes.
III
Un
tal Schwartz, alemán, compró, para invertir, dijo, un bajo en rue Duphot y no
sabiendo qué hacer con él, actuó como un emigrante español: montó un bar. El
tal Schwartz estaba liado con el padre de un joven músico, Jean Wiener (…
Infórmense Uds. Infórmense). El joven, que asistía a los sábados de Cocteau, lo
organizó todo para que el local fuera un éxito: sería el refugio de Les Six y
de todos los adoradores de Cocteau. El nombre estaba cantado: Gaya. Louys Moyses y sus hermanas
dirigirían el establecimiento. Wiener tocaba el piano y el acomodaticio
Cocteau, la percusión… con las herramientas que le había prestado Strawinsky. Doucet
haría funcionar el tremendo Orpheal.
El
éxito fue total. La combinación de cutrez y elegancia era imbatible. Allí se
encontraban, culo con culo, desde el Príncipe de Gales hasta Brancusi, pasando
por la multitud que componían los Ballets rusos y ese Bébé siniestro, de nombre Raymon Radiguet que, a la sazón, rompía
relaciones con la desolada Alice-Marthe
y las empezaba con Beatriz Hasting, la que fuera amante de Modigliani antes de
conocer a Cocó de Nuit. 1920 corría
hacia su final, el Gaya se iba quedando pequeño y el diablo Radiguet empezaba a
novelar su experiencia de guerra.
–¡Camarero. Póngame una de
calamares y una cervecita! Y, perdone, digo yo… eso de la cabra… ¿de dónde
viene?
–El tejado no soportaría más peso.
Y lo más parecido que hemos encontrado ha sido una cabra.
–Entiendo.
IV
Cocteau
tuvo su verdadera edad de oro entre 1918 y 1923. En esos años puso los
cimientos de su incierta gloria. Desde un pequeño restaurante de la place de la
Madeleine apacentaba el rebaño de la juventud más inteligente, más chic y más
alegre de París: Wiener, Jean Hugo,
bisnieto del bisabuelo, recién casado con Valentine, Radiguet, Satie,
Raval, Milhaud, Auric, Poulenc, Honneger, Aragon, Breton, Morand,
Tzara, Brancusi, Picasso, Marie Laurencin, Picabia… Las diferencias surgirían
después.
En
cierta manera, estos sábados, con permiso de Milhaud, fueron la continuación de
los miércoles de Apollinaire… que sucedieron a los martes de Mallarmé… que
sucedieron… Con un poco de suerte y algo
de morro te salía gratis toda la semana. Eso sí… tenías que dejar las cosas
claras de entrada.
V
En plena guerra (1917)
Salmón (No. No hace gracia apellidarse Salmon), que trabaja en l’Intransigeant, contacta con un viejo
amigo dibujante con el fin de echarle una mano, como ya había hecho con
Foujita: Dos ilustraciones por semana, en primera página. Pas mal!
Como ese colega vivía
en Saint-Maur (Rabelais, Tati, Trenet…), cercado por el Marne, famoso destino
de fin de semana por sus diversiones fluviales… y un poco alejado del centro de
París, acostumbraba a enviar a su hijito con el encargo. Un niño de 14 años,
pantalón corto y una mirada extraña,
sombreada por una mecha traviesa… buen candidato a la crueldad.
Este
Bébé avieso también dibuja y le
arranca la promesa a Salmon de que publicará sus dibujos. Los firmará como
Rajki, no hay problema. Al mismo tiempo se descuelga con un poema. Salmón lo
envía a Max Jakob y consigue introducirse en L’Intran (1919) Aprovecha un homenaje a Apollinaire para leer un
poema propio. Cocteau está presente. Rimbaudianamente
impresionado, tomba dans les bras de la
jeneuse.
Desde entonces Radiguet forma parte de los íntimos del poeta de
aladas manos, asiduo de los sábados de la Madeleine… y objeto de deseo general.
Por entonces da por concluida la aventura con Marthe-Alice, que lo busca, desconsolada, por las redacciones. Él
comienza El diablo en el cuerpo
(finales del 19) y su relación con la Hastings, quien, a su vez, será amante de
Katherine Mansfield, muerta el 9 de enero 1923 en Fontaineblau, dos meses antes
de la publicación del Diablo en el cuerpo,
11 antes de la muerte de su autor y un año, exacto, después de la inauguración
de Le Boeuf sur le Toit.
VI
El
Gaya se hizo pequeño, como era de esperar. Así que el avispado Moysès lo
traslada al 28 de rue Boissy-d’Anglas, a cinco minutos, andando, de rue Duphot.
