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sábado, 18 de mayo de 2013

Propuesta para hoy, día 18 de mayo. Mahler.



La muerte física, a veces, no es más que la certificación notarial de un hecho que ya se ha producido hace tiempo. A Mahler le dieron la estocada mortal en 1907 y la puntilla tal día como hoy, del año 1911…En casos parecidos se encontraron Hörderlin, Nietzsche…¡y tantos otros!
Hoy nos vamos a Dobbiaco (Tolbach, para los austríacos).  Ya descubriremos las razones.  En 13 horas habremos llegado…¡pongamos 15 horas!
Subiremos al coche a las doce en punto de la noche y lo pondremos en marcha el primer segundo del día 18 de mayo: bolsa de condis con ropa interior…unas Moritzs  y el imprescindible Terry de malla….¡Hala… a Dobbiaco!...


Sonará: “La trilogía del adiós” 

Allí Mahler, huérfano de hija, compondrá su adiós a la vida y a la tierra. Más bien un hasta luego. Allí será arrastrado por Eros (amado y amante) hacia las cumbres de la belleza con la que se fundirá para siempre…evig…evig…evig…¡Y así hasta nueve veces!

En la Puerta Catalana, por costumbre atávica, pararemos y tomaremos un madrugador  fifti-fifti que acompañaremos con un trancazo de Terry.  Tomaremos la carretera de los Alpes: Briançon…Turín… ¡Haremos lo que sea con tal de evitar los túneles de Génova y alrededores!

Serán las cuatro de la mañana y pararemos en el área de servicio de Nîmes para un “potage” y reforzar los hábitos. Continuaremos hasta La Roche du Rame: Pasado  el lago de Embrun y pasado Saint Crépin, nos encontraremos a mano derecha, antes de entrar en La Roche, un pequeño lago donde nos comeremos una pizza, especialidad de la casa. No nos dejaremos engañar (¡no muevan ni una pestaña!: sería interpretado como una aceptación) por sus ofertas de cócteles: ¡dan diarrea! El antiguo parecido del mesonero con Depardieu ha desaparecido ¡por completo!...bien por la envergadura que ha alcanzado el actor, bien por la afectación que ha adquirido (a la vejez viruela) el barero o bien porque nunca existió tal parecido. Un café (que convertiremos en fifti-fifti jugándonos la vida) y dos copitas de “calvá”…¡y a funcionar!...Si está cerrado (por lo temprano de la hora: serán las 8 de la mañana)…desayunaremos una Moritz.

De 12 hermanos que fueron, cinco murieron antes de entrar en el “uso de razón”. Otro (Ernst) el más querido, murió de adolescente. Otro, idiota o loco, se marchó a USA y nunca más se supo. El más talentudo… ¡se suicidó! Una de las hermanas murió también en vida de Mahler… ¡en fin!...la muerte rondando y tirando hachazos a diestra y siniestra…¡como para salir indemne!...Su gran deseo infantil era ser mártir…¡Casi lo consigue!...

Hijo de un despachador de licores, creció pobre pero espirituosamente. Y tríplemente extranjero (como otros: Kafka…): bohemio, austríaco y judío…in crescendo.

Pasada la frontera con Italia y antes de entrar en Ouix, a mano izquierda encontraremos una especie de cantina mejicana que se hace llamar “Pizzeria Río Nero”…con unas sillitas fuera y tal. Será vernos entrar y echar mano a bate de beisbol en recuerdo del día que le vomitamos la barra y dejamos el local perdido. Probaremos de camuflarnos con una careta tipo “Anonimus” y, si cuela, intentaremos comernos (difícil, ¡por la careta!) un pannini de prosciutto…¿qué otra cosa?...Un lingotazo de Terry y ¡salga el sol por Antequera!

En lo que Mahler consideró como su opus nº 1:”Das Klagende lied”, ya musicaba fatricidios y siniestras bromas romántico-fantástico-barrocas. Ya, desde el principio, alternaba en su música (y en él mismo) un claro impulso vital con un clarísimo deseo de muerte (los psicoanalistas se lo confirmaron)…Los amigos tampoco ayudaron: locos, suicidas…

En su siguiente gran entrega: “Lieders eines fahrender Gesellen”, también notamos ese desorden sentimental (y tonal y rítmico) o, si se quiere, ese deseo de mezclar lo vivo con lo muerto, o, si también se  quiere, esa incapacidad para el goce. Estos cantos enlazan melódica y estructuralmente con las sinfonías: lieders y sinfonías…¡Ya está delimitado su territorio!...



