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miércoles, 5 de junio de 2013

Propuesta para hoy, 5 de junio. El cura de Olavarría. “Irma, la dulce”.

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En 1888 Olavarría, provincia de Buenos Aires, aún no era la “ciudad del cemento”. Había una sucursal bancaria, una Sociedad Rural, y la inevitable Sociedad de Damas y Caridad que se hacía cargo del Hospital. En total, unos 800 moradores, de los cuales la mayoría eran italianos que ya empezaban a organizarse. La Caridad bien entendida empieza por la Iglesia, así que se construyó una capilla que, con el tiempo, se convertiría en la Iglesia de San José. 
Su primer párroco fue el inestable Pedro Castro Rodríguez, gallego de Santiago. Había nacido en 1844, como Nietzsche y, también como el filósofo, a los 26 empezó su vida pública. Llegó a América como eclesiástico católico, pero se pasó a los protestantes. Se casó. El cepillo no daba para mucho y el trabajo menos. Se arrepintió de lo hecho y pidió al obispo que le permitiera reingresar en el seno de la catolicidad. El obispo le devolvió las potestades y lo destinó, como coadjutor, a Azul. Allí se dirigió discretamente la pareja y allí nació, discretamente, su hija, a la que falto de imaginación o por un exceso de orgullo de raza, bautizó como Petrona. Era el año 78. Pedro los envía, discretamente, de vuelta a Buenos Aires y los visita (discretamente) de uvas a peras. En el 80 es nombrado párroco, el primero, de la Iglesia de San José de Olabarría y se abría ante él toda una vida de delicias.


La Iglesia se encontraba justamente donde ahora se encuentra el Teatro Municipal. Ocupaba un lugar central entre la escuela 1, de varones, y la escuela 2, de mujeres. Y ahora entre un Carrefour y un Día, que la acerrojan como una sentencia judicial. Echen a suertes (a desgracias), entren al local afortunado y compren 25 centímetros de chorizo gallego, una teta, una barra de pan y una botella de Mencía. Crucen la calle, ingresen en el parquecito, elijan un banco desde donde se divisen los dos edificios, el teatro y la nueva iglesia, y zampen. No les puedo ofrecer nada más. Abríguense.

Tal día como hoy, del año 1888, el cura Pedro, cuya vida, tras 8 años de alboroque, veíase abocada nuevamente a la ruina, mandó llamar a la familia, no sin antes conminar a su mujer a que vendiera sus bienes (24.000 pesos) y los depositara, a su nombre, en el banco de Azul. A las 5’30 de la tarde esperaba en el andén la llegada del tren de Buenos Aires. A esa misma hora, Nietzsche bajaba del tren en Chiavenna, hizo noche, y al día siguiente tomó la correspondencia para su última estancia en Sils-María. A partir de entonces todo lo que hacía… lo hacía por última vez. Estaba ocupado en El Caso Wagner y en su lucha contra el romanticismo alemán.



Rufina y Petrona bajaron del tren y vieron la mancha negra que, desde el otro extremo del andén, las reclamaba. La niña se mostró reacia a besar a aquel ser descuidado (por la ansiedad). Rufina le dio dos besos, uno por mejilla. Él se limitó a rozarla con la nariz, como dicen que hacen los esquimales. A su manera también luchaba contra el romanticismo. Las condujo a casa, descansaron un poco y se asearon para la última cena.

Sirvió, como corresponde, el sacristán que, dijo, parecía estar oficiando un velatorio. Había preparado un asado de res y manjar de leche condensada para la niña. Los ojos de cura iban de la carne a la cara de Rufina y de la cara de Rufina a la carne de res, como si estuviera jugando al juego de las diferencias. La niña miraba el dulce de leche. No se habló. 
El ruido de los cubiertos y de los platos ululaba por Valdivia.

