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miércoles, 17 de abril de 2013

Propuesta para hoy, 17 de abril. SEGUNDA SERIE. Radiguet: El diablo en el cuerpo.




En la edición de Lourdes Carriedo se afirma: “El domingo 17 de abril de 1917 (el narrador) conoce a Marthe”. Él tiene 16 años, ella 18. 



A mí, como saben, esas efemérides me arrebatan (como diría el otro, el desaparecido); así que cuando descubro su falsedad me encorajino: El 17 de abril de 1917… ¡cayó en martes! y, además, el narrador nunca precisa de fecha de ese encuentro. Fue un domingo de abril, cierto, pero no el día 17. Pero, en fin… 

La luna estaba como una finísima rodaja de sandía; el 21 desaparecería. 

Mientras el narrador se reprocha no haber sido lo suficientemente valiente como para besar en el cuello a Marthe (guerra), Vaché remite a Bretón la definición de UMOR: “Creo que es una sensación–casi dije un SENTIDO–eso también–de la teatral (y lúgubre) inutilidad de todo.” Breton se encuentra en La Pitié, esta vez como enfermo, a la espera de una operación de apendicitis, lo que no era obstáculo para asistir a los miércoles floridos de Apollinaire y escribir un, inédito, estudio introductorio a Calligramas. Radiguet mariposeaba y Cocteau salivaba.
Nord-Sud (“rival” de SIC) con Reverdy al frente, ve la luz. 

Al final de la primavera, mientras Marthe, aconsejada por la maldad del narrador, elige los muebles con los que castigará a su marido ausente (y el amante presente sueña con los versos de Baudelaire…):

(…) Tendremos camas de olores suaves,
y divanes tan profundos como tumbas,
y en los estantes flores extrañas abriéndose
para nosotros bajo cielos más puros. (…)

… Marguerite revela a su hijo Louis (Aragon) la identidad de su verdadero padre.
Hoy, 17 de abril del año 2018, tampoco es domingo… ¡es martes! y no hay luna. El 17 de abril de 1891 fue viernes y Rimbaud, el infernal, se embarca en Adén con destino a Marsella. Allí le cortarán la pierna y le darán tanda para el más allá. 


Estoy en los alrededores de la gare de Sucy, lindante con Ormesson, bajo las influencias del Marne. Sureste de París. En media hora se encontrarán en la gare de Lyon. Después de buscar y rebuscar he dado con este Kebab perdido entre boucheries, farmacias y establecimientos financieros. Por cierto, si no tienen mi pasión por las efemérides, ni una atracción desmedida por el pasto... ¡ni se les ocurra pasar por aquí! Para más desgracia el camarero me comunica que no sirven alcohol, así que pido una granadina y ¡salga el sol por Antequera!

Si Udes. leen la novela, estarán al caso. No se viene aquí por gusto. Han desaparecido los prados, los riachuelos, las flores y flota en el aire la desilusión. ¿Desilusión he dicho? ¿Qué desilusión? Nunca la hubo. Flota la sordidez.  Frente a mí un puente de hierro resto de antiguas épocas. Bonito sitio para beber una granadina: El amor todo lo puede. 
Perdonen Udes. el párrafo anterior: lo escribí antes de visitar la localidad. Sigue siendo un sitio estupendo para una granadina, pero he acabado de zonas verdes hasta la coronilla.

Bueno, pues eso. Un chaval se enamora de una chica comprometida con un joven que está en el frente. Se trata de la primera guerra y de las largas e inesperadas vacaciones. Mujeres deseosas, jóvenes serviciales. Amor a primera vista y toda una lección de “amor pasión” y ejemplificación de cada una de sus siete fases (Stendhal). 
¡La guerra como condición de posibilidad de la felicidad! (provisional). 


