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jueves, 21 de noviembre de 2013

Propuesta para hoy, día 21 de noviembre. Von Kleist, Asja Lacis (Benjamin)



(Los arterísticos * remiten a razones efemerídicas)

“Quien rehúya el contacto con el día, ya sea por temor a la gente, ya sea por necesidad de recogimiento, no querrá comer y desdeñará el desayuno. De ese modo evita la ruptura entre los mundos nocturno y diurno (…) Quien está en ayunas habla del sueño como si hablase en sueños” (W. B.)

Esta mañana seguiré esta insinuación de Benjamín. Nada: ni pan, ni aceite, ni orégano ni fifti-fifti.
El desmayo será acompañado por:

  •          Tristán e Isolda” (Preludio)
  •          Concierto n º 21, en Do Mayor (“Elvira Madigan”) de Mozart. Sólo el “andante”.
  •     "Penthesilea” poema sinfónico de H. Wolf… (solo la tercera parte…la de la lucha…etc…etc) …¡¡Hugo Wolf!!

“Lunes, 21 de noviembre (1875) me he iniciado en la maravillosa música de Wagner. (Se trataba de “Tannhausser”), en presencia del propio gran Richard Wagner. No encuentro palabras para describirla. Todo lo que puedo decir es que me he vuelto loco. He aplaudido hasta desollarme las manos. Pensar en la música de este maestro es bastante para ponerme fuera de mí, y me he convertido en wagneriano” (Mahler)


                   


Un insensato y acostumbrado embrollo, en el que el amor y la muerte se traban. Venus (¡el amor sensual!) y Elisabeth (el amor casto) disputan en el corazón del héroe. Un festival de la canción; alguien que muere de amor y un báculo que florece; y, en medio, una inútil peregrinación a Roma. El gran Wagner tramaba unos argumentos pasados, pesados y ¡pausados!

Que la influencia en Mahler fue decisiva lo muestra: “La primera obra en la que me hallé en tanto que “Mahler” fue un cuento para coro, solistas y orquesta: “Das klagende lied”. Considero esta obra como mi opus número 1”. Es evidente la evocación de la atmósfera del “Tannhausser”…Como lo es la indisociable sensación de amor (de vida) y muerte….Renovadada constantemente en Mahler.
Mahler será recordado, además, por sus interpretaciones del “Tristán” wagneriano.  Y con “Tristán e Isolda” entramos de lleno en el reino de la patología en el que tan a sus anchas se movió Von Kleist.

Nacido en plena epidemia “liebestod” post-Werther, la suya  se apartó de la norma.

Pasó de la familia (nobleza terrateniente pomerana venida a menos) al internado y del internado al ejército. Con 15 años YA era suboficial. En su interior se había aposentado el Orden y el Odio propio de la milicia: odio por Francia en general y por todo aquello que impidiera la realización de su “sonambulismo” (que no es lo mismo que “sueño”) en particular.

Sus descripciones de la muerte…¡se recuerdan! 

Aplastado por la “grandeza” de su aspiración y la imposibilidad de realizarla, buscó la manera de irse de este mundo de la manera más amable y llamativa…y, al mismo tiempo, ¡más cobarde!

Odiaba más el desorden que el mismo Goethe; no, sin embargo, hasta el punto de preferirlo a la injusticia. La Justicia era para Kleist, lo que es para todos aquellos injustos hasta la médula: un ideal inalcanzable, que no se detiene en lo bueno y continúa su lucha (ideal) hasta lo mejor…¡sabiendo que es una lucha perdida!...Su fanatismo precedía, como todos los fanatismos, a la reflexión…pero él era consciente de esta inversión y la proclamaba de forma “original”…¡como si no fuera así SIEMPRE entre los fanáticos! (“Kohlhaas, el cántaro roto”).


            
                      
Kant y Rousseau lo marcaron: el primero debilitó la poca “racionalidad” que le quedaba y el segundo lo hundió en la más completa indigencia existencial. Fracasados todos sus planes, bosqueja (“bosquejar” en Kleist no es la palabra adecuada…él estudiaría hasta los más mínimos y nimios detalles…su “horror vacui” siempre le impidió la ligereza necesaria para afrontar esos proyectos…sin salir maltrecho)

Así pues, siguiendo el espíritu de Rousseau, consideró como apropiada una vida retirada en la patria del filósofo y en compañía de la mujer que, de momento (hasta que se dio cuenta con qué neurasténico se enfrentaba) decía querer compartir esa experiencia que podría convertirse en amor… la posteridad se encargaría de calificarlo de “romántico”.

Alquiló una casa en la isla que hay justo donde desemboca el rio Aar en el lago de Thun. Una isla que, antes no sé, pero, ahora, son dos líneas de prosa dañina para el alma (¿) y para el bolsillo…en medio de esplendores alpinos. Dos líneas en las que dios (?) ha escrito lo que tenía que escribir. Pueden tomar vds. una copa e, incluso, comer alguna cosa…si no les importa la proximidad de cebados ejemplares de “raza helvética”. Dormir allí, sabiéndose rodeado de conciudadanos de Zwinglio, dispuestos a restablecer el orden que sin duda vds. habrían trastocado con sus risotadas meridionales… sería como intentar echar una cabezadita ante un pelotón de fusilamiento.

