Buscar este blog

viernes, 25 de octubre de 2013

Propuesta para hoy, 25 de octubre. SEGUNDA SERIE. La arenga del día de san Crispín. El atizador de Wittgenstein. Discusión filosófica. Día de la remolacha.


I

Batalla de Azincourt.

“(…) Este día (mañana) es la fiesta de Crispiniano:

                            (¡¡me la coges con la mano!!)

El que sobreviva a este día y vuelva sano a casa,

Se pondrá de puntillas cuando se nombre este día,

Y se enorgullecerá ante el nombre de Crispiniano.

El que sobreviva a este día, y llegue a una edad avanzada,

Agasajará a sus vecinos en la víspera de la fiesta,

Y dirá: ´Mañana es San Crispiniano´.

Entonces se alzará la manga y mostrará sus cicatrices

Y dirá, ´Esta heridas recibí el día de Crispín´  (…)”

 

Quien así arenga es Enrique V, rey de Inglaterra. Los destinatarios, unos miles de ingleses, la mayoría descalzos y todos atacados de colitis, que van dejando un rastro pestilente por la antigua Picardía. Les sigue una nube de moscas, tercamente audaces y de feroz estirpe. Vienen de poner cerco a Honfleur, de fragante nombre, y se disponen a morir de una puta vez en el sitio que elijan los franceses de Charles VI. Han vadeado el Somme. Nunca pensaron, en sus felices días ingleses, que dejarían la vida en el país de los pícaros… y descalzos ¡¡el día de san Crispín!!

 



 

Los observadores informan que el ejército innumerable de los franceses se extiende por las llanuras del sitio llamado Agincourt. Informan, además, de que se atiborran de queso Munster, se empapan de burbujeante sidra y de que han dejado, ordenadas, las recias botas en la puerta de sus tiendas.

Que soñaban con el camembert y el calvados, no lo dijeron. Los dos ejércitos, pues, sufrían: el francés, de nostalgia del futuro; el inglés, de nostalgia del pasado.

Hicieron noche en Maisoncelle, a un tiro de piedra de lo que sería el cementerio… y justo en lo que se convirtió en una inmensa letrina.

Fue aquí donde Enrique V dio lo mejor de sí mismo y convirtió a Crispiano en un símbolo imperecedero. Los soldados, por lo bajini, se cagaban en la gloria… y en los pantalones.

 


 

Crispín y Crispiano, hermanos de un padre de imaginación escasa, fueron martirizados repetidamente por el emperador Maximiliano. No hubo forma de martirio que no fuera probada en sus carnes. Los arcángeles, hartos de tanta brutalidad e ingenio, desanudaron la piedra de molino (solución final) y sus cuerpos flotaron hasta la orilla. Bueno, baste decir que lo que quedó de sus cuerpos se veneran en una iglesia de Roma y sus cabezas descansan en Soissons, ciudad mártir. (Lean Udes., si lo desean, Le feu de Barbusse… ¡no me hagan hablar de Barbusse ni de su repugnante reacción ante las dudas de  Panaït Stratis).

Contra todo pronóstico la batalla la ganaron los ingleses: Enrique V se casó con Catalina, hija de Charles VI y como dote recibió Normandía y Anjou. Los supervivientes compartieron unos trozos de Munster. La sidra se había acabado. Lo que quedó de los cuerpos de los caídos se fundieron con el barro. Así se escribe la historia.

Me salgo del tema, pero no puedo evitarlo: Tal día como hoy, del año 1977 se firmaron los cismáticos pactos de La Moncloa.

Después llegaría Juana de Arco.

 

II

Batalla de la H3 del King’s College

A la Navaja de Occam y al Tenedor de Hume hay que añadir el Atizador de Wittgenstein sin el cual no se mantendría vivo el fuego en el que asar el Pavo Inductivo de Russell (perdonen el chiste corporativo).