Pasan las veladas de invierno acurrucados junto al fuego de madera de olivo; llegan cartas del frente que son consumidas por ese fuego propiciado por el suegro. Marthe y el narrador, para los que la guerra es una circunstancia propicia, juegan al amor pasión que, en marzo del 18 (un año después del primer encuentro), cumpleaños del narrador, se consuma… y empieza a consumirse. Breton empieza a leer a Lautréamont y a recitarlo a gritos en las lúgubres galerías de Val-de-Grâce. El narrador ha cumplido 17 años y Marthe le ha regalado una bata de estar por casa idéntica a la suya. Jacques sigue en su batallón con la mosca tras la oreja. No le importaría que una esquirla de obús se alojara en su cráneocomo acaba de pasarle a Apollinaire; por suerte la gripe española acechaba.
¡Tú aquí defendiendo el honor de la patria, y en retaguardia perforándote el honor!

Aquí la historia (era de esperar) inicia el descenso (por una temporada) a los infiernos. Con la posesión se descubre el déspota y la sierva. Y a su alrededor la jauría de los bienpensantes. 

Bueno, la cosa sigue. Marthe se queda embarazada. Hijos de la guerra como, Althusser, Edith Piaf… Armisticio. El niño nace sietemesino y, gracias a esa irregularidad, se aclara la paternidad. El mismo novelesco día dos jóvenes son encontrados muertos en el Hotel France de la ciudad de Nantes. Uno era Vaché. Vaché no estaba dispuesto a morir en tiempos de guerra… ni a morir solo: “Moriré cuando quiera morir… Pero entonces moriré con alguien. Morir solo es demasiado aburrido…”

Jacques vuelve del frente. Marthe muere (¿gripe española?) pronunciando el nombre de su amado, y el narrador, aventajado aprendiz de verdugo, se dispone a empezar un nuevo curso escolar. Jacques vivirá para (y por) el niño, al que cree su hijo.
“Al ver aquel viudo tan digno y que dominaba tan bien su desesperación, comprendí que a la larga, las aguas del río vuelven a su cauce. ¿Acaso no acababa de saber que Marthe había muerto pronunciando mi nombre y que mi hijo disfrutaría de una existencia razonable?”… ¡¡Demasiado joven para tanto cinismo!!

En Zurich se inaugura la Galería Dada: “La Tempestad”.

Como en Balzac, como en Stendhal… el amor-pasión desemboca en la desgracia. Inevitable no pensar en los desenlaces, vertiginosos, de las dos grandes novelas de Stendhal. Y, naturalmente, en los análisis psicológicos de La Princese de Clèves. Radiguet entronca con esa tradición tan francesa del ¿realismo psicológico-sentimental?, rechazando las nuevas formas que surgían de las cenizas: “Retorno al orden”. 



La novela fue un éxito. Anunciado como el nuevo Rimbaud, Radiguet, ese “niño con bastón”, fue enculado… uy, perdón, encumbrado, de las manos ubicuas y tremendas (más grandes, incluso, que las Miguel-angelescas de Isadora) del acomodaticio y halitósico Cocteau, al olimpo de las letras que se dice. Lástima que muriera a los 20 años. Era el año 1923. Dada fallecía y el surrealismo estaba a punto de manifestarse oficialmente. 




Cuando volvieron los supervivientes, a la patria no le salieron las cuentas: Faltaban un millón y medio… y sobraban los cientos de miles de mutilados o afectados por esa nueva enfermedad que dio en llamarse neurosis de guerra. Estremece leer el catálogo (que recogió Elmer Ernest Southard) de mentes y cuerpos destrozados por la guerra, junto con los nombres de los médicos que trataron a las víctimas en sus respectivos países de origen.
 
Se marcharon alegres: He aquí una oportunidad de reivindicar mi hombría y la superioridad de mi patria, se dijeron. Volvieron, alterados, a un mundo que no era el suyo. Entre lo anecdótico, lo que le pasó al infeliz Jacques de la novela de Radiguet.
Abandono este desolado kebab sin tocar la granadina y me dirijo a la estación. Media docena de individuos, desde las diferentes esquinas de esta malformada plaza, hacen lo mismo. Veo cómo el camarero, sin remordimientos, se pimpla el rojo brebaje.

martes, 16 de abril de 2013

Propuesta para hoy, día 16 de abril. Madrid. El Lute. Nino Bravo. (2ª)



….¡¡Y apareció!!