Allí en aquella paradisíaca isla pasó el poeta ¡6 meses!...cuando llegó el frío pero no la mujer, se le secaron las ganas. Tiempo tuvo, sin embargo, de dar a luz las ideas que poblarán sus futuras obras: llenas de odio y ansiosas de muerte.


 
                                      
Tal fue su experiencia que volvió a Paris (de donde años atrás, había salido escopeteado)…con la intención de enrolarse ¡en el ejército francés! que preparaba una “invasión” de Inglaterra: soñaba con la muerte gloriosa…aunque fuera en las filas del enemigo irreconciliable. Tuvo que recular por falta de “papeles”. Acepta un trabajillo en Köningsberg, cuna del otro, que lo ha dejado sin certezas. Está claro que la cosa se dirige hacia el final adecuado.

Berlín, Dresde, Berlín, encierro en Francia, Berlín. Su muerte es anunciada en Praga. ¡Vive!...pero una vida que busca ansiosa la muerte…y todo por no poder ajustarse a los altos designios que se había autoimpuesto.

Fracasados por diversos motivos los proyectos de una VIDA de amor romántico, busca una compañera para la  MUERTE. ¡Y la encontró!

Sobre la losa infantil y la losa autoimpuesta, añadir sus dificultades de dicción, que, sin duda, ayudaron a que sus ideas no fueran entendidas en directo. Sus lecturas (ayuda económica) eran un fracaso por las risotadas que desataban. Ahí vemos al poeta engolado, en medio de la distinguida concurrencia, peleándose con una explosiva labial o con traidoras eclosivas: su rostro se encendía, se le endurecía la yugular y se le llenaban los ojos de vesania y toda su persona de vergüenza.

Imagínenlo vds. leyendo: “KKkküsssss….e, Bbbb bi bis biisse ¡Bisse!, Daaa  ddaa das rreeei reimt sss  sss ssi sich…” (“Besos, mordiscos, eso rima, y quien actúa de corazón puede confundir unos con otros”)…Toda la grandeza, toda la paradoja…se escapa como un viento sibilante por entre las separaciones dentales…y la sala se llena de rizomas y de carcajadas tan mortales como los desgarradores mordiscos de Pentesilea en la carne dulce de Aquiles.
  
Pentesilea y Kleist, víctimas de sus imposibles objetivos: ¡O mío, o muerto!



Observen ustedes esta copa (medallón) griega. Miren la mirada de Pentesilea: el amor por su matador, repentinamente enamorado de la (ya) muerta. Nada que ver con la Pentesilea de Kleist, pero sí (y mucho) con la del poeta y la Vogel).

Ya en sus días Kleist fue discutido: Goethe no lo apreciaba (a su obra me refiero, él, por lo demás, era un encanto); Hoffmann, sí. Calificado de “medio romántico” o de “romántico genial”; de “suicida nato” o de “sonámbulo”…para el cual la muerte sería entrar en la fase de mariposa, tras la coacción duradera de la crisálida.

Bueno, a lo que vamos. Encontró en la persona de Henriette Vogel, enferma terminal de cáncer, aficionada a la música y casada, una compañera para la muerte. Él siempre tonteó con estas propuestas y ella, en este momento, le tomó la palabra: esperaban haciendo música juntos: piano y flauta.

No será una “Liebestod”, una muerte por amor imposible…como el que no hacía muchos años había conmovido a media Europa, sobre todo al estamento militar. Elvira Madigan y el oficial Sparre, escondidos en los bosques de Dinamarca, agotaron sus felices días y cuando se hubieron agotado, tomaron su última comida a la orilla de un riachuelo y, como postre, se dieron dos tiros: primero lo probó la contorsionista y después, viendo el resultado, el militar.
















No fue una “Liebstod”…¡pero lo pareció!...¡se ajustó al original casi al detalle!...En realidad fue una espantada ante una vida sin un marco fijo que la contuviera.

Von Kleist, antes de acercarse al Wansee pasó por la casa de la madre de la tatarabuela materna de Nabokov con el fin de dar el último adieu a esa mujer "maternalmente amiga" y de una belleza extraordinaria de cuya hija, una Lolita de 12 años, Hedwig Marie, bebía los vientos.

Las orillas del Wansee, ya entonces, eran lugar de reposo y de dulces paseos para los berlineses. Los más pudientes se construían allí sus mansiones…como actualmente. Ahora en verano se convierte en un Blanes cualquiera, con su zona nudista incluida. Los chiringuitos (¿) abundan, las velas, las putas pelotitas…


Nuestra pareja tomó un coche en Berlín y se dirigió hacia Wansee (ahora podemos bajar en la estación Wansee S-Bahn) y se alojaron en la pensión de Stimming. Era la tarde 20 de noviembre de 1811…la luna estaba al comienzo de su ciclo.

Iban ligeros de equipaje. Salieron a dar un paseo. Cenaron frugal y pidieron al mesonero una buena cantidad de velas. A las cuatro de la mañana pidieron café. A las siete…¡más café! (no podrían dormir ni muertos). El posadero los recuerda como la pareja más feliz, agradable y serena que había visto en su vida profesional (en toda su vida, incluso).