Es una ceremonia que repito cada año en esta fecha, casi coincidente con el día de Acción de Gracias. Tengo pavo para una semana.

 

*

A las 8’30 de la tarde-noche del 25 de octubre del año 1946, aunque Popper lo sitúe en el 26, en la estancia H3 del King’s College (Cambridge, naturalmente) asignada a  R. B. Braithwaithe, empezó una reunión de la Sociedad de Ciencia Moral que, destinada a rutinaria, ha pasado, sin embargo, a la historia del cotilleo filosófico. Los ilustres asistentes, en mayor número de lo habitual, dada las segundas intenciones que sobrevolaban la gélida, pese al fuego del hogar, estancia, recuerdan la cosa de manera diferente, aunque todos coincidan en lo esencial-anecdótico: que no se quitaron los tres-cuartos; que Wittgenstein amenazó al ponente con un atizador y, lo más inolvidable, que la mujer del anfitrión no llevaba bragas. No usaba. Sus cruces de piernas eran, dicen, más inquietantes que una mirada de Wittgenstein. Se sentó en el alféizar de la ventana, lugar adecuado para insinuar lo que era conocido por todos. El nerviosismo inicial y los empujones de la abultada, para lo que era normal, concurrencia, debían más a ese detalle que no a la envergadura del ponente o a aquellas segundas intenciones mencionadas supra. Margaret Masterman no sólo tenía esa habilidad, sino que fue una adelantada en computación, I.A. y traducción automática.

 



El afable y generoso Russell, recién cumplidos los 74, dominaba discretamente la reunión desde una auténtica mecedora arrimada al fuego. El ponente, y su más que probable opositor, cruzaban miradas como cornadas. Popper fue el único que, sin miramientos, despreció a Wittgenstein por ignorante, banal, altivo, endiosado, fatuo… y un poco también por instinto de clase. Ambos, vieneses y judíos, daban por sobreentendidas muchas cosas: El bello Danubio azul* por ejemplo…

 

Cosas terribles habían ocurrido en Austria y en Europa. Wittgenstein las consideraba desde el punto de vista de la afectación personal; Popper intentó, fue su colaboración de guerra, un análisis general de la marcha de las cosas. Había escrito, y publicado en alemán, la Lógica de la investigación científica, que, con la falsabilidad, había dado el golpe mortal al Círculo de Viena, y La sociedad abierta y sus enemigos, que quiso hacer lo mismo con el psicoanálisis, el marxismo y el fascismo: Quien mucho abarca….

La primera obra era desconocida en Inglaterra y la segunda le abrió las puertas de todas las salas de conferencia de la Europa democrática liberal de posguerra y le valió una cátedra de segunda categoría en Nueva Zelanda que había pedido EXACTAMENTE diez años atrás. Ese mismo año de 1936, había dado una conferencia en la Sociedad. Wittgenstein no asistió por estar con un “jodido resfriado” como le comunicó a Moore.

 

**

Acababan de prometerle trabajo en la London School of Economics. El nefasto F. von Hayek, primo segundo de Wittgenstein por parte de madre, fue su principal mentor.

Por fin verían de lo que era capaz.

El jueves anterior, según la programación establecida, había expuesto el anfitrión y el jueves siguiente expondría Austin sus incipientes teorías sobre los actos de lenguaje; Popper, excepcionalmente, intervendría el viernes 25 de octubre. Había buscado un tema expresamente dirigido contra Wittgenstein (a Popper no le hacía gracia hablar por hablar): “¿Existen problemas filosóficos?”… que había envuelto en el anodino título de “Methods in Philosophy”.

A las 8’30 p.m. en punto se abrió la puerta del toril. Una corriente de aire polar removió el humo perezoso de las pipas. Margaret cruzó y descruzó las piernas dos veces: para marcar la media y para hacer de claqueta. Algunos pensaron en una zanahoria, confundidos, pues la remolacha* tiene un aire de familia.

