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martes, 10 de diciembre de 2013

Propuesta para hoy, día 10 de diciembre. Vuelta con Alemania. Père Ubú.



(Los asteriscos remiten a efímeras “razones efemerísticas”).

1.
Y llegó el día. Y lo que se esperaba que fuera una parada militar en toda regla, se convirtió en un río de desolación. El ejército pasaba bajo el arco de Brandenburgo. Una multitud espesa se extendía hasta la “Isla de los Museos”. Los que entraban iban en silencio; los que aguardaban oteaban para divisar alguno de los suyos. Cada encuentro era una chispa, un trueno, bajo el pesado, gris rata, cielo de Berlín.
Una riada de tullidos, andrajosos, hoscos ex soldados a los que les pesaba el mausser más que el alma (¿), dispuestos a hacer de modelos para la “Nueva Objetividad”.
Sobre una tarima colocada en la Pariser Plaz, tres caballeros elegantes gesticulan. El más bajo, de gruesas y hercúleas piernas, cogote de carnicero y “úbica” (*) barriga, mueve la boca; las venas del cuello delatan su ímpetu. Nadie oye lo que sale por los resquicios de sus dientes apretados. Por mucho que se esfuerce Ebert, por mucho que haga embudo con las manos y haga pasar por ellas las palabras… ¡Nada! ¡No se oye nada!:


 “Compatriotas, bienvenidos a la República de Alemania, bienvenidos a la patria, que tanto os ha echado de menos…
Os recibimos con entusiasmo (AmericanosOlé tu mare, olé tu tía) el enemigo no ha podido con vosotros. Sólo al constatar la aplastante superioridad en efectivos y armamento del adversario, renunciamos a seguir combatiendo (…) Habéis impedido que los enemigos invadiesen nuestra patria. Habéis salvado a vuestras esposas, a vuestros hijos, a vuestros padres, de morir asesinados, del fragor de una guerra. Habéis contenido la devastación y la destrucción de las tierras de labranza y de las fábricas de Alemania. Por eso, de todo corazón, aceptad nuestro más profundo agradecimiento”

Sólo le faltó añadir aquello de: «La meta de la vida humana no es la muerte, sino la resurrección» (todo un compendio de “Teología dialéctica*)

Tuvo que repetir el recitativo varias veces, ante la sola aprobación de sus compañeros de tarima. Sólo faltaba eso: recochineo. ¡¡Vencedores!! Y volvemos y han desaparecido nuestras mujeres, no tenemos nada que comer, nuestras casas están más heladas que las trincheras del Marne. Y volvemos incompletos: Hemos dejados piernas, brazos, orejas…en los campos de Bélgica y en los risueños valles de Lorena. Ebert ha perdido dos hijos en el frente. Ebert, aquella mañana lluviosa de diciembre, echó leña al fuego de la hoguera del ejército “invicto”, que estaba a punto de convertirse en el incendio de la “puñalada por la espalda”. En conjunto, algo digno de “Ubú, rey de Polonia” (*).

No era esto lo que esperaban los guardianes del orden: esperaban un ejército marcial (por definición) dispuesto a tomar posiciones en las esquinas de los barrios obreros y disparar al primero que levantara el puño (o la voz). Por el momento el plan de la contrarrevolución tuvo que aplazarse unas semanas. Por suerte se estaban organizando los cuerpos de voluntarios y alguno que otro de los que ahora entraban desorientados, también se apuntaría a la lista de los asesinos naturales. La defensa de la “República” (Imperial) pendía de un hilo. Los soldados rompían filas en cuanto entraban “bajo los tilos” y se dirigían a sus periféricos barrios a ¡¡descansar!! ¡Basta de guerra!