Ya amanecido el jueves 21 de noviembre, envían unos mensajes a Berlín. Lo que se dice comer, no comieron…”se contentaron con las hierbas que cogían” (entre las cuales no faltaría el repónchigo, también llamado ruiponce, planta astrigente a la cual dedicó la Revolcuión Francesa el día de hoy),
pero encargaron una suculenta cena para la noche, con la rareza de que sólo dispusiera dos cubiertos.

Al tabernero no le salían las cuentas: vendrían dos de Berlín + la parejita = ¡Cuatro!...¡Pero no le dio más vueltas a la cosa!

Jugaban, se reían, se perseguían…¡en fin!... todo aquello que se hace justo antes de morir. Y con esa ligereza que da el “no-ser-ya” salieron volando (Henriette hizo honor a su apellido) hacia la cercana orilla del lago, dejando dicho que a las tres le llevaran ¡más café! La sirvienta, a la hora convenida dispuso una mesita y sobre ella colocó la bebida y las tacitas. Esperó:

“Y luego la desconocida señora pidió a la sirvienta que hiciera el favor de ir a lavar la taza y se la volviera a traer. Un instante después de haberse alejado oyó un disparo, al que no prestó atención, y luego, al cabo de otros cincuenta pasos, una nueva detonación.”

¿No es la época de caza de los patos salvajes?...¿aquí no se abaten faisanes?...¿No buscan cobijo las aves como “ángeles nuevos” ante la repetición de la historia?...Pero no se oyeron más detonaciones y el silencio cayó a plomo.

“Cuando volvió con la taza limpia en la mano ya no se oían conversaciones ni risas. Los desconocidos no estaban sentados a la mesa. La sirvienta miró en derredor: vio primero el cuerpo de la mujer, medio acostado, medio sentado en la falda de un montículo, con las manos cruzadas sobre el pecho. A su lado yacía el cadáver del hombre, casi arrodillado ante ella, con una pistola en la mano. En la mesa, entre la cafetera y las tazas, había otra pistola”

En el interior del cráneo de la desolada señora surgió (como un eco) la transcendental pregunta: “La inercia de un cuerpo ¿depende de su contenido energético?”*…No supo responder….¡pero la cuestión estaba planteada!
 
¿Viene a cuento contemplar y meditar sobre “Los amantes” de Magritte* (1928)? Dicen que siempre le rondó la imagen de su madre ahogada y cubierta la cara con un trapo blanco que se había pegado a la piel como máscara mortuoria.


 


                            


Era exactamente el mismo lugar donde, diez años atrás, Kleist deliberaba, en compañía, sobre la mejor forma de suicidio. Llegaron a una conclusión: ¡una pistola!...¡nada de piedras en los bolsillos…!...¡Ay, si dragaran el Wansee!...

Los visitantes (ya no nos interesan) se hicieron cargo de todo.

Los muertos, de tanto café, un pudieron pegar ojo en toda la noche.

En el sitio, la inevitable plaquita que, con motivo del 200 aniversario, han adecentado y completado con un pequeño recorrido. Además de suprimir el “epitafio” esculpido con ocasión de los juegos olímpicos del 36: "Nun, o Unsterblichkeit, bist du ganz mein" ("Ahora, oh inmortalidad, eres toda mía"). Por un más humilde y evangélico: "Vivió, cantó y padeció / eran tiempos tristes y difíciles / buscó aquí la muerte / pero encontró la inmortalidad.” (el original)…¡O al revés!... el infeliz “encontró la inmortalidad”…¡yo busco y no encuentro la diferencia ¡
 
Días más tarde una parejita (¿generación Z?) atraída por la actualidad y nombrandía, alquiló la misma habitación y quiso reproducir el acto: ¡¡Habían olvidados las balas y la pólvora!!  

Nietzsche: “Von Kleist se hundió por esa falta de aprecio (indiferencia), y el antídoto más terrible para los hombres extraordinarios es sumergirlos con tanta profundidad en sí mismos que su salida a flote se convierta en una irrupción volcánica”.

Si cruzan vds. el puente que conduce a la “isla de los pavos reales” y siguen por la orilla, tras dejar atrás la “Villa Liebermann” se toparán con el palacio en el que se dio forma a la “solución final” y se firmó su ejecución. Mientras la “solución final” llegaba aplicaban medidas provisionales…pero igualmente definitivas.

A estas alturas ya habrá acabado la selección musical…Si no es así, ¡cortamos por lo sano!  Y ponemos en el esputofaif:

·         “Body and Soul” de Coleman Hawkins*: el padre del saxo tenor. Las consecuencias del “Crac” lo llevaron a Europa. Mientras estuvo fuera, Lester Young pudo presumir de ser el primer saxo tenor de América. Cuando volvió (expulsado de Alemania) Hawkins y grabó este glorioso “Body and soul”…¡no hubo más discusión!...¡Escúchenlo en todas las versiones posibles!...dará para toda la tarde. Añadan a la cola: “Out of november” y “Prisioner of love”…Y tendremos la atmósfera perfecta para continuar.



                                   

Y este “body and soul” merece ser acompañado por un “mar y montaña”, (o por un “blanco y negro”). Elijo el “blanco y negro”, por sencillo y por claridad conceptual. El “sol y sombra” va de suyo…

Una noche de verano del año 1919, un extraño trío realiza una marcha nocturna que los conducirá desde Thun, la isla en la que Kleist esperaba convertirse en “buen salvaje”, a Interlaken, en la franja que separa el lago de Thun y el de Brienzersee: Bloch, Benjamín y su mujer, Dora.