 Entró el anfitrión, que no pudo evitar echar una ojeada a la entrepierna de su mujer, y, a continuación, un enano fortachón de desmesuradas orejas como grandes rodajas de remolacha.* Wittgenstein sonrió por lo bajini. Sus ojos de un azul acerado no se fijaron en la maniobra de Margaret, pero sí en sus (de él) zapatos impecables.

 

***

Estaba en juego el propósito de la filosofía y el destino de la revolución analítica empezada por Russell y sus “Principia…” que, según Russell, sólo había sido leída por seis personas: tres habían sido asesinadas en el Holocausto y las otras eran texanas.

La magna obra había desplazado a la epistemología como núcleo duro y la había sustituido por la filosofía del lenguaje. El atomismo lógico y la teoría pictórica del significado constituían el meollo. Wittgenstein I coincidía con ese enfoque, aunque no con la intención general. Su hermoso “poema lógico”, el Tractatus, fue entendido a medias, precisamente aquella mitad que, para W. era la menos importante etc…etc…

Los problemas filosóficos resultaban de una incomprensión de la lógica interna de los términos y expresiones o falta de denotación de los mismos… aclarados éstos, el problema dejaba de tener significado.

El Wittgenstein II, surgido, tras su desgraciada experiencia como maestro rural, en las postrimerías de los años 20’s, había abandonado, decía, las posiciones nucleares contenidas en aquel dogmático poema hermético. Popper había afilado la estaca para clavarla en el corazón de aquel primer Wittgenstein. También sirvió para el segundo.

Russell siempre dijo que las enseñanzas, salidas con dificultad de la boca de Witt. II eran una chorrada; naturalmente nunca lo expresó de esta forma tan vulgar. Moore tampoco las tenía en mucho. En realidad no había materia con la que estar en desacuerdo, simplemente no había materia. Sus seguidores obraban como idólatras.

La posición de este segundo Witt. era que el lenguaje funcionaba perfectamente, no escondía nada. Para saber el significado de un término, decía, no debemos preguntar qué es lo que representa (denota); debemos examinar cómo es empleado en realidad. Se pondría de manifiesto, así, los múltiples usos (juegos) del lenguaje y aire de familia que comparten términos y expresiones. El significado de un término es su uso. Nosotros mandamos, podemos hacer con el lenguaje lo que queramos; nosotros elegimos las reglas y determinamos lo que significa seguir las reglas (públicas).

Seguía en pie, sin embargo, la tesis de que no había problemas filosóficos. Los supuestos problemas filosóficos resultaban de un uso desconsiderado del lenguaje. Había que ayudar a la mosca a salir de la botella en la que había caído (por tendencia natural). Había que cancelar las vacaciones del lenguaje. Los problemas filosóficos son, en realidad, enredos, puzles; al desentrañarlos nos hacemos conscientes de cómo funciona en realidad el lenguaje. No hacen falta teorías generales, generalizaciones ni terapias lingüísticas. Así, estableciendo las reglas adecuadas, podemos afirmar que algo es rojo y verde al mismo tiempo y por completo. Y, naturalmente, lo “indecible” seguía sin poder ser dicho. 

 

****

Los problemas filosóficos que, antes, surgían de una mala comprensión de la lógica interna del lenguaje, ahora resultan de una mala comprensión de las reglas gramaticales. Antes se trataba de errores categoriales y ahora de errores gramaticales. Pero el asunto: la inexistencia de verdaderos problemas filosóficos, seguía en pie.

Popper se puso de pie… sin que su altura aumentara ni un ápice. Las orejas, sin embargo, rojas de frio, parecieron más grandes de lo que ya eran. Todo un problema en aquella corte de atildados. Witt. II sonreía por lo bajini.

–Que existen verdaderos problemas filosóficos, y no meros enredos, queda demostrado por el interés que suscita mi presencia…

Witt. II se puso de pie, apoyó el codo izquierdo en la repisa del fogón y la cabeza en la palma de la mano. Miró el cielorraso. Pensó que le hacía falta una mano de pintura.

