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domingo, 10 de noviembre de 2013

Propuesta para hoy, día 10 de noviembre. Asamblea del circo Busch.





Los mayoritarios (SPD) reaccionaron desde el primer momento. La misma noche del 9, Ebert envió al recién nombrado (por él mismo) comandante del ejército en Berlín, Wels, a instruir al recién llegado cuarto regimiento de cazadores y a todos los acuartelados. Ebert lo vio claro: como no podemos evitar no inevitable, sofoquémoslo desde dentro.
Wels dedicó toda la tarde-noche del 9 a lanzar las consigas: “Unidad” y “no a la guerra entre socialistas” y a señalar claramente al enemigo: Liebknecht. Arrancó la promesa de defender, aunque fuera con las armas (¡mejor!) la unidad de la “clase”.
Para nosotros, comunistas de toda la vida (de ello pudo dar fe el perro), la verdadera unidad es “unidad en la acción”…el resto vendrá por añadidura.
Y, así, con los deberes hechos, se presentaron, la noche del domingo 10 de noviembre, en el Circo Busch de la Friedrichstrasse: No fue una sesión divertida para los espartaquistas. Rosa Luxemburgo, salida de la cárcel el día anterior, no pudo ni intervenir. A Liebknecht, llegaron a apuntarle con los máuser.



Recuérdese, de entrada, que nada de lo ocurrido había sido constitucional…¡no existía constitución! Es decir, no había orden constitucional que defender.
Los electos, dieron su aprobación al gobierno paritario de los “Comisarios del Pueblo” y votaron a favor de un reparto paritario también en el nuevo “Comité ejecutivo” de los “Consejos de Obreros y soldados” (COS). El resultado no pudo ser más satisfactorio para el SPD (Ebert y compañía): se habían apoderado de la revolución, a través del control de los Consejos y con el apoyo (en la recámara, pero ya prometido) de los oficiales imperiales. El USPD, estaba atrapado entre Escila y Caribdis: La primera le arrancó la cabeza, y la segunda los miembros…¡Y se desvaneció euricianamente!...Sin darse cuenta que la fuerza de Ebert residía, precisamente, en su “unidad” con el USPD.

Fue el punto de inflexión: el “Marne de la Revolución”.

Desde ese mismo momento, Ebert y toda la socialdemocracia se volcó en su labor “pacificadora”, asesinando a diestro y siniestro (sobretodo… ¡a siniestro!). Sin embargo, llegaría otro momento clave, en Navidad. Las prisas por comer el turrón entregó, ahora sí definitivamente, el poder en manos del fascismo, organizado ex­-profeso por la socialdemocracia. En enero vendría la puntilla, tras cinco estocadas y tres descabellos.

 Al dia siguiente, “Die Rohte Fane”, aparecida el día nueve, lanza un ataque furibundo contra los mayoritarios y el ala derecha del USPD . Lo del día 9 fue una revolución “democrática”…y lanza sus “tropas” hacia la preparación de la Revolución Socialista.

Puesto que Sebastian Haffner (“La revolución alemana de 1918-1919”) lo cuenta de una manera soberbia, no me queda más que recomendarles la lectura del libro…¡y hacer mutis por el foro!




Recordar sin embargo, que en el circo Busch (¿ven como no he hecho ningún chiste fácil a costa del nombrecito?) ocurrieron cosas dignas de mención (inspiradas, sin duda, en la noche de marras), ya situándonos dentro del estricto marco circense:
·         Por primera vez un domador dominó a sus animales (leones, cocodrilos)…¡mediante la hipnosis!...Enternecía ver a los felinos dormirse tiernamente a sus pies y bostezar de forma antiaristotélica a los saurios. Así actuó Ebert, mediante hipnosis…Sólo por medio de estupefacientes pudo controlar la Asamblea de los Representantes de los Consejos.

·         ¿Recuerdan vds. el número circense aquel en el que un individuo, atado de pies y manos, es introducido en un depósito transparente, lleno de agua y herméticamente cerrado y tiene que intentar liberarse y salir, antes, naturalmente, de que salga de sus pulmones la última perla de aire?...Pues, bien: En el Busch empezó todo.
También aquí el artista se inspiró en la asamblea del 10 de noviembre: Ebert maniató a la revolución, la metió en un depósito de agua y puso sobre la tapadera toda la ferralla de la primera guerra mundial. 



                                

      Durante los primeros años de Weimar corría por toda Alemania (a la velocidad del rumor…idéntica a la de la luz!) un chiste que, en realidad, empezó como  una pequeña representación circense (en el Busch, naturalmente): “Augusto”, el payaso “tonto” (ya saben vds.: existe el “clown”, que viste de blanco y tiene pinta de Arlequín; el “Augusto” (“Toni” en Sudamérica) que invoca al desastre en cada intervención y el “contra-Augusto”, cuyo estropicio es tan espectacular que despierta la admiración pública, por lo que es invitado a repetir su intervención: ¡el triunfo del disparate!) sorprende a su mejor amigo y a su (¿mejor?) mujer gozando en el sofá. En el corazón de Augusto se establece una pugna, como en el corazón de una novicia: no sabe si matar a uno u a otra. Finalmente opta por vender el sofá…¿me he ido del tema?

Cómo les decía no me queda más que tomar unas cervezas en Halleschen Tor e imaginar la llegada, desde Naumburg, del “IV regimiento de cazadores”…Friedrichstrase arriba, hasta Unter der Linden; seguirlos, como el inevitable cojo de Berlanga, y acabar bolinga en una cafería de la Unter, que imagino poblada de banderas rojas, ondeando al viento frio de noviembre del 18.




                            

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