Por donde una hora antes habíamos entrado nosotros, traían esposado y a empujones a un mulato-cuarterón en el que reconocimos a Legrá. La alegría y la tristeza se mezclaron y nos dieron arcadas que expresaban lo que las palabras eran incapaces.

--¿De dónde has sacado a este? Preguntó el de la revista.
--De ahí de san Jerónimo, se peleaba con el altísimo a quince asaltos. Reclamaba la descalificación del contrincante por juego sucio. Tengo de testigos a todo el barrio. Dice que es Legrá…¡el muy cabrón!...¡Y que quiere ver al mismísimo Caudillo!
--Mételo ahí adonde el jefe.

El foco  seguía al negro y desaparecieron juntos por la puerta entreabierta  de recepción.

Seguían las llamadas y las comprobaciones. El que había traído al negro se marchó a seguir cosechando. Volvimos a la escena previa.  El trabajo se le acumulaba al lascivo.

Sale Legrá, nos lanza un “gancho” y ocupa la silla que queda libre. 

Llamadas…espera…llamadas…espera. Anota algo de vez en cuando. Asiente con la cabeza…La bombilla no puede mostrar todo su poderío por las cagadas de mosca que la atenazan…sino…¡verían vds.! 

Sobre las paredes desnudas, nuestras sombras.  Cada cual tiene la suya detrás…a la expectativa. Nadie tiene reloj…pero el tiempo pasa…¡eso es seguro!

Sale el “jefe” y se dirige directamente al mulato-cuarterón:

--Con que al Caudillo ¿eh?...¡no tienes bastante con el altísimo!...Nada, que este cabrón no entiende ni papa de lo que le pregunto. ¿¡Será zulú!?…Pues ahora me vas a decir qué tienes tú que ver con Franco.

Saca la porra; en la pared se refeja la sombra: como en los “títeres de Cachiporra”…Cristóbal se dispone a repiquetear sobre la dura cabeza del negro. 

--¿Cómo te llamas?...¿de dónde eres?

El negro no contesta. No entiende: eleva los hombros y tuerce la cabeza. El primer golpe ha empezado la trayectoria. Legrá nos mira implorante. Me levanto, doy el acostumbrado traspiés y me coloco entre la porra y la cabeza del zulú.

--Mi capitán
--¡No me llames capitán, coño!...¡Soy inspector de policía!
--Mi inspector!
--DE la policía…¡no tuyo!
-- Sr. Inspector de policía…El negro no entiende…¿no se da vd. cuenta?  YO entiendo algo de zulú.

Sobre la pared nuestras sombras parecen representar una escena de “Otelo”.  Legrá que ha captado el juego, balbucea algo plagado de vocales (¡fácil!) :

--Dice que lo único que quiere es irse con su mujer y su niña.
--¡¿Qué mujer ni que niño muerto?!
--Tiene familia. 

La porra sigue en todo lo alto, en tensión, en equilibrio inestable. En cualquier momento puede abatirse sobre nuestras multirraciales cabezas. El negro sigue balbuciendo.

--Señor inspector…dice que no ha hecho nada. Que sólo ha tomado unos vinos, pero que como es negro y no está acostumbrado se le han subido a la cabeza.

El brazo de la justicia, pasado el momento de furor, pierde la rigidez…finalmente vuelve a su posición humana.

--¡Lleváoslo!...¡Ya le arreglaré yo las cuentas!

Nadie acude al mandato. No hay nadie más que el lujurioso que sigue ocupado con sus comprobaciones. El jefe se retira a su madriguera y el negro aprovecha para largarse por donde entró. 
Antes de salir, se vuelve y nos lanza un beso directo al mentón.

Así eran la cosas (algunas veces). La mecanización llegó poco a poco.

Las cosas se fueron aclarando a su ritmo. Lo de Charli estaba en regla. Lo mío también (¡¡) (siempre he pensado en la razón de mi buena suerte y no he conseguido una explicación razonable). Lo del Wamba, sin embargo (como era de esperar), presentaba alguna complicación (Siempre he pensado en la mala suerte de W. y no he conseguido una explicación razonable). 