    



Mientras Petrona daba cuenta del manjar, Pedro se levantó y salió. Rufina, ocupada en hurgarse los dientes, no pudo articular insulto alguno y le lanzó una mirada insultante. Pedro la esquivó y salió como un murciélago a la fría calle que bautizarían como Valdivia. Se acercó a la botica, pidió, frotándose la barriga como en una película muda, bicarbonato y se echó a bolsillo un frasquito de Atropina que, se dijo en un arranque lírico, rimaba con Rufina. Podía haber robado arsénico y no lo hizo. Esto, llegado el caso, jugará a mi favor, pensó. Salió. Los vientos de Valdivia arrebujaron los hábitos que tomaron el aspecto de hilillos de noche condensada. Subió. 
El sacristán ya había recogido.

-¿De dónde vienes?­- preguntó Rufina

-De la farmacia… ¿de dónde voy a venir? ¡Me pones de los nervios!

-Y… ¿qué tal la boticaria?

La cosa discurrió por los cauces matrimoniales normales. El sacristán se largó y el cura echó en un vaso un buen pellizco de bicarbonato, removió con una cucharilla y se lo bebió de un trago, como si fuera orujo de su tierra natal. Hizo una mueca sacrificial y preparó otro vasito para la mujer. Vació medio frasco de Atropina, removió con la misma cucharilla y se lo dio a la mujer para que se calmara. La mujer lo bebió con aprensión y sin quitarle los ojos de los suyos. Él vio como las pupilas femeninas se ensanchaban y su cara palidecía. 
Ella intuyó una oleada de alegría en los ojirris del eclesiástico y se sintió perdida.

Bueno, la cosa iba según lo previsto. Lo que el cura no calculó fue la cantidad. Un resto de piedad (y racanería) le contuvo la mano… Debería haber vaciado la botella, se dijo. La mujer, destrozada y cagándose por una pata, gritaba como posesa. Los vientos de Valdivia se habían calmado. Los gritos llegaban hasta el otro extremo del poblado. Pedro cogió un martillo y se lio a martillazos contra la cabeza del amor de su vida. Petrona, testigo del destrozo, no salía de su asombro y cuando pudo salir quedó enviscada en el terror y en las garras de su padre, que apetrándola contra su  pecho viril le sacó hasta la última gota de aire. La niña quedó como una flácida hoja de acelga y azul.

La desgraciada trinidad se había desgarrado. Dios había vuelto a la unidad primigenia, pero, siguiendo las leyes de dialéctica, a un nivel diferente: La desolación.

Lo que siguió es previsible. Escondió el martillo detrás de la imagen de san José carpintero. Hizo limpieza. Lavó la ropa y pidió un ataúd amplio…. que resultó ser tan engañoso como la caja de Pandora. Como era cura dominaba la materia. Tenía 44 años, los años que tenía Nietzsche cuando le dio el patatús.

El sacristán fue quien levantó la liebre. La inhumación de los cadáveres, dos meses después, tuvo lugar el día en que la niña hubiera cumplido 10 años. Cárcel y tal.

Se consideró que su hazaña no era fue motivo para la canonización.

Murió en la cárcel en el año 1905. En Viena estaban ocupados en la representación de la Caja de Pandora y teorizando sobre la mujer-niña-puta-devoradora.

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http://kinomoriarti.blogspot.com/2013/05/propuesta-para-hoy-dia-2-de-mayo.html

http://kinomoriarti.blogspot.com/2014/01/propuesta-para-hoy-dia-1-de-enero-ano.html


La dulce y simpática Irma de la película de Wilder nos arrebató para siempre. Pero quizás Udes. no sepan algunos detalles que arroparon su gestación. Por cierto, se estrenó tal día como hoy, de año 1963.

Empecemos por el medio, como aconsejara Deleuze.

El bueno de Billy quiso contratar a  la Taylor, pero estaba enredada en una tórrida relación con Richard. 
Quiso a Marilyn, pero se suicidó (¿). Repitió, dadas las circunstancias, con Shirley.
Quiso a Laugton para Monsieur Moustache, pero murió… Pero esa es otra historia.
Quiso a Gene Kelly  para Néstor y tuvo que repetir con Jack Lemon, que nunca falla. Así que después de tres años volvieron a trabajar juntos y Lemon cogió la manzana y mordió (pagando, claro), dando comienzo al espectáculo.