El día 10 de diciembre  (1918) fue el primero de una serie de recibimientos gloriosos que, bien es verdad, cada día perdían esplendor y gloria. El penúltimo, Ebert solo, sobre la tarima, miraba, mudo, la riada de indigencia con ojos llorosos, corazón endurecido y decidida voluntad de aniquilar. Sus dos acompañantes iban adelantando trabajo. El último, sentado en la tarima como sobre un muelle marino, balanceando en el vacío sus piernas cortas, veía pasar la riada cantando por lo bajini el éxito póstumo del infortunado Ottis (*), otra víctima de la aviación. ¡Que acabe pronto esta procesión y que llegue pronto el “Miércoles de Ceniza”!

“Si hubiéramos regresado a casa en 1916, nuestros sufrimientos y la terrible experiencia nos habría llevado a desencadenar una tormenta. Ahora, si regresamos lo haremos agotados, destrozados, desarraigados, desesperanzados: ya no sabremos qué hacer con nuestras vidas.
Y nuestros compatriotas no nos comprenderán, porque la generación anterior a la nuestra, aunque haya estado a nuestro lado durante estos años, tiene una familia, una profesión. Todos ellos volverán a sus antiguas ocupaciones y se olvidarán de esta guerra. Por su parte, la generación que nos sigue nos parecerá ajena y nos dará de lado. Nos convertiremos en seres inútiles, incluso para nosotros mismos (…) y, al final, en ruinas humanas.” (E.M. Remarque: “Sin novedad en el frente”). 



Ebert, por su labor a favor de la democracia hubiera sido un firme candidato al premio Nobel de la Paz. ¡Lástima que aquel año no se entregara! El primero fue entregado tal día como hoy del año 1901 (5º aniversario de la muerte del benefactor). Se lo llevaron, ex equo, Frédéric Passy y Jean Henri Dunant: el primero por su defensa, infructuosa, de la paz y su adhesión inquebrantable al libre mercado y el segundo por lo de la Cruz Roja (Batalla de Solferino y tal. Recuerden que en Solferino se fundamentaron la grandeza y la fortuna de los  von Trotta). Otro buen aspirante al título fue Pinochet (*) o su férrea mujer (*): Recogió el premio (1973) Kissinger, (el vietnamita, con quien lo compartía, lo rechazó). En 1999 hubiera sido ideal para Franjo Tudjman (*), pero recogió el premio “Médicos sin fronteras”, por su descarada manipulación de la opinión pública en favor de los bombardeos contra Serbia. En 1981 sin duda el premio se lo merecía José Napoleón Duarte, por la matanza de Mazote (*) y alrededores…¡Infórmense Vds!….¡ Infórmense! Recogió el premio  el “Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados”.

Y hablando de Napoleón recuerden Vds. que tal día como hoy, del año 1848, Luís Napoleón, “el sobrinísimo”, fue elegido presidente de la República Francesa, edificada sobre los mártires de junio y con los votos, recién estrenados, de todo el campesinado francés.  Y puestos a hablar de votos, sepan Vds. que tal día como hoy, del año 1860, en Wyoming, se aprobó la primera ley estadounidense a favor del voto femenino. 

¡¡Grande Wyoming!!

Ahora voy embalado. La “generación del 98” quedó marcada por el “Tratado de París” (tal día como hoy, del año 1898): Ponía fin a la guerra hispano-estadounidense y al Imperio Español, dejándonos hermosísimas y útiles “muletillas”: “Más se perdió en la guerra de Cuba”…”Los últimos de Filipinas” (que apaguen la luz)…”Me duele España”. De Puerto Rico no sé ninguno.