–…    … y ¿qué me dicen de la inducción, de la probabilidad… … … de la falsabilidad de las teorías…?

–¡Son problemas matemáticos!

–… ¿Qué me dicen ustedes de la justificación del poder político…    … de las características que hacen que una sociedad sea “abierta”…    … Por qué hemos de preferir una “sociedad abierta” a una “sociedad cerrada”…  … Cuál es el límite justificable de la riqueza…  … ?

Margaret se sintió aludida y abrió y cerró las piernas.

–¡Son cuestiones de sociología y de economía! No existen problemas estrictamente filosóficos. Donde creemos encontrar uno, encontramos un mal uso de la gramática del lenguaje y sobre ética lo mejor es guardar silencio…o recitar una poesía de Tagore.

Witt. No salía de su guarida.

Russell atizó el fuego y consiguió hacer brotar una llamita rosa Tiépolo y azul lírico. La estancia parecía una calle cualquiera de Londres, tales eran el vaho y el humo de las pipas. La espesura dificultaba la visión de los entresijos de la aplicada Margaret.

–Además, señor…

–Popper, Karl Popper.

–Además, señor Popper, todo eso a que usted se refiere son expresión de deseos y juicios de valor encubiertos, no principios filosóficos.

–Bien. Distinguir los juicios de valor de los juicios de facto también es algo digno de la filosofía. O la misma falacia naturalista… … … las palabras, recién brotadas, y menos pesadas que el aire ambiente, caían, graves, al suelo. En poco tiempo el suelo se llenó de desperdicios. Alguno se agachaba para rescatar algún comentario y de paso mirar de reojo.

–¡Acabemos!­­– y se agachó para coger el atizador. Lo cogió sin mirar a la ventana–  ¡Deme un ejemplo de principio moral!– exigió… y levantó el atizador en dirección al ponente.

–¡No amenazar con el atizador a quien discute con usted!

Witt. Arrojó  el atizador al fuego y salió dando un portazo.

Popper respiró tranquilo al ver que lo de las orejas no había sido utilizado como argumento, prueba, apoyo empírico, síntoma o, simplemente, como insulto.

Hay otras versiones. Pero es indiferente. Lo histórico es la retirada de Witt., aunque los hay que defienden que era su comportamiento habitual. Popper pudo sentirse orgulloso de haber “vencido” en campo contrario.

 

*****

Witt. tuvo amistad (¿?) con P. Sraffa y antes con Russell; quiso largarse a trabajar a la URSS, cedió su herencia a sus hermanos (tras donar una pequeña, relativamente, cantidad, a artistas sin posibles), trabajó durante algunos años en escuelas rurales en Austria, quiso hacerse monje… así que hay que suponerle un cierto interés por las cuestiones sociales y una cierta preocupación por el prójimo. Piensen ustedes lo que quieran. Tengo para mí que Wittgenstein fue un egocéntrico enfermizo, con un indeleble espíritu de clase. ¿Puede hablarse de inconsciencia en Wittgenstein? ¿Sí? Pues, entonces… fue un inconsciente, un ingenuo (¡o no?) respecto a lo que estaba pasando en las regiones de habla alemana.

 

******

En Alemania seguían los juicios de Nuremberg y en la aislada España,  la prensa ponía el grito en el cielo por la furia procesal. La Vanguardia, como era normal, anunciaba remedios contra diarreas y otros males intestinales. Se publicitaba ortopedia para herniados, gomas higiénicas y zapateros.

Se vendía y se compraba ropa de segunda mano. Alguien había perdido un anillo de diamantes y esperaba recuperarlo, dijo. El tráfico estaba desbocado: fueron cuatro los peatones muertos… sin contar el hambre.