 

Irma, la duce era una comedia musical de éxito antes de que se convirtiera en una joya. En Billy actuaría como la magdalena (¡que no era tal!) actuó en Proust. Le recordó la existencia de aquella encantadora y entregada Irma Karczewska que aparecía en el reparto de “La caja de pandora”.


Tenía 17 años cuando la descubrió K.K. Una niña, como quien dice, pero con una experiencia y un ansia de mujer de mundo: Una “mujer-niña”, que respondía, con creces, al ideal de mujer sexualmente liberada que aún conserva la inocencia.

Kraus, como Freud, estaba por la separación de la sexualidad de la función reproductiva, sobre todo si era él el beneficiario. Veía en la represión sexual la explicación de muchas alteraciones psicológicas posteriores. Freud le agradeció el apoyo que desde La Antorcha le prestaba… Hasta que dejó de hacerlo. Y es que K.K. despreciaba el uso extensivo que algunos epígonos hacían de arte interpretativo del maestro. Tampoco estaba de acuerdo con la exclusividad de la sexualidad en la génesis de la “neurosis”. La ruptura se produjo en 1908.

Tal día como hoy, de año 1908, Kraus escribía: “Las impresiones sexuales de la infancia no pueden subestimarse en modo alguno, y hay que rendirse ante e investigador que demuestra cómo la sexualidad comienza el día del Examen final en la enseñanza primaria. Pero convendría no llevar las cosas a ciertos extremos”

Esto marca el comienzo del distanciamiento entre los dos, ayudado por las simplezas hermenéuticas de algunos que se reclamaban del psicoanálisis.


Y aquí interviene Wittels, un brillante escritor-analista que llevó las conclusiones de Freud a un extremo inaceptable, por vulgar y por falta de fundamento: Freud habló de sublimación, Wittels no la contemplaba. Freud proponía una contención consciente y encauzada, pues sabía que la civilización se mantiene sobre esa represión. Wittels, no. Paradójicamente, acabó como adalid de la ortodoxia en su exilio americano.



La mujer-niña, en palabras de Wittels: “Se trata de una muchacha que posee un gran atractivo sexual, desarrollado con tanta precocidad que se ve forzada a iniciar su vida sexual siendo todavía una niña en otros aspectos. Durante su vida sexual sigue siendo una niña hipersexuada, incapaz de comprender el mundo civilizado de los adultos”.

Su serena y omnipresente sensualidad sin lujuria muestra que es una criatura libre de neurosis. Freud pensó que, en realidad, era un andrajo. Un manjar solícito, con algunos caprichitos, pero, en fin, París bien vale una misa.
Bien, vale…se busca a la niña en la mujer… pero… ¿Qué se busca en la niña? Freud dijo algo de homosexualidad latente y tal.

Irma, creada por Kraus en sustitución de Annie, fue compartida por todos, pues todo el círculo participaba de la imagen de la mujer- puta, dueña de su cuerpo y sus deseos. Una mujer, que por la naturaleza de su potente sensualidad, no puede entrar de lleno en las sinuosidades civilizatorias. La vestían como a una princesa. Le daban lo que pedía y pedía más de lo que le daban.

En Venecia tuvo oportunidad de desplegar todos sus encantos. Pidió que le subieran a la habitación un piano de cola. Kraus accedió: “El ave de paraíso es maravillosa… pero no hay que esperar de ella que toque el piano. Simplemente no sabe” (P. Altenberg, por aquellos días).

No consintió tratos con Tiziano, ni con Bellini, ella los deseaba con Siegfried Wagner que, ajeno, paseaba por la playa bebiendo los aires que Isadora, displicente, arrojaba de sí. Wittels la cuidaba como médico, enfermero y amante. Kraus, como padre incestuoso. Wedekind, los envidiaba a los dos. Altenberg le cantaba en su tonalidad preferida.

Irma, la dulce, desembocó en un mar de matrimonios de conveniencia (¿para quién?).

K.K. tenía abiertos pleitos en diferentes frentes. Uno de ellos era contra la revista berlinesa en la que trabajaba un joven que después sería conocido como Billy Wilder. Se le encargó escudriñar en la vida privada del narigotas y tomó nota.


“La esperanza es esa puta que va vestida de verde” (B. Brecht).