Cuando se casó con ¿Alma? (9-03-1902) ya estaba en posesión de los atributos que, después, se desarrollarían: Tras diversos destinos alimenticios, se convirtió en afamado director de la Ópera de Hamburgo, y, de ahí en director de la ópera de Viena y director de su orquesta, a más de compositor de 4 sinfonías y algunas otras cosas (lieders…). Sin embargo, sólo había estrenado la 1º Y la 2ª. Desde el principio se combinan en Mahler los motivos grandiosos, a lo Wagner, con incrustaciones de baja estofa (los psicoanalistas le explicaron esa promiscuidad). La “primera”, sobre todo, fue considerada, por los tradicionalistas (…o sea ..¡todos!) monstruosa. Siempre se le apreció como director y se le menospreció como compositor: no entendieron aquello de la “tonalidad evolutiva” y la no resolución (en la tónica) de los conflictos ( y cuando la 6ª se desarrolló en la misma tonalidad, fue en “La menor”…¡mal asunto!).



Alma (¿) (no es el momento de extendernos en esa ambiciosa y reaccionaria dama), era una belleza a la que “se le podía sacar provecho” y una especie de ave de rapiña. No se crean vds. las historias románticas sobre su persona.

¿Cómo compaginó el presentimiento nietzscheano del eterno retorno con la sincera fe en la resurrección que recorre toda su obra?: A lo Orígenes: de derrota en derrota…¡Hasta la victoria final!...Pasando a Pitágoras por el cedazo de la fe tridentina (a la que se convirtió, desde su tibio judaísmo de cuna, por conveniencias y porque, según las malas lenguas, “Alma (¿), bien vale una misa” ).

Tras esta esforzada reflexión, será la hora del ángelus que celebraremos (en memorias de mis desaparecidos Ángeles Custodios de la calle del Corno) con una Moritz. Estaremos a la altura de Verona…Aquí viene a cuento lo que Kokochka decía con respecto a Alma: “Lo que nosotros nos dijimos no ha sido dicho ni por Romeo y Julieta…” (¡pretencioso!). En Verona empezamos la ascensión hacia Trento y Bolzano.
Serán ¡las cinco en punto de la tarde! Y estaremos entrando, por Viale San Giovanni, a la población de Dobbiaco. Encontraremos aparcamiento en un momento y ¡justo enfrente del Hotel-Restaurante Moritz!...Ocuparemos una mesita rociada de sol de mayo y como accionistas de la Moritz que somos, pediremos una cervecita “alla spina” (las nuestras estarán calientes).

                                       
El verano de 1904, en su retiro veranigo de Meierningg, en el momento más feliz de su vida…le sobrevuela el aleteo de la muerte: Añade (y completa) tres cantos a sus “Canciones de los niños muertos” y completa la Sexta sinfonía (su “Trágica”) que termina con esos premonitorios “tres golpes del destino” que hunden definitivamente al héroe.

¿Cómo es posible que escriba sobre niños muertos cuando acaba de acariciar a sus hermosas hijas?... ”¡No tientes al destino!”...¿Cómo meditar concretamente sobre la propia muerte, cuando se está en la flor de la vida y del éxito profesional y personal?... ¡No tientes al destino!...
Los versos de Rückert fueron escritos en memoria de sus hijos muertos de escarlatina.

“Cuando tu madrecita
Entra por la puerta
A la tenue luz de las velas,
Siempre siento que vas a entrar
En la habitación,
Deslizándote tras ella
Como de costumbre (…)”

“Con este tiempo, con esta tormenta
Nunca hubiera debido mandar fuera a los niños;
Se los han llevado
Y no he podido decir nada
(…)”

Centenares de versos fluyeron en sólo seis meses y no consiguieron revivirlos ni apaciguar su dolor.

 Schubert, Schumann, Liszt…ya habían utilizado versos del poeta.

Mahler recuerda que su hermano querido, a quien atendió hasta el último aliento, se llamaba Ernest, como uno de los hijos muertos de Rückert…¡eso es todo!...No presiente, recuerda. Y esos recuerdos impulsan las composiciones de ese verano, ante la doliente mirada premonitoria y aterrada de Alma (¿).



Pero los recuerdos, dieron un salto hacia adelante y tomaron cuerpo delante de él…¡Verano de 1907!..

Moravagine y Raymond La Ciencia acaban de ser descubiertos, el apocalipsis que tenían tramado para San Peterburgo fracasa y ellos tienen que huir a América (enseguida los seguirá Mahler).

Picasso acaba de dar los últimos toques a sus “Señoritas…” provocando la muerte definitiva de la “belleza”.

Como siempre, desde hacía algunos años, el matrimonio se pone a empaquetar cosas para su veraneo al lado del lago (Mahler es un compositor de verano)…al encuentro de las desgracias:

·         La primera (¿recuerdan los tres golpes secos con que acaba la sexta?) acaba de dársela el creciente antisemitismo que estuvo en el fondo de su renuncia a sus cargos en la Ópera de Viena: Un judío no podía expresar lo alemán. El día 1 de Enero, del año 1908, debutará en el Met(ropolitan) de New York con una “Tristán e Isolda” que dejará enamorados a los yanquis.

·         La segunda: la muerte sin contemplaciones de su hija mayor (María Anna), de cinco años: ¡escarlatina! + difteria…(eufemismo de escabechina).


