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martes, 16 de abril de 2013

Propuesta para hoy, día 16 de abril. Madrid. El Lute. Nino Bravo. (1ª parte)




Aquella primavera había empezado a circular por Valencia la mimética expresión: “¿Qué pasa contigo, tío?” a la que el interpelado respondía (cada vez con más decisión y conocimiento): ¡Nada!..¡Un “rollo”!...reparen vds. en la complicidad entre el entrevistador y el entrevistado.
O bien aquello otro de: ¡Como se entere la ”vanguardia”!... dicho en plan de chirigota.

Época de clandestinidad a la que muchos de nosotros éramos incapaces, por naturaleza, de someternos. La cosa era seria, sin embargo. Pero un vientecillo poético recorría nuestros corazones. No tanto por las perspectivas políticas, sino por el presente: libros, música, alucinógenos, mujeres (o lo que se quisiera), días que corrían sin horarios y cargados de emoción y sentimiento. Viajes sin un duro…Los pájaros del cielo no cultivan y se alimentan... Así nosotros: aves del paraíso.

Me refiero al año 1973.

Les voy a contar a vds. “mi primer viaje a Madrid”. Que fuera el primero no influye PARA NADA en el desarrollo de los acontecimientos.

La Organización nos había (a otro y a mí) advertido acerca de ciertas imprudencias y aconsejado, por el bien de todos, que desapareciéramos durante unos días  del “campo de batalla”. Precisamente éramos lo que entonces llamábamos “técnicos de distrito”…es decir, los encargados del desarrollo técnico de las manifestaciones y, sobre todo, de la “autodefensa”. Por ese motivo nos pasábamos todo el día de farmacia en farmacia comprando perclorato sódico y ácido clorhídrico. Y de vez en cuando…una cajita de anfetaminas…Teníamos todas las tarimas de la universidad rellenas de botellas inflamables y los pantalones siempre con agujeros…que cubríamos con floreados remiendos.

Añadir a lo anterior que poseíamos (¿quiénes?...les contaría y no pararía) un bar, el más popular (entre nosotros) de Valencia. La cosa económicamente no pintaba bien, así que hicimos una espectacular huída hacia adelante y nos agenciamos una casa de comidas, algo más cara que Cáritas, y un camping en un naranjal de Cullera a kilómetros  de la playa y  destinado a los “vagabundos de la osa mayor”…¡TODO!  ¡pero TODO!…se fue al garete… (esa es otra historia que les contaré, en otra ocasión, con detenimiento).

Salimos de la estación de Valencia el viernes 13 (¡¡) de abril. Entonces no existían los magníficos trenes actuales y los vagones se dividían en compartimentos para seis-ocho personas. Se podía fumar…¡y se fumaba!  Se comía y se soplaba de lo lindo…mucho más que en un ventorrillo caminero.  En un viaje de esa envergadura  (6 ó 7 horas) te podías pimplar perfectamente una botella de Terry de malla… o una caja de cervezas (o ambas cosas).

El Wamba, por hijo de ferroviario, tenía “quilométrico”. Yo, no; pero tenía un amigo, hijo de factor, que también gozaba de ese privilegio. Así que le pedí el “quilométrico”, y el DNI,  puse unas fotos mías encima y saqué dos fotocopias.  Me disponía a viajar con dos fotocopias de documentos falsos y con un billete conseguido de forma fraudulenta. El de la ventanilla se limitó a sellar el “billete” que había rellenado con los datos del hijo del factor.

La policía tampoco es que anduviera sobrada de adelantos tecnológicos…

Cuando llegó W. con un abrigo negro que le cubría hasta los zapatos, dando la impresión de que en lugar de andar, rodara, como un féretro empujado desde atrás….Yo ya estaba allí.  Y no sólo yo: estaban también nuestras inseparables, que habían ido con una pancarta de cuatro metros a despedirnos y a desearnos un feliz viaje: “Feliz Semana Santa”.  

La consigna era: ¡Discreción!

Como era normal entre nosotros, hicimos como que no las conocíamos. Y ellas tampoco a nosotros. Así que: alguien despedía a alguien. Nadie, sin embargo, se daba por aludido. Agitaban la pancarta mientras nosotros, con sendas bolsas de las olimpiadas de México, subíamos indiferentes al tren.
Olvidaba decir que las inseparables iban disfrazadas de Jorge Cafrune (¿lo recuerdan?).