Todo entre Concorde y Madeleine. Era el 15 de diciembre de 1921.
Picabia
estaba pasando una temporadilla regular. Una afección del ojo (¿derecho o
izquierdo?) lo tenía medio postrado. Lo trataban con cacodilato de sodio, un
activador general del metabolismo, convertido, ahora, en un peligroso
medicamento para reses y, de siempre, para contener la avariosis, vulgarmente
denominada sífilis. En primavera se le había presentado la dolencia. Para
ocupar las largas y melancólica tardes de verano y otoño, pintó un ojo, el
suyo, en la parte inferior de un lienzo e invitó a todos aquellos buenos samaritanos
que pasaban por su estudio de Passy a que estamparan su firma, o lo que tuvieran
a bien, en la superficie, cada vez más abigarrada, del lino. Fue presentado en
el Salón de Otoño… y rechazado. Los últimos toques fueron dados la “nochevieja
cacodilata” en casa de la cantautora Marta Chenal, cuya famosa Marsellesa aún resonaba en los oídos de
los parisinos. Duchamp añadió una segunda “r” a su Rose Sélavy. Por cierto
sepan Udes. que las manos y antebrazos que aparecen en la famosísima foto de
Man Ray, pertenecían a la mujer de Picabia.
Bataille
estaba en el seminario, luchando a brazo tendido contra las tentaciones de
Nietzsche… lejos, aún, de su Historia del
ojo.
El
nuevo local, y sus descendientes, estarían, desde entonces, presididos por ese
ojo enfermo al que nada ni nadie se le escapaba. Y unas fotografías de Man Ray,
que acaba de conocer a Kiki en un bar de rue Vavin, a un tiro de adoquín de la
Rotonde y le Dôme.
VII
10 de enero de 1922.
Una pequeña, desde el punto de vista
cuantitativo, multitud… Cocteau ha sido quien ha elegido el nombre del
establecimiento: le llamaremos Le Boeuf
sur le toit y así tendremos asegurado
el éxito. Estuvieron todos, bueno menos Proust. Incluso Breton se dejó caer.
Picasso chismorreaba con Laurencin… Un perfume de jazmín inundaba la sala… y se
detenía en seco al llegar a los dominios del Zotal. “Chanel 5” le llamaban.
Coco había empezado su fulgurante (con claroscuros) carrera.
Brancusi
apareció acompañado por el pequeño diablo Radiguet: tez blanca, ojos pálidos,
bajo, miope, despeinado, hierático; usaba sus gafas rotas como monóculo (¡!)… y
cuando liaba uno de sus cigarrillos sembraba de hebras de tabaco todo el
establecimiento. Su novela está en
prensa como quien dice, pero su fama, de las manos ubicuas del halitósico
Cocteau, recorre toda la rive guache.
Brancusi está desubicado y le propone a Bébé ir en busca de cielos más sencillos. Pretendían llegar al sur de Van
Gogh… y amanecieron en Bretaña… se equivocó la paloma, por ir al sur fue al
norte… Vestían smoking y zapatos de charol. Marsella, Niza, Ajaccio. El 31 de
enero estaban de vuelta en París. Del smoking les quedaba la pechera. La ropa
interior quedó desgarrada en los acantilados de Bonifacio.
En
Barcelona se anunciaban remedios para las almorranas y el conde de Romanones
aseguraba que apoyaría al gobierno en la aprobación de los presupuestos.
Duchamp
se aburre en París y vuelve a Nueva York… a dar un silencioso jaque mate al
Arte. Cuando vuelva, en el 23, se establecerá una temporada en Bruselas para
perfeccionar su técnica ajedrecística. En el ínterin ha muerto Proust. La
mañana en que Cocteau y Man Ray por fin deciden ir a su casa a hacerle UNA
fotografía lo encuentran cadáver. Radiguet, de la mano de Cocteau, asiste a las
exequias. El Diablo en el Cuerpo está
en la fase de correcciones. Su publicación coincidirá con el retorno de Marcel
a París. La estrella Radiguet pasa a fase de supernova. Hubiera dado risa, si
no fuera por lo que fue, con su güisqui, sus rayitas de coca o sus ensoñaciones
opiáceas. Le Boeuf era su casa. Por
lo demás, por allí pasaron todos: desde Gide con su inseparable verruga en el
entrecejo y su capa desfasada, hasta
Cocó Chanel, pasando por el joven Simenon. Gide, en un arranque de amor propio,
se quemó la tuberosidad cuando ya daba igual y Coco acabó, es un decir, con su
capa periclitada y con todo rastro de las prendas Poiret.