·         La tercera: se la dio el médico que nada pudo hacer por su hija. Tras atender a su suegra y a su mujer, auscultó el corazón del compositor y le auguró un negro futuro.

¡Es el comienzo del fin!

¿Ven vds. cómo los presentimientos inconscientes llegan a ser formulados claramente?

Estados Unidos…etc…etc…y los veranos en “Austria”. La casa de Maiernigg fue vendida y tomaron otra en Toblach (Dobiacco, Dolomitas), donde pasarían los tres veranos siguientes. Allí compuso: “La Canción de la Tierra”, la “Novena” y lo que pudo de la “Décima”: Las sinfonías del adiós.

Y por eso nos encontraremos en Dobbiaco en este preciso momento. Para intentar recrear en nosotros, con ayuda del espirituoso santo, lo que Mahler compuso espoleado por la muerte cercana y la belleza eterna.

Y por eso, tras reservar habitación aquí mismo, y tomarnos un par de grappas en el café Marlen, iremos a cenar al Gustav Mahler Stube (volver un poco por donde hemos venido):
comida típicamente tirolesa, a base de: selvaggina (carne de venado) albóndigas, deliciosas rebanadas de pan de pueblo con embutido casero…en fin…¡lo típico!

En el primer piso se conserva el espacio ocupado por Mahler durante los veranos del 1908-09 y 1910…No nos atreveremos a dormir en este lugar sagrado.

        




El verano del 1909, apareció Mahler con un tupé y las cejas tintadas (¿)…Alma no salía de su asombro…¿Qué pretendía?...fue una visita rápida. Seguramente este detalle nimio, pero significativo  influyó en Visconti a la hora de caracterizar al personaje (Nietzsche-Mahler) de “Muerte en Venecia".

De nada sirvieron los regates con los que quiso dejar clavado  al destino: Saben vds. de la naturaleza fatal, letal de la “novena sinfonía”…Así que lo que iba a ser su “novena(“La canción de la Tierra”), no fue numerada y pasó directamente a lo que conocemos como “novena” (para él la “décima”)…¡fue inútil!...Acabada la “novena”( para él la “décima”) la muerte dio jaque mate: lo que queda de la “décima” (para él la “once”) son gambitos y arriesgados esbozos de jugadas sin futuro, que él presiente eterno (en otro mundo).

Lo dicho: ¡dios escribe como le da la gana en renglones zigzagueantes!...

Pero antes de derribar el rey y darse por vencido…tuvo que soportar un

·         cuarto golpe que, aunque programado, no era esperado:

Alma  (¿) se queja del abandono a que la tiene relegada el compositor…de la renuncia a su vida y a su música (ella también componía)…y de otras amputaciones. Así que el verano de 1910 (tras otras débiles tentativas) en el balneario de Tabelbad (cerca de Graz), adonde había acudido por recomendación médica (¿) se “deja” seducir por un joven arquitecto llamado a revolucionar la arquitectura y los oficios contemporáneos: Gropius….especialista en mujeres casadas o comprometidas (nacido tal día como hoy, del año 1883). Revoloteaban como moscas…esperando…esperando….

…¿ven vds.?...

Una carta que envía por error (¿) a Mahler, en donde declara su apasionamiento por la joven, bella y próxima viuda, pone a Gustav al borde del colapso: ¡estaba pidiéndole la mano de su esposa!
Salva la situación, dedicándole la “Octava”, prometiéndole libertad para componer, intentando estrenar sus composiciones…¿tomando viagra?...Y haciendo un amago de psicoanálisis.

Los diarios de Alma (¿), intrascendentes, llenos de cotilleos, aclaran ciertas cosas:

“¡Cuánto lo deseo (al monstruoso Zemlinsky)…a veces apoyo la cabeza sobre la mesa, entre los brazos, y pienso en nosotros durante horas (…) debo decir que no me imagino entregándome a nadie que no sea él…¡ni siquiera a Klimt!” (quien, por cierto, la conocía desde la cuna y algo había conseguido)

“Deseo la violación. Quienquiera que sea.”

Año nuevo de 1902 (un poco antes de casarse con Mahler): “Lo que tengo que escribir hoy es muy triste. He llamado a Gustav. Por la tarde hemos estado juntos en su habitación. Me ha entregado su cuerpo y le he dejado que me tocase con la mano. Su brío (¡¡) estba rígido y erguido. Me ha llevado al sofá, me ha tendido suavemente y se ha balanceado sobre mí. Entonces cuando acababa de sentir su penetración, ha perdido la fuerza. Ha apoyado la cabeza sobre mi pecho, destrozado, y casi llora de vergüenza. Distraída como estaba, lo he confortado (…) ¿y si él perdiera… eso?...¡Mi pobre esposo!”

El tres de enero la cosa cambió: “dicha y éxtasis” (…)
El cuatro de enero: “éxtasis sin fin” (…)

Mahler, perdía la fuerza con cierta frecuencia.