 Rufina había aprovechado un retal sobrante de la sotana de marido.





martes, 4 de junio de 2013

Propuesta para la tarde de hoy, día 4 de junio. Mis Ángeles Custodios.



Vean Vds. como dios aprieta, pero no ahoga (¿). Después de la desolación sin tapujos, viene la más sincera alegría y contento:


 

Tal día como hoy, del año 1947, salió a la luz pública “Crónicas de pobre amantes” de Vasco Pratolini…Y ¡naturalmente!  mis  Ángeles Custodios”.

“Esta es la historia de los Ángeles Custodios.
Cuatro muchachas, más o menos de la misma edad, habían crecido en casas contiguas de Via del Corno. Tenían caracteres tan diferentes unas de otras, que nunca se ponían de acuerdo. Quizá por eso siempre estaban juntas.
Aurora Cecchi, hija de un barrendero.
Milena Bellini, hija de un ujier de juzgado.
Bianca Quaagliotti, hija de un vendedor ambulante de garapiñadas.
Clara Lucatelli, hija de un cavador.
Un domingo por la mañana se dirigían a misa, vestidas de fiesta y muy bien peinadas. La Señora, que aún no estaba enferma, se encontraba en la ventana y las vio pasar. “Parecen Ángeles Custodios”, dijo a Luisa Cecchi, madre de Aurora, que iba a su casa a asistir. Luisa bajó y se lo dijo a la mujer del remendón Staderini, que vive en la misma casa. Fidalma Staderini se lo dijo a su marido: “¡La Señora ha dicho que esas criaturas son los Ángeles Custodios de Via del Corno. A través del remendón se enteró toda la calle, y todos coincidieron en esa opinión”.

La calle del Corno (años 1925-26) detrás de la Signoria (Florencia), es una calle de 50 metros  de largo por cinco de ancho…un microcosmos que reflejaba el mediocosmos florentino y el macrocosmos de toda Italia. El purgatorio de la libertad vigilada… ¡de la provisional, vaya!...en el límite del Infierno y, a veces, en las cabezas de sus habitantes, un Paraíso.

El autor habla con conocimiento, vivió en la calle algunos años y ejerció algunos de los oficios que se describen… ¿recuerdan vds.?...¿saben…cómo se herraba un caballo?... ¿recuerdan como manejaba la herradura como si fuera pasta de pizza?... ¿saben del olor a chamusquina que despedía la pezuña al contacto con la herradura al rojo?...¿recuerdan las garrapiñadas?...¿recuerdan su olor a azúcar quemada y vainilla?...¿Han pasado ratos en la puerta del zapatero remendón, a la espera de que arreglara los tacones de los zapatos imprescindibles?...¡Qué densidad de vida en tan poco espacio: zapatero remendón, basurero, herrero, representante de comercio, vendedor ambulante de frutas y verduras, vendedor ambulante de garrapiñadas, hotelero, carbonero, cavador…!Todo desaparecido…¡Expulsados!
...¡Regeneración de los centros urbanos!...¡Especulación!...¡Eliminación de los rojos y de los pobres  del centro de las ciudades!...

Milena:
18 años, rubia, ojos claros de paloma… ¡la más bella!...es la primera que abandona la calle (volverá y volverá a irse). Casada con Alfredo, muerto a consecuencia de un ataque fascista. Finalmente acabará con Mario (novio de Bianca) y, por precaución, huirán a Francia.

Bianca:
 Es mona…cose ojales de maravilla (como su madre). Es la más joven. Pelo rubio intenso con reflejos rojizos, con raya a un lado…rasgos marcados…un dibujo de boca acentuado que le confiere una expresión de amargura…ojos grandes, verdes, melancólicos…creció armoniosa pero es delgada, débil o aún inmadura, tímida, necesitada de calor…
Se enamora de Mario y, desilusión mediante, se junta con Eugenio, que ha heredado la herrería del gran Maciste. (aquel que llamaba “cangrejos rojos” a los socialdemócratas que no siguieron a Gramsci en la Reunion de Livorno)

Clara:
Vestida de organdí y con trenzas…parece una niña…Aún no ha cumplido los 18. También es mona. Se junta con Bruno, linotipista.