Nos inclinamos por (el “quilométrico” no te daba derecho a plaza numerada) un compartimento que parecía discreto: estaba ocupado por dos señores de pinta normal y decente. Leían el periódico (cada cual el suyo) y sonrieron cuando definitivamente nos decidimos. 

--Buenos días!
--Buenos días, chavales!
-- ¡Hola!

Cada cual dijo lo que le pareció bien. 

Ocupamos plaza de ventanilla. Los señores ocupaban, enfrentados, los asientos más alejados de la tronera.  W. se despojó de la caja negra, por lo demás, inútil…¡era un día espléndido! 

Fue sentarnos y empezar a desfilar por el pasillo una cuerda de guardias civiles con traje de servicio y “naranjero” dispuesto. Uno de ellos, echó una escrutadora mirada al interior. Sacamos los celtas con filtro y nos camuflamos entre la humareda.  Dudamos…pero el tren se puso en marcha y se disolvió la duda… y condensó la inquietud. 

A la altura de Requena  abrió la puerta el revisor. Miró familiarmente y se puso a hablar con los dos señores de las esquinas. Hizo el rictus del escepticismo: combinación prodigiosa de boca (los labios se juntan, se aprietan y se proyectan), arco ciliar (se eleva) y un levísimo giro de cabeza (con una casi inapreciable inclinación).

 Los señores:
--Bueno…¡Ya caerá esa cabrón!

Nosotros estábamos envueltos en humo espeso y como sucedió con San Martin de Porras (W. se apellidaba Porras) el contraluz nos hizo invisibles. Entre el revisor y nosotros se extendía una nube resplandeciente y milagrosa.

En Cuenca nos dio tiempo a bajar y subir con cuatro botellas de  cervezas frías. 

La procesión de los civiles continuaba a un ritmo cada vez más lento. En una de esas pasadas, el cabo, bigotudo, entró y se sentó entre W. y el individuo que tenía a su derecha. Aproveché para invitar a fumar. Sólo cogió el mostachudo; en vista del éxito ofrecí cervezas:

--No, gracias…¡estoy de servicio!. Era evidente que la mala suerte se había cebado en él.
--Te lo agradecemos, chaval, pero nosotros también estamos de servicio. 

W. cogió una botella y se la amorró, mientras abría los ojos como un Pantocrátor.

--Dicen que lo han visto por Salamanca.
--¡Y por Sevilla!
--Este cabronazo corre más que un galgo.

Oíamos el diálogo, pero mirábamos atentamente cómo el paisaje se desvanecía (eruridicianamente) a 50 por hora. 

El viaje acabó sin más incidencias. Bajamos en Atocha…W se metió en el ataúd, nos pimplamos dos copuzos de coñá  y nos dirigimos a una casa del barrio de Embajadores. Allí nos esperaba un amigo de un amigo: ¿recuerdan vds. a Demis Roussos? ¿sí?  Pues bastante más bajo, con pantalones y la voz una octava más alta. La barba, cerrada como las puertas del cielo, le arrancaba en las pestañas y le llegaba, sin solución de continuidad, hasta el pecho. Como  un pañuelo negro en torno al cuello, luto por la constatable injusticia de la naturaleza.

--Hombre…¡Por fin habéis llegado!  Dijo abrazándonos por la cintura. Su voz sonaba como una sirena de coche de policía teledirigido. Ahora nos vamos a comer un rabo de toro…Pero antes nos haremos un porrito.

El porro rodó hasta que un olor a uña quemada ocupó toda la habitación.

Dejamos las bolsa olímpicas y raudos nos dirigimos a no sé dónde. El Wamba rodaba dentro de su particular féretro. “Voz de trueno” marchaba a pasitos cortos, pero rápidos. Yo, a pasos largos, pero lentos. Todo un repertorio de locomoción de seres bípedos.

Allí lo conocían y nos sirvieron abundante y bien. Nos pimplamos dos botellas de Cariñena y unas cazallas. Demis tenía que trabajar y nos abandonó (antes nos hicimos un porrito). No teníamos ni puta idea de dónde estábamos ni qué pintábamos en Madrid y, si me apuran vds. ni quiénes éramos…
Hala…¡A rodar!