Schönberg intenta consolarlo…sin saber (¿cómo iba a saberlo?) que su mujer haría lo mismo con un pintor…suicidio…vuelta a casa…muerte…nueva pareja.

Aconsejado, concierta una cita con Freud (debería haber ido también su Alma). Pasan una tarde paseando por Leiden: Curiosa “sesión de diván”…más bien peripatética. Freud admiró en su paciente la sagacidad y la disposición…y le “descubrió” las razones de su gusto por “la baja estofa” incrustada entre lonchas de tocino de cielo. Freud confirmó algo que teorizaría un poco más tarde: Eros y Thanatos son las fuerzas básicas de la vida; y Mahler era un ejemplar puro…en el que estas fuerzas se manifestaban de forma límpida.

Por entonces Carnap, nacido tal día como hoy, del año 1981, acudía a la universidad de Jena e iba configurando lo que sería la crítica más radical al psicoanálisis: el “fisicalismo”, armado con la espada de la verificabilidad (después, contrastabilidad): las proposiciones psicoanalíticas no son empíricas…¡son una variante de la música!...

Ya antes K.Kraus desde sus páginas ígneas, había establecido (por su cuenta y riesgo) que el psicoanálisis era el  problema, no la solución.

La suerte está echada…Vuelta a Estados Unidos… (infórmense vds. Infórmense)… y regreso definitivo para morir, tras intentar resucitarlo en París, en Viena…. ¡tal día como hoy, del año 1911. Sus últimas palabras: “¡Mozart!...Mozart!”…como si nos avisara de la terrible tormenta que caería sobre el cortejo fúnebre.

Las cartas de Alma (¿) y Gropius siguieron fluyendo incluso durante la agonía del músico: “tu esposa”…”tu prometida”…”¡quiero un hijo tuyo!”. Alma recogió la muerte de Gustav en una mascarilla…¡pero no fue al entierro! (¿)

En efecto, Alma se casó con Gropius (1915), tras la sonada y bronca aventura con Kokotschka
(Alma y maler…¡otra historia!...), durante la cual Alma (¿) dio rienda suelta a su temperamento y desarrolló definitivamente el gusto por lo masculino…así, en general.

Alma y Gropius se casarían en 1915.

 Alban Berg compondría “A la memoria de un ángel”, en memoria de Manon (la hija de Gropius y Alma) que, como brazo armado de la justicia universal, tuvo a bien morir a los 18 años (1935) de poliomelitis (otro nació prematuro y no sobrevivió). Berg la amaba con locura, como un padre (¿). La composición se convirtió también en el Réquiem del músico que no pudo comerse el turrón. Murió pasada la media noche del 24 de diciembre…justo en el momento en que, 16 años después, nacería un servidor de vds.
Gropius se había “escapado” de Alemania el año anterior.

Alma (¿), fácticamente separada de Gropius en 1920…seguirá su camino lleno de curvas y de emboscadas. Acabará seducida, también, por la absenta.

Cuando Freud se enteró de la muerte del músico le faltó tiempo para pasarle la minuta a la viuda, que siempre se refirió a él como “el idiota de Freud”. Vale que pagar religiosamente la consulta forme parte del tratamiento…¡pero del enfermo!...¿o acaso pensó Freud que la viuda estaba más neurótica que el difunto?

Tras el venado y un delicioso postre de frittelle (panqueques) de miel con arándanos rojos…sesión de grappa…¡Y a dormir!

Mañana pararemos en Parma donde tal día como mañana: 19 de mayo, del año 1348, Petrarca recibirá carta de un amigo en la que le informará que Laura ha muerto víctima de la Peste Negra.





                                            













viernes, 17 de mayo de 2013

Propuesta para hoy, 17 de mayo. SEGUNDA SERIE. Stendhal entra en Italia. Ivrea. Primera conquista amorosa.



(Asteriscos* remiten a razones efemerísitcas)
Ivrea,  lo que es Ivrea, no es un sitio envidiable, a menos que sea Vd. un loco del esquí suicida, de las escaladas sin sentido, un amante de las máquinas de escribir periclitadas o un nostálgico degenerado de la “tomatina” de Bunyol, en cualquiera de sus variantes.


 Poco que hacer en esta ciudad regada por el Dora Baltea. De hecho no habríamos venido (vengo, como es natural, con mis Custodios, que se han largado volando a la cima del monte Rosa…) a no ser por mi querido Stendhal. No puede decirse que haga frío, pero, vamos, yo me he colocado debajo de una chimenea petroquímica, sentadito en una gélida silla de aluminio que no sé si pertenece al Intimissim de la esquina o al churrero. 


A lo lejos, pues la plaza permite esas magníficas panorámicas, veo que alguien se aproxima con un trapo colgado en su brazo izquierdo. Viene hacia mí, no hay duda. La plaza está vacía. Se para ante mí y, como un gendarme malcarado, me pregunta qué quiero. Parece el comienzo de una parábola. Querer, querer… ¡tantas cosas querría! 