--¡Hala!...¡a la puta rue!...¡y que no os vuelva a ver por aquí! ¡Coged vuestras cosas!

Nos levantamos para salir zumbando.

--El del abrigo…¡que se detenga!...A ti no te he dicho nada. Lo tuyo va para largo.

Y salimos (Charli y yo) como el agua de torrentera. Amanecía. 

Enfrente había el típico bar de policías, donde los agentes toman sus carajillos y se hurgan los dientes. Estaba abierto. Entramos. En el extremo más alejado de la barra dormía, la cabeza sobre el mármol, “Demis”.  Lo habíamos subestimado…

Pero allí estaba, como el lucero del alba. Había conseguido 85 pesetas.

--¡Ya era hora!
--Pero tío…¿de qué vas?
--Llevo toda la noche esperando.
--Pues aún te queda un poco, el Wamba sigue ahí metido.

Tomamos unos carajillos con churros y dimos una cabezadita. Cuando las primeras luces del sol daban en los pisos altos del edificio de enfrente, se abrió la puerta del bar y entró el Wamba. Del abrigo ¡quién lo ha visto y quién lo ve! quedaba la “Forma” (deformada)…la “Materia” había retrocedido a calidad de Materia Prima. 

Bueno pues, anduvimos por todo Madrid hasta dar con el coche.  Y en coche fuimos a la casa de “voz de trueno”. Recogimos las bolsas olímpicas y nos despedimos. 

Acordamos ir juntos hasta Cuenca y allí cogeríamos el tren a Valencia.

El coche era, en efecto, un dos caballos furgoneta…sin asientos traseros. Yo me puse detrás. Y por seguridad me tumbé en el suelo y me agarré a las patas de los asientos delanteros.  Y así,  a lo san Andés, salimos de Madrid por Vallecas…para enlazar con la nacional III. 

En Arganda pusimos 200 pesetas de gasolina y preguntamos la hora, el día, el mes y el año: las 11 de la mañana del día 16 de abril (lunes de Pascua) de 1973.

El Charli había enchufado un radio casete de bolsillo a la batería del coche y llevaba algunas cintas: Nino Bravo (“Libre”), Ten years after (“Albin Lee and Company”) y otra de “varios”.
I’m going home”…una y otra vez. Y después “Libre” de Nino Bravo…así hasta Fuentidueña del Tajo, donde paramos a comer un bocata de atún con olivas. El nombre nos arrebató: ¡¡Fuentidueña!!

Estábamos sentados en la terraza de un bar de carretera, tomando el sol y comiéndonos el bocata, cuando pasó como una exhalación, primero el agudo sonido de la sirena (pensábamos que nos seguía el “Demis”) y después una ambulancia destartalada que desprendía desaliento por donde quiera que la miraras.  Serían las 12 pasadas. 

--Los hay que tienen prisa…dijo Charli.

W. no dijo nada, como si se le estuviera revelando su futuro desafortunado.

--¡Pues sí!...rematé. Me levanté y pagué.

“Libre…como el sol cuando amanece…(…)
Con su amor por montera se marchó
cantando una canción,
marchaba tan feliz que escuchó
la voz que le llamó,
y tendido en el suelo se quedó
sonriendo y sin hablar,
sobre su pecho flores carmesí,
brotaban sin cesar...
Libre…como el sol cuando amanece…(…)

En Tarancón se notaba un ambiente extraño, como de panal de abejas excitadas. Aparcamos en la plaza del ayuntamiento, nos sentamos en el exterior del Bar-Café de la plaza y preguntamos, con el fín de aclararnos sobre la causa de esa sensación de infortunio que nos había invadido…

--¿No lo sabéis?
--¡Pues no!...por eso preguntamos.
--¡Nino Bravo!
(entre nosotros): ¡no me jodas que nos han oído!
--Nino Bravo… ¿qué?
-- Que ha tenio un accidente allí en Villarrubio y se lo han llevao a Madrid.