El Tenorio se anunciaba en diferentes teatros de la ciudad condal. Tiempos Modernos triunfaba. El domingo próximo se enfrentaría el Barça al Oviedo; el Español se las vería contra el Sabadell en la Creu Alta y el Gimnastic recibía al recién ascendido Alcoyano que esa temporada, la mejor de su historia, quedará 10º, por encima del Madrid. El Barça ganó la liga.

El maquis estaba en todo su apogeo. El desánimo, que no pudo levantar ni el gran mitin de la plaza de Oriente, cundía en la piel de toro. Desde Rusia llegaba alguna carta rezagada. Toni Garnett rueda “El cartero siempre llama dos veces”. En Rusia se estrena “Iván, el Terrible”. Herman Hesse recibirá el premio nobel y Borges publica su “Deutsche Requiem”.

 

*******

A Braithwaithe le faltó tiempo para apartar el atizador y, ya que estaba agachado, echar una mirada a su inteligente esposa… que sonrió como la Monna Lisa.

 

INFORMACIÓN PLUS

Hoy se celebra el día mundial del kárate y el día europeo de la (administración de) justicia. Y como la primera celebración tiene un universo de discurso más amplio que la segunda y, además, incluye su universo, se supone prioritaria: Aquello que no pueda ser solucionado atizando un Tsuki, pasará, con fastidio, a la justicia.

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

Propuesta para hoy, día 25 de noviembre. SEGUNDA SERIE. Alzheimer. Granma. "The Last Waltz".



 (Los asteriscos*, como siempre, remiten a razones efemerísticas)

I
"La mejor herramienta para un rey griego* es una maleta".  Para todos los reyes, diría yo.
II
Y ahí va otro: "Santa Catalina nos libre de la muerte repentina"...
He aquí un dicho dicho a la ligera: pues qué mejor muerte que una muerte súbita. Pero, ya saben, el pueblo ama las rimas fáciles y olvida fácilmente las incomodidades de la agonía. Santa Catalina, a cuya memoria la santa iglesia católica, apostólica y romana, dedica el día de hoy fue un intento de cubrir la sombra gigantesca de Hipatia de Alejandría. Sólo pudo cubrir los pies. La sombra de Hipatia es larga, pues fue largo el atardecer, como salida del pincel de Chirico. Hablando de pinceles… contemplen, analicen… los cuadros de Caravaggio y Gentilleschi… 


En ese intento pusieron sobre sus espaldas, milagrosamente ilesas, la responsabilidad de velar por los filósofos, apologistas, predicadores, teólogos, prisioneros, jóvenes casaderas, barberos y de todos aquellos cuyo quehacer tuviera alguna relación, por lejana que fuera, con las ruedas: carreteros, molineros, afiladores, torneros, hilanderas, ciclistas, alfareros y también de los traperos, cuya relación con las ruedas se me escapa. Súmenle los archivistas, abogados, juristas, bibliotecarios, personas en trance de muerte, estudiantes, maestros, mecánicos, enfermeros y las secretarias y taquígrafos. Añádanle, los conductores, los encargados de hacer girar las ruedas del bingo, los que voltean la rueda de la fortuna...
De tal manera que la sola presencia celestial de Catalina hace inútil cualquier otra intercesión. Los demás santos son redundantes. Catalina es la Chuck Norris del Empíreo.

Quiero suponer que su estampita se balanceaba, rumbo a Las Vegas*, colgada del espejo retrovisor del Gran Tiburón Rojo. “Sympathy forthe Devil”. Comienza el periodismo Gonzo. 1971.

III

―¿Cuál es su nombre de pila?
―Auguste.
―¿Apellido?
―Auguste [debería haber respondido Deter].
―¿Quién es su esposo?

Auguste Deter vacila, y a continuación responde:

―Creo que... Auguste.
―¿Su esposo?
―Oh.
―¿Qué edad tiene?
―51.
―¿Dónde vive?
―¡Oh, usted ya estaba con nosotros!
―¿Es usted casada?
―Oh, estoy muy confundida.
―¿Dónde está usted ahora?
―Aquí y en todas partes, aquí y ahora, no me culpe.
―¿Dónde está?
―Todavía estamos viviendo.
―¿Dónde está su cama?
―¿Dónde debería estar?