–Me conformo con un cuartillo de grappa, de la buena.

Y lo veo alejarse como un peón desganado por el ajedrezado piso de la explanada. Su vuelta causa tristeza. 

Stendhal, que, en Génova, se ha librado de una salvaje y definitiva caída de caballo, que lo hubiera convertido en miembro de tan selecto grupo, acompaña al ejército napoleónico. Por fín (¡gracias a las matemáticas!... y a los Daru) ha podido abandonar su odiada Grenoble y enrolarse, más o menos, en el ejército. Tiene el aspecto, dice, de una niña de catorce años y con un cabezón importante y unos kilos de más, añado yo.

Su infancia, tras la muerte de su madre, ha sido una desgracia, sólo mitigada por el abuelo paterno y el españolismo de la tía abuela. Y, cuando pudo elegir, por las espinacas. Y aquí lo tenemos, defraudado por el mismísimo san Bernardo y haciéndose el valiente ante los cañonazos que desde el fuerte de Barda barren el sinuoso camino por donde avanzan soldados, caballos, mosquitos, carromatos, prostitutas, perros… El fondo del barranco está cubierto por los caballos que han tenido mala suerte. Napoleón, a lomos de un asno duro y guiado por un guía fiel y experto, cruzó, helado hasta los huesos, como lo haría Aníbal, el terrible puerto de san Bernardo. David lo imaginó sobre un hermoso corcel (Stendhal me aborrecería por no utilizar “caballo”). Y así lo reprodujo hasta la saciedad para lustre de las múltiples residencias imperiales. Se olvidó de homenajear a los hermosos perros que libraron a muchos de la "muerte blanca".




Aquí quiero hacer un inciso de interés, mientras, con un palillo, extraigo las últimas gotas de grappa

Ningún caballo de los que llevaba Napoleón se llamaba Marengo (¡que no!). Marengo, bautizado así por la batalla que estamos a punto de mencionar (¡y que aún no ha tenido lugar!) había sido “importado” de Egipto ese mismo año, tenía 7 años, por lo que no creo que el Primer Cónsul, le hiciera pasar por ese trago. O, si me apuran, cosa que no sé, aún no había llegado a tierras galas. Marengo, el más famoso de los 130 caballos que componían la cuadra de Napoleón, fue herido ocho veces. Era de baja estatura, como su jinete, pero veloz y resistente. Participó en Austerlitz, en Jena, en Wagram y, al galope, recorrió ¡en cinco horas! los 130 kilómetros (tantos como caballos tenía el Cónsul) que separan Valladolid de Burgos. Sobrevivió al desastre ruso y fue capturado por los ingleses en Waterloo cuando ya tenía 22 años. 


Aún le quedaban 16 años de vida apacible, como semental. Su esqueleto, si quieren admirarlo, se encuentra en el museo del ejército de Sadhurst, aunque dense prisa porque los irlandeses lo reclaman. Verán que le faltan dos pezuñas: una, convertida en cajita-relicario, está en el museo, la otra, convertida en cajita-relicario, dando tumbos por olvidados cajones de cocina.

Stendhal, sujeto a la cola de su caballo, hace lo que puede. Está, tempranamente, imbuido por el espíritu romántico y a un paso… ¡pero qué paso!... de Italia. Era el sábado 17 de mayo del año 1800

El valle se va ensanchando: “Todavía estoy viendo el primer aspecto de Ivrea, vislumbrada a tres cuartos de legua, un poco a la derecha, y a la izquierda unas montañas distantes, quizás el Monte Rosa y los montes de Bielle…”

Imaginen Vds. a la soldadesca, pues para Stendhal nunca fueron otra cosa, matándose por una habitación, una loncha de tocino o por unas contraventanas que alimentaran las fogatas que surgían por toda la ciudad. Stendhal, liberal, republicano, anticlerical furibundo, amante de la felicidad del pueblo, se hubiera dejado matar antes que compartir una semana con lo que he llamado, para simplificar, pueblo

Más listo que otros, encontró (y defendió) posada para él y el capitán a quien servía.
Amaneció el domingo 18 de mayo del año 1800




En el teatro de Ivrea daban la aclamada ópera bufaEl matrimonio secreto” de Cimarosa, una divertida sucesión de arias y recitativos según norma, y con un arrojo impropio de sus diecisiete años, pero con una inconsciencia adecuada y ¡vestido de civil!, lo que añadía peligro al asunto, fue al encuentro de lo que sería uno de los objetos más amados en toda su vida. Era domingo y noche de boca de lobo. No le importó que a Carolina le faltara el colmillo derecho ni que fuera un poco bizca, cuando entonó el “Io ti lascio perché uniti…” y, sobre todo, con “dejadme respirar” del II acto, Henry, pues aún no era Stendhal, lloró… y es que el contexto pesa mucho.