Por hacer algo (supongo que tiempo) entramos en una librería. Estaba especializada en ediciones sudamericanas.  Yo, por costumbre, me eché un libro (no recuerdo el título) al bolsillo de la pelliza y seguí mirando interesado las novedades. W me hace una señal y sale. En la misma puerta, dos individuos, cetrinos como la madre que los parió, lo agarran, uno por cada brazo y lo vuelven a meter en la librería. El Wamba me mira con cara de borrego que llevan al matadero. 

--¡Vacíe los bolsillos sobre la mesa! (mesa “ad hoc”)
--¿Qué bolsillos? ¿Qué mesa? ¿Qué libro?...¿Qué…?

Por el canal de Panamá” de Malcolm Lowry. Ed. Era. 

Oigo como le piden el nombre y la documentación. El libro quedó sobre la mesa… y que ya recibiría noticias. Aprovechando el desconcierto, cojo el libro de la mesa “ad hoc”, me lo meto en el otro bolsillo y salgo decidido, mirando el inexistente reloj de muñeca y haciendo gestos llamativos con el brazo derecho.  Lo espero como a cincuenta metros. 

(Esta escena me trae a las mientes a otro que, en París, había robado toda la colección de LPs de los Rollings y mientras lo perseguían por Saint Denis, iba perdiendo todas aquellas joyas. Sin esos pequeños hurtos no podríamos haber subsistido con dignidad y puede que tampoco sin dignidad)

Sólo recuerdo que dormimos en una cama. El siguiente recuerdo ya pertenece al “Domigo de Ramos”: El sábado ha desaparecido.

Lo primero que hicimos ese infausto domingo fue fumarnos un porro y enjuagar el cielo (¡el único!)  del  paladar con unas copas de cazalla…y ¡hala!...¡a rodar!

W, en efecto, rodaba; “Demis” trotaba y yo…a mi paso acostumbrado. En zig-zag llegamos al rastro. Derribamos varios tenderetes…iniciamos trifulcas que acababan en la barra de un bar y guiñábamos los ojos a aquel magnífico sol de aquella mañana de Domingo de Ramos de 1973.

Pasaban familias con palmas y ramos de olivo…parecía un cuadro del aduanero Rousseau. Palmas delicadamente trenzadas con lacitos de colores; palmas altas y viriles con ese característico ¡plas-plas!...

En una de las incursiones a la barra más cercana, cuando fuimos a pagar, resultó que éramos uno más: se había colado subrepticiamente “Charli, de Cuenca”, flaco como san Jerónimo y elocuente como el “Crisóstomo”.

--Pero, tío ¿qué pasa contigo?
--Ná…¿qué va a pasar?...¡es un rollo tomar la cerveza solo! Así que como os he visto tan homogéneos y con esos ojirris…

Arrojó sobre nuestras cabezas trozos vegetales: hojas de palmera y de olivo…mientras nos aclamaba con aquello de : ¡¡Hosanna!!...etc…etc. Pidió otra ronda y pagó “Demis”. La siguiente la pagó Charli. La siguiente…la siguiente…la siguiente…¡la pagaría dios! (que estaba exultante).

Así llegamos a la hermosa “hora del ángelus”…a la Chiricciana hora…a la hora de Zaratustra…y nos introdujimos en ella dando traspiés(es).

Y haciendo torpes juegos de piernas y lanzando puñetazos al aire vimos acercarse, como a cámara lenta, a un “mulato-cuarterón”. Cuando estuvo a nuestra altura desplegó todo un repertorio de golpes de diferente factura que hacían silbar el aire. 

--¡Vamos a tomar una servesa! 

Los cuatro nos miramos y seguimos al negro.

--Hermano, ponga 5 cañicas de esas que ya tú sabes. Y unos recortes de tortilla…¡Soy Legrá…El puma de Baracoa…Campeón mundial de peso pluma!...¿Quieren saber vds. cómo derribé a Clemente Sánchez?...Era muy valiente pero llegó pasado de peso y de preparación. Lo derribé 11 veces…pero el muy cabrón se levantaba y seguía como un toro. En el 10º, tras unos “jobs”  para mantenerlo a distancia, le metí un directo de izquierda y una serie de “crochets” que rematé con un “uppercut”. Ya no se levantó...¡Ponga, hermano, cinco más!

Con la derecha bebía y con la izquierda hurgaba en sus bolsillos. Consiguió sacar la cartera y, tras apurar la caña y dejarla en la barra, nos mostró una serie de fotografías que, empezando en su bisabuela africana acababa en una preciosa niña con chupete, pasando por mujeres de todos los colores y condiciones. Los ojos le brillaban (por este hermoso sol de abril).