Y seguro que por todo lo acontecido en este día señalado y, sin salir de París, la ONU proclamó ante el mundo la “Declaración de los Derechos Humanos”: Indicó una retahíla de sectores potencialmente aprovechables para la iniciativa privada. Era el año 1948 (tampoco se entregó el premio Nobel de la Paz). A los dos años, y aprovechando el éxito, el 10 de diciembre fue dedicado a celebrar las bondades de los Derechos Humanos. 
Toda una demostración de los beneficios de la teoría de la “doble verdad”: La Razón puede indicarte una cosa, pero la cartera otra. La RAZÓN me conduce a la defensa de un sistema público de enseñanza, pero la CARTERA me convence de que es mejor que cada cual se pague lo suyo. Averroes (*), sin comérselo ni bebérselo ha pasado a la historia del pensamiento por esa doblez y artimaña. Pasa algo parecido con el CORAZÓN. Esa doblez propia de la obra y vida de Pirandello (*). El muy bribón esperó a que mataran a Matteotti, para solicitar del mismo “Duce” autorización para engrosar las filas del fascio.  También recibió el Nobel.

Todo un “cluster” de desgracias. ¡¡MERDRE!!


 Pero Pirandello sufrió, ¡es justo! (aunque fuera después de muerto): De las cuatro cláusulas, rebosantes de “conciencia desgraciada”, que dejó escritas en su testamento, la cuarta fue la causa de su desazón post mortem: “Cenizas en busca de sepultura”. Para colmo, años después del último trasiego, distinguieron, en la urna griega, restos de cenizas pertenecientes a diferentes personas: El YO es una aglomeración. En el YO habitan varios…”Así es (si así os parece)”. Murió, en Roma, tal día como hoy, del año 1936. ¡Infórmense Vds…Infórmense!
 
I. Déjese pasar en silencio mi muerte. A los amigos, a los

 enemigos, una plegaria de no hablar de ella en los periódicos y ni 

siquiera señalarla. Ni anuncios, ni participaciones.

II. Muerto, que no se me vista. Que se me envuelva desnudo en una 

sábana. Y nada de flores sobre la cama y ninguna vela prendida.

III. Carroza de ínfima clase, la de los pobres. Desnudo. Y que nadie

 me acompañe, ni parientes ni amigos. La carroza, el caballo, el 

cochero y nada más.

IV. Quémenme. Y apenas quemado mi cuerpo, dejen que se 

disperse; porque nada, ni la ceniza quisiera que quedase de mí. 

Pero si esto no se puede hacer, que la urna sepulcral se lleve a 

Sicilia y se entierre en alguna piedra bruta de la campiña de 

Girgenti, donde nací. 

2. 
Permítanme, hoy que estoy libre de compromisos de todo tipo, 

conducirles a París. Nos situaremos en el 55 de  Rue Clichy, justo 

 donde desemboca la rue del cardenal Mercier, entre el “Bistró de 

l’Art” (especializado en viandas del sudeste francés) y la pastelería-

panadería “Lendemain de Clichy” (pues hay otras), rica en 

repostería y productora de un estupendo pan a la leña.

Entremos en el bistró, llamado de l’Art en recuerdo de un antiguo 

teatro existente en esta misma calle. Tomen asiento y déjenme 

hablar a mí, que yo conozco a estos franceses. Ocupen aquella 

mesa junto a la ventana que da a Clichy:

–Garçon!   Icí! ¡Pónganos cuatro raciones de caracoles con salsa de puerros!

Une fois encore les escargots?

–Pero… ¡¿Cómo se atreve?! Yo a Vd. no le conozco de nada.

–Venga ya! Vd. es el majara del chubasquero, la gorra orejera y la

 bufanda azul y roja. El chiflado de los caracoles. Todo el sector de

 la hostelería de Clichy le tienen “clichado” (Clichy). Vd. es un 

 peligro para la variedad culinaria del país. Todo un “máster” en

"foies” y diferentes cursos sobre “crema de leche” para, que 

venga Vd. a pedir, una y otra vez, ¡caracoles!

–Disculpen caballeros. Seguro que se trata de un “malentendu”.

–¿”Malentendu”? Vd. sí que es un “malentendido”. 

–Esto es demasiado. ¡Vámonos a la competencia!

–¡Y no tengan prisa en volver!

–¡¡MERDRE!!

