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jueves, 13 de junio de 2013

Propuesta para hoy, día 13 de junio. “El rey loco” . Verlaine. Tchaikovsky (1ª).



(Asteriscos * remiten a razones efemerísticas)

"Un eterno enigma quiero permanecer para mí y para los demás". Y el enigma se tendió sobre él. Y no lo soltó ni siquiera cuando se ahogaba tal día como hoy del año 1886. De la escena queda el enigma…el resto se ha desvanecido euridicianamente. Y quedan los pájaros que van (y vienen) a este humedal protegido.

Subir al trono de Baviera y llamar a Wagner fue todo uno. Dejó a sus amantes ocasionales, incluso a un “Thurm und Taxi” con el que el transporte estaba asegurado  ¡y barato!

Luís II: «Sin que vos lo supierais, erais la cuenta de todas mis alegrías. Vos habéis sido mi mejor maestro, mi educador y un amigo que, como ningún otro, ha sabido hablar a mi corazón. Haré cuanto esté en mi mano para haceros olvidar vuestros sufrimientos, disiparé todas vuestras preocupaciones, os proporcionaré el reposo a que aspiráis a fin de que despleguéis sin traba alguna, vuestro genio maravilloso. Ahora que visto la púrpura, emplearé mi poder en endulzar vuestra vida».

Wagner: «Lo increíble se ha vuelto realidad. El cielo me ha enviado a este Rey, que es mi felicidad y mi patria... ¡Tan bello es, tan magnífico, y está tan lleno de Alma, que temo que su vida se desvanezca, en este mundo grosero, como un fugitivo ensueño de los dioses! Me ama con el íntimo fervor y la fuerza del primer amor. Me conocía y sabe todo lo que se relaciona conmigo, y me comprende como mi propia alma puede comprenderme. Quiere que permanezca a su lado, que trabaje, que descanse. Me dará cuanto se necesite para la representación de mis obras. Soy su dueño absoluto. Ya no volveré a ser director de orquesta»

El rey lo aposenta como a un príncipe: Una villa cercana a su residencia-castillo en Berg, a orillas del Starnberg en la isla de las rosas. Una elegante casa en Munich (Briennerstrasse). Cargos importantes para von Büllov. Visitas diarias. Horas de intenso mirarse a los ojos. Wagner simula. Luís desfallece. Llega Cósima, la nariguda, y todo empieza a mostrar su rostro verdadero. 

                      

Y para celebrar este desvelamiento de la situación me pimplo (a ciegas un) “parfait amour” que tan bien combina con la nobleza. Y esto que no salga de aquí: me juego la reputación.

Luís, ya saben Vds., era el colmo de la timidez y de la misantropía (¡feliz él, que pudo ejercerla!). Colocaba centros de mesa de metros de altura para no ver a los reunidos. Exigía audiciones y representaciones para él sólo. Construía castillos que permanecían vacíos. Se disfrazaba con ropajes sacados de la sensibilidad wagneriana. Y ese mismo gusto, acrecentado por su pasión romántica por las hadas y el Medievo, conformó la arquitectura que espolvoreó por los valles del Rin. Sus castillos nacían en el aire y acababan reflejados en el agua. La tierra era, sólo, una circunstancia necesaria. Pasaba en Munich el tiempo imprescindible. Su reino no era de este mundo.

El erario público, su fortuna personal y su reputación, se resentían. Wagner, no.
La cosa no podía durar y no duró. El trío tuvo que abandonar Munich, pero por partes: Primero lo hizo Wagner, después Cósima y por último el marido desolado.

La pasión wagnerian del rey se acrecentó.

Luís II: “¡Uno y todo! ¡Síntesis de mi felicidad!... ¿Qué soy yo sin él? ¿Por qué no encuentro reposo? ¿Por qué estoy torturado siempre? ¡Oh! ¿Cómo hacer florecer para él, sobre la tierra, la tranquilidad, una paz eterna y una inmarcesible alegría? ¿por qué hay siempre tanta tristeza al lado de tanta felicidad?... Amigo mío, ¿necesito volverlo a decir? ¡Te seré fiel hasta la muerte! Eres, fuiste y serás toda mi vida, hasta el último suspiro... Te amaba antes de haberte visto. Oír una obra del Amigo es para mí una beatitud tan grande, que no puedo compararla con ninguna otra...»

Wagner aseguraba no conocer mujer. Pero era evidente, por los hijos que nacían de forma sistemática, que el compositor jugaba al juego del amor imposible y desgarrado.

Buscaron y encontraron: una magnífica residencia en el lago de los Cuatro Cantones, Triebschen. A gastos pagados. Hicieron venir a la decoradora de siempre, que les llenó las estancias de gasas, tules como encajes de Bruselas y telas de la lejana Mosul.