W. pidió calamares.
Demis pidió callos.
Charlie pidió más callos
Legrá pidió otra de tortilla
Yo pedí la cuenta….y una ronda de carajillos: al cincuenta por ciento.

A partir de ahí todo fue cuesta abajo. Parecíamos “el quinteto de la muerte”. Y, así, bajando, llegamos adonde los leones de piedra. De camino, el negro había desaparecido. Ahora parecíamos los “cuatro jinetes del apocalipsis”.

Nos sentamos un poco en la placeta que hay enfrente de los leones. Para tomar un respiro. Charli, lió un porro y lo fumamos con indiferencia. Luego sacó una pastillita (y una navaja) la partió en cuatro trozos y nos hizo comulgar en el nombre de Cristo, que en ese momento estaba siendo aclamado por todo el orbe cristiano. 

Al cabo de diez minutos, el banco echó a volar. Subía y bajaba como una montaña rusa. Nos abrazamos para no caer en la nada. Éramos una piña desigual, pero compacta. “Demis” gritaba con voz de rata. “W” aullaba desde su ataúd. “Charli” tocaba un invisible tambor y yo abrazaba al trío con unos brazos que se alargaban como plastilina.

Los transeúntes  daban un rodeo. Los pájaros huían despavoridos....hasta el aire nos daba la espalda. Nos asfixiábamos.  Creo que nos estábamos estrangulando unos a otros de tanta compactación.  Cuando aterrizamos, era noche cerrada y los leones seguían en su sitio… casi luna llena.  El plenilunio sería el martes.

Nos había crecido la nariz y los ojos se habían hundido. Nos mirábamos con miedo. Las sonrisas eran demoníacas…¡Nos dábamos terror! Así que optamos por mirar al suelo. Las palabras sonaban como pulsaciones calientes. Las voces, en general, eran huecas  y parecían provenir  de los lugares que habíamos dejado atrás. Nos seguían y cuando nos alcanzaban estaban exhaustas…Y caían a nuestros pies formando un mantillo donde florecían imágenes  cortantes como auras de neurálgico. 

Charli fue el primero en levantarse…nos cogimos de la mano y como breugueliana fila nos sumergimos en la oscuridad más completa. Torcimos a la derecha y, al fondo, vimos  una luz que  nos reclamaba. 

Entramos en el bar, que parecía una bodega antigua. La clientela giró la cabeza hacia nosotros y  la mantuvo así durante una eternidad. La luz nos cegó  y como atacados por el arcángel, cubrimos nuestras cabezas con los brazos. A “W”. (al elevar los brazos) se le vieron los zapatitos y se supo que no rodaba. “Demis” saludó y el contraste entre el sonido y la imagen produjo en la clientela, fija todavía en nosotros, un alarido infernal. La mujer de la barra miró fijamente el “as de bastos” que tenía colgado justo debajo de un vetusto espejo de 5 x 2 metros. Alguna parejita se levantó y abandonó el local. Nosotros estábamos estancados. Nos faltaba un empujoncito. Lo di yo. Así que, de nuevo dando traspiés, irrumpimos en aquella cálida bodega: “Cristo entrando en Bruselas”…personajes de Ensor.

--¡Cuatro botellines, por favor!

En vez de ocupar plaza a lo largo de la barra, seguíamos en fila india…de tal manera que los quintos fueron pasando de mano en mano  hasta que los cuatro estuvimos servidos.

--¡Y unos callos!....complementó Charli.
--No servimos comida. Es un bar de copas.

Ahora, después de 40 años, puedo decir que se respiraba fatalidad. Que todo iba cuesta abajo sin remedio y que no habría dios que lo parara.

Aquí se abre (o se cierra) un fundido en negro.  Después me veo, apoyada la cabeza en la barra, vomitando y rodeado de “grises”. Toda la barra está llena de cristales, restos de un estropicio importante.  La de la barra ha descolgado el “basto”.  Miro con la poca atención que puedo reunir y no veo ni a W. ni a Charli, ni a Demis. Cuando logro enfocar correctamente, diviso a “voz de trueno” sentado en una mesa rinconera departiendo con alguien….a Charli en el otro extremo de la barra zampándose algo que parecen callos y a W. que saliendo de dios sabe dónde, con todo el “féretro” destrozado  y más blanco que “blanco sobre blanco” viene hacia mí. 