Se suspende la sesión, y la mujer almuerza carne de cerdo y coliflor. Sigue la entrevista:

―¿Qué quiere comer?
―Espinacas.
―¿Qué está comiendo ahora?
―Yo solo como patatas, y después rábanos.
―Escriba un cinco [eine Fünf]
―Ella escribe «una mujer» [eine Frau].
―Escriba un ocho [eine Acht].

Ella escribe «Auguste». Al escribir, dice varias veces: «He perdido, por así decirlo».



Esta escalofriante y desoladora conversación, por así decirlo, tuvo lugar tal día como hoy del año 1901, en el Hospital Psiquiátrico de Frankfurt, entre el Dr. Alzheimer y la paciente Auguste Deter. Y así está recogida en los archivos del hospital.
 
Catalinita bendita, tú que todo lo puedes... ¿no podrías hacer algo por estos pobres desgraciados que se hunden en la nada? Mira, me conformaría con que liberaran a sus cuidadores. ¿No podrías comentárselo a Rajoy y a los demás? ¿No? Bueno... ¡ya lo suponía!
 
Se va borrando en orden inverso... hasta llegar a la lisura de las primeras horas.
Eso de "cuchara", "bicicleta", "manzana"... Conseguir hacerte un cigarrillo a la primera, sin que se te olvide nada... ¡ese es el verdadero test!  O sea que si el doctor  hubiera nacido marcado como José Ramón Julio Márquez Martinez* la enfermedad sería conocida como la enfermedad del "pollo frito".

IV

¿Es necesario insistir?... pues insisto: A mí el tiempo y el espacio me la refanfinflan. Y como prueba  de lo que digo, les diré que Fidel Castro morirá el 25 de noviembre del año 2016, sesenta años, exactos, después de poner los pies en el Granma, allá frente al puerto de Tuxpan, en la orilla pantanosa de Santiago de la Peña… y tres años, exactos, desde el momento en que acabo de escribir esta frase. Recién empezado el domingo 25, la embarcación, comprada a una empresa americana por el Cuate, puso rumbo hacia el Golfo de Méjico... ¡con destino a Cuba!


Sesenta años exactos separan esta primera navegación de la segunda y definitiva. La primera, según  lo estableció Platón, es aquella en la que los vientos empujan tu barquita y la ponen en orden a la navegación de altura. Los vientos cesan y hay que darle al remo... ¡segunda navegación! Bien. Esta es una imagen poderosa en la que no puedo perder tiempo. Siento que mi corazón se encoje. Me pimplo un carajillo al cincuenta por ciento...
¡Vaya, he olvidado el azúcar!
Lunes, 25 de noviembre del año 2013. La luna, como en aquella noche mejicana, está en la mitad de su recorrido.

Lean Vds. si quieren, la propuesta para el día 2 de diciembre, dedicada al tema.

V

Todo empezó con una conversación de enjundia. Así lo cuenta el rústico y baqueteado Levon Helm.
--Soy Bob Dylan
--Diga usted.
--Bueno, este... eh, ¿qué les parecería tocar en el Holliwood Bowl?
--¿Quién más hay en el cartel?
--Nosotros.
Dejó el teléfono y salió disparado al WC. Acababa el verano del año 1965.