Se fortalece la mala fama de los camareros de París. No conocen la 

simpatía. No saben la primera regla del hostelero: “El cliente 

siempre lleva razón”. Si no fuera por la hermosura de París, por sus

 puentes, por los ecos que despierta en mi espíritu(oso), por la 

belleza de sus atardeceres, por su historia…¡no volvería más!...¡Y 

por sus caracoles! Cruzamos la calle en plan Abbey Road e 

irrumpimos en el dulce salón del día después. Pedimos unos  

croissanes y unas copitas de aguardiente, por aquello de limpiar el 

cielo (el único) de paladar. Y, entre copa y copa, les fuí 

desgranando la historia que nos llevó a ese rincón de París.


 Traspasando el arco de la casa que porta el número 55, se encontrarán con el entrañable teatro de “L’Oeuvre”, fundado en 1893 por Aurélien Lugné (apodado Lugné-Poe en homenaje a Allan Poe), Camille Mauclair y Edouard Vuillard. Rápidamente se convirtió en el centro más vanguardista y comprometido de la capital. Allí se llevó a cabo una verdadera fusión de las artes plásticas y las escénicas: los “nabis” (Vuillard y Bonnard, Maurice Denis y Vallotton) pusieron su oficio al servicio del simbolismo finisecular. Sobre este tema les remito a la magnífica exposición que pude ver y estudiar hace ocho años. Tuvo lugar en el Musée d'Orsay, del  11 abril - 3 julio 2005: “El teatro de l'Œuvre (1893-1900) nacimiento del teatro moderno.”
 
Bueno pues, ahí, en ese teatro recóndito, se estrenó, tal día como hoy, del año 1896, “Ubú rey” del lavaliense A. Jarry, cuyo segundo gran mérito fue atender al lavaliense Henry Rousseau, el anacrónico y puro “Aduanero”. El estreno fue un escándalo a la altura del que produjo “Hernani” y el “Cyrano de Bergerac”.

–Madame! ¿No tendría Vd. por ahí una botellita de tinto de Bergerac? Es que ahora vendría que ni pintado. No sé si sabrá Vd. de mi afición a las conmemoraciones…

–¡Y al Espirituoso santo! ¡Lo sabe todo París!

–¡Vaya por dios(¿)!

–Pues no, no Monsieur. El bistró de enfrente es especialista en viandas y bebidas del sudeste. Allí seguro que tienen.

–¿Sería Vuesa Merced tan amable de acercarse y traernos una frasca?

–Eso tiene sus costos.

–¡Estaba previsto!

–Y de paso tráiganos del “Diagonal” unas rodajas de mortadela.





Y mientras nos pimplábamos tan ricamente ese rico néctar, acompañado de unas tremendas rodajas de mortadela rellena de olivas, les fui relatando lo que sigue:
 
Ubú es la abstracción del poder (con chubasquero hasta los pies y 

paraguas). Personificación del siglo XX y de los venideros (como 
 
de los pasados). Con Ubú, ese “Príncipe” contemporáneo, se 

evidencia la verdadera naturaleza del poder y de todos aquellos que

 aspiran a su detentación. Pero también (pretende), es una 

caricatura, apenas deformada del biempensante ciudadano 

dispuesto a todo con tal de conservar y acrecentar lo que posee. No 

sólo es un Macbeth limpio de problemática moral, Ubú somos 

todos. Es la sombra de nuestra sombra, dispuesta a sustituirla en un 

desgraciado  día de eclipse total. 

 “Así pues, el Padre Ubú meneó a pera (“to shake” = “menear” / 

“pear” = “pera” (por cabeza)), por lo que desde entonces los 

ingleses le llamaron Shakespeare, y habéis de él, bajo ese nombre, 

muchas hermosas tragedias por escrito”  (A.J.)