--Daaame un cigarrillo…Sus ojos, de par en par, miraban al techo.
--¡Ese, ese es el otro! Grita la mujer a quien quiera (y a quien no quiera) oírla, empuñando goyescamente el bastón.

Los  grises” nos sujetan con fuerza, como si estuvieran apropiándose de algo que está en disputa.  Charli se acerca y queda pegado como los pajarillos en la goma traicionera, cuando por la noche van a las charcas a saciar su sed.

El vetusto espejo de 5 x 2 yace, hecho migas sobre el mostrador y parte de la sala. 

Cubismo en acción. 

Nos esposan y  ¡hala! …¡a rodar! 

Demis Roussos” aprovecha para pedir dinero para la liberación de los presos políticos. 

Nos metieron en una ranchera. Por la puerta de atrás. Y cuando ya, puesto el motor en marcha, se disponía a rodar…W. abre la puerta, sale como si no pasara nada, entra en el bar y busca algo que no encuentra. Un policía que lo ve, sale detrás de él y le da un  mamporro que lo dejó más desorientado que una brújula en un campo magnético. 

--¡y calladitos..eh!...¡que parecéis el “tres de copas”!
Charlie iba más colgado que las “casas colgantes” y nosotros parecíamos  extraídos de “la ciudad encantada”. Cuenca se había apoderado de todos.
Nos condujeron a una comisaría cercana (¿).
Entramos en un despacho siniestro, iluminado por una bombilla desnuda y amueblado con la habitual mesa con su inseparable silla de madera. Detrás alguien, con bigote fino, nos instó a vaciar los bolsillos: 1800 pesetas entre todos, hojitas de olivo, una llave, un rosario con bolitas de nácar (¡¡), un paquete de celtas con filtro, otro de Ducados…¡y unanavaja! Aún no había decido qué hace con aquello cuando Charli empezó a gritar desconsolado:
--“El rosario de mi madre…¡no!...por lo que más quiera mi capitán, devuélvame el rosario de mi madre!” (¡¡)
El comisario, inspector, capitán o lo que fuera no sabía se reir o liarse a hostias con todos nosotros. 
--¡¡Cállate!!...¡¡sacad los papeles!!
Empezamos a busca por todos los bolsillos y no encontramos nada. Estaban en la bolsa de las olimpiadas de México. Charli tampoco llevaba ninguna identificación. Declaramos bajo juramento ser quienes éramos mientras el policía tecleaba en una Olivetti monumental y al ritmo heroico de correo-exprés nocturno. 
--¿Y esto?
--la llave de mi coche
--¿Su coche? ¡hum…hum!...¿Dónde coño lo tiene aparcado?
--Por Embajadores
--¿Por embajadores?...¡hum…hum…! ¿y qué ¡coche! tienes…si puede saberse?
--Un dos caballos furgoneta, mi capitán
--Con que un dos caballos furgoneta…¿me equivoco?
--Pues ¡no, mi capitán!...Hago portes.
--¿Gasta mucho?
--Como un mechero, mi capitán.
--Hace portes ¿me equivoco?...¡no podrá transportar mucho con esa “furgoneta”!...¿un poco de droga, quizás?...¿me equivoco?
Y se rio de buena gana. A nosotros se nos torció el morro.
--Bueno, ahora que vamos ligeritos, contadme qué ha pasado.
--Nada!...Una mujer nos quería arremeter con un bastón y nos hemos defendido…creo.
--Y del espejo…no sabéis nada ¿no? …o me equivoco.
--¿Espejo? …¿qué espejo?...¡Allí no había espejo!
--En efecto…porque lo hicísties trizas, ¡cabrones!
Era yo el que daba la cara y esas miserables explicaciones.
--Bueno…¡Ya se os notificarán las consecuencias!
Acabado el trámite (¡de la navaja no dijo NADA!) nos trasladaron a otra salita aún más despojada que la anterior: 4 ó 5 sillas típicas pegadas a la pared y una mesa a la que estaba sentado el policía de guardia. Escondió la revista que estaba hojeando y nos dirigió una mirada en la que aún quedaban restos de lujuria.
Entró el “jefe” y le pasó el papel con nuestras declaraciones.
Empezó a hacer las comprobaciones de rigor: conferencias de larga distancia…espera…llamadas a la central…espera. En esa espera sonámbula, W, desorientado como una brújula en un campo magnético, se levanta y, sin decir palabra, desaparece por una puerta lateral; el lujurioso que lo ve:
--¿Adónde vas, desgraciado?  Y levantándose como si le hubiera picado una cascabel, echa mano a la porra (W. se apellidaba “Porras”) y va en su persecución. Oímos unos golpes secos y un quejido como de oveja resignada.
--Se está meando, mi capitán. Dijo Charli.
--Pues que se mee encima. La respuesta salió por la puerta entreabierta.
Cuando volvieron al escenario principal, W. llevaba los pantalones mojados hasta el dobladillo (esto lo supimos después…pues, de momento, el abrigo ocultaba la vergüenza).
Ahora parecía una escena de Becket: en cualquier momento podría aparecer Godot.
….¡¡Y apareció!!