Bob Dylan estaba inmerso en plena "traición eléctrica": En Newport había quedado claro. No habría marcha atrás. Ahora necesitaba una banda estable y con garantías.
Los que se llamarían The Band, habían hecho su aprendizaje con el bullicioso, simpático y rockabilero Ronnie Hawkins, en los cálidos tugurios de la helada Canadá. Como es natural, tomaron el nombre del padre, y, así, como "halcones" (Hawk), se dieron a conocer... y con el roce vino el cariño: podrían sobrevivir sin Ronnie y sin sus multas. No estaba claro, sin embargo, si sobrevivirían, adolescentes como eran, al mandamiento del demonio que Ian Dury había formulado. Pasaron a llamarse "The Levon Helm Sextet", pues habían fichado a un saxofonista (Jerry Penfound), pasando de cinco a seis. Después, ya sin el sexto, fueron "The canadian Squires", siguieron como "Levon and the Hawkins", y retornaron a "The Hawkins"... Levon Helm era el alma y Richard Manuel, el afilado espíritu, destinado a la perdición; Robertson, el animoso; Hudson, "el diferente" y Danko, pese a que era el más alto, el bajo. Su música, a duras penas, se escuchaba desde la puerta del bar de Toronto en el que tocaran. Y sin embargo...."dios (?) escribe ¿recto?, ¿torcido?..." ¿cómo era aquello?... ¡Ya no me acuerdo! ¡Hace tanto tiempo! Alguien escribe, eso parece claro, pero ¿dónde? ¿cómo? ¿con qué? ¿quién lo borra? ¿quién lo lee?...  ¡Santa Catalina, échame una mano!

Y en esas estaban, siete años después, "con el rabo entre piernas" (Danko), cuando se recibió la llamada y la contestó el rústico Levon.

El quinteto decidió que, como avanzadilla, fueran Helm y Robertson. La cosa salió bien y se exigió el contrato de los cinco. Lo que pareció un ultimátum fue, precisamente, lo que Dylan deseaba. Al Kooper abandonó el barco tras lo del Holliwood Bowl al enterarse que la fatídica Dallas estaba anotada en la agenda: "Si allí habían asesinado a Kennedy, ¿qué no le harían a ese tipo?". La división de opiniones y las trifulcas acompañaban al grupo como si se tratara de Curro Romero. Por suerte podían huir en limusina y jet privado. Helm, el rústico, no aguantó el sobresalto de las tijeras y se retiró a una plataforma petrolera del Golfo de Méjico....y Robertson fue poniéndose cómodo. Dylan le inspiraba y llegó a convertirse en "la más impresionante persona autoeducada". En sus correría por el Sur de la nación se había ido impregnando del ritmo machacón, cansino, escueto, arisco... de quien camina hacia las raíces "mitológicas" de los USA, superando la monótona y solitaria tristeza del blues y el "cariño-bailemos-toda -la noche" del rock and roll tradicional. Tampoco el lisérgico "Revolver" le desvió de su camino.
Ahora se trataba de avanzar por el desierto como un vaquero con esperanzas pero, de momento, desorientado. Calzando botas resistentes, como las que Jane Fonda proponía en aquellos días.

Sería un pleonasmo redundante decir que Dylan estaba allí.

Tras algunos conciertos, vino "la gira de la traición" de la primavera del 66,  con el Concierto de Manchester como símbolo. Oír el directo da tericia (o tiricia o como se diga...ya me entienden ¿no?)


Después vino "Blonde on Blonde" (sólo Robertson) e inmediatamente después, el ¿accidente? de moto y un nuevo cambio de planteamiento. Dylan, impedido y padre (¿o es lo mismo?) se retira a la idílica Woostock a cuidar de su retoño y de su mujer y en busca de sosiego.

Era otoño. 1966. El óscar de Hollywood fue, oportunamente, para Fred Zinnemann.
Donovan se pasaba a la psicodelia. Zappa irrumpía en contra de la psicodelia. Los Beach Boys maravillaron en su debut. Jefferson Arplane, Mama's and the Papa´s. Por estos lares Black is Black era omnipresente; los Brincos se empeñaron en que bebiéramos champagne y abandonáramos de una vez El Gaitero… y Fraga acababa de salir de aquel baño infame.