El amor por Carolina duró meses. Añadió Cimarosa a Mozart y a las espinacas. Stendhal nunca quiso apreciar la ópera seria ni la tragedia, ni el pathos… sobre todo si esos elevados sentimientos estaban encerrados en marmóreos versos. Su ideal era el Código Civil como forma y un comedido epicureísmo como fondo. Siempre pensó que la Carolina le había dirigido algunas miradas interesantes… de nada sirvió que le recordaran que era bisoja.

Y aquí es necesario otro inciso.

 ¿En qué teatro vio Henry la obra de Cimarosa? El Teatro Giacosa, el oficial, el orgullo del municipio, y que nada tiene que envidiar a la Escala, dicen, se construyó después, más o menos cuando nuestro autor ejercía, desdichado, de cónsul en Trieste, alegoría del limbo. La conversión de la iglesia de Gesú en teatro no se realizó hasta abril de 1802, cuando estaba con las tropas en Brescia y Bérgamo. O sea que nos quedamos sin saber dónde tuvo lugar esa importante representación del Matrimonio segreto. Sebad habla del Emporeum…pero, oigan.... ¡ni rastro!

Con un grito… que ni Tarzán… llamo al camarero. Los tres costados de la plaza, pues está abierta a Via Palestro, crean un eco que hace fluctuar la llama de la lanza petroquímica. La plaza sigue vacía. Vuelvo a ver, lejísimos, la triste figura del trabajador de hostelería. Con el brazo derecho y la mano, de la que sobresale un flácido índice, hago el gesto universal de ¡¡otraaaa!! Me lo agradece con una mueca que, a esta distancia, parece una sonrisa. Acompaña la grappa con un triángulo de pizza cuatro estaciones.

El mes anterior acababa de estrenarse en Viena la Primera de Beethoven. Haydn, tras La Creación, así en general, se ocupa de los pormenores en Las Estaciones. Balzac tiene un año de vida. Fabrizio del Dongo, dos. Al año siguiente Napoleón firmará el concordato con el Vaticano y el ultramonárquico y meapilas Chateaubriand se acercará a Napoleón: “Mientras yo tuve poder, fue uno de mis más viles aduladores. Es un fanfarrón sin carácter, que posee el furor de componer libros...”, anotó el inminente emperador.
Goya estaba sumido, ahogado, diría yo, pues la ausencia de aire es notable: “dejadme respirar”… en La Familia de Carlos IV. La primera maja había sido expedida y ya pensaba en la segunda. Los Desastres de la guerra se están fraguando de camino a Milán. 

A la mañana siguiente, al despuntar el alba, el Monte Rosa lanzó un guiño juguetón (¡!). 


Henry y su capitán, confundidos entre la multitud que se encamina a arreglar cuentas a los austriacos, discuten sobre lo vivido la noche anterior. Antes de hacer su entrada en Milán tuvieron que pelear en el Ticino, que separa el Piamonte de Lombardía. Stendhal participó, a su manera, en la batalla: no se enteró de nada. Siempre anduvo por los márgenes… viendo el humo de la cañonería. Sólo en la posterior campaña de Austria pudo conocer, ora avanzando, ora retrocediendo, los inconvenientes, por llamarlos así, de la guerra.
¡¡Milano!! …¡¡Voglio una donna!! Se sentía como un Valmont y quería más pruebas de fuego. Adiós Delfinado, adiós París… ¡Bienvenida Italia! Diecisiete años y medio… y sin mojar… pero rebosando españolismo. Y digo yo, que por tal concepto entendería una mezcla de orgullo, obstinación, valentía, adustez, honor, fidelidad… ¡Si nuestro héroe levantara la cabeza!


Entraron, saltándose Marengo, en Milán por la Puerta Nueva, hoy dedicada a Manzoni. Y en Corsia del Giardino, pasada Bigli, se encontró con el mayor de los Daru jrs. Dijo adiós a su capitán y se dejó conducir por Martial. La magnífica  casa daba a la Corsia. No estaba lejos, al contrario, de La Scala, que nada tiene que envidiar al Teatro de la Giacosa de Ivrea, dicen. 




Cenaron, como es natural, chuletas empanadas… y añade Henry: “Durante varios años este plato me recordaba a Milán”… nos ha jodio… ¡a ti y a todo el universo-mundo! Aunque, en puridad, nada se sepa sobre su origen. 


El Wiener Schnitzel, además de raza canina, es la adaptación, así quiero pensar, de la milanesa, llevada, a marcha rápìda, a Viena por el fiel Radeztky como botín de guerra tras la batalla de Novara, en la que también cayó Brescia… donde, dentro de un momento, encontraremos a nuestro héroe, que, por ahora, pasea su grandeza soñada, y una erección de caballo, por el Corso y por las arcadas de la Scala, soñando con la Nueva Eloisa.

Napoleón había puesto fin a los taciturnos “tredici mesi”… ¡Milan era una fiesta!