lunes, 15 de abril de 2013

Propuesta para hoy 15 de abril. 2ª SERIE. Ilf & Petrof: "Las doce sillas". La risa. Varios.


1
"El viernes 15 de abril de 1927, Ippolit Matvéevich se despertó, como de costumbre, a las siete y media e inmdiatamente se caló en la nariz unos quevedos con puente de oro pasados de moda...." (Ilf & Petrov: Las doce sillas)



¡Hasta aquí puedo leer!

Vdes. tienen que continuar, si quieren entrar en contacto con una de las mejores novelas de la primera época soviética y, sin duda, la más divertida. Y es que el feliz día en que se encontraron Ilf y Petrov debería ser festivo en todo el universo-mundo.

Durante los tiempos de la NEP y de los "compañeros de viaje", la censura se relajó y también la conciencia de clase. Proliferaron arribistas, pequeños comerciantes sin escrúpulos y algunos campesinos se enriquecieron a costa de las necesidades públicas. La burocracia del partido fue, dando giros incomprensibes, tomando posiciones. Cuando se dio por finiquitada (1928) para dar paso (desacompasado) a la frenética industrialización y a la colectivización forzosa, estaba en condiciones de acabar con la oposición interna y expulsar a Trotsky de la URSS. Pronto siguieron el Realismo Socialista y los decretos contra el Formalismo en las artes. Se desplegó, como ven Vdes. un complejísimo aparato que daría cobertura a todo tipo de excesos y crímenes, convirtiendo la tortura previa en una de las "Bellas Artes" de las que hablaba el romántico.



La vieja Petujova, antes de morir, aquel mítico 15 de abril, revela a su yerno, el venido a menos Ippolit (que ha tenido que abandonar Stárgorod (trasunto de Odessa) por la presión de la revolución) la existencia de un tesoro encerrado en una de las doce estupendas sillas que abandonaron en su residencia anterior. Ponte a buscar a estas alturas... Ippolit viaja a Odessa y allí se encuentra con el Gran Intrigante Ostap Bénder, modelo perdurable de granuja y ocasión de escarnio para los bienpensantes del régimen. Al mismo tiempo la vieja ha descargado, presionada por la muerte inminente, sobre su confesor, el ingenioso , decidido y ridícula víctima del tinte de pelo Titanic (*), padre Fiódor, la pesada carga que ha estado ocultando durante una decena de años.

Busquen Vdes. doce sillas por todo el Imperio... esa búsqueda es el esqueleto de esta demoledora novela satírica. El comienzo de la novela supera al de La Regenta. Un comienzo estático y plano que presagia un codicioso movimiento centrífugo. Cada silla abre un nuevo escenario y cada escenario un cúmulo de despropósitos. El final lo resume todo en una conclusión sorpresiva y moralejante... ¿moralejadora?... Infórmense Vdes...Infórmense.
Reconocerán referencias a la Sinfonía de las sirenas (Bakú) de Avraámov; a las puestas en escena de Meyerhold, el mártir; a los barcos propagandísticos... y a las perplejas reacciones que despertaban en los somnolientos espíritus del proletariado y de los campesinos, a los que les aguardaba una inminente Sinfonía Fúnebre.

Que la novela era una obra de genio fue reconocido por las altas instancias, las mismas que denegaron el imprimatur, pese a lo cual, siguieron con vida hasta que la muerte natural, dada las circunstancias, los alcanzó por separado: Al primero, la tuberculosis y al segundo un accidente de aviación en Crimea (¡potencia profética del arte!), cuando regresaba de la sitiada Sebastopol. Eso, y no otra cosa, lo emparenta con Pedro Infante que, exactamente 15 años después, estrellaría su avioneta en pleno centro de la ciudad de Méjico. Murió, como es natural.