Los "Halcones" habían reducido bruscamente la velocidad y la inercia les estaba empujando hacia Toronto. En Nueva York no hacían nada. Como Helm estaba en lo del petróleo, o en el maíz, tanto da, no pudo coger el teléfono. Lo cogió quien más cerca estaba. Era Bob... que si querían que... tal y más cual… Al cabo de unos días, Danko ya se había encaprichado de un destartalado caserón en los prados, llenos de mariposas*, de Woodstock. Todo rosa relajante. Allí se instalaron los tres: Roberston, casado, buscó domicilio conyugal y Levon, como se ha dicho, "estaba en lo del petróleo o en el maíz, tanto da". ¡¡The Big Pink!! 



Por aquellos días, en las afueras de Londres, Barrett ideaba un nuevo nombre para su grupo: "Pink Floyd": por Pink Anderson y Floyd Council, bluesmen de Georgia ("In my mind". Óiganla en la versión de Richard Manuel. Desde que la cantó en la campaña de Lindon Jhonson, georgiano y demócrata él, lo hacía cuando algo llegaba al momento álgido. Una lástima que no aparezca en el disco ni en la película  The Last Waltz. Ronald Reagan, sin embargo, se comería el turrón como gobernador de California)... y tres años antes había aparecido "The Pink Panther". Rosa (Pink) Morena, habiendo triunfado en la Gran Manzana, vuelve a su hogar; mi primo, el de la Belter, encauzó el desastre.



Bueno el caso es que Dylan pasaba allí las horas muertas y entre todos fueron creando un sonido inédito (hay quien dice que fue "el paso del rocanrroll al rock"). Fueron días de amor y mucho rosa...divertidos, fructíferos, relajantes, sorpresivos...


Y así surgieron las "cintas del sótano" y el primer y mejor álbum del grupo aún sin nombre para su nueva andadura: "Music fron Big Pink". Bueno, pues, se pusieron "The Band" y zanjaron el asunto: pues eso es lo que eran, una banda. Loar las bondades (que se dice) del disco es redundar. Hablar de todos aquellos a los que les abrió una vía de escape o, simplemente, de tránsito o, simplemente, una vía, sería una tarea inacabable.
Todos (y cada uno de ellos) eran imprescindibles. Si faltaba Danko, por accidente automovilístico, no se tocaba. Si Manuel, por sus cosas, no se tocaba. Si a Robertson le daba un ataque de pánico escénico y el hipnotizador fallaba, se interrumpía el concierto... La riqueza de sonidos y matices, así como su trabajo vocal era la resultante de diferentes, e intransferibles, fuerzas. Siempre, eso sí, fieles a la máxima de que lo menos es más.

Miren atentamente la carátula del LP y se harán una idea. El dibujo, es obvio, es de Dylan. El jolgorio es compartido.

Allí y así empezó todo. Luego vendría la confirmación ("The Band") e, inmediatamente, el estancamiento. Allí se fraguó ese estilo indescriptible, de fuerza contenida, de tierna aridez, viril, honrado, casi mítico, al servicio de la variedad, que volaba tras la estela de los teclados de Hudson o avanzaba con decisión y esfuerzo siguiendo las baquetas de Levon, con las que parecía practicar de aizcolari. Los falsetes de Manuel te traspasaban..., su piano cantarín… Las voces de Danko y Helm te erizaban. Robertson nunca prodigó sus solos en plan Clapton... (que, procedente del grupo de Mayall, presentaba su supergrupo Cream, en las antípodas musicales y morales de "The Band") aunque siempre le gustó chupar cámara: Se creía el líder.
Y así acabó todo (el resto es silencio (o no me acuerdo)).



















RELATO VERAZ, EXENTO DE RETÓRICA, DE UN EPISODIO (EN MARCHA) DE CORONAVIRUS.

Quizás pueda ayudar a alguien. Seguiré contando el desarrollo y desenlace... CONTACTO CON PERSONA INFECTADA. Se supone que el...