             

Walter Benjamin y Dora, vivían desde hacía un año en la ciudad de Berna. Benjamín trabajaba en su doctorado  y se escabullía de la militarización gracias a la ciática “histérica”, inducida por las malas artes de Dora. Tenían un hijo: Stefan. Mientras el futuro se configuraba vivían de los riquísimos padres de la mujer.

En otoño del 18 se trasladan al barrio de Marzili, junto a Aar….muy cerca de donde vivían Hugo Ball y su encantadora y muy católica Emmy Henning. Ball hacía tiempo que se había alejado de la inutilidad de “Dadá” y, sobre todo, de la sombra estirilizante de Tzara…Poco a poco se convertirá en un “complejo” de: “socialista, esteta y el monje”. Morirá más cerca de lo último.

Ball y Broch se conocían desde los tiempos de la “Freie Zeitung”. Bloch estudiaba concienzudamente a Münzer y le aconsejaba fervientemente la lectura de Moro y de Capanella. (A pesar de eso) renaudaron su amistad en Suiza. 

A comienzos del 19, Ball pone en contacto a Bloch con Benjamin y Dora (que acaban de salir ilesos de la “gripe española”). Bloch ya ha escrito “Geist der Utopie”.

Poco después Benjamin presentará Scholem a Broch…¡y saltarán chispas!...(la amistad de Benjamin y Bloch que parecía sincera, se revela devastadora en la correspondencia de Benjamin con Adorno)
Por entonces Benjamin no sentía un especial interés por la marcha de los acontecimientos: apenas se enteró de los acontecimientos alemanes; la derrota de la república soviética de Munich y el desastre húngaro, sólo le afectarán en la medida en que se ven implicados amigos suyos: Luckács…

Ya sabemos algo del trío que aquella noche de verano se trasladaba de Thun a Interlaken (residencia de Bloch).

Con tanta espesura no me da ni tiempo a pimplar. ¡Alto! ¡Paren máquinas!...carajillo al cincuenta por ciento y copuzo de Terry. Cigarrillo “lucky luke”.

Bueno, decir que las cosas no fueron bien entre Benjamín y Dora; que la inflación alemana afectó severamente la “posición económica” de la pareja; que a su padre (de Benjamin) le cortaron una pierna (¡otro!) y que ambos creyeron encontrar el amor fuera del nido conyugal.

Se consoló comprando el “Angelus Novus” (Klee).

Así las cosas, un viaje era lo adecuado. Benjamin lo tramaba desde hacía un tiempo. Se decide por Capri, donde sabe que encontrará a Bloch, y a otros amigos y conocidos. Influyó la belleza y la economía…¿Puede que también la reciente tradición lésbica de la isla?...Allí se dieron cita, en aquellos años, las sáficas más provocadoras y valientes de la época. Y era “refugio” o sitio de paso para muchos: Gorki, Lenin, Marinnetti, Brecht y Marianne, Sofía Kyrilenko…




Es el momento en el que Scholem le insta seriamente a dicidirse por “Palestina”. Él duda y sigue ahogándose en el “Drama barroco”…que no será literalmente comprendido por nadie de los que dependerá la deseada “habilitación”.

Y en esa situación de “impasse”, se abre una ranura y se cuela el milagro.

Y para celebrarlo que suene en el sputofaif:

  •          Una adecuada selección de Peppino di Capri
  •          Y todo lo que deseen de Roberto Murolo.

Llegó casi al mismo tiempo que Asja Lacis con su compañero Reich y su hija Daga, enferma de neumonía, a quienes los médicos habían prescrito un clima adecuado. Ausentado  Reich, el azar (buscado) se presentó en forma de “almendra”. La “revolucionaria profesional”, bolchevique de la primera hornada, quería comprar almendras pero no sabía cómo pedirlas. Y aquí irrumpe Benjamín con su torpeza y educación habituales: consiguieron las almendras y le llevó el paquetito (con dificultades).

--Permítame presentarme: Doctor Walter Benjamin…¿Podré visitarla alguna vez?

--Naturalmente.

Al día siguiente ya estaba allí. Ella cocinaba. La niña estaba en camisón. (lean vds. la entrada “Porcelana china” de “Dirección única”).

Una vez roto el benjaminiano hielo a causa de una repentina llamarada pasional, se habló largo y tendido. Ella le habló de su trabajo teatral con Meyerhold, de cine soviético… de Maiakovski…de las costumbres soviéticas, de Kollontai… y del brillante futuro que se les abría.

Él le habló de Gide, de Proust y sobre todo de Kafka.

Poco a poco le fue  informando de sus quehaceres: traducciones de Baudelaire, de su interés por las “afinidades electivas”… y del inevitable “Drama barroco” que le serviría como trabajo de "habilitación académica".

--¿Por qué se preocupa vd. de una literatura muerta?

En mala hora hizo la pregunta: una catarata de explicaciones incomprensibles, envueltas en inseguros gestos de enamorado primerizo, llenó la ahumada cocina y se mezcló con los espaguetis que se endurecieron como conceptos.

Retrospectivamente comprendió la importancia y pertinencia del trabajo de Benjamin y la relacionó con ciertas concepciones de Brecht (Genet, P. Weiss) en las que la alegoría funciona como un medio de expresión de valor.