Lean vds. lo que escribía el desventurado Luís a la nariguda Cósima:

“Necesito deciros que me es totalmente imposible vivir por más tiempo separado de quien lo es todo para mí. No lo soporto. El destino nos ha creado al uno para el otro; si vivo, es por él. Cada día lo veo más claramente. Pero él no puede estar a mi lado, querida amiga mía. Os aseguro que no me comprenden, ni me comprenderán nunca. Como Rey, no puedo estar unido a él. Las estrellas no nos son favorables. Pero esto no puede, de ninguna manera, continuar así, porque me faltarían fuerzas para vivir. Sin él me siento solo y abandonado. Es preciso que nos reunamos para siempre. Amiga queridísima, os lo suplico: preparad al Bien Amado para la resolución que he tomado de renunciar a la corona. Que tenga misericordia de mí, que no me exija que soporte por más tiempo estos tormentos infernales. Mi misión divina es estar a su lado, como amigo fiel y amante... ¡Decídselo! Hacedle ver que nuestros proyectos pueden realizarse y que me moriré si tengo que vivir sin él. El amor hace milagros...”

Wagner se puso a temblar. Dejar el trono ¡ni hablar! Intentaré seguir disimulando (¿) otra temporadita…¿quién pagará, si no, todo este dispendio?

El rey no quería dar crédito a los rumores:
“No puedo ni quiero creer que los lazos existentes entre Wagner y la señora Bülow sobrepasen los límites de la amistad. ¡Sería espantoso!”


Y prepara un viaje sorpresa a la residencia suiza. El día 22 de mayo (las efemérides wagnerianas están a rebosar de esta fecha) de 1866 se presentó como un regalo. Era el 53 aniversario del compositor. Imagínense a Richard, cambiando las sábanas, distribuyendo los útiles de aseo entre los diferentes cuartos de baño (¿), y a Cósima tapándose los moratones del cuello. Luís II era “lunático”, pero no imbécil. Mordió la historia. Se distanció… pero no dejó de apoyarlo económicamente. En total le daría unos 500.000 D.M. de la época y un préstamo de 400.000 para la construcción del Teatro de Bayereuth, que se iría pagando con lo que dieran las obras del artista. Fue la gran desilusión de su vida. Añádanle la derrota de Baviera ante Prusia y la constitución del II Reich.
Al año siguiente se juntaron en el castillo-residencia de Berg (¡¡) para celebrar el cumpleaños del artista.

Tal día como hoy, del año 1869 Luis II de Baviera acude a una representación privada de Lohengrin, dirigida por Hans von Bülow Y Cernuda (“Luïs II de Baviera escucha Lohengrin”) “inmortaliza” el momento:

(…) “Ahora el rey está ahí, en su palco, y solitario escucha,
Joven y hermoso, como dios nimbado
Por esa gracia pura e intocable del mancebo,
Existiendo en el sueño imposible de una vida
Que queda sólo en música y que es como música,
Fundido con el mito al contemplarlo, forma ya de ese mito
De pureza rebelde que tierra apenas toca,
Del éter huésped desterrado. La melodía le ayuda a conocerse,
a enamorarse de lo que él mismo es. Y para siempre en la música vive.”

Tópicos. Cernuda no hace ningún esfuerzo para desmitificar el asunto. Para él, Luís II es la hermosura, el sueño, la poesía, la incomprensión, la sensibilidad herida…olvidando que era rey de Baviera y tenía sus obligaciones y sus intereses…así como su decidida inclinación política (no precisamente progresista). Otra cosa es Visconti.

Su índole misantrópica no le permitió asistir a la inauguración del teatro de Bayreuth, pero tuvo el privilegio (real) de asistir a los ensayos íntegros… ¡y solito! (Volveremos en su día).
Quien sí asistió fue Tchaikovsky (¿cómo se escribe?).
Quien huyó fue Nietzsche: cuando reapareció llevaba bajo el brazo, como una baguette: “Humano, demasiado humano”, que significó la ruptura con el maestro, aunque lo hiciera más evidente con el “Caso Wagner”. (Volveremos). El pobre creyó las palabras de Wagner. Se quedó de piedra cuando vio a la clientela: empresarios, prestamistas, y gente de la horteril farándula.
Tarde o temprano todos acababan descubriendo la sordidez del compositor, su vanidad y su gusto echado a perder. 

Se promete con su prima Sofía. Rompe el compromiso. Se rumorea que mantiene relaciones carnales con Sissi (hermana de Sofía). Infundios. Con Elisabeth le une una tierna y profunda amistad y con la primera, ya, nada. ¡Qué cantidad de desgracias por metro cuadrado! Sofía morirá abrasada. Siisi, acuchillada. Su hijo y heredero se matará por amor (¿). Un cuñado fusilado en Méjico… Su sobrino político (y heredero) será balaceado… El fin de una saga…Como la de los Panero, inutilizada por vertiginosas corrientes de alcohol y  de desmesurada inteligencia.
Pero Luiiiis…¿no se casó Lutero (*)? ¡y con una monja! También tú podrías haberte casado y haber continuado la saga. Un acuerdo diplomático y ¡hala!

“Cuatro años sirviendo
De espectáculo a las almas más cansadas,
Y una cruz,
En el agua en el lugar donde murió
Luís II de Baviera–y me bendiga
Los muertos y los recuerdos–Y desde este
Texto podrá nunca
Escapar ave ni insecto.”

(Leopoldo María Panero)

De perdidos al río (¡al lago!)…otro lingotazo de esta asquerosa bebida azul. Y a seguir con el asunto. La cosa se pone rizomática.



Hasta luego….

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