Murió justo cuando se cruzaba con nosotros en Fuentidueña. Había salido de Valencia sobre las 8’30 en su BMW 2800 de segunda mano. Habían repostado y comido un bocadillo de atún con olivas en Motilla del Palancar. Le acompañaba uno del dúo “Humo”, grupo que promocionaba el artista: Tenían que meter unas voces en una grabación que estaban ultimando…y él mismo tenía que arreglar algunos asuntos con su casa de discos “Polydor”.

El accidente lo sufrieron en la curva tras rasante que había (antigua nacional III) a la entrada (desde Valencia) en Villarrubio. Fueron trasladados en coches particulares a Tarancón y de allí a Madrid (“Hospital Francisco Franco”)…donde confirmaron la evidencia.  

Se murió sin ganar ningún festival de la canción: ni el de la Vall d’Uxó, ni el de Barcelona, ni el de Río (aunque una vez lo tangaron), ni el de Eurovisión…Al de Río se presentó dos veces: la primera vez, Rosa Morena representaba a Andorra (¡¡).

Había nacido en Aielo de Malferit, producía “Humo”, quería ser libre (hasta el final…¡mejor!: desde el final), había comprado un BMW de segunda mano…¡en fin! ¡tenía muchos números!

Casimiro, el conductor de la ambulancia, cuatro años antes había hecho casi el mismo recorrido, con el mismo resultado. Aquella vez se trató de Rafael Vega “Gitanillo de Triana”, que había heredado el título (pero no la finura) de su hermano, muerto en el 31. El tal Rafael, que había ejercido de “testigo” en la alternativa de Manolete y de simple testigo en  la cogida mortal, venía de una noche de farra en la finca que tenía Luis Miguel Dominguín en Cuenca, y se estampó a la altura de Belinchón. Casimiro estaba, pues, acostumbrado a cierto tipo de entrevistas.

Nosotros nos sentimos culpables de verdad. Pensamos que Nino, al pasar por la terraza donde tan gustosamente tomábamos el sol, habría, atraído por el marino perfume del atún y las olivas, intentado mirar por la ventanilla…con desenlace fatal.

¡En fin!..¡Así es la vida!

Tomamos hacia Cuenca y allí nos despedimos.

--Bueno…¡aquí tenéis un amigo para toda la vida!...¡Ya nos veremos en su día!

Bajamos de la furgoneta. W. tiró a una papelera (grande) lo que quedaba del abrigo y así, a cuerpo gentil, nos dirigimos a coger el exprés de las cinco ¡en punto! de la tarde.

Sellamos los ”billetes” y elegimos mejor el compartimento: dos americanas (¿) ocupaban los sitios de ventanilla, nosotros nos sentamos, uno a cada lado.  

--Buenas tardes.

--Good evenig…(en efecto, americanas)

Saqué “Por el canal de Panamá” del bolsillo de la pelliza y se lo alargué a W. ¡Se le saltaron las lágrimas! (de vergüenza y de agradecimiento)….el mío sigo sin recordarlo.

Al poco de ponernos en marcha empezó la cuerda de guardias civiles. A veces se les oía:

--Parece que ahora está en Toledo.
--Mira que si viajara en este tren…
--Este “Lute” nos va a volver loco. ¡Cuando lo pillemos descansará y descansaremos!

Por fin se había aclarado la espesura de civiles: se trataba de “El Lute”…al que perseguían por tierra, mar y aire.

En Utiel, cuando todo parecía superado…apareció el revisor. Se dirigió directamente a W.

--Billete, por favor

Sacó el “billete”…pero el revisor no se conformó y le exigió en quilométrico. W, haciendo un gesto de autosuficiencia, le largó el “quilométrico”

--Está caducado, señor.
--¿Cómo que caducado?
--Sí… ¡que no es válido!..que tiene vd. que renovarlo…¡si puede!
--¿Y?...¿Cómo que si puedo?
--No sé…vd. sabrá. Tendrá que sacar un billete y pagar la multa correspondiente.