Los días pasaban con la melancolía del que presiente el fin.

Ante la insistencia de Scholem por  Palestina”, la “amada” le espetó:

--El camino de un intelectual progresista lleva a Moscú, pero en ningún caso a Palestina”.

Scholem atribuye la “pérdida” del amigo a su ausencia. Asja lo atribuye a su presencia..

Sea como fuere, 1924 y Capri marcaron una fisura  en la persona y obra del filósofo. Asja  y ”Historia y conciencia de clase” de Lukács empujaban en la misma dirección. Fruto del conocimiento de Asja fue: “Calle de dirección única” y las novedades evidentes:

  • el esfuerzo por pasar de un estilo marcadamente esotérico de escritura a otro exotérico, público, polémico y abierto
  •  la asunción de una problemática que excedía los estudios literarios y avanzaba decididamente hacia objetos ajenos a la academia y próximos a lo concreto de la vida cotidiana urbana
  • la aproximación, (aforismos) a las vanguardias constructivistas una tradición a la que los comentaristas no suelen ligar el pensamiento de Benjamin. (L.G.G.)
Hay que decir que el método general ya estaba presente en W. Benjamin: descubrir en lo más insignificante lo más importante de un suceso o acontecimiento (como “describe” Stendhal la batalla de “Waterloo”…¡desde fuera!)

“ESTA CALLE SE LLAMA ASJA LACIS, NOMBRE DE AQUELLA QUE COMO INGENIERO LA ABRIÓ EN EL AUTOR”…¿Era consciente Benjamín de estar utilizando la definición que dio Stalin del intelectual: “Ingeniero del alma”? 

Lean vds. la primera entrada: “Gasolinera” y se les revelará, de entrada, la intención general de la obra.

En este libro empieza a prefigurar su particular visión del materialismo, impregnada de romanticismo y de mesianismo, y en la que la “iluminación profana” (revelada a través del amor) penetra en la realidad de la vida, de las relaciones y de las cosas desgranando, por medio de pequeños fragmentos alegóricos y aforismos plenos de densidad, la transformación y empobrecimiento que el capitalismo y la mercancía hacen de la vida, con la mirada puesta en el presente y en la necesidad de transformarlo. 
La esperanza mesiánica pudo entonces combinarse con una visión materialista de la historia, surgiendo una “teología de la revolución marxista/libertaria” (Michael Löwy), que a Brecht le parecía un absurdo, en la que el Mesías irrumpirá con espada flamígera, cortando el tiempo y destruyendo el orden socio-económico capitalista inaugurando un tiempo nuevo en el que  no se (arranquen) “los frutos aún verdes para colocarlos ventajosamente en el mercado”…en el que la tierra no sufra y “el campo  de buenas cosechas”.
Pero, vamos, la razón efemérica no nos conduce a Benjamin, sino a Asja Lacis, el medio por el cual Benjamin alcanzó la llave con la que abrir los objetos-mercancías y mostrar sus relaciones con el mundo de la producción, de la circulación y  del consumo.

La historia de amor no continuó…se vieron en Riga, en Berlín y dos meses en Moscú (“Diario de Moscú” 6-12-26 al 2-2-27) que le resultaron gélidos, y no a causa de las bajísimas temperaturas. Desde su bajada del tren. Nadie le esperaba.

Cuenta los besos y su duración, las palabras, las miradas, los pasos…Asja está tuberculosa. Reich es omnipresente. “Hoy le he dicho que me gustaría tener un hijo con ella."

Consciente del fracaso del primer objetivo del viaje, intenta salvar los otros:

  • Conocer de primera mano las costumbres soviéticas y su organización social.
  • Deliberar sobre la conveniencia o no de su ingreso en el Partido Comunista (alemán o francés)…Sopesados los pros y los contras, decide no ingresar. Pese a todo, colaboró con un artículo (“Goethe”) con la “Enciclopedia Soviética”. Lunacharski decidió que ya estaba bien de cortes y correcciones y ordenó que no se publicara. También supo que la obra de Lukács estaba en el “índice”…
  • Escapar a la mortal melancolía navideña. Decidan vds. mismos: “Con mi voluminosa maleta, llena de juguetes de madera y de hiero comprados de manera compulsiva en muchas tiendas y fábricas, me dirigí llorando a la estación a través de las calles en que empezaba a anochecer”…¡Benjamin y sus inevitables maletas!

Benjamin y Asja volvieron a estar juntos en Berlín. En “De profesión: revolucionaria”, confiesa que,, por algún momento manejó la posibilidad de casarse con Walter. Benjamin por su parte, había, por fin, roto definitivamente con Dora…¡A la espera!...

Ningún amor es desgraciado”…¡No acabo de escudriñar todos los recovecos de esa melancólica afirmación-deseo!  En Port-Bou quizá se convenciera de que el “Mesías” es la muerte, tal como creía Isaac B. Singer* y que el único espacio-tiempo que rasga es el de la vida propia…y que sobre el amor y la desgracia …¡hay mucho que callar!

Asja tuvo una vida profesional intensa: jefe del departamento de Cine de la Oficina Comercial de la embajada soviética en Alemania; trabajó con Toller, con Piscator, con Anna Seghers…influyó en la popularidad de Brecht; dirigió teatros en Letonia y probó, como tantos otros el duro pan de la deportación…eran los años del gran terror: 10 años (del 38 al 48) en Kazajistán. De vuelta volvió a contactar con Brecht y Piscator.