           

Cobarde, artero, grosero, avaricioso, guarro, mentiroso, cínico, 

sincero, desleal, egoísta, cruel, traidor, indiferente al sufrimiento 

ajeno, comedor insaciable, dueño de un físico (patafísico

inhumano y simbólico, dominado por un prominente estómago y 

una quijada de cocodrilo: Así es Ubú, ex rey de Aragón y 

transitorio rey de Polonia, (nombre de la nada) digna de existencia 

porque si no existiera, “tampoco habría polacos”. No se pierdan a 

la “Madre Ubú”, es peor que la mujer (*) de Pinochet (¡que ya es 

ser mala!)

Alfred Jarry, consiguió con el “ciclo úbico”, poner patas arriba la 

literatura simbolista de la época. Convierte el (h)umor y la parodia 

en armas imprescindibles para afrontar las desdichas. Nada de 

patetismo, nada de sentimentalismo. Todo es un esperpento que se 

salva con una incontenible carcajada… cuando parece que todo está

 perdido. Si de alguien puede decirse que convirtió su vida en obra 

de arte, es de Jarry. Después vendrían Vaché, Tzara, Bretón y los 

suyos, Artaud… 
Se abrió el telón y ¡¡Merdre!! y el tufo se extendió por todo París y,

debilitado, alcanzó todos los rincones de Europa. E incluso del 

extranjero. Tal día como hoy, día arriba, día abajo: “el Coronel 

necesitó setenta y cinco años –los setenta y cinco años de su vida, 

minuto a minuto– para llegar a ese instante. Se sintió puro, 

explícito, invencible, en el momento de responder:

 ––Mierda.”

Corría el año 1956. García Márquez firmó la novela en el 57… ¡en 

París!














lunes, 9 de diciembre de 2013

Propuesta para hoy, día 9 de diciembre. Ejercicio de lógica. Vuelta con Alemania.



Ayer a cuenta de los “Tercios”, la Inmaculada, Bobadilla y el gotero…me puse de Jumilla hasta el culo. Tanto, que reduje al perro a la condición de objeto. Para compensar tamaña indelicadeza, le propongo una excursión de todo el día. Acepta y me asegura que no le importa ser (de vez en cuando) “objetivizado”, si la recompensa es esta.  A mí me gusta el bocadillo de atún con olivas y al perro de queso manchego. Añado otro de camembert con caviar (¿) de mújol (murciano). Chubasquero, bufanda blaugrana de siete leguas y ¡¡carretera y manta!! Vamos al “Corredor”. Allí suelto al perro y ya lo recogeré cuando anochezca. No creo que un lunes gélido de diciembre haya turistas por estas cimas.

 

El jumilla hizo un efecto espectacular: Como a Descartes el cansancio y la obsesión. I had a dream y me desperté sudoroso y espantado de tanta lógica condensada: “Éramos, somos y seremos”. Esa proposición molecular pastoreó mi dormir. Una proposición digna de encabezar el capítulo siete del “Tractatus” o de concluir de forma contundente los fragmentos eleáticos. Una proposición verdaderamente extraña en su simplicidad pueril. Cuando alguien la pronuncia se convierte en tautología (o sea una forma vacía que no se refiere al mundo, sólo a su propia vaciedad): “Era”, porque soy; “soy”, porque pronuncio la proposición; y “seré” en el mismo momento en el que acabo de pronunciarla. Sin embargo, en boca de un (YA) difunto es falsa. Y se convertirá en falsa para cada uno de nosotros. Por lo tanto si alguien la mantiene en pie será por que quiera referirse a algo esencial que sobrevive a los accidentes pasajeros. En este caso: “Éramos, somos y seremos” se refiere a algo diferente al mero existir físico. El atributo introducido por la cópula no puede ser algo efímero, sometido al devenir del tiempo (“Éramos, somos y seremos guapos”) Pero si no está sometido a aquella categoría, vuelve a convertirse en tautológica: “Lo que es, es, y no puede no ser”. Puede ser dicha por cualquiera, y siempre será verdadera (en tanto perdure lo que el atributo denote). “Éramos, somos y seremos murcianos”: Es siempre verdadera, si admitimos la eternidad de “Murcia” y aceptamos la posibilidad de que sigan naciendo criaturas en aquel desierto. Ningún mérito. Quien afirma la proposición está afirmando algo parecido a “era, es y será una piedra”, no puede ser de otra manera.  Por lo tanto “Éramos, somos y seremos murcianos” es una fatalidad a la que no podemos resistirnos y no un grito de guerra (de desesperación, puede).