Acabada la grappa, tiro una silla al suelo. El camarero se asoma en la lontananza. Levanto el brazo derecho y froto suavemente el pulgar con el dedo corazón. El hostelero me contesta alzando las manos, por dos veces y con los diez dedos extendidos. Dejo el riñón derecho y llamo a mis Arcángeles. Aterrizan en la explanada. Sus plumas me parecen rosadas. Un perfume de cadera de ángel se desperdicia por este desierto urbano.
–¡A Milán!



Y aquí estamos, en lo que ha quedado de la Corsia del Giardino, un local estúpido y carente de toda gracia. Cuando les he pedido una costilla a la milanesa, me han contestado: “Aquí no gastamos d’eso” (sic). Pues, póngame una bola de caprese de búfala y un cuartillo de grapa, es por no mezclar…, les he respondido. Mis Custodios se han largado a hacer acrobacias entre las agujas del Duomo.

En septiembre “es asignado al Sexto Regimiento de Dragones, con el cargo de subteniente.” (W.G.S.)… y empezó todo. Le “Chinois” se ve guapo. El uniforme lo ha transformado. Irresistible… si no fuera por lo que es: feo, chaparro y con cuello de toro. Los uniformes, sin embargo, todo lo pueden. Pierde su virginidad a cambio de una sífilis, que ya en diciembre empieza a señalarle moratones: Una noche con Afrodita y toda una vida con Mercurio, que se dice. Y así, cargado y cebado, se dispone a conquistar corazones femeninos. 

El primero, el de Angela Pietragrua (Gina), “la meretriz de su compañero Joinville”. Lo de meretriz lo descubrió, desalentado, más tarde. Ahora, lo califica de celestial, apasionado, capaz de transportarlo al país de las quimeras, loco, delicioso, arrebatador, pasional… va acumulando vocabulario para su “Del Amor”… y nombres para sus novelas posteriores. Gina borra, de momento, el recuerdo de la pueblerina Victorine, su amor de adolescencia…

 La vida le parece un sueño (*). Sólo roto por su lúgubre visita al campo de batalla de Marengo. Hacía un año. Aquello era como la resurrección, interrumpida, de los muertos. Un halo funesto cubría los campos entre Alessandria y Tortona. Allí presintió el final del Imperio y su glorioso destino que, por ahora, era bien miserable. También yo podría decir algo en contra de Tortona, ciudad que me vio casi morir de congelación en mi ridícula, como Vds. saben, campaña de Trento.

…Sin embargo…ese amor (por Gina) “no llegó a lo que llaman la felicidad hasta 1811… Bueno, once años no de fidelidad, sino de una especie de constancia.” Y es que entonces que una mujer apoyara su brazo en tu hombro, que rozara con su mano la tuya, que te mirara un segundo más que al comensal de al lado… abría todo un mundo e, incluso, lo colmaba. Tener unos dientes bonitos, cuando lo normal sería la encía desnuda; unos pies delicados; una piel aterciopelada; exhalar un sugestivo perfume… eran cualidades exclusivas de la nobleza y sus satélites, por llamarlos de alguna manera. 


En noviembre (todo esto tiene la exactitud inexacta que el mismo Stendhal propone) es destinado a Brescia y Bérgamo. Acude con frecuencia a Milán. Empieza el nuevo año con una representación del “Matrimonio Secreto” que, a esas alturas, digo yo, sería de conocimiento público. (¿Fue entonces su encuentro con su paisano Laclos?) Carolina es muy hermosa, pero no lo bastante para borrar de su mente la imagen de la bizca y desdentada de Ivrea. Para colmo de melancolía, Cimarosa muere ese mismo mes y Gina no parece acordarse de él. En realidad no se acordaba. Meses de insania y excitación. La enfermedad se muestra más descarada. Vuelve a París. Se publica El genio del cristianismo de su malquerido Chateaubriand. Beethoven se interna en el romanticismo con el Claro de luna

Pasemos por alto el renacer de su pasión por Victorina, la aventura marsellesa con Mélanie, la conversión del Cónsul en Emperador y el agostamiento de los árboles de la libertad; sus lecturas de Rousseau, Shakespeare, los “sensacionalistas” ingleses y franceses; su visita a Grenoble, su vuelta a París y su años de servicio en Brunswick (Alemania), donde, además de enamorarse de Minna, de llegar a aborrecer la caza, atragantarse con las salchichas, vomitar con el “champagne rose”… es “testigo” de la batalla de Jena y de la entrada de Napoleón en Berlín. Pasaremos también por alto su regreso a París (noviembre 1808) y la campaña de Viena,  donde “presenciará” la batalla de Wagram y aún tendrá tiempo de asistir al funeral de Haydn y escuchar el “ruidoso y aburrido” (¡!) Réquiem de Mozart, (aunque no en ese orden).  
Ese mismo año aparece Las afinidades electivas.