Fue readmitida en el partido.

Pasó sus últimos años en Riga. Murió tal día como hoy, del año 1979.

Para acabar: ¿Era una espía (agente de información)? ¿Había sido enviada por el Partido para tomar el pulso a la intelectualidad alemana?...¿no fue Benjamin un pajarito entre las juguetonas garras de la bolchevique?...¿nunca fue consciente (es natural) de su “asexualidad?”…Sus “amadas” así lo testifican. Benjamin encantaba, seducía, deslumbraba, embelesaba, hipnotizaba, embrujaba… mediante un espeso líquido conceptual  que “regalimaba  una delicada esperanza, a lo Pollock…

Como final no está nada mal ¿no?




                                                  












Propuesta para hoy, día 21 de noviembre. SEGUNDA SERIE. Día del Rapónchigo. Café Central, Viena. Altenberg. “Matar un ruiseñor”.

(Asteriscos * remiten a efemerísticas razones)

La Revolución francesa, en su inmenso refinamiento (y ternura), tuvo a bien dedicar el día de hoy al rapónchigo, astrigente. ¿No conocen Udes. el rapónchigo? ¿Y si les dijera que también se conoce como campanillas de todo el año? ¿Tampoco? En algunas zonas se le llama nabiza o nabo montesino, debido a las cualidades gastronómicas de sus raíces, muy apreciadas en Liguria. O bien, Rapillo, repuncio, ruiponce, ruipóntico… y en las sacristías lo llaman “vara de san José del campo” y con sus campánulas adornan los pasos de la semana santa. Vean su porte.





En Alemán es Rapunzel y Rapunzel es el nombre que los hermanos Grimm dieron a la joven trenzuda, encerrada por la bruja en lo alto de una torre infranqueable. La única entrada eran sus trenzas: “Rapunzel, Rapunzel, deja tu pelo caer, así puedo trepar por la escalera dorada” ¡Y todo por haber robado unos rapónchigos! —“¡Pagarás por haber robado mis rapónchigos! Deberás pagarme con tus servicios tantos años como rapónchigos hayas robado…” Ejemplo clarificador (como deben ser todos los ejemplos, por otra parte) del “amor Disney” (Brigitte Vasallo). 


Hablando de trenzas: Oigan Udes. al grandísimo Manolo Caracoliflor (perdón, Caracol) cantando aquello de “carcelero, carcelero (…) porque no quiero matarla… con las trenzas de su pelo….Ay”. Copla apropiada para abrir un congreso feminista, ¿eh, Brigitte?

 1
El café Central (en la educada y fascista ciudad de Viena) esa periclitada universidad del ajedrez en la que el mismo Trotsky ensayó sus estrategias, era algo más que un café, era una forma de ver el mundo (…) Sus habitantes son en su mayor parte gente cuyo odio por sus semejantes es tan intenso como su deseo de estar con otras personas que a su vez también quieren estar solas pero necesitan compañía. Los clientes del Central se aman y menosprecian mutuamente (...) A algunos autores les sucede que cuando están en el Central no se les ocurre nada. Fuera de él, mucho menos todavía." (A. Polgar). Como es natural, al amparo de la Sociedad de protección del patrimonio artístico, el local (y su clientela) fue renovado por todo lo alto. Ahora, como en todas partes, tupés a lo Trump… comerciantes de lomo alto de Nevada… pura (si se me permite esta paradoja) purria, vamos.
 
"¡AH! Ser psiquiatra en Viena!" (como diría el otro).




Bueno, Polgar exagera la misantropía de los asiduos. Altenberg residía, en el sentido literal del término, en estos arcádicos espacios y no era un misántropo (al uso). Algo así como yo y el Condis: Hasta he alquilado una especie de cajón-apartado de correos para empezar a recibir aquí mi correspondencia (perdón por la hipérbole). También influía un poco la miseria o, por lo menos, la incomodidad (perdón por el eufemismo) de las moradas… (¿?)

Tal día como hoy del año 1895, veinte años exactos después de que Mahler se convirtiera en wagneriano, estaba Peter tomando un carajillo en el Central cuando leyó en el Extrablatt la siguiente noticia:

“Muchacha desaparecida.
La muchacha que muestra la fotografía de arriba es Johanna H., de quince años de edad, hija de un funcionario de ferrocarriles. La susodicha debía dirigirse el domingo pasado al mediodía a su clase de piano, pero no llegó a su destino y desde entonces se encuentra desaparecida. Tenía pelo rubio con reflejos rojizos, ojos castaños, y es de complexión esbelta. Los desdichados padres, etc., etc….”

Y Peter, dado a la idealización de la mujer-niña (o viceversa), se extendió en consideraciones melancólicas y casi fulminantemente enamoradas. Es como matar ruiseñores*, se dijo. Así era él. La fotografía en blanco y negro no hacía justicia a la descripción. Lo suyo, se dijo, sería como los Rayos “X”, pues desde el día 6 de noviembre, la expresión, y el concepto, estaban a disposición del público. En efecto, sus artículos, si bien breves, tienen la capacidad de la “X-sicidad”, por así decir. Fue, en consecuencia, a la literatura, lo que Röntgen a la radiación.