Toda la noche dale que dale…

Entro en el bar del monasterio. Me acodo en una mesa. El fuego heracliteano bulle en el hogar. Se está realmente bien. Por la ventana controlo al cachorro que corre tras las hojas.  Por lo demás no le prohíben la entrada.

–Póngame un bombón, buen hombre.

–¿?

–Café corto con lógica condensada, perdón…con leche condensada. Añádale un buen chorro de Terry. Y una copita para acompañar.

Por lo dicho, cuando oyes multitudes gritando tautologías o bien se trata de discípulos férreos de Wittgenstein, remitiendo su decir al mostrar  o bien de un conjunto de obstinados que persisten en su ignorancia lógica.

Pues ya ven… ¡Así toda la noche!


 El día 8 de diciembre del año 1918 (o sea, ayer) se celebraba en Berlín el funeral por los muertos de “viernes sangriento” (se pudo leer en los periódicos de tal día como hoy). Se dieron decenas de mítines. Sin duda los espartaquistas fueron los vencedores en esta lid. Los marineros, que no podían surcar las aguas (¡y llovía a cántaros!) de Unter der Linden, cogieron avionetas destartaladas y lanzaron octavillas. Cuando llegaban al suelo, llegaban ilegibles. La tinta, como lágrimas, formaba regueros. Las letras se disculpaban por ser incapaces de formar palabras. Las palabras de formar frases y las frases de construir argumentos y proclamas. Cuando llegaban al suelo eran papeles grises que el viento arremolinaba con las últimas hojas del otoño; pero no fue su culpa el que Ebert y los oficiales de Kassel hubieran firmado el pacto. Hindenburg, escribió a Ebert, exigiendo, precisamente, las condiciones contrarias a las que esa misma mañana la habían exigido al canciller los consejos de soldados. Ebert, que odiaba la revolución y que consideraba que el enemigo estaba en la izquierda, seguía tejiendo (dejándose envolver) la mortaja. El día diez (¡mañana!), con la entrada masiva del ejército, se empezaría a implantar el orden en Berlín: “Éramos, somos y seremos socialdemócratas”. Nadie romperá la unidad de la clase obrera y quien lo intente lo pagará caro. Pero la unidad ya estaba rota y había sido, precisamente, Ebert y los suyos los causantes de la fractura.











Becker intenta acabar son su búsqueda colgándose del clavo de la lámpara. Ni Sóflocles ni Kant, son capaces de evitarlo. Sólo el azar. La culpa, como en Edipo, es una dura herencia a la que no puedes renunciar. El oráculo fue dictado; el esforzado cojo intentó evitarlo y en su esfuerzo cayó en sus redes. Becker está enceguecido por tales pensamientos y no consigue ver claro. La culpa: como una nube espesa, como la lluvia que cae sobre Berlín…

Hegelito” acude a refugiarse del viento junto al fuego. Me mira y mira la bolsa de la comida. Hay que esperar un poco. Dominar la impaciencia.

Mientras Ebert leía complacido la carta de Hindenburg, Clemenceau, alcalde de Montmartre durante  la Comuna y que salvó el bigote por los pelos, junto con Poincaré y otros, celebran la liberación de Metz. El ejército alemán se retira ordenadamente, pero furioso. Por la noche será acuartelado al oeste de Berlín, para entrar glorioso bajo la puerta de Brandeburgo. Algunas divisiones están entrando en la capital por la zona de Tempel. Es entrar y desvanecerse euridicianamente.  La cosa no pinta bien. Veremos mañana. Mientras tanto han ido construyendo unidades de voluntarios y de oficiales irredentos, humillados hasta el dobladillo del pantalón por habérsele arrebatados las jarreteras. Poco a poco esas unidades crecen y se multiplican. Su odio también.. Algunos ya han sido enviados al Báltico. Allí se lucen. Esperan, sin embargo, tomar la alternativa en la ciudad imperial, donde el proletariado y los marineros son los dueños y señores: “Lástima de vasallo…si tuviera buen señor”.