Aurora:
Una flor…crecida antes de tiempo…tiene más (y peor) experiencia…Seducida por el carbonero Nesi, acabará en las garras del joven Otello Nesi  que, finalmente, la dejará por Liliana.

A través de ellas se construye, se reconstruye y se deconstruye  Via del Corno. Lean Vds. “La crónica de los pobres amantes”. No se priven de ese placer amargo. Les aseguro…que no la olvidarán NUNCA. Pero no me roben los Custodios ¡por favor!

“Cuando aún vivían en el paraíso de la infancia, los cuatro Ángeles Custodios protegían toda la vía del Corno. Habrían intercedido ante el Señor incluso por Nanni, que era un delincuente común y habitual, hasta por Carlino que había agredido a Maciste, e incluso por Nesi, que mojaba el carbón y había puesto estaño debajo de la balanza; habrían puesto la calle entera a la diestra de Dios Padre Todopoderoso Creador del Cielo y de la Tierra, junto a Jesucristo Dios verdadero y Hombre verdadero. Pero a la señora Nesi la habrían precipitado al infierno, con los pies dentro de la pez hirviendo y en la cabeza brasas encendidas”.

Ya saben Vds. la historia de mis Custodios. Un amor a primera vista. Un enamoramiento fulgurante que, como es connatural, será eterno.

Chicas! –chasquido de pulgar y corazón– ¡Brindemos por que la eternidad dure!
Ya las oigo...ya vienen…son ángeles gorriones: El perfume, la brisa y un ligerísimo temblor (0’5 Richter). Visten con los colores del parchís. Y juntas parecen una loncha de carne de membrillo casera.

Milena: ¡No nos darás tu vinacho de costumbre!

Bianca: ¡A mí me van las burbujas!

Clara: ¡¡¡Yo soy menor de edad!!!

Aurora: ¡Mas sabroso te sabrá!

Copas para tod@s. Abrimos una botella de cava de Alella (por las alas). Sus risas se confunden con la alegría de las burbujas. Abrimos otra:

A coro: ¡¿No querrás aprovecharte de nosotras!?

Si acaso van a Florencia no olviden este rincón (céntrico, por lo demás). Recorran la via dei saponai…llegarán a la plaza dei Giudici, entren en el “café Mingo” (ya no queda ninguna taberna): quizás encuentren a Staderini recitando tercetos del “Infierno”.







Propuesta para la mañana de hoy, día 4 de junio. Alcohol y Congreso de los Diputados.

(*) asteriscos remiten a "Razones efimerísticas"


Lo que faltaba. Hoy me  han dado una puñalada trapera  que no esperaba. En medio del hundimiento del mundo, yo tenía mi refugio y mi sustento. Era feliz entre tanto hijoputa. Había encontrado el resquicio que aireaba mi sórdida existencia. Taponado con masilla de la peor, no tendré más remedio que lanzarme a la calle y exigir la devolución de lo robado.
 
Yo cogía el AVE a las cinco de la mañana. A las 8’30 estaba en el Congreso. Y a las 8’31ya se me veía apoyado en la barra del bar (cualquiera de los 9) del congreso de los diputados. Era una institución, tan fija como los leones. Un primo segundo, uno de los 60 trabajadores de hostelería de la casa, me había falsificado una tarjetita de esas que se cuelgan al cuello y tenía entrada libre. Es algo que nunca les dije… ¡por pudor! Pero mientras yo ideaba viajes y aventuras…en realidad estaba pimplándome series de gintonics de marca, a 3’45 euros la unidad. Me limpiaba con la tarjetita. No paraba de picotear con dedo índice de la mano derecha sobre el borde del vaso de tubo (el más apreciado en el local). Los camareros ya conocían el gesto y siempre fueron diligentes. No tengo nada contra ellos… ¡al contrario! 

 












Normalmente me ponía el traje negro que utilicé en el entierro de mi padre. Corbata estrecha y negra (me he negado a esas corbatas azules o rojas, anchas como hojas de col que denotan debilidad de voluntad y deseos de consenso). Mi vestimenta me dotaba de una dignidad que estaba muy por encima de la media. Mi primo siempre me agradeció esa deferencia. Allí pasaba yo, tan ricamente, las mañanas. Con 20 euros salía reconciliado con la política y dispuesto a seguir con mi impostura revolucionaria.