Que la noticia saliera en el Extrablatt indicaba, sin duda, una extracción elevada… ¡y lo del piano! Esa misma tarde desaparecieron otras niñas. Se internaron por las desoladas extensiones de más allá del Ring y nunca más se supo de ellas. Ni tuvieron su escoliasta… ni su príncipe (des)encantador.

 ¡El pollo frito y los valses! ¡El alegre apocalipsis!

Sacó unas plateadas y curvas tijeritas, como de manicura o cirugía, y, con delicadeza, fue recortando la ilustración. Se la metió en el bolsillo, pues la cartera le era del todo innecesaria, para añadirla a su incipiente colección. Años más tarde ocuparía toda una zimmer del hotel Graben. No mal interpreten, Altenberg no es un voyeur. Él aprecia el “mundo menudo” en el que se desenvuelven las mujeres. Desprecia la masculina sexualidad predadora y es un amante del género femenino,  lo que significa sustraerlo de la banalidad y la ignorancia, atributos machos por antonomasia. Ya lo decía L.A. Salomé: “Cuando se está con él, no se piensa en un hombre o en una mujer sino en una criatura de un tercer tipo”. Él no es un cazador de mariposas, como, literalmente, lo era Nabokov, aunque las fotografías parezcan trofeos. Para cazar estaba Schtnitzler. Él acompaña…

En estas estaba Peter cuando entraron, esquivando los arcos, von Hofmannsthal, Salten, Beer-Hofmann, Barh y Schnitzler. K. Kraus, adolescente-casi niño, embreando la antorcha: El Cafè Griensteidl está a punto de ser demolido. Loos, recién admitido en el club de los sifilíticos y de los repudiados por la familia, está en Estados Unidos. Cuando vuelva a Viena, asombrará con su Café Museum. Frida Uhl lee el Wiener Zeitung.

–Hombre, Peter ¿tú por aquí?

–¿Dónde si no? 

–Y escribiendo… ¡no sabía que TÚ escribieras!

–Pues… ¡ya ves!

Fue Schnitzler, que iba un poco empanado (y a quien no se le había pasado desapercibida la presencia de la jovencita Uhl que cargaba la estilográfica en su vena basílica) quien dio inicio a esa histórica conversación. Peter se limitó a darle la réplica. El que llegaría a ser el alter ego de Freud (ocupado por entonces, con Breuer, en “Un estudio sobre la histeria”), miró por encima de la desgastada hombrera de Peter, vio el vacío que había dejado la fotografía y guiñó un ojo a la concurrencia. ¡Vaya, vaya! Semanas más tarde K. Kraus envió al editor Fischer (“pescador”) un paquete con los articulitos de Altenberg, recomendándolo como genio. Y así empezó todo.

Tenía casi cuarenta años. No fue una carrera fulgurante, pero le dio al bueno de Peter para ir tirando. Nunca, sin embargo, para acabar de arreglar cuentas con la casa. Bebía a otro ritmo, relativista, por así decir, mientras que sus entradas se mantenían en los límites newtonianos.

¡Que no han leído a Peter Altenberg!… ¡pero, bueno! ¿Con quiénes me las veo? ¡Por favor…!

***

No hagan Udes. el paleto. Ni se les ocurra pisar el café Central, ahora Palais Ferstel. En su lugar sigan hasta la Michaelplatz, que ya estará decorada para las abominables fiestas de navidad, y pidan una salchicha en el Imbiss del rincón. Si siguen mi consejo, me encontrarán apoyado en el mostrador, envuelto en la bufanda blaugrana y tomándome unos aguardientes de trigo sarraceno con la mirada fija en la mano ensortijada* de la dependienta. A mi espalda queda la casa Loos. Y cerrando el Hofburg, la fuente Macht auf See con el busto altenbergiano de Friedrich Uhl actuando de Neptunode.


  Lean ustedes las páginas de "La montaña mágica" dedicadas al intercambio , amoroso, de placas de rayos X
 
Bueno, llevo aquí dos horas y por aquí no aparece ni dios (¿?). Hace frio. Y me sale el Korn por las orejas. Pago. Derribo el taburete y me dirijo, contra mis recién enunciados principios, al Café Central, ahora Palais de no sé qué.

Esto está a parir, que se dice. 



Junto a la vitrina de los dulces un caballero ocupa (él solo) una mesita. Una china-japonesa le está preguntando si tiene para mucho. Perspicaz, aunque no demasiado, consigo esquivar las columnas… ¡menos una!… y me planto delante del bigotudo cliente que descansa justo al lado de la vitrina de los dulces y que acaba de despachar a la china. Parece que me mira, pero no acaba de fijar la mirada. Está a lo suyo. Ensimismado. 