Mientras Becker “pendula”,  Mauss parece optar por la revolución. ¿Será un espejismo?

Fiel a mi idea no me referiré a aquellos que nacieron tal día como hoy, ni siquiera a Dalton Trumbo, ni a Kropotkin, ni a la Pasionaria, ni a Ödon von Horvath…ni siquiera a John Cassavetes, ni a Nacho Vegas, ni a Dante Spinetta.

Hablando del futuro incierto de Mauss en medio del torbellino revolucionario, recuerden Vds. que tal día como hoy, del año 1968, se presentó en público en la unidad de investigación de la universidad de Stanford de Sillicon Valley, un “animalito” revolucionario: El “X – Y Position Indicator for a Display Sistems”, que rápidamente adoptó el nombre más familiar de Mouss (ratón). Un valle este de extraña fauna.

Mientras aquello ocurría en Berlín, por los llanos de Cuatro Vientos, un joven con apellido de astado y descendiente de rancias familias murcianas y catalanas (Bosch i Codorniu), diseñaba otro animalillo articulado, mezcla de libélula y mantis. Lo llamó “autogiro” y saltaba como un canguro avergonzado. Las octavillas de los marineros no se hubieran perdido por los vastos cielos alemanes si hubieran sido lanzadas por los descendientes de este arquetipo.  El 4º modelo dio un salto inesperado y todos consideraron que era suficiente para depositar en él la esperanza de la patria. Juan de la Cierva, tuvo como compañero en sus primeras incursiones en esto del volar a un tal Bobadilla, descendiente, sin duda, del héroe de ayer. 





Observen los apellidos: Bosch (Anís el Mono), Bobadilla (licores y aguardientes varios) y Codorniu… No es raro que su cabeza girara y girara… El tal de la Cierva intervino de forma decisiva en la consecución del “Dragon Rapid”. Como era de esperar, murió en un accidente de aviación: el Douglas DC-2 de KLM  de Londres-Ámsterdam, en el que cómodamente se disponía a leer el periódico y a pimplarse un Bobadilla, se estrelló no más abandonar la pista de despegue del aeropuerto de Croydon, al sur de Londres. Era tal día como hoy del año 1936. Un mes antes, su hermano Ricardo, que había sido detenido en Barajas, dispuesto a pillar un avión, fue ajusticiado en Paracuellos. Toda una vida (y muerte) ligada a la aviación.  Y es que “quien a hierro mata, a hierro muere”.


Llega el momento de la comida. Hegel se relame. El cantinero, amable, incumpliendo bajo su responsabilidad el “se prohíbe consumir productos de fuera”, nos permite zamparnos los bocatas. Nos sirve una botella de vino del país y un caldero de agua fresquita. Un carajillo mitad y mitad y vuelta al hogar. 

De camino, James Moody, a quien Gillespie lanzó al espacio, nos deleitará con su éxito:I’m in the Mood for Love”, seguido del inevitable “Vuelo de noche”. Otro “santo bebedor”. Sin este santoral el mundo sería una verdadera porquería (“porqueriza” quería decir).
Recuerden Vds. que hoy se celebra el “Día contra la corrupción” y “por una sociedad laica y librepensante”. Siento haberles amargado el día (al final).







Propuesta para hoy, día 6 de enero. NACIMIENTO, MUERTE Y RESURRECCIÓN DE SHERLOCK HOLMES.

   6 DE ENERO 2025                                                            1. NACIMIENTO. En ninguna de las obras canónicas se cita...