A veces se me acercaba alguno de los que tienen asiento numerado en el hemiciclo, haciendo sonar el hielo dentro del trozo de tubería, apestando, pese a todo, a vino agrio e intentaba reca(ba)barme la opinión sobre cualquier asunto, yo siempre decía que pertenecía al grupo mixto y que allí las decisiones eran lentas y concienzudas. Conversaciones de dos minutos que eran acompañadas por dos bebidas largas (una por minuto). Cuando se acercaba uno del grupo mixto, les decía que era un encargado de pompas fúnebres y que había recibido un mensaje urgente. Así pasaba las mañanas, entrenando mis reflejos intelectuales y pimplando feliz… en el quilómetro cero de la política del estado.

Pues ESO…¡se acabó! Jesús Posada (¡¡), presidente de la Cámara Baja, ha hecho pública (hoy, 4 de junio de 2013) la medida por la que se suprimen los miserables 900.000 euros con las que el Parlamento subvencionaba las bebidas de alta graduación (espirituosos incluidos). ¡Hala! como si estuvieran ellos solos en el Congreso. No han pensado en las otras mil personas que pululan por los pasillos y se acomodan en una de las nueve salas. ¡Adiós “sol y sombra”! ¡Que te vaya bien “barrejat”! Carajillo al cincuenta por ciento…¡adiós!

Aunque yo, como les digo, sólo iba por los gintonics. A precio normal ya no compensa. De haberlo sabido hubiera ido a Asturias...
 
Me alegro de que mantengan la ayuda a las bebidas flojas: vino, cerveza…quizás también el vermut…Me alegro, pero ya no volveré… ¡no compensa!


He dicho lo dicho a toro pasado, en realidad, me encuentro apoyado en la barra y echándome al coleto el gintónic número cuatro…a menos de dos segundos de recibir la noticia. En este preciso momento se acerca el camarero:

      –Señor, tengo el pesado deber de informarle que …etc…etc

      –¡Por dios! ¡no, por dios!

   –Hoy, y por ser vd. (un cliente extraordinario) le mantendremos el precio, pero a partir de mañana…etc…etc

Me quedo paralizado, enviscado por la mala nueva. El brazo, armado con el tubo, se paraliza de camino al gaznate y los ojos, sin permiso, se humedecen. Pasan, como sufrientes pasos de procesión (del silencio) los buenos ratos que he pasado en tan grata compañía. Los viajes llenos de esperanza. El futuro desestructurado se me viene encima. El ojo izquierdo me tiembla, amenazando neuralgia.

¡Qué poco duran las alegrías en la casa del pobre!

La concurrencia, enterada, se agita silenciosa. Consultan a sus portavoces. Miran la nueva lista de precios. Se secan el sudor y niegan como cabestros. Digo yo que si esta drástica medida no les hace lanzarse por la vía revolucionaria, no lo harán nunca.

     –Señores, sepan vds. que tal día como hoy, del año 1741, se aprobó bautizar como “manzanilla” el vino de Sanlúcar. En memoria del hecho y para hacerle los honores…brindemos con “La Gitana  y despidámonos como gente civilizada. Siempre llevaremos en nuestros corazones los buenos ratos que nos hemos corrido en estos salones. Siento, sin embargo, lo amargo que se les hará seguir (la atención no se exige) las sesiones parlamentarias. E incluso profetizo silencios largos y significativos ¿Quién, sin este sustento, levantará la voz? ¿Quién osará tomar la palabra sin la donosura que presta el Espíritu (oso) Santo? ¿Quién golpeará los pupitres e insultará al ponente…sin la ayuda que prestaba el coñá andaluz? 


Así ha acabado mi última visita al Congreso de los Diputados.