Ilf y Petrov observaron, describieron y sacaron consecuencias. Hurgaron en los detritus con un humor insobornable y mantuvieron la dignidad entre tanta miseria moral. Valga como ejemplo su mutis por el foro en el intento (logrado gracias a Gorky) de poetizar la barbarie del Canal de Báltico.

A Trotsky, aquel año de 1927, le quitaron la silla y enseguida lo enviaron a ¿Alma? Ata, en Kazajistán: La conmemoración del décimo aniversario de la Revolución había sido sonada, como sonado había sido el primero de mayo en Stargorod (trasunto de Odessa). Trotsky siguió pensando que el stalinismo era un simple "error".

Trotsky quería, con esos mimbres, construir un "hombre nuevo": "Por fin mi querido homo sapiens, voy a trabajar sobre tí". Y Bujarín apostillaba: "Ahora debemos dirigir nuestros esfuerzos a crear en el menor tiempo posible el mayor número de máquinas vivas especializadas, preparadas y dispuestas para entrar en circulación". Zamiatin, reccionando contra el taylorismo, configuró un "Nosotros" que dio pánico al mismo Orwell. Aquel mismo año Olesha publicaba Envidia y presentaba, harto de tanta mortadela proletaria, la máquina de las máquinas: Ofelia la llamó. Y ya puestos, Fiódorov, en un arrebato de misticismo declaró que la propiedad privada no podría abolirse si no se abolía el tiempo. Otros estaban ocupados con la abolición del espacio.



Nuestro héroes, ajenos a tanta teorización, cruzaban el Imperio encapsulados en agujeros de gusano. El trío esquivaba las ondas estimulares que le llegaban desde los laboratorios de Paulov. Shostakóvich componía su primera ópera y su segunda sinfonía. Shólojov empezaba El Don Apacible, Eisenstein ensamblaba las últimas secuencias de Octubre, basada en la obra de Reed, y Platonov se ponía manos a la obra: "Las antiguas ciudades provinciales suelen estar situadas a la vera de raidos senderos de bosque..."

La risa que sucede a una situación cómica (porque hay otra que procede del sadismo) es una condición de lo humano (o ¿al revés?). Dicen, sin embargo, que también las hienas ríen a mandíbula batiente...y los cocodrilos lloran. Sea. Reformulo: La hienicidad y/o la humanidad son condiciones de la risa (o ¿al revés?). Procede, la comicidad, de un desajuste entre lo esperado y lo que es, de ahí que si no se posee la capacidad de anticipación la risa no aparezca. El reconocimiento de lo cómico es indicio de inteligencia y la adustez lo sería de una mente roma. La risa que procede de lo cómico, en ausencia de armas intimidatorias, hiere con más acierto que la indignación. 

 

No estaban los tiempos para bromas: Se había diseñado un futuro esplendoroso, al servicio del cual había que movilizar a todo bicho viviente. Los magros resultados sepultaban los sufrimientos: media población trabajaba para la otra media y lo hacía, he aquí lo cómico, convencidos de que ese era el camino justo para acanzar una sociedad igualitaria.
No había espacio (bueno, espacio había, lo que no había era cintura, aunque sí cinturón), para la risa. Así, la gente iba al trabajo o paseaba con piedrecitas en los zapatos o, algunos, con verdaderos cilicios monacales, con el fin de contener la hilaridad que te asaltaba de forma rutinaria y en cada momento de tu anodina existencia. Te lloraban los ojos (¿qué si no?) de tanta contención. Te temblaba la barbilla. Se te inflaban los carrillos... Siempre, llegado el momento, esos síntomas, podrían ser interpretados como inicio del llanto, pues, sepan Vdes. que la risa y el sollozo andan juntos un trecho.


" -¡Reirse es un pecado!-decía. ¡Sí, no hay que rirse! ¡ y no hay que sonreir! Cuando veo esta nueva vida, estos cambios, ¡tengo ganas de rezar!
-Pero si nosotros no nos limitamos a reírnos-replicábamos-. Nuestra finalidad es precisamente la sátira de aquellas personas que no comprenden el periodo de reconstrucción" (Nota previa a El Becerro de oro de Ilf y Petrov).

¿No les viene a la cabeza el monje ciego (y sus razones) de la novela de Umberto Eco?