VII
Entre
los más jovencitos y siniestros clientes del local: las hermanas Bronia y Tylia
Perlmutter, polacas, rusas o, incluso, rumanas y los hermanos Jean y Jeanne Bourgoint, “enfants terribles” antes de que Jeanne se suicidara y el segundo se
hiciera trapense, como paso previo a una leprosería del Camerún.
Bronia,
tan ambigua y turbia como Radiguet, hace su aparición por le Boeuf a finales del 22. Ha llegado a
París, desde los Paises Bajos, de la mano de Mondrian, y de su mano, supongo,
se convirtió en modelo de Kisling, entre otros. Entró decidida y ataviada con
un modelo de Poiret. Raymon la miró a los ojos e hizo sonar, con la izquierda,
el hielo de su vaso de tubo, mientras que con la derecha se colocaba las gafas
rotas como monóculo. Bronia miró a los ojos a Radiguet y se pasó la lengua por
su labio superior. Las miradas quedaron entrelazadas como los reptiles herméticos de Tiresias. Era el primer
amor, para ella y el último, para él. Se refugiaron en el Hôtel Foyot de rue
Tournon, donde se establecería Roth antes su obligado traslado al Hôtel de La
Poste, en cuyos bajos aún se conserva (¡y por muchos años!) el Café Tournon,
última escala de Joseph en su decidida carrera hacia el infierno. En las
jornadas de junio del 48 Baudelaire vivía en el 7 y Bakunin en el 10.
Iban
dispuestos a contraer matrimonio. Cocteau se retorcía las inacabables manos de pura
(es un decir, pues nada puro hubo en él) envidia y los perseguía como el tábano
a la inocente Io. La muerte de Radiguet evitó la tragedia. Desde entonces, las
malas lenguas, llamaron a le Boeuf sur le toit… “le veuf (viuda) sur le toit”.
IX
Bronia
siguió viviendo (por suerte Coco había inventado un sencillo y elegante
vestidito negro): Picabia, Duchamp, Man Ray, Cocteau… Hasta que llegó René
Claire. “Relâche”, “Entr’acte”… y una serie de sainetes
entre los cuales uno en los que aparecen Duchamp y la Bronia personificando a
Adan y Eva según la versión de Cranach.
René, en bambalinas, iluminaba el
escenario desde arriba. Y fue entonces cuando quedó prendado de la primera
pecadora, gracias a la cual, todo se nos ha hecho más soportable. Se casaron y
tal… Y para poner punto y final a aquel amor desgraciado y a la época dorada de
Le Boeuf (veuve) sur le toit realizó Sous les toits de Paris, primer film sonoro del cine francés.
X
Ya
ni me acuerdo desde dónde estoy escribiendo lo que escribo. ¿Sigo en La cabra sobre el tejado? ¿Sigo en Madrid? Esté donde esté, me levanto, dejo el
dinero sobre la mesa, llamo a mis Custodios volamos hacia la Valdecruces de Concha Espina o Castrillo
de los Polvazares para el resto.
–¿Qué se te habrá perdido por esos
polvazares?
–Volad, volad, malditas…
–Kino, Kino… ¡quién te ha visto y
quién te ve!
–¡¡Vosotras!!
En
un pis-pas estamos en El Almacén del
arriero, dispuestos (yo) a zamparme un femenil
cocido maragato y mis Custodios a divertirse en los humedales del Jerga. Y es
que los castrilludos siempre han
tenido fama de arrieros: introducían en las tierras de interior los salazones y
pescados que adquirían en la costa. Eran los arrieros maragatos (¿valga la
redundancia?), de donde Maragatería: “Seca,
pobre y fría. Comercia con animales. Centro comarcal Astorga…” Así me lo
enseñaron.
Durante
los ochenta, Bronia, veuve, pasa los
veranos en Castrillo de los Polvazares. Que ¿cómo descubrió ese pueblo?...
Pues… Infórmense Uds. Infórmense…
Los
castrilludos la recuerdan vestida de
blanco. El elegante vestidito negro ideado por Coco Chanel se le había quedado
pequeño.
¿Ven
Udes.? Las historias se cierran en donde menos se lo imagina uno: En las
estepas maragatas.
Por la pintoresca Calle Mayor de Castrillo se pasea un buey.
Los tejados de pizarra contemplan su deambular.
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