Y ahora en el AVE de vuelta, sin humor ni para el sudoku fácil. Mi alma llora. Los viajeros ríen. Para consolarme pienso en que tal día como hoy, del año 1923, tras el asesinato del “noi del sucre” a manos de los pistoleros del “Sindicat Lliure” (¡libertad!) financiado por empresarios de “casa nostra” y por la Iglesia, “Los Solidarios”  (entre ellos Durruti) decidieron ajustar cuentas. Ascaso y Escartín se encargaron de dar su merecido al hediondo (infórmense vds. mismos… ¡dan arcadas!) cardenal-obispo de Zaragoza, Juan Soldevila. Tengo una duda: no sé si lo ajusticiaron en una escuela-asilo de la calle Terminillo de Zaragoza, o en su finca de recreo “El Terminillo”. En todo caso, iba en un automóvil de lujo, matrícula nº 135 de Zaragoza, acompañado de su mayordomo y, como es connatural, por su chófer.
  



Los Monegros acaban por rendir las últimas fuerzas del espíritu y me lanzo, dando el glorioso (y famoso) traspié familiar, al vagón restaurante: bote de tónica, botellín de ginebra y una factura escandalosa. Insisto en la rodajita de limón y suplico un vaso de tubo. Imposible.
Para hacer más llevadera la tristeza me dirijo a un viajero que parece sacado a la fuerza del hemiciclo:

      –¿Sabe Vd. quién es Zidane?

      –Naturalmente, caballero. El del cabezazo.

    – El mismo. Pues en griego para decir que te requieren al teléfono, te dicen: σε σητανε! Que se pronuncia “se sidán  y com Vd. bien sabe, en francés “se” correspondería a “c’est”…O sea “c’est Sidán” ¿OK? Pues bien: entra alguien en una taberna popular y en ese preciso momento, desde el teléfono, la abuela lo reclama: ”σε σητανε!” y el que acaba de entrar contesta: “No. Seitaridis(*), simplemente.”. ¿Lo capta? En francés….en griego…. Y el otro dice : “No. Seitaridis, simplemente.”. ¡Era Seitaridis! ¡Ja   Ja   Ja!




     
     –Por cierto cuando ganó Grecia la copa de Europa, yo estaba allí (como el dinosaurio). Los motocarros iban cargados de sandías, que los enloquecidos aficionados reventaban contra el asfalto. Las motos giraban sobre sí mismas reduciendo el caucho a humo espeso y apestoso. Rugían. Los que tenían escopetas de caza la sacaron y dispararon al aire. Caían ángeles, arcángeles, serafines y se mezclaba su inexistente sangre con el líquido rojo de los melones de agua…Fue inolvidable…¡muy divertido! ¿no le parece?
 
El tipo me mira extraño, como si quisiera romper a llorar (o romperme la jeta). Bebe un traguito de café y se amorra el botellín de coñá andaluz.

     –Un amigo tenía una metralleta de la segunda guerra, no sé si alemana o aliada…¡pero funcionaba! Esa noche fuimos al monte a disparar unas ráfagas. Todavía pueden admirarse los destrozos en todas las señales de tráfico desde el pueblo hasta la cima del monte. ¡Fue muy divertido!  ¡Póngame otro, camarero! 

     –Puede dejarme en paz, caballero.

    –Naturalmente. Ha sido un intento de olvidar el dolor que me acucia. Pero ya que así lo quiere…¡adiós!

     –No será mayor que el mío… ¡y sin embargo, guardo la compostura!

     –Puedo saber de su desgracia.

    –¡Acaban de suprimir la subvención que el Congreso otorgaba por las bebidas alcohólicas! ¡Se acabó el aliciente! ¿Con qué fuerzas me levantaré cada mañana para acudir al hemiciclo? ¿Cómo soportar el sacrificio de servir al “poble”?...etc…etc

Mientras se desahoga,  una gondolfiera (*) vigila los reptiles del desierto. Pienso que de buena gana me engancharía al ancla y desaparecería en este mar ocre, como Cósimo de Rondó (ver 15 de junio). 


Veremos cómo acaba el día.




RELATO VERAZ, EXENTO DE RETÓRICA, DE UN EPISODIO (EN MARCHA) DE CORONAVIRUS.

Quizás pueda ayudar a alguien. Seguiré contando el desarrollo y desenlace... CONTACTO CON PERSONA INFECTADA. Se supone que el...