Mientras tanto yo, que siempre he tenido pinta de universitario de la costa este, intentaba meter baza en la partida de cartas de la pareja. Quizás notaron en mi mirada la indefensión, quizás les resultó divertido mezclarse con un “indígena”…pero me dejaron hacer. Así que cogí las cartas, barajé y repartí como para la “brisca”…Ellas mordieron la historia, creo, e hicieron como que jugaban…se tiraban cartas al buen tuntún, ganaba quien antes cogía la baza…El revisor había mordido al desorientado y no lo iba a soltar fácilmente.

W. pedía e insistía en que llamaran a su padre (factor de la estación de Valencia)…¡sería la tercera llamada en dos días!...El revisor se lo llevó con él y a mí me olvidó. 

Cuando llegamos a Valencia, un desconsolado señor, con bigote, gemelo al de W. nos esperaba en el andén. Se limitó a callar y a preguntar (para sí mismo) por el estupendo abrigo con el que W. había salido de casa tres días antes. Nos acompañaban las americanas…lo que dulcificó la cosa. Padre e hijo aclararon lo que tuvieran que aclaran y nos fuimos a casa con la esperanza de que, al fin, tendríamos la recompensa a tanto sinsabor. 

Allí, preparé una tortilla “española” y para preparar el terreno, propuse continuar con el juego de cartas: al poker.

Decir: que nos limpiaron, cogieron un taxi y se fueron a su hotel…eran las cuatro de la mañana. Nosotros salimos al balcón y cada cual pensó lo que tuviera que pesar…Incluyendo a la Organización.

Parecíamos el dúo “Humo”.

La historia tiene su lógico final. Una sofocante mañana de Julio (yo estaba por puta casualidad en casa de mis padres):

--¡Levanta, cabronazo, comunista…etc…etc!
 
agitando una carta en la mano izquierda, mientras con la derecha enarbolaba el cinturón de gala, el amarillo, de la guardia civil.

--¿Pero qué pasa aquí?...¿Qué es esto?
--¿Qué qué pasa? …¡TÚ sabrás! Aquí se te cita para la semana que viene. Se ve que tienes un juicio en Madrid…¿¡qué NO habrás hecho!?

El cinturón silbaba al aire…como una cobra a punto de lanzarse.
 
--Nos vas a matar a disgustos…Para una vez que vienes…te llevan ante la justicia.

Me costó explicarle que no era lo que se imaginaba; que la cosa se limitaba a un juicio de faltas por escándalo público y que no tenía nada que ver con los comunistas.  Cuando oyó lo de escándalo público se calmó e intentó encajarlo dentro de su esquema definitorio de la juventud.

Llegado que fue el día de autos…allí, en el juzgado, nos vimos los tres: El Wamba, de verano. Charli, con auténtica chaquetilla torera, de luces (negro y marfil) y yo, también de verano…como, por otra parte era lógico. ¡Estábamos en la canícula!

El juez, tras la primera (y  muy compleja) impresión, dio rienda suelta a las emociones…(estupor, ira, cansancio, venganza, compasión, desaliento, envidia…y otras por el estilo). Cuando las emociones se hubieron calmado y sometido a la razón:

--Bien, muchachos…¿habéis pagado vds. lo que se debe?
--¡Naturalmente! (que no)…(¡restricción mental!).
--¿Son conscientes del mal que han producido?
--Naturalmente, señor.
--Y vd. el de la torerilla, ¿no dice nada?
--Naturalmente.
--La acusación no se ha presentado, por lo que quedan libres de todo.

Poco le faltó a Charli para que le besara la mano. Al verlo así de negro, pensó en los curas y demás.
Salimos. “Demis Roussos” estaba de vacaciones.

Así que nos comimos un bocadillo de atún con olivas en cualquier sitio y nos despedimos. A Charli no lo he vuelto a ver. Al Wamba…¡por poco tiempo!

Me olvidaba decir que el 16 de abril ha sido (internacionalmente) elegido como: el día de la VOZ.

Propuesta para hoy, día 6 de enero. NACIMIENTO, MUERTE Y RESURRECCIÓN DE SHERLOCK HOLMES.

   6 DE ENERO 2025                                                            1. NACIMIENTO. En ninguna de las obras canónicas se cita...