Los escritores satíricos del momento no lo pasaron bien. Otros lo pasaron peor. Zóshchenko, de los hermanos Serapion, se libró por los pelos, amarrado a su banqueta de zapatero. Zamiatin, Olesha, Mayerhold, Platonov, los obertius...

Aquel año, 1927, el premio Nobel de literatura recayó sobre Bergson, autor de La Risa: «en reconocimiento a sus ideas ricas y vitalizantes y la habilidad brillante con la que se han presentado».
 

2




Como Udes., sin duda saben, tal día como hoy, del año 1856, tuvo lugar el conocido como incidente de la tajada de sandía que ofreció la oportunidad a los USA a intervenir en Panamá. Lo que empezó por 5 centavos, sigue abierto en canal. Harían ustedes bien en informarse (para evitar sobresaltos).
Pues bien, John Reed, cuya obra sirvió de guía a Eisenstein, murió de infección generalizada tras zamparse una rodaja de sandía en un mercadillo de Daghestán (Cáucaso). El incidente parece ideado especialmente para el inmortal Óstap Bender. Anotar aquí que el bueno de Red había pagado su rodaja de sandia.


 

3
"Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París -y no me corro-
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño. (...)"

No, no fue un jueves. Era viernes santo y llovía en París.


Director: "Perdón, camaradas... Perdón... El insecto está fatigado. El estrépito y la iluminación lo llevaron a un estado alucinatorio. Tranquilizaos. Aquí no ha pasado nada. Mañana volverá a estar tranquilo... En silencio, ciudadanos, dispersaos hasta mañana, ¡Música, march!"
 
 F i n 1928-1929







propuesta para "Gorrión". 15 de abril 2013



Apuntes para su (del “Gorrión”) biografía...¡Y última mención del perro!

Habilidades:

1. Con la patita elegía la mano en al que tenías escondida alguna chuche ( o una piedra)..lo suyo no era glotonería sino afán de aprender y de superación.

2. Por supuesto que daba la mano...pero...le decías la izquierda ...¡y daba la izquierda!...

3. Cazó dos conejos y nos los trajo, rebosando agradecimiento.

4. Cuando iba de copiloto se ataba el cinturón de seguridad.

5. No perseguía pelotas lanzadas..así...¡ por las buenas!...Lo hizo una vez, inesperadamente, para demostrar que sabía...pero que no le hacía gracia el absurdo jueguecito . Era pastor..¡.no cazador!...y contaba mejor que los cuervos...si faltaba uno, según sus cuentas, no paraba hasta dar con él.

  








6. Comía de todo (¡menos verdura!...le sentó mal una manzana)...Sólo al final se volvió, por necesidad, más restrictivo.

7. Andaba hacia atrás con más facilidad que algunos andan hacia delante.

8. Nunca se cagó ni se meó en territorio común (incluyendo jardín o terraza). Una vez...necesitado, se hizo en una maceta que consideró adecuada por tamaño y altura.

9. Limpio como el que más: olía a plumas, a paloma...¡siempre!..

10. Fue valiente con los valientes y amable con los débiles...¡Si yo contara!...


        

 11. Cuando te despertaba apoyaba la mejilla (no la sotabarba) sobre la cama e imitaba mi dormir.

12. Le encantaban los baños de mar...¡Pero con moderación!...Entraba (cuando le apetecía), daba cinco o seis brazadas y salía dignamente...sin aspavientos.

13. Compartía su comida con el primero que se acercara.

14. Cuando volvías a casa, te cogía la mano con la boca como pidiéndote que no te fueras más.

15. Nunca olvidó a ningún amigo...¡sabía los nombres de todos!

16. Obedecía por amor.

17. Mejor anfitrión no lo ha habido. Yo estuve hospedado en su casa 15 años y ¡NUNCA! me reprochó lo más mínimo.

18. Su herencia: 6 kilogramos de bolitas, de la mejor calidad. Un peine de acero. Dos vasijas (agua y comida). Un muñeco de “Míster Bean”. Una correa azul (¡su color!). Un colchón con su funda. Un lagarto de goma al que le faltaba la cabeza y un mendrugo de pan de cuando cumplió los diez años...ha sido repartida entre sus jóvenes amig@s.

Propuesta para hoy, día 6 de enero. NACIMIENTO, MUERTE Y RESURRECCIÓN DE SHERLOCK HOLMES.

   6 DE ENERO 2025                                                            1. NACIMIENTO. En ninguna de las obras canónicas se cita...