Un tercer inciso se hace necesario. Gall, médico, como Vds. saben, inventó la frenología. En Viena, por consideraciones teológicas que tenía que ver con el libre albedrío y tal, le pusieron las cosas difíciles. Así que se largó a París. Tampoco en París las cosas le fueron rodadas… y es que se atrevió a decir que, en base a la morfología del cráneo del Emperador, no se podía esperar grandes cosas de él… ¡A estas alturas! 

Gall tuvo la oportunidad de tratar a nuestro Henry el verano del 13, cuando el intendente, en Alemania, sufría de agotamiento y de una influenza de cierta entidad.

A lo que iba. Haydn, vuelto de Inglaterra, residía en Viena cuando Napoleón, que había colocado un guardia de honor en la puerta del músico, empezó a bombardear la ciudad (12 mayo, 1809). A pesar de su extrema confianza, Haydn dejó este mundo el último día de mayo. Los funerales regios se realizaron el 15 de junio…Sonó el Réquiem de Mozart y allí estaba, como he dicho, nuestro héroe. 

Esterházy, a cuyo servicio había estado, el difunto, media vida, consiguió el permiso para exhumar los restos; pero se olvidó de hacerlo… ¡y así pasaron 11 años! Cuando se abrió la tumba encontraron el cuerpo y el pelucón, apoyado directamente sobre los omoplatos. Había perdido la cabeza. Y es que Carl y Peter, discípulos avanzados y avezados del frenólogo, la habían robado para estudiar “en vivo”, la zona 17, de las 27 zonas funcionales del cerebro: en efecto, en Haydn había alcanzado la plenitud. Peter, coleccionista, cuando se cansó de tantos restos, se la regaló a Carl. Estenházy, mientras tanto había soltado los perros que dieron con la pista. Carl la escondió con malísimas artes. 



El príncipe anunció una pública recompensa que surtió efecto inmediato. Carl entregó un cráneo diferente y el príncipe no pagó, de tal manera que las astucias quedaron compensadas. El cráneo equivocado fue reintegrado a su lugar natural. A la muerte de Carl, el cráneo fue entregado al hospital y… sólo en la Hungría comunista se cerró el círculo. Depositaron el cráneo verdadero en el sepulcro sin desprenderse de la primera. De tal manera que en la Bergkirche de Eisenstadt, existe una tumba con dos calaveras dentro.

Lo retomamos en 1811 en París, imprudentemente enamorado de la mujer de su “protector” y nombrado, quizás por eso, Auditor de Estado e Inspector general del mobiliario de la Corona. Y es en este momento cuando se le ocurre un viajecito a Italia, previo a la campaña de Rusia de 1912.

Balzac está interno en Vendôme, lamentándose del poco amor materno y Goya va gestando los “desastres de la guerra”.

Septiembre. Milan. La Scala… ¡Gina! 



Antes del asalto final se preparó a conciencia. Se instaló principescamente, alquiló un carruaje, compró un magnífico (y resistente) bastón, se acicaló de arriba abajo y compro unos pintorescos, pero serios, tirantes. Paseó su dicha y su ansiedad por las galerías de arte (dando forma a su famoso síndrome) por las arterias principales, por los palcos de la Scala… Por fin se decidió a hacer una visita a su amante. No  me extenderé en detalles (F.C. Green, Martineau…). “Gina capituló en las primeras horas de la mañana del 22 de septiembre, una horas antes de la partida de Stendhal para Bolonia”, condición impuesta.

Sebald: “Sea como fuere, consigue obtener de él la promesa de que, una vez concedidos sus favores, se alejará de Milán. Beyle acepta esta condición sin protestar y el mismo día abandona Milán, la ciudad añorada durante tanto tiempo, no sin antes haber apuntado en los tirantes de su pantalón (los mismos, por cierto, con los que se había declarado a madame Daru) la fecha y el momento de su conquista, el 21 de septiembre, a las once y media de la mañana.”


Alguien se equivoca, pero… ¿qué importa? La revolución había dedicado ese día complementaire (21 ó 22 de septiembre, según si el año fuera, o no, bisiesto) a la opinión.

Once años esperó Stendhal para escribir la primera frase de su obra propiamente  literaria… y dejar de ser un inteligente y sensible plagiador.

–¿Podría poner punto y final con una melisa?
–Bien veo, caballero, que está impuesto en el calendario revolucionario.
–Échele un chorrico de grappa. Y cóbrese–digo sacándome el ojo derecho. A este paso llegaré a Barcelona sin órganos.



Al perfume de la melisa, laxante, como siempre, acuden mis Ángles. La cristalería parece interpretar un aria de Cimarosa. Silencio absoluto… ¡pasa un ángel!...No, perdón, cuatro.

–¡Hostia...! ¡El perro!















RELATO VERAZ, EXENTO DE RETÓRICA, DE UN EPISODIO (EN MARCHA) DE CORONAVIRUS.

Quizás pueda ayudar a alguien. Seguiré contando el desarrollo y desenlace... CONTACTO CON PERSONA INFECTADA. Se supone que el...