–Buenas tarde, querido cliente.
–No es Ud. muy locuaz que digamos.
–Podría Ud. mirarme, por lo menos. Es igual. Permítame tomar asiento a su vera– Mientras, con esa campechanía propia de la piel de toro, arrimo dos sillas a la mesita: una para mí y otra para la impedimenta­– ¿Puedo invitarle a algo? ¿No? ¡Mejor! ¡Camarerooo! ¡Póngame un aguardiente de centeno!... es que fuera hace un frio que pela y yo, oiga, como soy de Murcia… Vamos a ver. Vamos a probar el aguardiente de centeno. El de trigo está bueno, pero, vamos, para variar, sabe Ud. ¡Camarerooo! ¡Ponga cuatro aguardientes! Con uno no hay ni para empezar. Y así ya no le molesto más…  A mí me gusta viajar solo... Meditar… ¿sabe Ud.? Tengo un perro ¿sabe? Un pastor alemán… de por aquí ¿no? ¡Gracias, camarero! Le he puesto Hegel. ¿Ud. gusta? ¡Coja una copita! Bueno me pimplaré las cuatro, no sufra. Mi mayor afición es conmemorar, rememorar… recorro el mundo siguiendo los pasos del calendario: hoy aquí, mañana, allí… No crea, a veces es pesado. Y esos cuadernos… a ver… a ver… 



El alter ego de Altenberg, que lleva décadas apoyando el brazo derecho sobre la coqueta mesita, justo al lado de la vitrina de los dulces y que parece mezcla de Nietzsche y Labordeta, gira dolorosamente la cabeza hacia la derecha y clava sus ojos muertos sobre los míos miopes. 

–Es Ud. como el Príncipe del cuento (de los hermanos Grimm, por supuesto. Digno también de un congreso feminista). Su balbucir me ha despertado del coma. Yo esperaba la escena de otra manera: que una Lolita (perdón por el anacronismo) inocente (perdón por la paradoja) se sentara en mis rodillas, besara mis ojos y ordenara a su padre que pagara mis incontables consumiciones. Veo que la espera ha sido en vano. Es una desgracia. Tanto tiempo fuera del tiempo para que ahora venga un gilipollas (perdón por el insulto) y destroce mi más íntimo anhelo. Déjeme en paz, por dios (¿?)… Pero no sin antes dejar a cero mi debe.– Y diciendo lo dicho, se levanta apesadumbrado, recoge sus cuadernos y desaparece por la puerta cristalera que da a la Herrengasse… para perderse por las, ahora, desconocidas e inhóspitas calles de Viena.

2

"Era la noche de veintiuno de noviembre-dijo el señor Tate-. Yo estaba saliendo de la oficina para irme a casa cuando el señor Ewell entró, muy nervioso, y dijo que fuera a su casa rápidamente, que un negro había violado a su hija."



Maycomb, Alabama. Era el año 1936, sábado y la luna empezaba a hacerse visible.
Hacía tres meses de lo de Jesse Owens. Las Leyes de Jim Crow (esa caricatura de negro tan parecida a la que los nazis tomaron de Krenek para publicitar su música degenerada) eran inviolables e invioladas y parecían eternas. La esclavitud había desaparecido, pero quedaba el racismo (“separados, pero iguales”). El desarrollo del capitalismo exigía libertad de mercado, cosa que, como es natural, incluía libertad de contratación. Con el Movimiento por los derechos civiles de finales de los 50’s y la década siguiente se entró en una nueva fase. En diciembre del 55 Rosa Parks se negó a dejar el asiento… Ardió Missisipi y toda la nación… Sin embargo, mediante la cooptación, la represión y el asesinato se fue imponiendo un nuevo orden… Y en esas estamos… y no salimos…



En 1960 aparece “Matar un ruiseñor” de Lee Harper. Carson McCuller deambula por entre quirófanos. Flannery O’Connor medita sobre su inútil experiencia en las aguas de Lourdes. Truman Capote, canario por parte de padrastro, recogía las mieles de “Desayuno en Tiffanis”… y buscaba nuevo tema: Lee Harper no fue ajena a esa búsqueda.

… Missisipi, Alabama, Carolina del sur, Carolina del norte, Carolina del este, Carolina del oeste… Y, ahora, el muro mexicano… 

Antes de seguir oigan y comparen:
Neil Young: “Alabama
y la respuesta de Lynyrd Skynyrd: “Sweet home Alabama
Y, si les quedan ganas, vayan a Brecht/Weil: “Alabama”… o a las versiones de  Doors o Bowie.
Y si desean continuar, lean Udes. la siguiente entrada donde me refiero a los hechos que inspiraron “A sangre fría” de Capote y se dice algo de Lee Harper.

La obra de Harper fue todo un revulsivo. Y Gregory Peck, Atticus, se convirtió en el héroe de la integridad americana. Tanto es así que cuando lo veo vestido de pistolero no puedo evitar echarle encima una discreta toga de abogado para cubrir su desnudez. Scorsese lo llamó ”teorema geométrico” sin posible discusión, por la contundencia de su mero estar. 

Su estrella (de Gregory) fue robada del Hollywod Bouevard, honor que compartió con Gene Autry, James Stward y Kirk Douglas. La de Trump aparece destrozada día sí, día también. 

Billie Holiday tuvo que salir por piernas del estadio de Mobile (Alabama) cuando anunció que iba a cantar Stranger fruits: 

“(…) Bucólica escena del galante sur,
los ojos abultados, la boca torcida
el aroma de las magnolias, dulce y fresco
y de pronto el olor de la carne quemada. (…)




Alabama, Alabama… ¡qué bonito nombre tienes!







Propuesta para hoy, día 6 de enero. NACIMIENTO, MUERTE Y RESURRECCIÓN DE SHERLOCK HOLMES.

   6 DE ENERO 2025                                                            1. NACIMIENTO. En ninguna de las obras canónicas se cita...